La mesera
Cómo creía entonces que de verdad
para algo me serviría el físico.
Morena y delgadita
sólo por mí venían los montones de clientes
desde Managua y Los Pueblos,
ya no se diga los que entraban
de aquí de Masaya.
Me tocaban las nalgas y tenía
ofertas al escoger:
De amorcito para arriba me trataban.
Claro que me acuerdo de vos, Castillito;
desde que te fuiste a México a estudiar
siempre pedía a los amigos
razón tuya.
Ya ves, cómo me tienen los muchachos:
gorda, cansada y varicosa.
Ni estoy tan vieja
pero así son las cosas de la vida.
La mesera más linda del "Mini-16 Rojo"
y de qué me sirvió.
El vendedor de cocos
De la fila de acacias junto al adoquinado
el hombre siempre escoge la misma sombra.
Cada día es el rito vaciar el carretón,
separar los cocos, y al filo del machete
ir pelando cada coco hasta dejar
la blanca esfera de carne descubierta.
La mujer los ofrece
de dos en dos o tres en cada brazo,
sorteando buses,
saltando entre motocicletas y taxis;
pendiente del semáforo
para pegar carrera a recoger más cocos.
Desde lejos, la blancura de los cocos brilla
como los cráneos de los setenta y cinco niños místikos
muertos por la guardia somocista en Apayal:
WAN LUHPIA AL KRA NABI BA TI KAIA SA
(Muerte a los asesinos de nuestros hijos)
gritaban sus madres.
Los hijos del vendedor de cocos
desayunan un coco en la mañana
y almuerzan un coco a medio día
bajo la acacia circuncidada de cáscaras.
TAWAN ASLA TAKS, TAWAN ASLA TAKS,
(PUEBLO ÚNETE, PUEBLO ÚNETE)
GRITABAN LAS MADRES,
BAILA WALA WINA, BALAYA APIA
BAILA WALA WINA, BALAYA APIA
BAILA WALA WINA, BALAYA APIA
(DEL OTRO LADO, NO PASARÁN).
Daisy Zamora
Flor y canto. Antología de poesía nicaragüense
Selección: Ernesto Cardenal
Centro Nicaragüense de Escritores, 2006.
martes, agosto 25, 2020
Dos poemas de Daisy Zamora
martes, agosto 18, 2020
Vigilia (fragmentos)
Ganas de comerse el mundo se decía cuando había mundo y ganas y largas filas de alimentos antes de que se pudran llevarlos a la boca la tuya antes de que se pudra o la que encuentres al alcance nada de almacenes nada de silos
aunque se anuncie tormenta aunque vientos de guerra amenacen
y voces aconsejen guardar para los tiempos de escasez vacas flacas decían esa carne la he probado también esbelta con su disfraz de hueso mondo y otros frutos me he llevado a la boca el lado luminoso de los frutos y su interior y las semillas muy lejos las escupo para que no germinen en mí
cadenas en mí
Conté seis árboles un conjunto colores alineados en un cuadro violeta florecen los colores florecen
mis ojos violeta contra el fondo verde no la belleza más simple y más terrible es esto sin epifanía
el paisaje infinito su distracción mis ojos siempre en vilo verdes o violeta o lo que estaba antes del verde y del violeta
un brillo una sombra o lo que estaba antes del brillo
y de la sombra
sin medida donde el número seis es otra sílaba otro golpeteo no más árboles o árbol distinción
perdida como perdido se va todo borrando contra el fondo
hoy gris pero ese gris también se perderá
Museo lugar público donde los gritos no son gritos lugar público donde lo público se separa de lo público la colección privada el reino de las musas no la colección privada de lo público
No concluyo nada ni el paisaje concluye ayer vi unas nubes tan bajas y veloces que un grupo de gaviotas en vano las seguía graznaban o lo que sea ese chillido que hacen no la música la música concluye un anhelo de forma la apaga y así no vive no penetra en el canto del ave ni en la continuidad del paisaje
Al final de la tarde un campo de luciérnagas y la noche que cargan pequeña noche inmensa noche planetaria y en ese alumbramiento restos de otras vidas peces
a la orilla del lago trozos de piel escamas
una nueva textura de esqueletos y marcas en la arena un
campo que se apaga y se enciende que se apaga y
se enciende que se enciende y alumbra lo que no es
mío ni son mis luces
lo que se me aparece
Tanta paz sembrada había en el cementerio que supe sus huesos por toda la tierra que extendí beatífico que esparcí
qué lecturas qué códigos de una figura que presiento inmensa un ángel o nube con forma de ángel
Aíslo los sentidos tengo el sabor de la almendra en lo alto del paladar y el tono oscuro del chocolate y un vino que los mezcla aíslo la imagen de la calle la tienda de regalos a la izquierda la pequeña imprenta y el comedor donde se sientan al azar los fines de semana he oído que la comida es buena la barra semioscura y el licor que da brillo a las cosas a la derecha una vieja oficina de correos y en época de fiestas una estampilla conmemorativa que adhiero a esta postal
Juan Manuel Portillo
Vigilia
Salto de Mata, 2020.
martes, agosto 11, 2020
Taxonomía
A la manera de las pinturas de castas
de Juan Rodríguez Juárez, c. 1715
1. De español y de india produce mestizo
El lienzo es un cielo plomizo
tras ellos, cargado
con palabras, con letras doradas que inscriben
la ecuación de la sangre
esto más esto es igual a esto, como si fuera
un contrato con la naturaleza, o
un rótulo de un museo,
etnográfico, preciso. Observa
cómo la mano del padre, debajo
de su corona de encaje,
acaricia la cabeza de su hija;
ella es casi tan blanca
como él, calidad. Mira
en el broche de su cuello,
cómo la puntilla enmarca su rostro.
Es una niña, sostenida
sobre el hombro izquierdo del sirviente,
atada a él
por una cincha, por un pañuelo azul sencillo
anudado a su garganta.
Si el padre, con la mano
en su cráneo, adivina,
como lo hace el fisonomista,
los misterios
de su naturaleza, prolijos,
legibles en su carne clara,
en el suave rizo de su pelo;
no podemos saberlo: es tan dulce
la forma en que la contempla.
La madre, mirándolo
de soslayo,
con un pañuelo en la cabeza
blanco como la cara del hombre,
con su peluca empolvada, hace un gesto
con una mano, la forma
de la letra C. Mira,
parece decir,
lo que hemos hecho.
El sirviente, que todavía es un niño, estira
el cuello, vuelve su cara
hacia todos ellos. Él es oscuro
como la historia, es el origen de la palabra
nativo: el peso de la sangre,
una dueña pálida sobre su espalda.
2. De español y negra produce mulato
Sin embargo, los siglos no han apagado
la aspereza de la expresión del niño.
Si hay alguna luz dentro de él, no resplandece
en la pintura que sostiene su cara
de perfil --con la frente redonda, los ojos
casi cerrados bajo una ceja poblada--.
Aunque dentro, el padre del chico permanece de pie
con su abrigo y su sombrero. Como si acabara de llegar,
o se estuviera marchando. Lo vemos
ausente, liándose un cigarrillo, miope,
sus párpados trazados frente al niño
pasan delante de él. En la cocina,
la madre del niño se retuerce, vigilante,
con el cuello girado sobre su espina dorsal, rojos abalorios
unidos a su garganta como un collar de sangre,
su cara es tan negra que casi desaparece
en el lienzo, en la pared oscura en la que
contemplamos las palabras que los nombran.
¿Cómo podemos interpretar todo esto?
Cambiar las palabras que hay sobre sus cabezas,
poner algo más en lugar del niño,
una mesa, quizás, sobre la que el hombre pueda dejar
el sombrero, o un perro al que honrar con
la bendición de su tacto, y la historia
cambia. El niño es un palimpsesto de la pintura,
capas de color, la historia lo representa
con el más perfecto matiz intermedio.
Antes de esto él no era nada: un lienzo
en blanco, antes que la imagen o la palabra, antes
de que la última pincelada lo fijara para siempre en su lugar.
3. De español y mestiza produce castiza
¿Cómo no ver
en este gesto
la mentalidad
de la colonia?
En los brazos de la madre,
la niña, colgada
de sus entrañas
la oscura cuna
de la sangre mezclada
(llamémosla México)
se vuelve hacia el padre,
alcanzándole
como de regreso a España,
a la promesa de la alquimia
de la sangre, tres simples pasos
hacia la pureza:
de un español y un indio,
un mestizo;
de un mestizo y un español,
un castizo;
de un castizo y un español,
un español.
La vemos aquí,
una generación después,
casi resbalándose
del cuidadoso abrazo de su madre.
4. El libro de castas
Llamémoslo el catálogo
de sangres mixtas, o
el libro de nada:
ni español, ni blanco, sino
mulato torna-atrás (o
tente en el aire) y
la morisca, el lobo, el chino,
zambo, albino y
el no-te-entiendo, el
"I don't understand you".
La guía de la colonia,
el registro de cada nacimiento cruzado,
es la tipología de la mancha,
de la pintura, la tacha, la mota mancillada:
lo que puede ser purificado,
y lo que no, el negro destino
de Canaán. Parece
un chiste verde: ¿cómo llamas
a ese espacio entre
las oscuras geografías del sexo?
Llamémoslo la mancha: como en
No es ni lo uno ni lo otro,
ilícito y todavía hoy nombrando
lo que hay en medio. Entre
sus padres, la niña,
la mulata torna-atrás,
no puede escapar de su abrazo,
del tríptico que hace sus cuerpos
en la pintura, en la sangre: su nombre
está escrito en el Libro
de castas --todos sus iguales están como ella
cautivos de una palabra--.
Natasha Trethewey
Versión en español: Nieves García Prados
Tomado de Antología de poetas laureados estadounidenses (1937-2018)
Selección, prólogo y mayor parte de las traducciones: Luis Alberto Ambroggio
Vaso Roto, 2019.