Los grandes poemas de la historia, como Aullido de Allen Ginsberg o El segundo advenimiento de Yeats y Hojas de hierba de Walt Whitman, entre otros, tuvieron profundos efectos en la gente cuando fueron escritos, cambiaron radicalmente la cultura y, cuando eso se obtuvo, fueron retirados a los museos de la poesía, como Rembrandts y Picassos en museos de arte, convirténdose en historia. Pero los grandes poemas se siguen escribiendo sin cesar, transformándose. No se puede evitar que los grandes poemas lleguen.
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A los poetas se les pide leer los poemas, es parte de su trabajo. El sonido de las palabras y sus cualidades musicales son parte del poema. Con los años aprendí a interpretar. No me formé como músico, ni como actor, y no muchos poetas en aquellos años lo hacían, así que tuve que inventármelo, y así es cómo he trabajado con la respiración y el tono, y ensayado infinitas veces hasta la perfección. Desde 1963 hasta el presente, 2011, casi cincuenta años después, todavía estoy aprendiendo a interpretar poemas.
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Al ser un poeta asumes un voto de pobreza. A los poetas nunca se les paga. Es parte del oficio, no es malo ni bueno, es como es. Lo extraño del asunto es que a los poetas nunca se les ha pagado en todas las culturas, en todas las civilizaciones, en toda la historia desde el principio de los tiempos. Es curioso. Lo he investigado: en la antigua India y en la China, en Egipto, y en la Europa ocidental, el poeta era un marginal, el bufón, y decía los que nadie más se atrevía a decir. En nuestro tiempo, incluso William Burroughs y Allen Ginsberg ganaron una cantidad muy modesta de dinero para lo enormemente famosos que fueron. Los poemas no son una mercancía, como lo es el arte. Una vez que sabes las reglas del juego, es una alegría ser poeta. Dado que no hay nada que perder, puedes asumir todos los riesgos que quieras.
John Giorno
Me he resignado a quedarme aquí
Traducción: Martín Rodríguez-Gaona
Lustra Editores, 2011.
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