lunes, enero 28, 2019

Tres poemas de Arturo Carrera


Cerca del molinete

Acompañaba a un amigo que visitaba
esa estación, ese pueblito.

Me quedé en el auto, esperándolo.
Y de a poco,
comencé a oír las voces y los gritos
de unos chiquitos que jugaban a las escondidas.

El de voz más ronca, pero feliz,
contaba: "uno, dos, tres, cuatro... quince... salgo y salí..."
Imaginé que los otros cuchicheaban y
contenían la risa.

Y el que de súbito dejó de contar
se acercó a la ventanilla del auto y exploró mi cara
en silencio
como para decirme: "piedra libre el que está
en esa cara",

en esa noche;
en esa memoria interrumpida;

pero desvió la mirada,
viró hacia los bultos en sombras de sus compañeros
que se movían como pájaros en un resplandor tenue,
rojeante.

Por un momento sentí que desaparecían de mí
toda la dulzura y toda
la desesperación callada,

de aquella luz bienhechora de la infancia.





El cementerio de Pringles

Fuimos en aquella luz temprana
al cementerio.
Visitamos el panteón familiar. No pasamos del umbral.
Espiamos
a través del vidrio de la entrada.

Atrás, el pequeño vitral
con la cara de Cristo,

indiferente;

pero suelta débiles colores. Una maraña transparente
de hilillos --ambarina y compacta--
une entre sí los ataúdes.

Diría que esas telarañas murmuran
cuando no conversan,

no cantan, creo que no; pero seguro que no se olvidaron de cantar y
sus murmullos parecen "boludeos" de adolescentes,
son apenas sedas de luz, líneas casi invisibles
que brillan exageradamente.

Confusa ligazón ahora en mi paladar
que parece increparme:

"¡no vuelvas más!; ¡Ni solo,
ni acompañado! ¡No vuelvas más!
Nuestra tela es el olvido."





Señales portátiles

¡Ojalá el verano se alargara
para recibir aún tus mensajes de texto,
ínfimos,
en una pantalla tan pequeña
como en los sueños tu cara!

¡Ojalá el verano contuviera
tu voz enfrentada a la mía
soportando el espacio y el tiempo
en que nos ocultamos!

¡Ojalá el verano desembolsara
sus noches más largas --sus pesadillas más difíciles
y
nuestros sueños indiscretos! No importa,

sólo para encontrarte.





Arturo Carrera
Las cuatro estaciones
Mansalva, 2008.

lunes, enero 07, 2019

Cuatro poemas de Francesca Gargallo


Junio

Podrida sobre el agua aletea
la muerte de las flores
y es silencioso
el pescador con su remo.
Susurros de pájaros
cultivos al sol y
tiburones.





Lo que mi padre decía y ahora sé

La piel tersa
cuya geografía recorrieron
las manos de mi juventud
no se me vedó.
Sólo que ahora es
demasiado cara.




No recibo pensiones como Virginia
ni los derechos de autor de Simone.
Me rompo el alma en una silla traduciendo
pierdo la voz con alumnas bostezantes.
Mas cuando las palabras fluyen
siento en ellas
a mis hermanas mayores.





Como los que nunca
tomaron el tren
dormidos
tras la sala de espera de segunda
desperté entumecida.





Francesca Gargallo
A manera de retrato una mujer cruza la calle
Universidad Autónoma Metropolitana, 1990.