viernes, abril 21, 2017

Cinco poemas de Tom Raworth


útiles máquinas de trabajo nosotros
apenas existimos para permitir
que pase el servicio de bus
ionizadores y maletines digitales
y maletines digitales y
cosas personalizadas de tres velocidades
yo supongo que
tomaría meses
denunciarlo
mi esposo dijo años
el teléfono del auto
significa privacidad personal una
herramienta de trabajo que si
es citada, por supuesto, lo es





las más encantadoras flores de primavera
una vez se pensó que mejoraban la memoria
para ayudar a enriquecer
con sus fuertes fragancias
un libro de fruta
cultivada orgánicamente
apropiada para acompañar carnes rojas
que es el porqué
un poco de jugo de limón
de los mejores ingredientes naturales
usado para combatir la fiebre
es un gran digestivo
excelente con el pescado
va bien con el pollo





dos pasteles pequeños y una tartaleta
entera salpicada con ketchup
suficiente para ellos dos
un sitio donde algo nunca descrito
miraba por la ventana
por una escasez de tópicos posibles
aparte de la más aburrida minucia
de trabajos concretos
el flujo de la historia corriendo
entre otras lecciones dolorosas
esterilizando todos los úteros
invocando metafísicas
ambos cambian
para renunciar a sus fuerzas internas





conversaciones fraseadas oblicuamente
se dejan caer por la tarde
otros lo hicieron distinto
tuvieron una criatura, un hijo
la pobreza es real pero natural
un registro de tonos destacable
aceite de máquina caliente
sol a través de la niebla
un segundo de miedo trizado
es partido en dos
a través de marcos restrictivos
llenos de un ítem particular
el sonido de otra voz
increíblemente tolerante





períodos de individualismo claramente definidos
se van con la edad, como regla
la sensación es restringida
extendida alrededor mío
el sustrato de emociones
actúan solo como porteros
interrumpidos por estrés
a diferencia de los instrumentos científicos
agarrados con las manos
derecha revertida a la izquierda
una inhibición del mecanismo del recordar
causado por escasez de oxígeno
empantana el córtex
antes que sepamos del mundo exterior





Tom Raworth
Secciones eternas
Traducción: Kurt Folch
Ediciones Tácitas, 2011.

viernes, abril 07, 2017

Cuatro poemas no recogidos en libro de Carlos Martínez Rivas


Nostalgia en las sierras
-Carretera sur, km 12-

En la vereda el rubí de una bicicleta arde
a los focos del auto que acelera entre los árboles
apareciendo desapareciendo reapareciendo...

Desde aquí y tan poca cosa, pero a ti destinada.

mnga
nica
1963





Chicanos

Los pobrísimos
matrimonios
bautizando
a sus niñas.
Buscar hallar
al fin un nombre
como CYNTHIA!
Y volver a la
miserable lucha.

l.a.
cal.
1959





Canastas

Esas mujeres viejas y voluminosas
que pasan ida y vuelta todos los días
temprano y al oscurecer, amontonadas
en el depósito trasero de camiones,
entre grandes canastas llenas y vacías;

las reconozco.

Esas mujeres fueron niñas. Niñas de rodillas
puntudas y renegridas, que yo pude haber visto.
Sí, que de seguro vi pasar,
allá por los mil novecientos treintaisiete,
con la pasión mórbida de la infancia.
Pasión que pierdes una vez y ya no recuperas.

Esas mujeres -te decía- que veo pasar
temprano y al oscurecer de ida y de vuelta
entre canastas llenas y vacías;
igual ahora hasta morir antes que nazcan,
no conocerán de la vida más que eso:
el bregar diario que despierta antes
que sus párpados, desgarrándoles el sueño.
Las madrugadas implacables. Los traseros
de camiones. Las eternas canastas.

altamira
marz 1986





Los perdedores caen en la lona

Ser el ganador es una vulgaridad.

Yo, personalmente, me sentiría abochornado
si me levantaran el brazo ante la multitud
en el cuadrilátero bajo una luz de oprobio.

¿Por qué?
¿Porque derribé a un luchador solitario
que ni siquiera combate conmigo
sino consigo
y a lo mejor era mejor que yo?
¿Por qué no le levantan el brazo también
al que está en la lona caído
si peleó lo mismo?

Gene Tunney era mejor que Dempsey.
No un bruto. Un científico. Un poeta
que escribe en su autobiografía, Arms for living:
"Allí estás solo.
No hay amigos allí. Te la juegas sin nadie.
No hay partidarios excepto tus brazos."

El perdedor estudió su técnica en anteriores
combates. La suya y la del adversario.
Las comparó en rollos de películas proyectadas
en el comedor, después de la cena, con sus hijos.
Niños de ardientes pómulos confiados en su fuerza.

Seguros de la victoria del padre.

Pero tal vez el perdedor estaba
perdidamente enamorado de su esposa
y roto por el insomnio. Como Jack Brennan.
-Sí. Jack Brennan.

Y durmió mal la víspera del encuentro.
No le respondieron los reflejos.
Se le agarrotaron los reflejos.
Se le agarrotaron los tendones del muslo.
Demasiado clinch.
Deficiente trabajo de piernas y juego de cintura
frente al otro: sereno, manteniendo
la guardia ortodoxa sobre la pierna izquierda
hasta el gancho mortífero,
como el gesto del embozado en el cartón de Goya.

El sudor del esfuerzo espaldar.
El tallado torso refulgente como diamante.
Un prisma proyectando un espectro de brazos
como luz en haces.

Pero nadie sabe que uno piensa cuando boxea.
Piensa en una caja de música de niños
y una esposa en trámites de divorcio.
Sentada Dios sabe dónde.
Dos ojos neutros en trámite de divorcio.

Ganar: vergüenza profesional.
Perder: destino sin concesiones.
Si todos somos, nadie es más grande.
Si la victoria de uno es la derrota de otro,
toda victoria es, en algún lugar,
un fraude.

altamira
enro
1984





Carlos Martínez Rivas
Años diez. Revista de poesía, número dos, otoño 2015.