sábado, octubre 28, 2023

Tres poemas de Paula Jiménez España

El viaje

En la selva, esa noche
había tomado el jugo de una planta
más amargo que el vino y concentrado
como una medicina o un veneno
y al rato de beber, supe
que era yo la que trepaba ante mis ojos
mientras otros cantaban
que era yo
la que subía como una enredadera
por el tronco de un árbol
y era yo la que después bajaba
y más tarde subía
todas las veces necesarias, o sea
durante el tiempo total de mi vida.
Es difícil contarles
el empeño con que abrazaba esa corteza
clavándole las uñas que la descascaraban.
Mis garras eran fuertes como las de los gatos
pero al caer me hice liviana, y repté
sedosa por la tierra.
Era la madrugada
cuando cedió su efecto esa bebida
y me dormí.
Por muchos días
las imágenes de aquella noche
quedaron en mi corazón
lo hicieron dulce como los duraznos
que brotan en la rama y se deshacen
en la boca sagrada de la vida
después de cada invierno.





Música

En un cartón pintado
hacía sonar las negras
y las blancas del piano
bajo la sombra
de un olivo, por un rato
olvidado
del estruondoso cielo
de la guerra. En las cajas
de los parlantes viejos
del cine de mi pueblo
vibraba la canción
de los dos gallos que decía
si es que yo miento
que el cantar que yo canto
lo borre el viento.
Del otro lado
de sus párpados fruncidos
el camarada
imaginaba un teatro lleno,
la emoción en las caras
de la gente, el calor
de los aplausos.
Tu milagro
se le parece, hija.
Para mí también sos ese pianista
que en estos días amargos
del claustro me hace libre
con un pequeño, extraordinario
xilofón de juguete.





Librería El sol

¿Quién, además de mí,
te está extrañando?
Si Franchko ahora con vos
baila la polka en el salón
de los ancestros varsovianos.
¿Te habrá llamado
Vilma? ¿Te habrá dicho
cuando te vio llegar Hermana
no lamentes el mundo que dejaste?
En medio de la guerra, partisanos
como peces pegados a la proa
huyeron de las orcas del Atlántico
y en el vaivén del agua,
respiraron
una marca de lápiz
en el mapa. Se llamaba Caseros
la tierra prometida, en honor
a la batalla que acabó
en el exilio de Juan Manuel de Rosas
(se fue derecho
al continente donde ustedes
nacieron en los años
de la desgracia ardiente, como estos).
Pero era un barrio: un barrio.
Una esquina estratégica
donde ofertar cuadernos
a los chicos que entraban a la escuela.
Yo te recuerdo a vos, muñeca eslava
y lo recuerdo a Franchko, con su gesto
de mesura y simultánea simpatía
hablando en voz bajita del trazado
de un Faber o un Staedtler
con la paciencia lunga de la gente
que se la pasa
bien con su trabajo. Del otro lado
del mostrador vidriado de Librería El sol
un universo vasto de compases, escuadras,
portaminas y un microscopio negro
que me hizo dudar la vocación
cuando junté moneda tras moneda
y lo llevé a mi casa.
¿Y quién de ustedes dos
sera que me vendió la pluma Scheaffer
esa tarde de muerte de tan fría
para que asome
su rayito de tinta en el renglón
una poesía?





Paula Jiménez España
El cielo de Tushita
Salta el Pez, 2022

sábado, octubre 21, 2023

Cuatro poemas de Daniel Bencomo

Nuevas condiciones para el aterrizaje

La saliva del dragón de Komodo
el neón de la bacteria
en la mordida
en la saliva
del dragón de Komodo
no mata.

Es un mito.
La mordida desgarra
puede carburar como sierra.

La fuerza del veneno
explota bajo el ruido
de un helicóptero de emergencias.

Invade los ojos
con su iris movedizo.





Las áreas de descanso en la cabeza de Gamoneda

Yeguas fecundas en la fosforescencia.
Yeguas de un azul muy óseo.

En otra falla de intensidad.
En la señal de alarma.

¿Es un colmillo magenta
o un láser que reta al láser alfa
para robarle su sitio?

Yeguas fecundas en la fosforescencia.
Yeguas abiertas por lo alcalino inminente.

De cabo a cabo de su relincho.

En la señal que todo el edificio roba.

La crin de una lluvia
de alta radioactividad.





Northern Lights

Se trata de grabar este canto
por medios digitales o mnemotécnicos
como un fuselaje varado
en el desierto de Sonora:
¿Cómo se hilvana el sonido
más allá
de su reparar por el tímpano?

Hay marabuntas
sobre el límite sanguíneo
del horizonte del cuerpo
y mucho sahuaro
bajo el sol de la memoria.

El equipo de producción
ha caído en un trance
y apenas queda el recurso
de un motor de emergencia:
yo y el lenguaje entran a escena
uno y otro consagrados
a la luz que desciende
de una toma POV.

Doblemos versos mientras tanto
como origamis de animales extintos.
Un píxel del objeto se disloca: migrantes,
coyotes, percusiones, ocultas mercancías
reconfiguran el montaje.





Ojo sin faro

Vivo al pie de este cerro
que es una copia pirata de Mullholland Drive.

La casaca de un equipo de ligas inferiores
cuelga al sol desde hace días.

Jugamos en segunda
dimensión del ojo
todos los domingos:

una pupila sin faro, en fornicio consigo
como un radar que emana
y detecta
a las ratas que silban, sibilas
más allá de la publicidad.





Daniel Bencomo
Komodo
Herring Publishers, 2023

sábado, octubre 14, 2023

Cinco poemas de Leandro Llull

Azul, fugaz, marina

Y si tuvieras que elegir
entre la mariposa y su sombra,
¿a cuál atraparías?

La primera
blanda y pesada, de seda
se desliza entre las olas del limonero,

la otra
nada en las paredes,
azul, fugaz, marina;

son alas de dos mundos,
planos agitados ante vos al mediodía

como si la noche
pudiera estar y no verse.





Bandada

Había llovido.

Yo miraba la bandada
retorcerse y expandirse
como una bandera
en las cintas de azul profundo.

Veía, negras, las palabras
volar desde tu voz
en el silencio.





Calistemo

Era primavera. Yo leía
bajo el calistemo y él
soltaba sobre mí
una cascada de semillas.

Todo ocurría tan rápido
dentro de esa lluvia,
que me sentía latiendo
en el cuerpo de un haiku.

Las largas cortinas del árbol
todavía velan la sombra
del hombre-pájaro en su jaula.





Derrumbe en el club de pescadores

Íbamos a ver los atardeceres, la luna blanca
como una madonna en el cielo celeste,
el humo ascendiendo con su velo.

Vi las mesas, los bancos partidos
como una campana, escuché tu voz.

Todo eso
que se había perdido entre los años
y ya era irremediable.





Baño de luna

Fue salir al patio con la perra
y ver detrás de la pared
la sombra blanca inundando
el damero de baldosas.

Podríamos haber dicho «es la luna»,
su gran círculo encaramado en el cielo,
pero lo que había era una sábana
liviana como la de los cuerpos que se salvan

y no queríamos pisarla.





Leandro Llull
Luna del cazador
Bajo la Luna, 2023

sábado, octubre 07, 2023

Tres poemas de Andrea Alzati

Tinnitus

tengo una duda enorme
una segunda cabeza junto a la cabeza
una duda que silba y ruge y resopla adentro en mi oído
mi duda suena como agua corriendo
o el sonido del mar dentro de una concha marina es mi duda

a la hora de comer alimento dos bocas
la mía con una fila de dientes arriba y abajo
y la boca de mi duda hambrienta
diez filas de dientes arriba
diez filas de dientes abajo

a la hora de salir, un sombrero para mi cabeza
y para mi duda uno de copa que le cubra la frente
con su grandísimo y pronunciado ceño fruncido
y que todas sus orejas
con las que me escucha decir mis palabras
tintineo cascabel miniatura
queden a resguardo del sol





Cosecha de una osamenta
(3. Voz en off)

hambre desinteresada
en recoger moras salvajes
otoño en un país frío
y comerlas mirando un cielo ajeno
oyendo una lengua sonido solamente

hambre exacta
la tabla y el cuchillo sobre la mesa
para picar una manzana, cortes precisos
y comerla mirando la íntima pared de la cocina
oyendo plegarias en lengua materna

hambre acontecimiento
un higo tomado de la higuera única
se espera en ritual su madurez durante días
el higo es en sí mismo una plegaria
concédeme tener hambre al momento de comerte

hambre prescindible
una bolsa de plástico con un kilo de manzanas importadas
brillan pulcras en los estantes del supermercado
hambre de tenis de goma y agujetas nuevas





Cosecha de una osamenta
(Interior - Cuerpo. Día)

ahí adentro en mi corazón
mi esqueleto blanco
purísimo de once años
monta una bicicleta color púrpura
frente a un cielo azul mezclilla

da vueltas mi esqueleto de once años,
montado en una bicicleta color púrpura,
da vueltas alrededor de mi esqueleto de veintiún años

mi esqueleto blanco
purísimo de veintiún años
pela un huevo duro
mientras mira a mi esqueleto de once años
dar vueltas a su alrededor
montado sobre una bicicleta púrpura

los pedazos de cascarón caen a los pies de todos mis esqueletos





Andrea Alzati
Recen por mí
Dharma Books, 2023