59 pasadores metió el marido en la tumba de la mujer
con un pasador entre los fuertes dientes
la vio el marido en sus recuerdos
la vio arreglándose
el peinado
Helena Sinervo (1961)
El parabrisas y Dios (fragmento)
Aunque se rompió
entre mí y el cielo
el último obstáculo,
algo quedó
a medias: tuve que
quedarme aquí, detrás
del parabrisas roto
y recordar,
demasiado. Pasó un rato
largo, volví a entender
lo dicho, el radio siguió
charlando. Tuve
que mirar la roja
huella fugaz
en el poste y dejar
un mensaje en la contestadora.
Jyrki Kiiskinen (1963)
La compañía de los santos
Iba yo a ponerme a escribir un poema
largo, en el cual se divisan dentro de ti
los prados de Irlanda, verdes como el mar,
y los altozanos, pisados, completamente investigados
por Joyce y Heaney. Pero la idea
de que el teléfono sonara traería el poema a la vida,
al cuarto, o el recibo de la luz caería
sobre las rayas de la alfombra vestibular,
sobre las despedidas borradas por tantas plantas de pies
lo impidió. No obstante todo es música y poesía,
la espera de la hermana. El más eterno tema
cavado en la mente, ondeando allá. El cielo
nublado, gris de hierro, como estrofa
perdida de los poemas tardíos de Ajmátova,
a los que la memoria de nadie puede alcanzar.
Llena de vida que se lleva todo volando,
allá lejos, sobre el bosque de abetos.
Confusamente, como el pelo despeinado de Brodsky.
El viento, las ramas. Todo el enigma que se queda
igual, solo un poco, apenas,
sin cambiar de lugar.
Jouni Inkala (1966)
narcosis
durante la anestesia
el pez-linterna iluminaba la tumba del mar profundo
cuando fue arrancado a la superficie, no soportó
el cambio de presión y reventó
sus pensamientos rojos prorrumpieron
salieron hechos espuma
el corazón lavado y seco, hielo en los pulmones
en el pecho un frío de siete grados bajo cero
se incorporó en medio de la operación
y dijo: "he visto
cosas horribles"
nadie había llegado nunca a tal profundidad
por las heridas de un octogenario
explosiones en la trinchera, pero el soldado ruso
caminó derecho a él
carecía de un pómulo, le faltaba parte del cráneo
la música se desprendía en el frío
como vapor de réquiem de los centenares de muchachos muertos
después de la intervención
los murciélagos dificultaban la comida
los compañeros de cuarto iban a ejecutarlo
hubo intrigas en el hospital: decidió llevar
sus excrementos a análisis
(lo estaban envenenando)
"fue una locura aquello"
reconoció más tarde
en sus ojos aún tenía esa mirada de vidente de espíritus
con la que había iluminado el fondo de los abismos del infierno
afuera la nieve había cubierto
cada lugar sombrío de la tierra, tranquilamente palpitaba
el limpio corazón operado
Markku Paasonen (1967)
Habla la luz con voz de corneja. Antología de poesía finlandesa actual
Selección y traducción: Jukka Koskelainen y Tarja Roinilla
Conaculta, 2003.
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