Primera muerte
Mi nombre es Nenfas.
Vivo en Pachitea. Mi suegra todo el día
me dice serrano. Regreso de traer algarroba
y ella me grita serrano.
Esta tarde
frente a un viejo algarrobo donde a veces
lloro mi desdicha o me alegro el corazón
con las soñas y los chilalos diré déjame
algarrobo tu sombra para que yo pueda
colgarme tranquilo y ya no me digan más
serrano y me verá róger santiváñez
a los 12 años y 13 años después él cantará
con la soledad que yo le entregué
esa noche de verano cuando me vio ahorcado
y en la arena aún correteaban
las iguanas.
Diabla García
La chica más linda. No puedo recordar su nombre pero sí su uniforme del Lourdes, azul profundo y la insignia dorada, igual a su pelo adolescente. Belleza de una muchacha a los quince años, al costado de mi casa. Contemplarla subiendo al ómnibus de su colegio, guardar cada una de sus frases -piezas de oro- en el fulgor de un atardecer en los vidrios de Santa Isabel. Vivía ella en su reino de pureza e inocencia, antes de la Reforma Agraria. Reinaba con la suave delicadeza de quien se sabe perfecta. En malla negra -a la vera del jardín- despachaba a su pretendientes, jóvenes audaces con los ojos verdes. Hubo sábados de rock y muchachos convertidos en Jim Morrison para ella. Recuerdo a Gonzalo Higueras deslumbrando con una blanca guitarra eléctrica, la noche más bacán de la última primavera. La ola instantánea de la Reforma clausuró ese paraíso. Sentí la pena en el corazón de mi vecina. Su hermosura inasible -ansiedad de los conquistadores- marchó a la Argentina. Piura perdió su prístina tersura intocada. Yo era un niño todavía/todavía la recuerdo: coqueta y esquiva. No se la agarró nadie.
Las cosas
Cuando pasa el botellero gritando
por los objetos que recoge, yo
vengo a sentarme en el garage.
Desde allí imagino el fuego en
la plancha de carbón de antaño.
Era bonita en la antesala
de la puerta del postigo.
¿En qué tarde como ésta
fue a perderse en el olvido?
Las cosas de mi madre, budas,
elefantes, y el aroma del jazmín.
Su espíritu reina todavía
entre los muebles de esta casa
y es su música Regresa, Only you
un éxtasis de viento en su jardín.
La lata china
Aún conserva el fino aroma del té.
Increíble su constancia en una esquina
de la vieja cocina de mi madre.
A través de los años y los viajes
la he visto inmóvil en su sitio,
encima del lejano aparador
en la casa de Junín 381, muerta
niñez y pubertad infinita aquí
en Santa Isabel de nuevo la alacena,
el lavadero y la esquina con su lata.
Nadie la usa. Olvidada permanece y
es roja y es negra y es dorada.
La miro diariamente y no entiendo
qué hace allí embadurnada de tiempo.
No he podido tocarla, quizá si la abro
brote un genio oriental
el espíritu de este fino atardecer,
su dueña original.
Alejandro / el tío
Alguna vez lo vi en una esquina
alto y su uniforme
Los ojos azules me llevaron
a estadios brillantes
Sorbía un vaso de cerveza
me buscaba palabras en el diccionario
o reíamos
Su bondad limpió mi corazón
largas temporadas con nosotros
viejos atardeceres melancólicos
y compartió mi soledad
Gran belleza y en sus
rudas manos acariciando
cantaba la chiroca
En la mañana fue adelgazando
sobrio, duro
(Los pasillos de los hospitales son tan fríos)
Se lo llevaron
Aprendí
que los geranios habían sido regados por él.
Eucaristía (fragmento)
Sólo para tu carita de estambre que se
Revienta en millares de hojas esparcidas
Extraños sueños siniestros
Me hicieron doler pero reconocer que
El dolor político no es otro tema de
Mi canción nunca me metí en la trinchera
Me fui hui huyendo como dijo Heraud
Aunque él sí murió por nosostros
Soy hinostroziano no creo
En las guerras no creo en nadie soy
Un lumpen maldita la hora en que hablé
Con un lumpen no soy un lumpen soy
Róger Santiváñez
Dolores Morales de Santiváñez
Hipocampo/Asalto al cielo, 2006.
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