miércoles, noviembre 30, 2005

La poesía (fragmento)


He sido profesor de literatura inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y he tratado de prescindir en lo posible de la historia de la literatura. Cuando mis estudiantes me pedían bibliografía yo les decía: "No importa la bibliografía; al fin de todo, Shakespeare no supo nada de bibliografía shakespiriana". Johnson no pudo prever los libros que se escribirían sobre él. "¿Por qué no estudian directamente los textos? Si estos textos les agradan, bien; y si no les agradan, déjenlos, ya que la idea de la lectura obligatoria es una idea absurda: tanto valdría hablar de felicidad obligatoria. Creo que la poesía es algo que se siente, y si ustedes no sienten la poesía, si no tienen sentimiento de belleza, si un relato no los lleva al deseo de saber qué ocurrió después, el autor no ha escrito para ustedes. Déjenlo de lado, que la literatura es bastante rica para ofrecerles algún autor digno de su atención, o indigno hoy de su atención y que leerán mañana."
Así he enseñado, ateniéndome al hecho estético, que no requiere ser definido. El hecho estético es algo tan evidente, tan inmediato, tan indefinible como el amor, el sabor de la fruta, el agua. Sentimos la poesía como sentimos la cercanía de una mujer, o como sentimos una montaña o una bahía. Si la sentimos inmediatamente, ¿a qué diluirla en otras palabras, que sin duda serán más débiles que nuestros sentimientos?
Hay personas que sienten escasamente la poesía; generalmente se dedican a enseñarla. Yo creo sentir la poesía y creo no haberla enseñado; no he enseñado el amor de tal texto, de tal otro: he enseñado a mis estudiantes a que quieran la literatura, a que vean en la literatura una forma de felicidad.

Jorge Luis Borges
Siete noches
Fondo de Cultura Económica, 1980

miércoles, noviembre 23, 2005

Helecho corazón de amapolas (fragmento)


Mamá esta noche quiero salir a bailar con mis amigos Mamá esta noche quiero salir a mover los huesos las prótesis y las penas Quiero salir de casa y que el viento me desordene el pelo y mi tocado Quiero caminar por las calles aledañas al castillo de los centinelas Borracho feliz y con un nombre de fantasía que resuene en todo el barro Quiero ir a una disco que esté muy de moda donde haya luces rojas y azules en el piso y que parpadeen al ritmo de la frenética música Quiero que tenga en el centro una pileta con delfines y orcas acrobáticas que se muevan al compás punchi punchi y que jueguen con condones inflados Quiero que haya un suave humo rosado alucinógeno y fresco Quiero que en las paredes haya pinturas de Brueghel de Velázquez de Klee y que luego una lesbiana go go dancer les prenda fuego y se coma las cenizas Quiero que las chicas y los chicos parezcan chicos y chicas Quiero que lleguen borrachas mis amigas la inverlink la euro latina y la codelco Quiero que venga David (el de la vereda) para que podamos volver a hacer algo entretenido ahora con un poco más de $600 Quiero que aparezca el borracho de Bellavista padre de Elba Ester quien murió de cáncer a los 27 años con una pierna amputada y regalarle la fiesta para que traiga toda su patota de mendigos que andan por Pío Nono jugando al pillarse con una caja de Bodega Quiero que esté la más hermosa juventud de las universidades privadas y que sean mis fans y me consientan en absolutamente todos mis caprichos Quiero que Thalía Paulina Rubio Lynda y la Trevi toquen toda la noche Quiero que afuera haya un cartel con los nombres de toda la gente que tiene prohibido entrar a esta maravillosa fiesta Todos los poetas del 90 y todos los poetas del 60 Quiero que esta fiesta nunca termine y que sea el sueño 3


Héctor Hernández Montecinos
PUTAMADRE
Zignos, 2005

martes, noviembre 15, 2005

El indio no es el que mira usted...

El indio no es el que mira usted
en el catálogo de turismo,
cargando bultos
o llevándole comida a la mesa.
Tampoco el que ve desde la ventanilla
y pide monedas haciendo malabares,
ni el que habla una lengua muy otra
y resiste fríos nocturnos.
No, el indio está adentro,
y a veces se le sale, acéptelo,
aunque lo entierre en apellidos,
aunque lo socave bien
y niegue su manchita de infancia,
ahí está, acéptelo.
Y si aparece esa agua rancia,
voraz, el aguardiente que inflama,
ya verá que se le sale,
el indio empuja con su fuerza de siglos,
emerge ardoroso y se le sale,
con lo guardado,
con lo que dura doliendo.
No, no es otro,
el indio soy yo,
a ver, repita conmigo.

Allan Mills
Poemas sensibles
Praxis, 2005