viernes, febrero 21, 2020

Dos poemas de Mary Szybist


Ideas felices

Tuve la feliz idea de fijar una rueda de bicicleta
sobre un taburete de cocina y de verla girar.

Duchamp

Tuve la feliz idea de colgar globos azules en el aire

y verlos estallar.

Tuve la feliz idea de poner mi pequeño caballo de cobre
en el estante para poder mirarnos uno al otro
toda la noche.

Tuve la feliz idea de crear un vacío en mi interior.

Y luego llamarlo natural.

Y luego llamarlo sobrenatural.

Tuve la feliz idea de envolver un pañuelo azul en mi cabeza y girar.

Tuve la feliz idea de que en algún lugar un niño había nacido
y no era como Helena o Jesús
excepto en el sentido de cambiarlo todo.

Tuve la feliz idea de que algún día podría encontrar tanto el
placer como el castigo, que entonces
los conocería y los padecería,

y que hasta que eso no pasara, fingir podría ser igual de bueno.

Tuve la feliz idea de llamarme feliz.

Tuve la feliz idea de que un perro que cava un hueco en el
patio al crepúsculo tiene su hocico muy metido
en el fango vital.

Tuve la feliz idea de que lo que no entiendo es más real que lo
que entiendo,

y luego la idea aún más feliz de enfundarme

en un par de zapatos de terciopelo azul.

Tuve la feliz idea de limpiar el cristal reflectante y decir

hola a mi alma azul. Hola, alma azul. Hola.

Esa fue mi idea más feliz.





En Tennessee me encontré una luciérnaga

Brillando entre la hierba, la boca de una araña
     aferrada a su parte oscura; las patas de la araña
aguantaban las alas plegadas,
     sostenían el abdomen aun mientras llamaba
con impulsos de luz fosforescente.

Cuando me canso de ser humana, trato de recordarlas
     pegadas una a otra como cardos. Trato de colocarlas
en el centro de mi mente donde todo lo demás debe
     rodearlas, hay que ver su púa y su zumbido.
Hay cortejo, y hay hambre. Supongo
     que hay abrazos de los que ni los ángeles pueden escapar.
Incluso imaginarios. Luciferin, luciferase.
     Cuando me canso de sólo tocar,
tengo la boca para intentar decir
     aquello que, en tus brazos, no se borra.




Mary Szybist
Tomado de Cuaderno de traducciones [Primavera]
de Ernesto Hernández Busto.
Lorem Ipsum, 2015.