martes, agosto 11, 2020

Taxonomía

A la manera de las pinturas de castas
de Juan Rodríguez Juárez, c. 1715

1. De español y de india produce mestizo

El lienzo es un cielo plomizo
     tras ellos, cargado
con palabras, con letras doradas que inscriben
     la ecuación de la sangre

esto más esto es igual a esto, como si fuera
     un contrato con la naturaleza, o
un rótulo de un museo,
     etnográfico, preciso. Observa

cómo la mano del padre, debajo
     de su corona de encaje,
acaricia la cabeza de su hija;
     ella es casi tan blanca

como él, calidad. Mira
     en el broche de su cuello,
cómo la puntilla enmarca su rostro.
     Es una niña, sostenida

sobre el hombro izquierdo del sirviente,
     atada a él
por una cincha, por un pañuelo azul sencillo
     anudado a su garganta.

Si el padre, con la mano
     en su cráneo, adivina,
como lo hace el fisonomista,
     los misterios

de su naturaleza, prolijos,
     legibles en su carne clara,
en el suave rizo de su pelo;
     no podemos saberlo: es tan dulce

la forma en que la contempla.
     La madre, mirándolo
de soslayo,
     con un pañuelo en la cabeza

blanco como la cara del hombre,
     con su peluca empolvada, hace un gesto
con una mano, la forma
     de la letra C. Mira,

parece decir,
     lo que hemos hecho.
El sirviente, que todavía es un niño, estira
     el cuello, vuelve su cara

hacia todos ellos. Él es oscuro
     como la historia, es el origen de la palabra
nativo: el peso de la sangre,
     una dueña pálida sobre su espalda.




2. De español y negra produce mulato

Sin embargo, los siglos no han apagado
la aspereza de la expresión del niño.

Si hay alguna luz dentro de él, no resplandece
en la pintura que sostiene su cara

de perfil --con la frente redonda, los ojos
casi cerrados bajo una ceja poblada--.

Aunque dentro, el padre del chico permanece de pie
con su abrigo y su sombrero. Como si acabara de llegar,

o se estuviera marchando. Lo vemos
ausente, liándose un cigarrillo, miope,

sus párpados trazados frente al niño
pasan delante de él. En la cocina,

la madre del niño se retuerce, vigilante,
con el cuello girado sobre su espina dorsal, rojos abalorios

unidos a su garganta como un collar de sangre,
su cara es tan negra que casi desaparece

en el lienzo, en la pared oscura en la que
contemplamos las palabras que los nombran.

¿Cómo podemos interpretar todo esto?
Cambiar las palabras que hay sobre sus cabezas,

poner algo más en lugar del niño,
una mesa, quizás, sobre la que el hombre pueda dejar

el sombrero, o un perro al que honrar con
la bendición de su tacto, y la historia

cambia. El niño es un palimpsesto de la pintura,
capas de color, la historia lo representa

con el más perfecto matiz intermedio.
Antes de esto él no era nada: un lienzo

en blanco, antes que la imagen o la palabra, antes
de que la última pincelada lo fijara para siempre en su lugar.




3. De español y mestiza produce castiza

¿Cómo no ver
     en este gesto

la mentalidad
     de la colonia?

En los brazos de la madre,
     la niña, colgada

de sus entrañas
     la oscura cuna

de la sangre mezclada
     (llamémosla México)

se vuelve hacia el padre,
     alcanzándole

como de regreso a España,
     a la promesa de la alquimia

de la sangre, tres simples pasos
     hacia la pureza:

de un español y un indio,
     un mestizo;

de un mestizo y un español,
     un castizo;

de un castizo y un español,
     un español.

La vemos aquí,
     una generación después,

casi resbalándose
     del cuidadoso abrazo de su madre.




4. El libro de castas

Llamémoslo el catálogo
     de sangres mixtas, o

     el libro de nada:
          ni español, ni blanco, sino

mulato torna-atrás (o
     tente en el aire) y

la morisca, el lobo, el chino,
     zambo, albino y

el no-te-entiendo, el
"I don't understand you".

     La guía de la colonia,
          el registro de cada nacimiento cruzado,

es la tipología de la mancha,
     de la pintura, la tacha, la mota mancillada:

     lo que puede ser purificado,
          y lo que no, el negro destino

de Canaán. Parece
     un chiste verde: ¿cómo llamas

     a ese espacio entre
          las oscuras geografías del sexo?

Llamémoslo la mancha: como en
     No es ni lo uno ni lo otro,

     ilícito y todavía hoy nombrando
          lo que hay en medio. Entre

sus padres, la niña,
     la mulata torna-atrás,

no puede escapar de su abrazo,
     del tríptico que hace sus cuerpos

en la pintura, en la sangre: su nombre
     está escrito en el Libro

     de castas --todos sus iguales están como ella
          cautivos de una palabra--.





Natasha Trethewey
Versión en español: Nieves García Prados
Tomado de Antología de poetas laureados estadounidenses (1937-2018)
Selección, prólogo y mayor parte de las traducciones: Luis Alberto Ambroggio
Vaso Roto, 2019.

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