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Este pan tiene el sabor de un recuerdo,
comido en esta pobre fonda,
donde está más abandonado y atestado el puerto.
Y disfruto de la amargura de la cerveza,
sentado a medio camino del retorno,
frente a los montes nublados y al faro.
Mi alma, que ha vencido su pena,
con ojos nuevos en el antiguo atardecer
mira a un piloto con su esposa encinta;
y un barco, cuya vieja madera
brilla al sol, y con la chimenea
tan larga como los dos mástiles, es un dibujo
infantil, que he hecho hace veinte años.
¡Y quién me iba a decir que mi vida
sería tan bella, con tantos dulces afanes,
y tanta apartada dicha!
Umberto Saba
Casa y campo. Trieste y una mujer
Traducción: Carlos Vitale
La Poesía, señor hidalgo, 2003.
miércoles, julio 28, 2010
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