viernes, septiembre 28, 2018

Cuatro poemas de Elena Medel


Celebración

para Ariadna G. García

Como cada año amarillo,
las calles se llenan de vestidos
que hacen daño en el cuello.
En las casetas de tiro surgen
chaquetas con hombros,
peluches agujereados
y tesoros que almacenamos
en un anaquel sobre el que nadie sabe.

Estaciones atrás, un día como este,
me crucé con una ristra de celofanes,
con mujeres que decían lo hermoso
de coleccionar brillos y baberos.
Sollocé y pataleé
por un pedazo de rojo brillante:
alguien me regaló
lo que parecía un bastón de caramelo.
Al morderlo, el plástico me reveló
que jamás lo que deseamos se parece a lo obtenido.
Con la soberbia de la infancia,
lo pisoteé en el suelo,
ahora
caricatura de azúcar astillado.
Al saber qué había hecho, me eché a llorar:
todos los niños —menos yo— tenían un bastón,
exactamente igual a aquel que yo hice trizas.

Hoy sigo destruyendo
—cebándome con saña
las cosas que más quiero.





Maceta de hortensias en nuestra terraza: ascenso

Morado o violeta o azul sucio, más
bien: una maceta de plástico negro con una hortensia
que se asoma al balcón. La vida costaba
dieciocho euros y no había
nada que temer. Para la supervivencia compré un manual
sobre jardinería; bastaba con anotar cuándo
crecer en un tiesto de cerámica, cuándo el pulgón y cuándo
los esquejes.

Porque toda mujer se casa con su casa,
desde la terraza
mi salón con ropa de domingo:
mesa en el centro, mantel blanco, muchos platos rebosantes,
mi amor feliz,
sereno,
y en el primer plano de la fotografía
una maceta
de plástico negro con una hortensia
morada o violeta o más bien azul sucio
que se asoma al balcón.

En su sitio el estribillo de los electrodomésticos, el servicio
de dos para cada comida, todavía dos
—él, yo: las plantas cuentan por su cuenta— sentados al almuerzo,
todavía los designios familiares —flechazo, noviazgo,
aceptación, convivencia: más tarde matrimonio, hijos, nuevos
volúmenes en el álbum de sus casas— todavía sentados
al almuerzo. Todo en su sitio.

Mientras tanto, en la casa, el hombre duerme.
La mujer
no.





Una plegaria por las mujeres solteras

Ángel
de los pisos de soltero,
ángel de las solteras
que duermen varias noches en un piso de soltero,

¿lo sabías?

Antes del amor el hombre
se entrena golpeando.
Su hogar lo construye con el ruido:
tan firmes las paredes
tan familiares tan firmes las paredes,
los cimientos de su casa los ha hundido daño a daño.

Ángel del sexo con los inquilinos de pisos de soltero,
ángel del no querer oír de las solteras,

¿lo sabías?

Después del amor
el hombre se incorpora para escoger un disco
y suena una canción y susurra me gusta esta canción:
para entonces está otra vez dentro de ella.
Luego habla de su hogar en otra parte
y de quienes viven en él —sin él, en ese hogar más suyo: enseña fotos
y la mujer lo abraza y él susurra me gusta estar contigo.
Y la mujer oye.

Ángel del suelo sin barrer
de los pisos de soltero,
ángel de las solteras
que pasean desnudas por los pisos de soltero,

¿lo sabías?

Antes del amor la mujer predijo su futuro. Junto a él,
en su sofá, ella se fijó en sus libros. Debe de ser bueno
un hombre que lee así. (Pero también antes del amor
los amigos del hombre predijeron su futuro). Debe de ser bueno
un piso en el que distingues dónde pisaste la otra noche
y dónde pisó la otra la anterior.

Ángel del frigorífico vacío
de los pisos de soltero,
de las solteras que se conforman y desayunarán solas, más tarde,

¿tú lo sabías?

Después del amor la mujer se ducha mientras
el hombre fuma en el pequeño salón de su piso
de soltero. Se despiden,
dos amigos: ella viste la ropa de la noche
anterior, él se avergüenza.

Pero tú

ya lo sabías.





Chatterton

Mentí durante diecisiete años. Mentí después
en todos mis poemas. He mentido durante los diez
años siguientes. Acércate, soy
como tú. Escucha cómo late mi corazón
perverso: mudanzas en platitos
de papilla de mamá. Aliméntame,
compréndeme, yo vestía unas ropas que nunca fueron mías,
yo escribía en un idioma ajeno, pequeña, tonta,
qué mal memoricé: con mis poemas levanté un imperio.
Pero todo acabó. ¿Quién soy ahora?
Engañaste durante dieciocho años; antes de los míos
comencé yo a mentir. Un abanico con telas del Oriente
para mi hermana. Para mi madre araña compraré moldes de costura.
Tabaco que recubra los pulmones de mi padre. ¿Quién soy realmente
ahora? He soñado contigo algunas noches.
Te prometo que si salgo visitaré tu tumba. Ahora sí que
no miento. Ahora sí que no.





Elena Medel
Un día negro en una casa de mentira (1998-2014)
Visor, 2015.

viernes, septiembre 21, 2018

Cuatro poemas de Mirko Lauer


Los jóvenes empiezan a llegar.
            Mientras hurgan,
Preguntan por mis papeles,
            & todo lo que pueden devorar
Teléfono-cámara-grabadora,
Y su sincera curiosidad.
Han leído mis antiguos poemas y ahora
Quieren saber qué pasa con ellos,
            Y conmigo.
Les informo que no pasa nada.
            ¿Qué interés podría tener
Esta frágil serenidad entrenada
En mis sesiones de natación?
El tema es papeles a medio borronear,
Aquello que Yuri Lotman llama
La comunicación yo-yo,
Violentos garabatos de intimidad.
            Acaso los jóvenes intuyen
Que en realidad lo más valioso
Está en lo que ya hace mucho
Perforan ágiles polillas:
Cartas de amigos desaparecidos,
Libros dedicados con frases vehementes,
Anécdotas presas del olvido,
Gruesas indiscreciones de lo literario
            Son jóvenes ambiciosos y severos,
Que llegan sabiendo exactamente cómo
Me estoy volviendo mugre.
No les pueden pasar inadvertidos
Los cuellos volteados,
Los zurcidos apenas invisibles,
Los calzoncillos secretos
Manchados a diario por la próstata.
En entrevistas infidentes
Les pago el amable interés
Con una irresponsable vanidad
            Y les alcanzo
            También perfumes y pestilencias
De un panteón de colegas
Cuyos célebres nombres omito en vano:
Intensos desaseos,
Letales desencuentros familiares,
Falsas biografías,
Severas tristezas,
Veladas mezquindades,
Santidades burdeleras,
Duras elegancias. Todo ello
Intentando hacer interesante
Una vida entre poetas.
Nada de eso es mío,
            Pero esta misma tarde
Se lo pueden llevar
Los interesados.





Condesa Mara

            La cosa física.
Vi la película donde la gravedad puede pasar
De ida y vuelta a través del tiempo,
            Por lo menos cinco veces.

            Es tan obvio.
Los días vienen cada vez más cortos,
Y en ellos todo va pesando más.
             ¿Hay una ecuación para esto?
Mis 100 kg+ en el jardín de este verano,
Practican la actividad banal
            De viajar hacia el pasado.
Soy el basurero de la antimateria.

En la película
Los astronautas se cuentan chistes desganados,
            Mientras allá en la Tierra
Sus parientes envejecen a 100 años por hora.
Ya no se sabe quién es el abuelito.

¿Por qué me gustan tanto esos temas siderales
De los que en verdad no entiendo nada?
Quizás me recuerdan la época
En que yo era un gusano blanco,
            Y la condesa
Paseaba su impudicia para dos,
Se aplicaba a cuidar sus fresas
            (otro jardín, otro verano)
& a calcular el peso de sus manos
Para el próximo concierto.
Sus tetas ya algo decaídas,
            Eran dos asteroides inalcanzables.
            O así me parecía.

La condesa tocaba con estudiada indiferencia.
Sus dedos tan livianos sobre las teclas
Iban y venían cruzando el tiempo.
Se me han ido casi 70 años
Dedicado a apartar la mirada de su cuerpo
Sentado al piano en sostén y calzón,
Ensayando un concierto sin destino.
             O acicalándose,
Otro tema sobre el que yo no entendía nada.

            Todavía me fascinan los astronautas
Que van a morir al espacio exterior.
            Es decir, a morir con todo,
Con el tiempo, la gravedad, la civilización
Colapsando en torno suyo.
            Siempre sé que van a morir,
Pero no entiendo cómo así
Los números que inundan la pantalla,
Son un último mensaje a sus seres queridos.

Salía de esas matinées muy decidido
A vencer mi propia debilidad.
            Nunca he podido.
La gravedad me mantenía
Atado a los misterios de la condesa,
A sus peligrosas partituras
A sus manos de gallina.
Entonces yo creía que esos dos asteroides
Volando en sostén & calzón por la galaxia,
Castos como un cepillo de dientes,
Nunca me alcanzarían.

Con una cuchara el astronauta se come
            Algo que ya no es aire.
Su corazón va adquiriendo una opacidad de cuáquer.
Los astros están cada vez más lentos.
            Diría Sologuren,
Como perlas que el légamo detiene.
La poesía recién aparece cuando se ha frenado
El rock de las esferas.









Portrait d'une femme

Inexplicable, inalzanzable, encadenada
A su propia definición de mármol.
Sus confidencias eran una vía dolorosa,
En la que solo hablaban sus poemas.
Hacía de sus whiskys una ausencia fina.
Siempre temí llanto en cualquier momento,
El llanto terrible que nunca sucedió,
La prometida impúdica apertura
De una capítulo más hondo. A pesar
De que en exactos versos ella proponía
Que las cosas eran sin salida,
Algo insistía en irse por los bordes
Incluso antes de haber aparecido.

La relación fue un extraño desencuentro
De mutuas y distantes necesidades,
En el fondo sinceras falsedades,
Piltrafas inertes de otras relaciones.
Rodeados de fantasmas con nombre y apellido,
De imbailables boleros verbales,
Éramos poetas esperando ganar la lotería.
La ganaste, pero no te gustarían
El aprecio, la fama, la admiración, los fans,
            Que ya estaban llegando.
La imposición de un papel emblemático,
El murmullo atronador que al final
Cada vez más te hizo perder lo perdido,
            Y no devolvió nada.

Los poemas siempre fueron autoepitafios
Que no eran amorosos. No era la intención.
No los escribiste, los cocinaste,
Reduciéndolos sobre una llama paciente,
Quemando las palabras que sobraban,
Y al fondo sabrosos concolones.
Insisto, tus whiskys eran una ausencia fina
Que decía «¿De qué hablamos ahora?»
Eso quería decir que te sentías
Abandonada por todos sus amantes.

Cuando en Arequipa 2016 dije
Que la poesía es eso que entregamos
             Y que nadie nos paga,
Estaba pensando en ti,
En lo que te hicieron tu inteligencia o,
            Como en el verso de Jack Spicer,
Tu lenguaje.

Cuando termine este poema
Ya no quedará nada de esas conversaciones.





Escribir como tú

Escribir como tú, sentir como tú,
¿Quién no lo quisiera? Cómo hubiera yo,
En una tarde soleada del sur,
Heredado tu claridad, tus exactos niveles.
Quién pudiera vivir la clara forma
En que el lenguaje ceñido embelleció
Tu atareado corazón, tejiendo cestas
Donde, como en cunas, ibas poniendo
A descansar tus contados días
Por los que desfilaban sin suspiro
Las más terribles realidades.
Con ejemplar limpieza informaste
Acerca de todos tus exilios,
El del cuerpo, el de la patria, el de la geografía,
Juntándolos a todos en el límpido sonido
De la serenidad cuando ella se conmueve.





Mirko Lauer
Sologuren
Paracaídas Editores, 2018.

viernes, septiembre 14, 2018

Tres poemas de Flor Giusti


Los obreros de la construcción hablan guaraní

Al lado de mi casa los obreros de la construcción
hablan en guaraní.
–Mirá el cielo, es un galpón –dijiste.
Ahí nomás me acordé del cielo sintético de Truman Show.
El idioma guaraní sube y baja
como los obreros que
suben y bajan escaleras de cal y cemento.
Están cerca del sol, con la pala al hombro
construyen edificios para los estudiantes
que pronto vendrán desde los pueblos.
Hablan mitad español mitad guaraní.
Cuando baja el sol
miran el cielo desde cerca
acomodan las cajas de los ladrillos
los apilan junto a los otros.
Supongo que este cielo se abre cuando baja el sol,
que la noche apaga las voces.
Me dijiste que sería divertido
como trabajo temporario
dormir en una obra en construcción
de esas que van a tener pisos altos, ventanas grandes y luminosas
casi como tocando el cielo.
La noche está cada vez más encima
parece un galpón negro,
como los galpones
en los que suenan bandas de rock toda la noche.
El idioma guaraní que nunca estudiaré,
el pico y la pala se amontonan entre las palabras y los sonidos,
salen como solos de guitarra distorsionados,
los obreros paraguayos cantan en guaraní
cuando baja el sol se van a sus casas,
miran el cielo desde abajo.





Galaxia

Miro fotos de una chica que se revuelve el pelo,
su pelo largo y rubio se parece a alguna galaxia.
Tu chica de pelo revuelto
es de esas pibas que no quiero ser
pero ahora la imagino
libre de problemas existenciales
saliendo con vos sin preguntarse
todo el tiempo
por qué deberían quererla.
Envidio la forma en la que se saca esa foto,
sin pensar en las consecuencias,
una foto con el pelo revuelto que no encierra
simbologías extrañas, ni sentido alguno.
Quizás
el amor
sea un juego
para el que no estamos preparados,
un juego
que no sabemos jugar.
El amor es tu chica de pelo revuelto
que saluda con libertad a sus amigas
gritando sus nombres
a una cuadra de distancia.




Ciudad Juárez

Espero que por Juárez se vean las estrellas esta noche.
Un viernes de cada mes me llega un poema tuyo.
Hoy te deseo que se vean las estrellas desde Juárez,
que salgas a tomar tequila, entre las cosas que imagino
que habrá: una paisaje marrón, unos cactus en un descampado,
desde lejos, el cielo nocturno.
Muchos de tus amigos hablan un inglés perfecto
Ciudad Juárez podría ser parecida
a otras tantas ciudades que no conozco
y su cielo también,
el de Corrientes
–ese sí que lo vi–
visité, en un verano,
uno de los bracitos del río.
No sé si Ciudad Juárez tendrá un río parecido.
Pero cuando me llegan tus mails,
pienso en vos
y en todas esas personas tecleando a la noche.
Están solas
con la vista fija en esa luz que se proyecta
a través de un vidrio.
Por eso espero que cuando termines el día
salgas y mires las estrellas
deben ser más lindas que las de acá.
Me las imagino cayendo
sobre vos
y sobre mí.





Flor Giusti
Anillos de Saturno
Corteza Ediciones, 2018.

viernes, septiembre 07, 2018

Dos poemas de Gregory Corso


Festos es una aldea habitada por 25 familias

y una sola taberna
Allí mi amigo y yo estábamos sentados
bebiendo con el griego más alto del mundo
que a pesar de tener casi sesenta años
su rostro y cuerpo parecían ser los de un príncipe joven y vigoroso
no podíamos entendernos el uno con el otro en nuestros propios idiomas
pero copa tras copa conversamos de todo

Me enteré con mi muy limitado alemán
y el limitado griego de mi compañero
y el limitado francés e inglés de los otros
que
"Él mató a veinte alemanes"
"Pero se negaba a matar a un soldado raso"
"Dice que eran jóvenes y buenos"
"Ahora que la guerra ha terminado y no hay oficiales no es feliz"
"Es desdichado pues en la aldea han olvidado su heroísmo"
Él emitió un suspiro
que parecía decir:
aquellos eran los buenos viejos tiempos

Habiendo bebido tanto tuve que ir al baño
y también mi amigo y casi todos los demás
No había baño

Entonces nos tambaleamos hacia la profunda oscuridad
fuimos detrás de la taberna
donde
bajo el cielo más estrellado que haya visto en mi vida
todos orinamos maravillosamente





Sentimientos a medida que envejezco

Cuando era joven yo conocía
               sólo un Papa
               un Presidente
               un emperador del Japón
Cuando yo era joven nadie más nunca envejecía
               ni moría
La película que vi cuando tenía 10 años
               ahora es una película vieja
               y todas sus estrellas
               ya no lo son más

Está sucediendo... Mientras envejezco
los celebrados rostros inalterables del ayer
               están cambiando drásticamente
Los Papas y Presidentes van y vienen
               las estrellas de Rock también
Tan súbitamente las estrellas de matineé han envejecido
               Y todas aquellas estrellitas
               ahora están abuelando estrellitas
Y mientras yo viva
               las estrellas de cine continuarán muriendo

¿Qué podrá contener la marea?
¿Renunciar a la lectura de los periódicos?
¿Renunciar a mí mismo?
Sí, cuando yo era joven
               los viejos siempre parecían viejos
               como si hubieran nacido así
Y aquellos como Clark Gable Vivien Leigh
               parecían ser para siempre
Sí ahora que soy viejo
               los viejos de mi juventud están muertos
               y los jóvenes de mi juventud son viejos

No fue hace tanto tiempo
               en la compañía de mis iguales
               poetas y presos
               por años fui el más joven
Entré en la prisión el más joven y me fui el más joven
Entre Ginsberg Kerouac Burroughs fui el más joven
Yo era joven cuando comencé a ser el más viejo
En Harvard tenía 23 años entre jóvenes de 20

En vida Kerouac era más viejo que yo
Ahora soy un año más viejo que él
y 15 años más viejo que Cristo
En el sentido católico
               yo soy 15 años más viejo que Dios
               y volviéndome más viejo

Mujeres... ¡las mujeres de mi juventud!
Pensar que una vez deseaba brindarle amor
               inmortal a la belleza y forma
               de una señora de 40 en 1950
Recientemente la observé ella en sus 70
               en un vestido largo negro
               su una vez magnífica cola
               ¡toda hundida y chata!
Qué cruel lo efímero de la proporción de las carnes
¡Pobre Marilyn Monroe!
Ninguna Venus ella
La diosa mortal
               no es otra cosa que una bolsa de pelos y agua
--y así somos todos
Y las diosas de piedra incluso con todas sus amputaciones
               conservan en la ruina su belleza

También es extraño:
cuando yo tenía 20 mi padre tenía 40
Y parecía y se comportaba como cuando
               yo tenía 5 y él 25
Y ahora que en 2 años tendré 50
               ¡medio siglo de edad!
               y él 70
soy yo y no él
               el que siempre envejece y parece más viejo
Sí, los viejos, si viven, permanecen viejos
pero los jóvenes, los jóvenes nunca permanecen
...son la materia que envejece

No, yo no sé qué es eso de ser viejo... Sin embargo
tengo una esposa veinteañera
y tengo un hijo de dos y medio
Dentro de 20 años tendré 70
Ella será una cuarentona
y él un veinteañero
¡Y será el año 2000!
               Y todos celebrarán
               beberán amarán y la pasarán bien
               mientras que pobrecito de mí
               estaré aún más desdentado
               el culo flaco huesudo
               e inevitablemente manchado con orina

Y todavía, los aviones habrán de estrellarse
los Papas, los ídolos de la matineé, los presidentes, todavía habrán de morir
y de algún modo con toda este vejeztoriedad
veo con ojos añejos, Vida; ¡Spiritus eterne!
Con todos los viniendos llegados
y todos los yendos idos





Gregory Corso
Querido Villon y otros poemas
Traducción: Esteban Moore
Alción, 2016.