jueves, mayo 21, 2009

La estría en el yermo (fragmento I)

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Agosto no es abril, el mes más cruel,
es el verano,
arropa la espesura con frutos de los árboles
y preserva en la tierra los recuerdos perdidos.
Nos sorprendió la tarde,
extraviados en una selva oscura,
nel mezzo del cammin di nostra vita
--o tal vez más allá--, vendimiando,
triturando las uvas en el lagar del mar;
el mosto de las olas te lamía los pies,
subía por tus muslos hasta encender la tarde con la sangre del dios
"¿Qué es esto --me decías-- tan dulce cual la uva que fermenta
....en mi adentro y no me deja en paz conmigo misma,
como si ahí se recordara algo que estuvo y ya no está:
un vestigio del dios en las fiestas de Eleusis
o la ebria sequedad de los días de Pascua
que ya pocos recuerdan?"
Nos vimos en verano, con el ruido del mar sobre Puerto Escondido,
hablando de estas cosas, cobijando
esa brizna de vida con recuerdos;
nos mojamos los pies como antaño en el mosto
y cruzamos la playa hacia las rocas,
con el rumor de ciega muchedumbre en la cittá dolente,
"Ya nadie lo recuerda --me dijiste--,
nadie puede saberlo ni acaso imaginarlo,
pues sólo conocemos una pila de imágenes, ya rotas
en donde el sol no alumbra, el árbol no cobija,
el vino es sólo vino
y el ciclo de los meses en mi entraña, la oscura menstruación y nada más;
nadie puede saber lo que se guarda ahí,
pues aquí sólo hay sombra,
bajo esta roca roja que es el mundo."

.......Ponte a la sombra de esta roca roja,
.......como en la antigua cueva, pero de cara al fuego,
.......voy a enseñarte no lo diferente,
.......sino lo que es y ha sido en una estría del tiempo.

Al volver de las rocas, por la estría del mar, camino del hotel,
tú y yo, Isolda, hablando de estas cosas, como en el primer día,
....amándonos,
mientras la uva fermentaba en tu adentro, como fermenta el cosmos
....en sus ciclos,
vimos, bajo esa roca roja,
permanecer el tiempo en el canto del mar y su voz que regresa,
entre el ruaj de Yahvé y la hora de este ahora,
antes del desayuno de los huéspedes,
de las palabras huecas,
de la amarilla niebla en la ventana
y el ruido de mil mundos que se acaban;
antes del sí y del no,
de decir mil te quiero
y consumir un pan con el café,
en ese hueco abierto en el vacío,
tú y yo vimos, bajo esta roca roja, permanecer en el tiempo.
No estábamos ni antes ni después,
no estábamos ahora
--porque el pasado fue, el futuro no está
y el presente se pierde como se escurre el agua en nuestros dedos--,
sino aquí, en nosotros,
contemplando el corazón del tiempo,
la inmutable presencia del amor que siempre permanece en el oleaje
y hace posible el tiempo
y el ciclo de tu entraña,
los secretos de Eleusis
o la alba Navidad y el paso hacia el origen
--los rostros del amor en su aspecto de tiempo--,
mientras todo se mueve, todo pasa, bajo esta roca roja,
y tú y yo vamos camino del hotel,
por la aguja que zurce el ayer con el mañana,
fuera y dentro del tiempo,
en el verano que arropa la memoria,
abriga la espesura con frutos de los árboles
y preserva en la tierra los recuerdos perdidos.


Javier Sicilia
Tríptico del desierto
Era, 2009.

viernes, mayo 01, 2009

Piedra colorada

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De muchos lados del país
levanté piedras;
costas de ríos,
desiertos, cerros.

No sé en qué hora del todo
Dios las dejó sobre el país. Mis piedras.
Las levanté y las traje a casa,
las levanté como quien hace con sus manos
algo limpio a los ojos
de Dios, aquí y allá
bajo el inmenso cielo.

Traje a casa estas piedras y las dejé en el suelo,
fuera del mar aquellas que rodaban
con su canto de invierno entre la espuma,
y aquellas que elegí de la montaña
por su color, su forma o su silencio.
Las traje a casa y las dejé en el suelo,
como piedras.
Pero de las ruinas de Loreto, en Misiones,
traje una piedra colorada
que fue pared de hombres
hace tiempo,
y cubierta de musgo.
No la puse más alto, por el musgo
o porque fue pared de hombres, hace tiempo.
Y la mojé. La mojé con mis manos día a día,
la olí, recién llovida, como al tiempo;
pero se fue secando.

Y la bajé de lo alto
por si la mucha luz le hacía daño,
la regué con la sombra de mi sueño
bajo mi cama,
le rogué con la sombra de mi cuerpo
pero se fue secando
la piedra colorada, la distinta.
Por eso quiero que alguien se la lleve
esta noche o mañana,
porque no puedo andar
esta noche o mañana
hasta las ruinas de Loreto y devolverla,
esta piedra distinta.
Por eso quiero que alguien se la lleve
y que haga con ella lo que quiera
su corazón,
mi piedra colorada.

Si sigue aquí secándose, mi piedra,
yo la voy a limpiar con mi cuchillo
de ese musgo que pide
morirse, pese a todo.
Yo la voy a limpiar con mi cuchillo,
va a ser como las otras
mi piedra colorada. Y yo no quiero
que sea como las otras.


Héctor Viel Temperley
Poesía completa
Aldus, 2008.