jueves, diciembre 21, 2023

Cuatro poemas de Gladys González

Mi abuelo nos contaba que cuando era niño vio al diablo

Dice que lo vio cuando iba caminando con su hermana por un potrero, cuando Santiago era mitad ciudad y mitad chacra.

Un hombre alto,
muy blanco,
con sombrero de copa,
la voz grave
y los ojos rojos.

Les sonreía.

Mi abuelo soñó con el diablo hasta su vejez.

Peleaba con él, gritaba y se despertaba de pie, lleno de sudor.

El diablo quería llevárselo.

El diablo merodeaba por la casa.

Con el pasar de los años
todas lo vimos.





Una vez con mi prima nos comimos un kilo de naranjas, que estaban en el frutero de la mesa del comedor

Mi abuela nos gritó horrorizada y nos pusimos a llorar asustadas,
mirando las naranjas vacías. Culpables de algo desconocido y prohibido.

Entendí, muchos años después,
que eran el postre para siete personas de toda una semana.

Una naranja por día.

Nunca pude dejar de imaginar en esa cáscara porosa
y fragante toda la pobreza que conllevaba.

Todo el sacrificio.

Lo triste que debió haber estado al ver las naranjas partidas,
el aroma tan dulce en el comedor.

Las naranjas y lo esquivo de nuestra pobreza.

Mientras nosotras jugábamos a ponernos esas mitades
huecas y blancas en la boca
como una sonrisa falsa.

Una mueca, una dictadura.





Mi bisabuelo materno murió atragantado con un trozo de carne caliente durante una Navidad

Comenzó a hincharse, a ponerse azul, las luces intermitentes del árbol de Pascua se reflejaban pálidas en su rostro. Le golpeaban la espalda, le apretaban el esternón, como un último abrazo, que fracturaba las costillas, mientras rezaban el Credo, el Ave María.

Mandaron al hijo del vecino para que corriera a la panadería y llamara a una ambulancia. Lo sacaron con una sábana en camilla.

En el pasaje, las niñas mostraban sus muñecas de lana y trapo, hacían círculos con una estrellita encendida que tiraba chispas, y los muchachos mayores reventaban petardos, saltarinas de colores, encendían bengalas.

Era la historia clásica de las fiestas familiares, en las que siempre hubo discusiones, gestos de desagrado, intentos por mantener una unidad sanguínea, llantos, culpa, cinismo, entre los cubiertos pulidos, las gaseosas y el vino.

Nunca pude dejar de imaginar esa escena al tragar pastillas para el asma, para poder respirar, al pasar por una carnicería, al comer carne guisada.

Alcohol, secretos, alta tensión, odio, asfixia, desaparición y muerte.

Cosas de familia.





Mi abuelo nos contaba en las vacaciones que durante el golpe militar, al irse de la imprenta del Congreso, que estaba en el subterráneo, no comprendió el paisaje que veía

No había vereda, o calle, el suelo era un mosaico de muertos, puestos en diversas posiciones como un rompecabezas de coágulos, vísceras, manos atadas a la espalda, piernas sobre piernas.

Dice que se acordó de cuando era niño y trabajaba como cargador y limpiador en el matadero de Franklin.

Tomó la decisión de caminar entre los muertos,
saltándolos,
de puntillas,
hasta llegar a su casa de noche.

En el río Mapocho flotaban los cuerpos.

Sangre y militares.
Sangre y balazos.
Sangre y gritos.

Tantos gritos que no entendía de dónde provenían.

Gritos que ya no eran humanos,
gritos que quedaron para siempre en su cabeza,
en el río, en el agua, en la calle,
en la piedra de los edificios,
en la corteza de los árboles,
en las escamas de la piel,
que pasan de generación en generación.

Un aullido,
un tinnitus,
voces que se legaron en las células,
una muerte prematura.

Sangre y llanto.

Sangre y ventanas que se cerraban con postigos. Los cuerpos agachados en el piso esquivando las balas.

Todo olía a yodo, pasaron meses para que dejara de sentir ese olor.





Gladys González
Ruido blanco
Ediciones Libros del Cardo, 2022

jueves, diciembre 07, 2023

Tres poemas de Alkaíd Marino

Pinsky en Los Simpson

Lisa Simpson va a la universidad,
y escucha a Robert Pinsky
                              recitar el poema.

Lento salterio, otoñal gaviota zalamera:
Basho y sus amigos salen a mirar la luna,
en verano, un arcoíris de gasolina en los charcos...

Liam menciona a Basho, y me habla
de aquel haiku que escribió hace unos días.

El gato duerme
sobre la barda gris;
sueño de otoño.

Una caricatura dibuja el poema.
Así el sueño del gato,
el amor que siento por mi hijo.





Sam's

No me gusta ir al Sam's. Hasta hace unos años,
yo retozaba en el fango de una idea más simple
y conformista; recorría los estrechos pasillos de tiendas
menos elevadas.

Mi esposa afirma que economiza. Me habla de marcas y precios.

Me habla de cómo rinden ciertas cosas.
Mientras mira la etiqueta
de una botella enorme de vinagre de manzana, me acaricia la cabeza.
Yo no tomo vinagre de manzana, pero ella dice que es saludable.
No sé si ella lo toma,
o si lo usó en el pollo de aquel día, como dijo.

Frente a los refrigeradores de cortes finos,
pienso en el vecino que me pidió prestados doscientos pesos.
Me explicó por qué los necesitaba.
No le creí. Le enseñé los bolsillos vacíos.
Yo necesito el precio de cierto tipo de consuelo
el día de hoy. No hay nadie
en el departamento de vinos y licores.

No me gusta ir al Sam's.





Escalera

A mi padre

Cuando era niño,
disfrutaba de oler libros viejos:
papá vendía cosas usadas en los mercados,
y yo siempre le ayudaba a poner su puesto.

Me gustaba oler mucho Las uvas y el viento.
¿La poesía tiene aroma?
Y no sólo me gustaba olerlo.
También a veces lo leía.

No entendí por qué Neruda
recargaba las palabras como escaleras:
escaleras anchas, escaleras delgadas.
¿Bajar? ¿Subir? Copiaré estos poemas
para componerlos, pensaba.




Alkaíd Marino
La delgada costumbre de lo vulnerable
Editorial Praxis, 2023

martes, noviembre 21, 2023

Cinco poemas de Berta García Faet


Niños que roban / situacionismo teen

Cuando eras pre-adolescente
tu alias para el Messenger era NOVALIS
(el poeta alemán del primer romanticismo,
el de En las húmedas fresas que brotan de lo oscuro).

Cuando yo tenía trece cadetes años
me hacía llamar KENZA
(Kenza: la muchacha marroquí que me gustó un verano).

Ya adultos, ya tenebrosamente adultos,
nos hemos confesado lo que en su día fue inconfesable,

y nos hemos reído fantaseando con un encuentro transhistórico
entre un Novalis que se escapa de casa para ver a una novia
y una Kenza que salva al mundo con pancartas en árabe
gracias a diccionarios online que no conjugan.

Diez años después, ya mal que bien adultos,
decimos por primera vez que somos mal que bien adultos,
y nos hemos confesado lo que en su día fue inconfesable:

abrazamos al Yo del Ser-Amado-Cuando-Era-Tierno-Púber
De-Hombros-Desiguales-Y-Exaltación-Dramática,
tan lejos de sí que se siente su Tú:
¡con qué facilidad tan inconsciente
--casi dan ganas de insultarnos--
nos exponíamos!

Abrazamos al Yo-Tú, sin embargo, de cerca:
un destello
simétrico, y otro, y otro, asimétrico.

La idea es que esto no ha acabado:
diez años después de este poema,
quién sabe qué nombres habremos usurpado
para nombrar lo mismito.







Gatito vámonos pa'el siglo trece
pa'que mi bokella rece

pa'que se despierte
el brazo del santito y me peine

los cabellos pa'bajarme
de los cerros de mis penas
y me vengue


gatito vámonos pa'el siglo trece
pa'que mi bokella rece

pa'que su diente le pida a la virgencita
de las ratoncelas
un salto de gata
una torre pa'tirarme
los cabellos pa'bajarme
y por ellos deslizarme
como niebla
y relente


gatito vámonos pa'el siglo trece
trece maravedíes
trece gatitos
trece preguntas pa'que mi bokella rece
y por la girola veo que se mece
el deambuleo
de mi ronroneo
y veó que mi bokella crece

pa'que se despierte
una fe y su crisis y me peine

pa'que se despierte
una fe y su crisis y me lleve

de la mano
aún sangrando del santito y me peine

los cabellos pa'bajarme
los cabellos pa'bajarme
no sé a dónde
y me vengue


gatito vámonos pa'el siglo trece
pa'que mi bokella rece un blús

pa'que se despierte el tú
de la sangre de mi hambre y me peine

un salto de gata
una ratoncela pa'mi alma
una torre pa'tirar por áhi mis cabelluelos
y bajarme y deslizarme en los colores déllos
blús
como niebla y relente y que me vengue
ya sin aire
no sé adónde
quién o qué no lo sé p'ro que me vengue

el blús sabrá

dios proveerá

niebla o quizás


el blús sabrá

dios volverá

pa'que mi bokella rece
su rocío de una noche
y que undíaunsiglohoy me encuentre

dios volverá
pa'que mi bokella rece







Oye qué edad tienes? Pareces una mujer

oye qué edad tienes? pareces una mujer

soy una o dos mujeres
de pinchosas piruetas

deseas cuerpos? cabellos negros? renglones
esbeltos
suculentos?
frutas
redundantemente sexuales?

la excursionista
festecha a mi llevadadelamano cruz
que, por estrecheces que han sufrido sus exuberancias
y por rara y por nerd,
quiere ser atea y los domingos
habla de los sábados
             porque el tiempo, que preocupaba a ricoeur,
es más raro que un perro verde,
que un perro verde chartreuse

mis saludos holaaa eooo holaaa ilusionados
ventanamente como la felicidad
se encaraman al derrame;
porque siempre digo "holaaa" cuando nazco
y siempre digo "a pasar buena noche, familia"

oye qué edad tienes? pareces un corcel

soy uno o dos corceles
y una centaurea

soy la excursión soy la fiesta

deseas movimiento?

what can you do with your own historicity
baby
and what can you do with mine?

sí, deseo

la menta piperita
mar rosa
el cauro, que el cauro hincha mi corazón

señoritas divinas
siempre con novio...!
y hombres con pecas y un suéter...!

palabras claroscuras

huir por (a causa de) la lluvia
por (a través de) la lluvia







Casa giratoria

en el mundo normal
para girar
necesitarías
un eje

pero en el mundo de paul klee y del color coral
las casas giratorias
no tienen eje
tienen perfume

tienen razón los perfumes y yo soy la chica de las pitayas
recorro la ciudad buscando pitayas
no tengo eje

cazo pitayas acumulo pitayas
las almaceno en el zaquizamí de la casa giratoria
del mundo de paul klee
no tengo eje
tengo añicos de perfume

vivo como bandida
salteadora de caminos
no giro sobre mi eje
giro sobre mi limbo
giro
sobre mi filo
vivo
en el zaquizamí
de la casa giratoria en el mundo de paul klee
y de la fe

tienen razón los perfumes y yo soy la chica de las pitayas
y el giro es un amago de magia
el color es una puerta

el sol parnasiano de paul klee
que es el sol impresionista de claude monet
es el sol que vine a ver
y me quedé

amanezco, existo y anochezco en el zaquizamí
de la casa giratoria
en el mundo de paul klee
acabo exhausta después de rodar por la ciudad
como esférica sed
buscando puertas

en el mundo normal
para girar
necesitarías
un eje

pero yo soy una bandida de ejes
y vosotros salteáis los caminos
y yo soy una ladrona de ejes
y vosotros sois bellos: abrid las puertas

tienen razón los perfumes y yo soy la chica de las pitayas
no sé si tengo alma

y no sé qué hago
en el zaquizamí acaparando pitayas
espolvoreando pitayas con añicos de perfume

y no sé qué hago
y no sé qué hago en el mundo normal
y no sé qué hago
y no sé qué hago en el mundo







Novela del cura y la señorita (fragmento)

8

a la pregunta de por qué no escribo novela
respondo
"estoy en el centro" y que qué pena

a la pregunta de por qué no escribo novela
respondo
no sé regatear un balón sólo encalarlo
en la iglesia adyacente
al patio
del recreo y que qué pena

a la pregunta de por qué no escribo novela
respondo
no logro sostener entre mis manos
el largo aliento de la perla y que qué pena

a la pregunta de por qué no escribo novela
respondo
no soy lo suficientemente sufí
ni maleante
no me aceptan
en el grupito esos niños
porque no hago trizas ni las perlas ni las vidrieras

a la pregunta de por qué no escribo novela
respondo
no soy una trompeta ojalá lo fuera y fuera
comparada
a la risa de los niños
malos después de armar alguna
metáfora o armar alguna
buena
. . . .
. . . .







Berta García Faet
Corazonada
La Bella Versovia, 2023

martes, noviembre 14, 2023

Cuatro poemas de Xitlalitl Rodríguez Mendoza


Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío
Juan Gelman

Mi camino es el mismo que el del panadero
el del afilador
el de la secretaria
y ahora me lleva
a la tarde.
Harto ya
seguramente
de mi croar sin rumbo
un día me llevó
a un supermercado.
Allí estaba Juan Gelman
sosteniendo un frasquito
transparente
como el mal que estaba a punto
de quebrarle el cuerpo.
Con la voz rota
de quien ha practicado
su debut en el Bar Chapala
y lo arruinó, le dije
Maestro.
Él sonrió y me preguntó:
¿Vos también escribís?
El lugar estaba a reventar de huesos.
Una lágrima arrojada al escenario
dio las gracias
y ambas salimos corriendo
a alcanzar el camino,
quien se quedó mirando
hacia la noche
mientras pensaba y a ésta
qué mosca le picó.





Resulta que al vidrio le ha dado
por amarme.
Un día estuve en una calle de Berlín.
Al transitarla, una ventana
estalló como un fresno de lluvia
sobre mi cabeza.
Me sentí bendecida.
Hágase en mí
según tu palabra.
Yo venía de haber tirado
una lámpara de lava
en una juguetería.
Contra todo pronóstico
el tubo explotó
en la alfombra
y compradores
y empleados
se incendiaron un momento
como si nunca
se hubiera quebrado algo
en Alemania.
Yo los vi, divertida,
y pagué, menos divertida,
16 euros con las manos
astilladas por los copos
de la tarde.
Geraldine metió la Luna
a un barecito y la estrelló
contra el techo,
nos devolvió algo
de su cara oculta.
Cuando volví a casa,
los 126 tragaluces protestaron
y descendió
su aliento de nube
condensada
como granizo
en mi escritorio.
Incluso dejaron
una hiedra
suspendida.
Hoy rompí la pantalla
del celular al tirarla
sobre la banqueta.
Dio en un punto
estratégico.
La foto donde salimos
tú y yo haciendo radio
parece de pronto vieja
y doblada
y a punto
de desaparecer
como si estuviéramos
transmitiendo
con voz rota
la noticia sobre
un satélite
que explotó
tras su despegue,
pero en realidad
esa imagen
sigue intacta a diferencia
del Centenario.





Constelaciones familiares

A Joven Club Werther y HCAN

Mamá sala la comida
con granos de mar en forma de cruz
para bendecirla.
Papá le amarra pañuelos rojos
a los árboles frutales
para que no se eclipsen.
La abuela
reza padres nuestros
como tiempo de cocción.
Mi tía D
tapa su vaso de unicel
para no beberse
el espíritu
de sus primas,
las monjas.
El sacristán de la parroquia
se emborracha
con vino de consagrar.

H es
colaboracionista
de los duendes:
les siembra monedas
en los helechos
y les sirve agua
en tapas de garrafón;
evita usar ropa con bolsillos.

El pozo del patio
echa lumbre
por las noches
y enciende
el cigarro que alguien volteó
en el rincón más oscuro
de la cajetilla
junto a un deseo mal perfilado,
mientras se consumía
          solo
en el humo concéntrico
de la solastalgia,
ahogado bajo esa ola de espuma solar
que nos mira morir
abrazados
a la tierra
sin ningún ritual
escuela
o divisa que valga.





Ablar komo eskribimos.
Eskribir como ablamos.
Alberto M. Brambila, director del
Orto-gráfiko y tío de Velvet Brambila

Kerida Belbet,
fue tu tío kien lo dijo
pero tú lo sabes mejor ke nadie:
eredaste esa virtud
i la música.
Toka algo en lo ke ago
llin and toniks.
O pongo Oeisis,
Alanis, De Kranberris...
tú eskoje.
Si de algo importa,
llo también creo ke abría
ke serle kaso.
Aora todos disen que lo choteamos,
ke lo kemamos.
Ke sólo ellos podían aserlo:
berlo, apresiarlo.
Pero, kerida, cuántas beses
emos pasado tarde i tarde
entre el umo apretado
de un futuro ke se insendia
ablando
ablando
ablando
al sentro de una mesita blanka
ke recién pintaste
y ke flota al borde
komo una perla apenas
sumerjida
o komo eskirla del último tablón
sin rumbo ni biento
ke espera bolar igual
ke esas ojas
en los puestos de periódiko:
las kosas komo son.
Kuántas beses no emos kaído
de risa
o de miedo
o de un dolor
mui grande
asta doblarnos
sin poder
respirar
porke
ni modo ke no
si somos
bien chistosas.





Xitlalitl Rodríguez Mendoza
Poesía morosa. Prositas de amor contra el SAT
Ícaro Ediciones, 2022

martes, noviembre 07, 2023

Seis poemas de Rafael-José Díaz

No sueles llevar zapatos adecuados, pues nunca sales a nada en concreto, y cuando, sin querer, a medida que la visión se reduce con el anochecer, hundes el mocasín o el náutico en el fango, sientes cómo te sube por el cuerpo una sensación viscosa, como si no fueran únicamente el pie y el zapato lo que se te ha hundido en el fango, sino el cuerpo entero, incluso las partes medulares del cuerpo, que se estremecen entonces con una mezcla de gozo y repugnancia, dando paso a un estado de ánimo idóneo para el proceso de seguir avanzando hacia el interior del bosque a través de los surcos dejados en el suelo encharcado por un vehículo que salió acaso huyendo de una emboscada, un derrumbe, una alucinación.





La tarde colgaba allí de las ramas como si fuera un juego de abalorios. Abalorios de color esmeralda, bisutería de moho que se retorcía entre los aparatosos ramajes y que tintineaba cuando pasaba una de esas ráfagas que nos estremecían y nos hacían subirnos los cuellos de los suéteres. Era una tarde de fantasía, una tarde dentro de un cofre, una tarde que había sido sacada de un cofre escondido dentro de un baúl, bajo un juego limpísimo de sábanas, un baúl arrinconado en un trastero al que nadie subía, y allí estábamos nosotros, flotando entre los ramajes que, como colgajos de la tarde, brillaban de un modo casi imperceptible, pues eran tantas las capas y los cierres y las puertas que los habían preservado desde hacía tanto tiempo que llegar hasta el corazón de todo aquello resultaba casi imposible.





En este paisaje mental podrías deshacerte de gran parte de lo que fuiste. Lo que fuiste y no necesitas. Lo que fuiste y no sabes. Lo que fuiste y no cede. Lo que fuiste y no fuiste. Podrías traer a este vertedero situado en lo alto de una montaña los cachivaches que abarrotan una memoria abrumadoramente desintegrada. En cada partícula, en cada fragmento de partícula, se acumulan piezas inservibles que fueron depositadas allí quizá con la esperanza de reconstruir algún día una armazón que sostuviera el nuevo cuerpo que nunca se formó, la memoria futura de lo que ibas a ser y no necesitabas. Lo que ibas a ser y no sabías. Lo que ibas a ser y no cedió. Lo que ibas a ser y no fuiste. Este paisaje mental es el lugar perfecto para abandonarlo todo. Aquí pueden pudrirse juntos, irrecuperables, lo que fuiste y lo que ibas a ser.





Desciende, a lo lejos, un avión hacia la pista de aterrizaje. Lo miramos un momento entre las aberturas que dejan los árboles entre las partes más altas de sus copas y creemos poder tocarlo con las manos. Pero las manos están ocupadas. Mientras la mirada se despliega un instante en dirección al cielo atravesado por el aeroplano, las manos trabajan silenciosas en rebajar tensiones, anudar nudillos, tejer lazos fugaces, excitar zonas erógenas. En el barro y en el cielo todo es igual de efímero, y lo mismo que una vez que el avión pose sus ruedas en la pista el vuelo habrá terminado, las manos obrarán el final del deseo en cuanto el orgasmo deposite sus fluidos excitantes en la piel tersa del vientre o de los muslos.





Los troncos cortados surgen como setas gigantescas en medio del bosque. No es fácil imaginar por qué los cortan, casi a ras del suelo. Por qué esos árboles ya no están y otros muchos sí. Son como huellas de pisadas, pero al revés: como si alguien pisara desde el interior de la tierra y esas plataformas fueran la revelación de un mundo sumergido e inverso al nuestro. Son los rastros del vértigo de quien camina debajo de nosotros y se hunde en el barro dócil y se tambalea. Pisadas de gigantes ctónicos que afloran en el bosque por el que nosotros, seres minúsculos, revoloteamos como mariposas sin alas. Entre las grietas de esos troncos cortados anidan los milpiés y, si nos limpiamos el barro del calzado en el filo de la corteza, se enroscan histéricos en una espiral. Al cabo de unos segundos, se desenroscan y surcan el barro dejado sobre el tronco.





Todas las veces que fuiste recordaste aquella primera, cuando aún no conocías la montaña y llegaste a ella como se llega a los sitios que de verdad importan, por un golpe de azar, en una compañía fortuita, una noche cuyo recuerdo apenas dibuja el vaho de unos cuerpos en el cristal de un coche y las luces repartidas por la llanura allá abajo. Desde ese día, sin saberlo, algo te vinculó a la montaña, pero, como si supieras que el futuro te depararía momentos no siempre tan gratificantes como aquel, te alejaste de ella, la olvidaste, encapsulaste aquel instante de comunión con el vaho y el cristal, igual que otros muchos recuerdos encapsulados e inservibles, como si lo arrojaras a un vertedero. Sin embargo, conservó algún tipo de luz invisible que irradiaba a lo lejos, cuando pasabas por la carretera que bordea la montaña y, al mirar hacia arriba, sentías la punzada de un nombre borrado, un cuerpo olvidado, el vaho en el cristal.





Rafael-José Díaz
La montaña de barro
El sastre de Apollinaire, 2023

sábado, octubre 28, 2023

Tres poemas de Paula Jiménez España

El viaje

En la selva, esa noche
había tomado el jugo de una planta
más amargo que el vino y concentrado
como una medicina o un veneno
y al rato de beber, supe
que era yo la que trepaba ante mis ojos
mientras otros cantaban
que era yo
la que subía como una enredadera
por el tronco de un árbol
y era yo la que después bajaba
y más tarde subía
todas las veces necesarias, o sea
durante el tiempo total de mi vida.
Es difícil contarles
el empeño con que abrazaba esa corteza
clavándole las uñas que la descascaraban.
Mis garras eran fuertes como las de los gatos
pero al caer me hice liviana, y repté
sedosa por la tierra.
Era la madrugada
cuando cedió su efecto esa bebida
y me dormí.
Por muchos días
las imágenes de aquella noche
quedaron en mi corazón
lo hicieron dulce como los duraznos
que brotan en la rama y se deshacen
en la boca sagrada de la vida
después de cada invierno.





Música

En un cartón pintado
hacía sonar las negras
y las blancas del piano
bajo la sombra
de un olivo, por un rato
olvidado
del estruondoso cielo
de la guerra. En las cajas
de los parlantes viejos
del cine de mi pueblo
vibraba la canción
de los dos gallos que decía
si es que yo miento
que el cantar que yo canto
lo borre el viento.
Del otro lado
de sus párpados fruncidos
el camarada
imaginaba un teatro lleno,
la emoción en las caras
de la gente, el calor
de los aplausos.
Tu milagro
se le parece, hija.
Para mí también sos ese pianista
que en estos días amargos
del claustro me hace libre
con un pequeño, extraordinario
xilofón de juguete.





Librería El sol

¿Quién, además de mí,
te está extrañando?
Si Franchko ahora con vos
baila la polka en el salón
de los ancestros varsovianos.
¿Te habrá llamado
Vilma? ¿Te habrá dicho
cuando te vio llegar Hermana
no lamentes el mundo que dejaste?
En medio de la guerra, partisanos
como peces pegados a la proa
huyeron de las orcas del Atlántico
y en el vaivén del agua,
respiraron
una marca de lápiz
en el mapa. Se llamaba Caseros
la tierra prometida, en honor
a la batalla que acabó
en el exilio de Juan Manuel de Rosas
(se fue derecho
al continente donde ustedes
nacieron en los años
de la desgracia ardiente, como estos).
Pero era un barrio: un barrio.
Una esquina estratégica
donde ofertar cuadernos
a los chicos que entraban a la escuela.
Yo te recuerdo a vos, muñeca eslava
y lo recuerdo a Franchko, con su gesto
de mesura y simultánea simpatía
hablando en voz bajita del trazado
de un Faber o un Staedtler
con la paciencia lunga de la gente
que se la pasa
bien con su trabajo. Del otro lado
del mostrador vidriado de Librería El sol
un universo vasto de compases, escuadras,
portaminas y un microscopio negro
que me hizo dudar la vocación
cuando junté moneda tras moneda
y lo llevé a mi casa.
¿Y quién de ustedes dos
sera que me vendió la pluma Scheaffer
esa tarde de muerte de tan fría
para que asome
su rayito de tinta en el renglón
una poesía?





Paula Jiménez España
El cielo de Tushita
Salta el Pez, 2022

sábado, octubre 21, 2023

Cuatro poemas de Daniel Bencomo

Nuevas condiciones para el aterrizaje

La saliva del dragón de Komodo
el neón de la bacteria
en la mordida
en la saliva
del dragón de Komodo
no mata.

Es un mito.
La mordida desgarra
puede carburar como sierra.

La fuerza del veneno
explota bajo el ruido
de un helicóptero de emergencias.

Invade los ojos
con su iris movedizo.





Las áreas de descanso en la cabeza de Gamoneda

Yeguas fecundas en la fosforescencia.
Yeguas de un azul muy óseo.

En otra falla de intensidad.
En la señal de alarma.

¿Es un colmillo magenta
o un láser que reta al láser alfa
para robarle su sitio?

Yeguas fecundas en la fosforescencia.
Yeguas abiertas por lo alcalino inminente.

De cabo a cabo de su relincho.

En la señal que todo el edificio roba.

La crin de una lluvia
de alta radioactividad.





Northern Lights

Se trata de grabar este canto
por medios digitales o mnemotécnicos
como un fuselaje varado
en el desierto de Sonora:
¿Cómo se hilvana el sonido
más allá
de su reparar por el tímpano?

Hay marabuntas
sobre el límite sanguíneo
del horizonte del cuerpo
y mucho sahuaro
bajo el sol de la memoria.

El equipo de producción
ha caído en un trance
y apenas queda el recurso
de un motor de emergencia:
yo y el lenguaje entran a escena
uno y otro consagrados
a la luz que desciende
de una toma POV.

Doblemos versos mientras tanto
como origamis de animales extintos.
Un píxel del objeto se disloca: migrantes,
coyotes, percusiones, ocultas mercancías
reconfiguran el montaje.





Ojo sin faro

Vivo al pie de este cerro
que es una copia pirata de Mullholland Drive.

La casaca de un equipo de ligas inferiores
cuelga al sol desde hace días.

Jugamos en segunda
dimensión del ojo
todos los domingos:

una pupila sin faro, en fornicio consigo
como un radar que emana
y detecta
a las ratas que silban, sibilas
más allá de la publicidad.





Daniel Bencomo
Komodo
Herring Publishers, 2023

sábado, octubre 14, 2023

Cinco poemas de Leandro Llull

Azul, fugaz, marina

Y si tuvieras que elegir
entre la mariposa y su sombra,
¿a cuál atraparías?

La primera
blanda y pesada, de seda
se desliza entre las olas del limonero,

la otra
nada en las paredes,
azul, fugaz, marina;

son alas de dos mundos,
planos agitados ante vos al mediodía

como si la noche
pudiera estar y no verse.





Bandada

Había llovido.

Yo miraba la bandada
retorcerse y expandirse
como una bandera
en las cintas de azul profundo.

Veía, negras, las palabras
volar desde tu voz
en el silencio.





Calistemo

Era primavera. Yo leía
bajo el calistemo y él
soltaba sobre mí
una cascada de semillas.

Todo ocurría tan rápido
dentro de esa lluvia,
que me sentía latiendo
en el cuerpo de un haiku.

Las largas cortinas del árbol
todavía velan la sombra
del hombre-pájaro en su jaula.





Derrumbe en el club de pescadores

Íbamos a ver los atardeceres, la luna blanca
como una madonna en el cielo celeste,
el humo ascendiendo con su velo.

Vi las mesas, los bancos partidos
como una campana, escuché tu voz.

Todo eso
que se había perdido entre los años
y ya era irremediable.





Baño de luna

Fue salir al patio con la perra
y ver detrás de la pared
la sombra blanca inundando
el damero de baldosas.

Podríamos haber dicho «es la luna»,
su gran círculo encaramado en el cielo,
pero lo que había era una sábana
liviana como la de los cuerpos que se salvan

y no queríamos pisarla.





Leandro Llull
Luna del cazador
Bajo la Luna, 2023

sábado, octubre 07, 2023

Tres poemas de Andrea Alzati

Tinnitus

tengo una duda enorme
una segunda cabeza junto a la cabeza
una duda que silba y ruge y resopla adentro en mi oído
mi duda suena como agua corriendo
o el sonido del mar dentro de una concha marina es mi duda

a la hora de comer alimento dos bocas
la mía con una fila de dientes arriba y abajo
y la boca de mi duda hambrienta
diez filas de dientes arriba
diez filas de dientes abajo

a la hora de salir, un sombrero para mi cabeza
y para mi duda uno de copa que le cubra la frente
con su grandísimo y pronunciado ceño fruncido
y que todas sus orejas
con las que me escucha decir mis palabras
tintineo cascabel miniatura
queden a resguardo del sol





Cosecha de una osamenta
(3. Voz en off)

hambre desinteresada
en recoger moras salvajes
otoño en un país frío
y comerlas mirando un cielo ajeno
oyendo una lengua sonido solamente

hambre exacta
la tabla y el cuchillo sobre la mesa
para picar una manzana, cortes precisos
y comerla mirando la íntima pared de la cocina
oyendo plegarias en lengua materna

hambre acontecimiento
un higo tomado de la higuera única
se espera en ritual su madurez durante días
el higo es en sí mismo una plegaria
concédeme tener hambre al momento de comerte

hambre prescindible
una bolsa de plástico con un kilo de manzanas importadas
brillan pulcras en los estantes del supermercado
hambre de tenis de goma y agujetas nuevas





Cosecha de una osamenta
(Interior - Cuerpo. Día)

ahí adentro en mi corazón
mi esqueleto blanco
purísimo de once años
monta una bicicleta color púrpura
frente a un cielo azul mezclilla

da vueltas mi esqueleto de once años,
montado en una bicicleta color púrpura,
da vueltas alrededor de mi esqueleto de veintiún años

mi esqueleto blanco
purísimo de veintiún años
pela un huevo duro
mientras mira a mi esqueleto de once años
dar vueltas a su alrededor
montado sobre una bicicleta púrpura

los pedazos de cascarón caen a los pies de todos mis esqueletos





Andrea Alzati
Recen por mí
Dharma Books, 2023

jueves, septiembre 21, 2023

Tres poemas de Alan Talevi

Juego de pelota maya

la Copa América termina:
Messi erró su penal
pasan generaciones
se diluye la sangre
chirla aguachenta

el equipo ganador
camina al sacrificio. Todos sonríen: serán
punto de luz en un cielo regado.

Tu semilla falló, la sangre
está aguada y no
te hiciste estrella ni hay para vos
parcela en el cielo.

Fue el último partido de la Copa
los mayas llamaban al rey
"hombre verdadero".
No hay estrella sin nombre y Messi
erró el penal





Presagio

Agarra la botella de fernet
que anoche trajeron sus amigas
y se va a casa de los padres.

Vista a trasluz
la superficie del líquido en el vaso
forma un anillo de azafrán
como una alianza
que se encuentra o se pierde
según el ángulo de la luz con que se mira





Loop

Te habían echado del trabajo.
Mirábamos vidrieras
preguntábamos precios
-ropa, juguetes-
todo era caro, exiguo y potente.
En la panza llevabas una niña.
Le hice una lista de canciones, ¿te acordás?

Nunca lo dije:
cuando me asomaba al futuro nos veía a los tres bailando.
Ella tenía tu pelo turco,
los mismos densos bucles
en tirabuzón de cuando te conocí
y por primera vez yo
no era yo y bailaba
entregado, sin vergüenza.





Alan Talevi
Histéresis
Hemisferio Derecho Ediciones, 2022

jueves, septiembre 14, 2023

Dos poemas de Ósip Mandelstam


Se me dio un cuerpo – ¿quién
me dice para qué? Es sólo mío, sólo él.

La alegría apacible: poder respirar, vivir.
¿A quién darle las gracias?

Debo ser el jardinero, debo ser también la flor.
Aquí en el calabozo del mundo no estoy solo.

El cristal de la eternidad exhala
mi aliento, mi calor.

El dibujo en el cristal, la letra:
no la lees, no la reconoces.

Aunque el vaho desaparezca pronto,
el delicado dibujo permanece.

1909

[Traducción de Patricia Gola a partir de la versión en alemán de Paul Celan]





Se me dio un cuerpo – ¿qué hacer
con él, tan entero y tan mío?

¿A quién agradecer, díganme,
por la apacible alegría de respirar y vivir?

Soy el jardinero y soy también la flor,
en el calabozo del mundo no estoy solo.

Sobre el cristal de la eternidad
se ha posado mi aliento, mi calor.

Impreso sobre él queda el trazo,
hoy ya irreconocible.

Que corra el lodo del momento,
el trazo amado no será suprimido.

1909

[Traducción de Patricia Gola y Mariya Nikíforova a partir del poema original en ruso]





El paso de los caballos, lento, medido,
luz de faroles, no mucha.
Me conducen extraños. Bien saben
a dónde, a qué destino.

Soy cuidado, estoy a gusto,
trato de dormir, me congelo.
Hacia el haz de luz, hacia la estrella
giran – ¡cómo suena!

La cabeza se mueve, la siento arder.
La mano extraña, su hielo suave.
Allí la oscura silueta, los pinos,
de los que nada sé.

1911

[Traducción de Patricia Gola a partir de la versión en alemán de Paul Celan]





¡Qué lentos van los caballos,
qué poco fuego en los faroles!
Gente extraña sin duda sabe
hacia dónde me lleva.

Y yo me confío a sus cuidados.
Tengo frío, quiero dormir;
una sacudida al momento de doblar
me lanza al rayo de una estrella.

El balanceo de la cabeza caliente
y el tierno hielo de una mano ajena,
la silueta de los oscuros pinos,
nunca antes vistos por mí.

1911

[Traducción de Patricia Gola y Mariya Nikíforova a partir del poema original en ruso]





Envíos
Ósip Mandelstam
Edición trilingüe
Traducción del ruso al alemán: Paul Celan
Traducción del alemán al español: Patricia Gola
Traducción del ruso al español: Patricia Gola y Mariya Nikíforova
Alción, 2022

jueves, septiembre 07, 2023

Dos poemas de Alfonso D'Aquino

Cifra

Dos alacranes / dentro de un frasco / giran en vano
sin encontrarse

Cuando oscurece / se desperezan / cruzan el cuerpo
sus pinzas prensan

Punza su prisa / sus candelabros / iluminados
rayan el vidrio

Tienen doblados / los aguijones / fingen que duermen
lo que no comen

Un sello negro / rubrica el vidrio / el otro es fuego
de rojos cirios

Entrelazada / cruz de venenos / de animal ciego
y alacrán güero

Brilla la luna / dentro del frasco / fina escritura
de torvos rasgos





Plantas carnívoras

...the seely fly...
Thom Gunn

I

Hablamos de las plantas insectívoras carnívoras
Silene muscipula comemoscas
Más pensadas que vistas mas deseadas
Dioneas de dobles hojas y cuatro labios rojos
Más soñadas que vistas mas deseadas
Nepentas o trompetas que me llaman del fondo de la sombra falsas mentas

En cada lóbulo del limbo una fila de denticulaciones agudas
Droseras de miel aceda y agrio rocío
Y en su cara superior pelos secretores siempre verdes
La materia viscosa sombría disuelve en los labios la mosca mentida
Más deseada que vista presentida

Lenta dulce mente dulce menta dulce muerte



II

Ve los ansiosos movimientos de la mosca
en torno de la flor
y el giro voluptuoso de su imagen
antes de su precipitación inminente
en el agua mortal
de la translúcida copa de la nepenta

Como una diminuta perra en brama
entre los labios violáceos de una hoja
atraída por el néctar producido por la planta
y la embriaguez en la que cae una tras otra

Ve su prisa malsana
esa ansiedad de insecto por morir disolviéndose
entre los labios de la flor vibrante

Ya en el abismo mismo de su cáliz
desde antes de caer
                                 su sombra dentro
su silueta lenta
y en sus alas inmóviles
                                       ese brillo inefable
en el que se deleita



III

Oscuras plantas que emiten reflejos destellantes

Drosera pinguicula
hojas que atraen a sus víctimas
con la revelación de su naturaleza divina

Sarracenia purpurea en la belleza
sutil efluvio de una música embriagante
de acordes ominosos y ritmos opresivos
que desatan el baile

                                  En ellas rezuma
un fuego subterráneo
convertido en íntimo rocío
que atrae a estas bestias minúsculas
al pantano del sueño y el olvido

Y los salvajes insectos
                                     en el pálido verde de las hojas
luchan contra su sombra
y la devoran

                      En el pétalo que sabe
la mosca se sabe mosca



IIII

A flor de flor
la mosca labio a labio
se disuelve

Y en la piel de la flor
las patas se le pegan forcejea
se yergue
                abre y cierra los párpados
cae de espaldas
                         se pierde

Y en la piel de la flor
alas sueltas y uñas
restan signos y rastros
y enceguecidamente
sobresalta
                 y su cabeza rota
cae
         al ver-
de ensueño
del inframundo verde



V

Esta es
la colección de
insectos
              de cada día

Al interior de las flores
de rocío
              las moscas
de lirio

Siniestros
                 caracteres
a lo largo del tallo
donde la dulzura
                            del animal
y la crueldad
de la translúcida flor
otorgan flexión
y movimiento
                        a cada rasgo

Nitrógeno nutriente
uña a uña
                los ojos
tras el vaso
diente en diente





Alfonso D'Aquino
Nostalgia de Sirio
Ediciones Odradek, 2023

lunes, agosto 07, 2023

Cuatro improvisaciones de Arturo Carrera y Gerardo Jorge


"Con las manos vacías"

El trabajo de la historia y la gestión de la cultura adocenan, borran los desvíos, otorgan títulos e incluyen en la "marranada", jerarquizan incluso a suicidas, marginales y desertores, presentan como estrategia lo que no lo era; pero Williams escribió en una notita para Paterson que su libro era

     "una contestación al Griego y al Latín con las manos vacías".

     Presentar un poema con una expresión así, propia de una comida o de una chanza, "con las manos vacías" como quien dice "¡no vengan con las manos vacías, eh!" o "¡de acá no se va nadie con las manos vacías!", es ya un reverso de aquella política. El médico de pueblo se quejaba de las exhibiciones eruditas, del culto a la antigüedad en la poesía moderna cosmopolita, y quería más bien penetrar en qué era ser "americanos", evocar una presencia, recrear la inteligencia de una tierra brotada de poemas-flores, de asfódelos, crisantemos y cosas concretas como botellas y carretillas arrojadas sobre el campo o en el fondo de una casa.

     Como si dijéramos: plantear una concepción del poema desde la desposesión. Flores que rápido mueren, la imagen de las manos, su vacancia, nos recuerda el comienzo y también la reacción frente a algo que amamos, pero se escapa.

     Y sin embargo, más allá de todo tesoro, de toda acumulación, esas manos vacías también son capaces de incluir el mundo y la historia. Porque los cargan en los callos, en las líneas, porque lo soportan, es cierto: pero sobre todo por su franca disponibilidad:

     contestar con las manos vacías, como quien da una poesía-mano, es ser capaz por eso mismo de ir al encuentro, de asir lo que haya, de abrazar algo ignorado.





"Estética de momento límite"

Hay poemas que ofrecen su estética de momento límite; de a momentos, como sucede ahora, advertimos que estamos escribiendo en un momento límite; y que los poemas tienen algo que le falta a la lengua; tienen esa mínima parte de acción que refuerza a tientas nuestro apoderamiento de la realidad en este mundo. De manera que, con un mismo movimiento de helicoide que sube o baja o se deshace, entrega en la luz, ciegamente, imagen por imagen, eso que nos retira a cada instante del mundo: esa parte de la lengua que se exilia en el misterio de las hablas y que le falta al misterio de cada uno. Pero también nos estrella contra otro dominio del lenguaje. Ya no la "poesía" entre comillas sino su pérdida; ya no el saber sino los incontables sujetos; ya no la palabra sino su rumor en el agua:

     poética de quien disuelve su cuerpo en la lucha ultrapolítica, en el sitio poco esperanzado de la revolución y el compromiso.

     ...en un tiempo de amortajamientos, el poema nos quita las mordazas;

     en un tiempo de vendettareivindica para la poesía ese aspecto que debería volver a situarla en los fundamentos de la humanidad:

     único vínculo crítico entre el ser humano y su entorno.

     Poesía más en su acción, en su Arte de la Vida, que en su inacción de vida poética en incierta potencia: la de la literatura que se jacta de sí misma, vanidosa.

     Para cada lector, para cada adolescente de provincia, para cada perdido prójimo, ubicuo y sin embargo siempre presente, la lectura de poemas ofrece un "antes" y un "después", o lo que es más misterioso: efectos que preceden a las causas.





"Apoyar el oído,"

estar atento, disponible: pero apoyar incluso como auscultando algo, en ese punto donde la escucha deviene tacto, de tan cercana. Donde el código se pierde y a la vez se encuentra.

     De apoyar el oído se trataba. Eso decía Leónidas. Otro poeta de su galaxia, Zelarayán, decía que "salían cositas" al hacerlo: gritos, ridiculeces, creaciones del habla, objetos encontrados, condensaciones de vida en el lenguaje que son una y otra vez el material y recuerdan la relación del poema con la lengua viva, su operación sobre ella. Incluso un poeta alejado de los bares, de las calles, del idioma y del ánimo de estos, escribió que debía "conocer el habla del lugar", hablando del poeta moderno.

     Pero no la simple copia, no la imitación de rasgos característicos, no el coloquialismo ni el costumbrismo ni ningún otro "ismo", sino la atención para la maravilla del hecho social, del genio anónimo del "inventalenguas", como llamó Haroldo al pueblo. Invención sólo accesible en la mixtura, en la distorsión, en la escucha amoral y desprejuiciada.

     Apoyar, apoyar el oído, pero para escuchar ruido también, el lado vedado de la materia verbal y sonora, negado por el control y la significación, por los diques del uso y del impacto. Escuchar un tiempo, una época, un "río subterráneo", pero escuchar también el eco, el cuerpo de las palabras, su vacilar entre sentido y sonido: lo que sobra en lo que se dice y pasa.

     Y abrirse a la multiplicidad de las escuchas, a un arte de la escucha, a un repertorio de maneras de escuchar: una escucha atenta y otra "profunda" (como la que teorizó Pauline Oliveros), una escucha casual o distraída, y otra minuciosa, casi de investigación:

     oteo y entrevista, noticia y confidencia: nombres, técnicas para una recolección que responde a una pasión insistente: la curiosidad por el tesoro siempre esquivo de la historia y los sentidos.

     Y una señal más, de alerta y liberación: que no se trata sólo de hablar o decir, que no siempre se trata de las palabras "propias"; que palabras y sonidos son "segundos" y los ruidos vienen bajando por una cascada de clases, de ciudades, de migrantes, de acontecimientos y también de sílabas e historias a los que atender, por los que dejarse atravesar, para darles y darse un nuevo aliento.





"Útiles, quiero decir,

fuera de los museos", escribe John Cage sobre las obras de Joyce, Duchamp y Satie que lo han acompañado a lo largo de su vida, que no quedaron con el tiempo reducidas a la condición de "arte". "Todo el resto se ha convertido en arte", insiste, y el arte --en tanto esfera, institución o mundo separado-- no importa, porque pertenece a una mentalidad superada, a una vivencia que le ha quitado influencia y sentido.

     Quiere decir Cage que es útil el arte, o que el arte es un útil, una herramienta, porque cambia la percepción y enseña a estar atentos, y empuja a experiencias de la verdad. Es cierto: hay que abandonar la persecución de un efecto para eso, habitar un desencuadre constitutivo, que equivale a libertad para imaginar. ¿Pero no es acaso esa gratuidad, esa "suspensión" que le corresponde como al sueño, no es su operación irreductible a lo inmediato lo que permite que acciones llamadas "poesía" devengan --eventual, duraderamente-- mapas, cartas de navegación, puntos de referencia para un comportamiento, estructuras de la mirada, o incluso entretenimiento, juego en un sentido arcaico y social? En una época que parece desgarrar nuestros cuerpos, su misma inserción en el espacio, ¿no es una técnica que insiste en la presencia?

     Poema útil, entonces, poema utensilio, sacado poema de contexto para un uso "no permitido", como gran parte de nuestros géneros y técnicas del saber precisan hoy ese movimiento; poema asa, poema ariete, poema muestra pedestre de un idioma para hablar, de una sintaxis, inalámbrica técnica para reponer lo lejano. Lugar de trámite para asuntos que ningún método puede abordar, poema no igual a su condición de cosa, poema sin identidad, poema resistente a la genuina reducción instrumental del fetiche y la "autonomía", poema vehículo de un proyecto de ser.





Arturo Carrera y Gerardo Jorge
Polvera de las enciclopedias
Mansalva, 2023

viernes, julio 28, 2023

Cuatro poemas de Berta García Faet

Etzibo

iba yo en el siglo XVII
canturreando popular unas andolas
cuando me vi cercada por mentirijillas

mentirijillas de los hombres
mentirijillas de las mujeres
mentirijillas mías maguer
al principio no lo columbrara!

y qué hice? etzibar suspiros
y etzibo mi canción

remacho castros trapisondas
y mi verdad íntima

y no tengo más
que seguir con mi vía

iba yo en el siglo XXI
etzibando suspiros
cuando me vi cercada por mentirijillas

y qué hice?

etzibando suspiros
estudié de qué sueños están hechas o a lo menos farcidas
las mentirijillas metomentodo
estudié mis sueños estudié el "mis" del "estudié mis sueños"
estudié cómo no voyme a estudiar

he farcido mi silabario
con los pasados remotos de la humanidad y de mis vuelcos

que yo voy masticando
como lascas de viáticos
he farcido mi silabario
con lo que no me columbro con lo que me pescudo
he farcido mi silabario
con apetito de belleza y adelante
he farcido mi silabario
con un afán: belleza verdad y mi destino!
he farcido mi silabario
con lo que me supera
en fuerzas
y se sale
del propio silabario porque es mucho!

y qué hago?

etzibando suspiros

me etzibo y vivo y compongo esta canción
que sabe más que yo

que sabe más que yo!







La tarde canta
pitayas a las doñas.

mi midons va lirando:
quiero una laranja!

yo decidora de amor:
yo quiero ser la laranja!

--se puede tal vez --me dice
el lomo de la montaña
salt & pepper, no tarde--
trocar pitaya en laranja.

si comes, mi om, los limones
de los peligros
y las granzas.

y sin las lástimas!

limoncito del vedado.
de la escarpa.
y lo cantas.

liras para mi doña
si se pone la rosada.

liras para mi doña,
si raudalada.

si se pone la rosada,

mi doña,

encaprichada.

mi doña que es tan lindera
y yo la arrojada.

si se pone la rosada.







(transcribo la letra de mi canto
en esta hoja de arce para los que vengan cras

la transcribo puesto que pienso para mí
que habla una verdad

no porque mi canto sea mío

tal vez lo sea

se avino a mí
se avino solo

solo desde su región

y al nadie estar solo
muchas largas veces me he dicho que no cabe
sino creer que el canto viene de lo que ignoro
para estar conmigo

los que vengan la podrán hablar y será una verdad
o un acompañamiento

musical

sin más la transcribo junto a una conversación
con una hierbadelasno

hierbadelsasno que era mitad dibujo amarillo de flor

mitad hamadríade
de un chopo que amo que vive

más otra conversación
de esta con una luciérnaga
junto a lo que hice yo mientras

conversaciones lentas que dan cuenta
de cómo creció mi canto

por si place a los que gustan
de escuchar historias ciertas

y entreabiertas)







Mi vida es mágica
voy a morirme y es mágico

canción visible
que te pinchas con la rueca de la noche pero soy yo
quien sangra

quemar terciopelo

darle la vuelta al eco

soy mágica







Berta García Faet
Una pequeña personalidad linda
La Bella Varsovia, 2021

viernes, julio 21, 2023

Tres poemas de Mario Montalbetti

Cuando los dioses tenían cabezas de animales

Cuando los dioses tenían cabezas de animales
todo era más fácil.

Un dios con cabeza de chancho:
uno podía entendérselas con eso;

uno podía vivir en los grandes espacios
que se abrían al lado del chiquero.

Luego se hicieron humanos y habitaron
entre nosotros. Y no supimos quiénes eran.

Andan, ahora, dicen, adentro, en nuestras almas,
donde nada es claro.

¡Ah! Dios,

a que no te haces hombre otra vez

y nos vemos a las 6 en la huaca

sin lenguaje

sólo con un cuchillo en la mano
y terminamos esto de una buena vez.





Notas sobre el tercer vodka

I

Gira el colibrí negro en torno a un níspero
emitiendo un chirrido ininteligible.
Yo creo poder adivinar lo que dice.
Dice, digo: es un níspero.

Comparado con el colibrí, yo estoy inmóvil.

Cruzo las piernas y anoto en mi libreta
algo igualmente ininteligible. El colibrí,
girando, cree poder adivinar lo que escribo:
escribo, dice: es un cienpiés.


II

Barcos cargueros en medio de la calma.

Comparativamente yo estoy inmóvil.


III

el colibrí es un inútil de escritorio





Matema
(para Mica)

Tengo la sensación de haberte visto en una vida anterior.

Yo estaba sentado en una habitación vacía
y pensé: debe haber una vida después de la muerte.

O eras una liebre corriendo sobre un campo nevado.





Mario Montalbetti
El cuatro está solo
Tusquets, 2023

viernes, julio 14, 2023

Un poema de Fernanda Laguna

 Yoga

En la clase de Yoga
todos usan ropa blanca.
Lo fundamental son las medias
que también deben ser blancas
o muy claritas.

Las mantas deben ser blancas
o claritas
y aún nadie sabe si se puede usar o no una toalla.

La profesora viste de rosa,
y debe ser
porque ella es la profesora.
El salón es hermosísimo, enorme.
El piso es blando y los alumnos
no precisan usar colchonetas.
¿Para qué usarlas si el piso es blando?
Y no es que sea mullido
pero no duele al hacer los ejercicios.

Los horarios son flexibles
y la cuota es accesible.

Hay cinco puertas ventanas
que comunican al salón
con un jardín de pinos y enredaderas.
Los pájaros no entran
y cantan desde la puerta
o desde la rama.
Todo es un bello paisaje de pinos, piernas y brazos.
De cabezas relajadas que caen hacia adelante
y se deslizan por encima de los hombros hacia atrás,
y luego hacia adelante.

La voz de la profesora es
clara y modulada
porque así todos pueden hacer los ejercicios sin mirar
y si alguien no entiende
sólo mira hacia el costado
para ver lo que lo hacen los demás compañeros
y una vez entendido,
se vuelve a cerrar los ojos.

De la posición de sentados
se pasa a la de acostados
curvando la columna,
apoyando vértebra por vértebra sobre la manta
y así se llega
a la fase de la relajación,
que es la parte más difícil,
según la profesora.
Los ojos deben estar cerrados
pero algunos los abren un poquito
y los vuelven a cerrar.

La tristeza y la felicidad
se funden en una sola invocación,
Ooooooooooommmmmmmm,
tres veces
cada vez más profundo y más largo.
La o vibra en el corazón
y la m sacude todos los pensamientos
vibrando a la altura de la hipófisis.

Los bolsos esperan a cada dueño contra la pared
y se dejan llevar
más livianos que nunca.
Lo blanco resplandece sin hacer doler a los ojos
porque ahora es el reflejo de una luz que sale de los ojos.
Las mantas están secas,
los cuerpos frescos
y más descansados que antes de comenzar la clase.
Las medias están secas y limpias también...





Fernanda Laguna
Yoga
Belleza y Felicidad, 2000

viernes, julio 07, 2023

Tres poemas de Luis Arce

improvisación 30

Un bote carente de remos.
Acercándose a la orilla.
Sin embargo lejano.
Lleva dos personas: un recostada, otra de pie.
La primera está mirando por detrás de su sombrero
a la pequeña luz que averigua en el faro.
La segunda traza surcos en el agua.
Desde la orilla, se acerca un hombre y me pide no mirar tan fijamente
aquella imagen.
"La desolación y el entusiasmo habrán de conducirte a la locura", repite
mientras su mano extiende piedras en metralla
contra el aluminio de un barco en ruinas.





improvisación 51
(Vik i Myrdal, Islandia)

Incapaces de sustituir a los ángeles,
las gaviotas entran en el agua
a velocidades que asustarían a pájaros más coloridos
pero menos notables.
Los peces que se extinguen a la altura de sus bocas,
cada uno partidario de la ecuación mortal,
habrán de contarle a sus crías
sobre las terribles criaturas aladas que aguardan en las alturas.

A medida que entra en el agua,
la sombra del demonio se oscurece,
hasta que ya no hay sombra
y el insoportable batir de sus alas
tintinea en los átomos de hidrógeno
con el timbre de una cuerda de guitarra cuando revienta.

En la casa más cercana a la orilla,
una mujer recibe a los invitados vistiendo un delantal sucio de vísceras y escamas;
siempre cuenta una historia sobre marineros,
pero me cuesta imaginarla.
Esta organización escueta de olas y rocas
no guarda las huellas de aquellos que aquí naufragan.





improvisación 75

Renuncié a todo. Al trabajo, la familia, los Kinks, todo.
Renuncié a Schopenhauer y con él también dejé las vitrinas
averiadas por francotiradores. Cuestiones aparte,
la mano que tiñe la estantería no es la misma que la crea;
tenemos todas estas dificultades, cada uno se las apaña como puede,
y luego, cuando no queda más que deslindarse de lo dicho,
anotamos en sueños que seguimos adelante,
pero renunciando, de la manera más prudente,
a los ejemplos de convivencia que adquirimos en la televisión,
a las normativas del abecedario y a los formatos predispuestos por el entendimiento
de una escena: una línea que divide las cosas según su peso,
primero aquellas que parecen inevitables:
tropiezos, movimientos de lengua alrededor de una goma de mascar,
el camino de ida, donde se escribe esto,
para encontrarse con la inevitable continuidad
del drama necesario, las pausas de un día amoroso,
y el nefasto hecho de saber que no hay absolutamente ningún progreso,
con nada,
con nadie,
en ninguna parte.





Luis Arce
Improvisación sobre motivo
Juan Malasuerte, 2022

miércoles, junio 21, 2023

Cuatro poemas de Gary Snyder

Lluvia en Alleghany

de pie bajo la tormenta de truenos
goterones de agua
            --verano polvoriento--
bebemos cerveza después de conducir
toda la ruta de
            la cuenca de los ríos

laderas rocosas y coches abollados
es una tierra delgada y extraña
como la mano gastada de un minero
            & cómo nos gusta
tomamos cerveza y lluvia,
al parar en el camino,
en Alleghany

Alleghany California, hogar de la Mina Sixteen to One





Bistec

Allá arriba en el risco, las "steak houses"
llamadas "Las brasas"--llamadas
"El hogar"
con una vaca con una sonrisa disney en el letrero
o el orgullo del ganadero--una gran
foto a todo color de un semental Hereford
encima del letrero
su sangriento músculo rebanado
            se sirve;
            "poco hecho"

La Cámara de Comercio come ahí,
el conferenciante de visita,
ganaderos vestidos con trajes Denver,
expertos japoneses-americanos en nutrición animal
            desde Kansas,
            con abalorios budistas;

Y abajo junto a las huellas
en el barro helado, en los terrenos de pastoreo,
alimentadas con grano excedente
(la tierra estafada)
las vacas pacen--
sobrealimentadas.
Humean, patean,
pestañas largas, piensan con lentitud
al ritmo de su
respiración,
helada--despreocupada--
cielo de las praderas temprano por la mañana.





Dos cervatos que no vieron la luz esta primavera

Un amigo en un tipi en las
Rocosas del Norte salió
a cazar ciervos cola blanca con un
.22 y acechó a la manada
que dormitaba, disparó
a lo que él creyó que era un macho.
"Era una hembra y llevaba
un cervato".
Curó la carne sin
sal; la rebanó en el sentido
de las fibras.

Una amiga en la Sierra Norte
atropelló a un venado con el coche.
Se plantó tranquilamente frente a los faros,
"Y cuando la abrimos
tenía un cervato --así de largo--
tan pequeño--bien formado.
Tenía manchas. Y sus pezuñas pequeñitas
eran suaves y blancas".





Incendio de control

Lo que los indios
aquí
solían hacer, era,
quemar la maleza todos los años.
en el bosque, arriba en los cañones,
dejando al roble y al pino en pie
altos y limpios
con hierbas
y kitkitdizze debajo,
nunca con suficiente combustible
como para provocar un incendio.

Ahora, manzanita,
(un fino arbusto por derecho propio)
se amontona debajo de los nuevos árboles
que junto con el azote de la explotación forestal
y un incendio pueden liquidarlo todo.

El fuego es una vieja historia.
me gustaría,
desde un sentido de orden útil,
y de respeto a las leyes
de la naturaleza,
ayudar a mi tierra
con un incendio, un incendio
caliente y limpio.
               (las semillas de manzanita solo se abrirán
               tras un incendio
               o una vez digeridas por un oso)

Y entonces
Se parecería
más,
a cuando pertenecía a los indios

Antes.





Gary Snyder
La Isla de la Tortuga
Traducción: José Luis Regojo
Kriller 71, 2017

miércoles, junio 07, 2023

Ocho cantos y conjuros de mujeres tzotziles


Canción de cuna

¡Duérmete, pichita, duérmete!
Tu tata está borracho.

Y si me viene a pegar,
me voy a escapar al monte.

Duérmete, pichita, duérmete.
Si llorás va venir el Pukuj.

Allí viene ya.
Viene ya tu tata;
tu tata, el Pukuj.

(Petra Tzon Te' Vitz)





Encanto para no tener que ir al otro lado

Toma en cuenta, Kajval,
que te estoy hablando.
Te traigo humo.
Aquí te doy tus flores.

Toma en cuenta, Kajval,
qué tanto me vas a dar.
Los otros tienen caballos.
Tienen borregos.
Tienen gallinas.
Tienen camiones.

Toma en cuenta, Kajval,
qué me vas a dar.

No quiero trabajar en ninguna finca.
No quiero ir a otra casa.
No quiero ningún trabajo lejos.
No quiero ir a Los Ángeles.
No quiero ir a La Florida.

(Xunka' Utz'utz' Ni')





Conjuro para la pexi cola

Recuerda a la gente que me tienen que comprar.
Que no vayan a ir a la otra tienda.

Mándame clientes, Kajval.
Con harta paga, Kajval.

Quiero vender mis cigarros uno por uno,
las galletas, los dulces, la sal.

Que tomen los refrescos;
que no estén aquí enfriándose nada más
porque se oxidan las corcholatas.

Que no se vaya a agriar tu rocío;
que no se vaya a podrir el panta, la pexi.

Que me mantenga el Refresco como un hijo
que trabaja para dar de comer a su madre.

(Loxa Jimenes Lopes)





Canción de la martoma

Sus musiqueros están unidos.
Los quemadores de incienso están unidos.
El que reparte el trago.
Las que hacen las tortillas.
Su cargador de flores.
Todos sus hijos están juntos.

Ya canta su arpa.
Sus sonajas están contentas.
Ya estamos en tu alegría.
Ya brilla blanca ya tu cara en flor, Kajval.

(María Patixtán Likán Chitom)





Para sembrar la tierra

Voy a dar un azadonazo en tu cara, Tierra Sagrada.
Voy a meterme en tu cuerpo.

Voy a enterrar tu santo cuerpo.
Voy a meterme en tu carne.

Voy a sembrar mi milpa.
Voy a sembrar mi trabajo.

La mitad de mis padres,
la mitad de mis madres,

cargan en sus manos,
cargan en sus espaldas,

algo que está vivo,
algo que está completo.

Sus redes están llenas,
sus morrales tienen cosas adentro.

Les pesan sus costales
cuando van por donde andan.

Voy a dar un azadonazo en tu cara.
Voy a meterme en tu cuerpo.

Quiero que llenes mi jícara, Tierra Sagrada.
Quiero que llenes mi olla.

(Jwana te la Krus Posol)




Cena de los muertos

Abran sus tumbas,
abran sus ojos,
padre muerto,
madre muerta:

Vengan a descansar sus corazones.
Vengan a descansar su sangre.
Ya llegamos a su fiesta.
Vengan a recibir sus ocotes
para alumbrar su camino
a nuestra casa.

Vamos a comer.
Vamos a beber
un poquito
su atole,
su tortilla.
Y un traguito como antes tomaban
para mantener su mirada.

Ya no nos vamos a ver.
Ya pasó el tiempo en que comimos juntos
en su mantel de la Tierra.

(María Álvares Jimenes, Me' Avrila) 






Para que el murciélago no muerda al borrego

Hay un murciélago, Kajval.
Hay una mariposa negra
que llega con el viento
y acaba la oreja del borrego.

Culebra mariposa animal.
Deja su lana colorada de sangre.
Sangre su lomo,
sangre su espalda.
Le muerde el corazón, Kajval.

Cierra sus ojos con seis ocotes.
Ciégalo con humo de incienso
para que no mire los borregos,
para que no muerda tus sembradíos.

Tapa su camino del murciélago.
Guárdalo en su caverna,
en el corazón de la piedra.
Que pase al vientre de la montaña.
Que se vaya entre la hierba, Kajval.

Es de puro envidioso
que nos muerde la sangre.
Tapa el camino de las peñas,
de la mariposa, del murciélago, Kajval.

(María Tzu)





A la Madre del Viento

El viento camina por la milpa.
Detrás del viento camina el hambre.

El viento tumba el maíz.
Lo deja todo tirado en el suelo,
porque la Mujer Viento tiene su corazón carmín.
Es una envidiosa,
una ladrona que pasa comiendo elotes.

Pero mi milpa no es la cena del aire.

¡Detén el viento!
¡Detén la nube!

Y si todavía pasa el viento,
que venga por la espalda de la milpa.

Si viene el pulgón,
que lo pare en su camino.

Si hay una Madre del Pulgón
o Padre del Pulgón,
mándalos por otro monte.

Porque ¿qué voy a comer
si no hay mi comida?
De puro maíz estamos viviendo, Kajval.

(Petú Bak Bolom)





Conjuros y ebriedades. Cantos de mujeres mayas
Padremadres del libro: Ámbar Past, Malik Guzmán Bakbolom y Petra Hernandes
Taller Leñateros, 2010