Hey, malú, asume la vida de gato
que te toca saltar de techo en techo
porque ni siquiera un poco de sol
los hará volver
porque no nacimos para dar
pero tampoco para recibir
hay que asumir el costo
te estás chalando
nada te llena
y el hastío te agarra de espaldas
por eso le seguimos el juego
a los imbéciles
y corremos en esta carrera de equinos
de mala sangre
cuando el poeta canta su bar cecil
y Dios le guiña un ojo
y por el otro le cae un goterón de tinto
de aburrido tinto.
Hey, malú, nace una estrella
nadie quiere el nobel
pero se mueren de sólo pensarlo
los poetas se odian
toman juntos pero se odian
a quién le importa
que se maten
que se tengan pica hasta la muerte
total, de todas maneras
no tenemos quien nos abrace
porque los gatos se retiran de noche
quién sabe dónde.
Hay que asumir, pendeja
que estás sola
que te bailas un rock
para quitarte las ganas -tú sabes de qué-
porque de tanto perraje patriarcal trompeteado
estás hasta la tusa
y ellos siguen tirándose a partir
prejuiciados
amablemente discrepantes
hey, malú una raja, qué te importa
si ni siquiera encuentras algo que te importe
por eso callas y luego ríes
porque nadie te llena el hoyo,
ni el vino
ni los machitos
ni mirar sus traseros sin forma
no te queda más que caminar borracha
y llegar borracha a tu home
piedrita mendiga.
Todas estas mujeres salen cubiertas de pieles de la Ópera, yo escucho a Jessie Norman semidesnuda, bebiendo un poco, leyendo a James Baldwin, y escribiendo estas cosas que todavía no sé qué son, ni para lo que pueden servir, salvo para otros que están como yo aburridos, sin hacer más que leer o arrojarse en una butaca a ver un buen film, no intento conmover a nadie, la jubilosa masa de gente recorre el centro, y sus ropas cambian de color bajo los innumerables letreros, yo descanso de ellos en este apartamento, sin ninguna compañía. Desde la ventana los veo caminar enmudecidos por el tráfico y la música de clubes nocturnos, un par de muchachos cantan un viejo bolero a la entrada, una fina lluvia comienza a caer. Este es mi futuro, mi tremenda soledad.
En sus adaptadas caras, los años pasan sin perdón, es mi fastidio lo que los mantiene vivos, si no los viera felices, cuando el tiempo se invierte, pensaría que la vida ha sucumbido, por suerte ha pasado la hora, mientras la lluvia cae más gruesa, la calle ha quedado sola, cojo del frasco un par de pastillas y me echo a dormir.
no sé cuándo me perdí, cambié el rumbo de esta vida, sigo a unas cuantas palabras como una esclava, como una vagabunda arrastro mis mugres, dejo que sus cadenas me rompan los tobillos, que desaten sobre este cuerpo su furia, y aguanto indigna como soy los golpes de la vida, abajo la vida duele, en las afueras de Santiago da de patadas, no sabes el peso que tienen las palabras, por eso no me mientas, no fui hecha para las luces de la escena, quién te dijo que amaba la escritura, en estas páginas reside todo mi mal, y todo mi mal radica en haber escogido vivir de las palabras, no me importa que pienses que caigo, que pierdo el equilibrio, que me derrumbo, porque no me derrumbo, ni pierdo el equilibrio, me desmorono, cada vez que escribo me desmorono, como una estocada que no se alcanza a sentir de tan certero el golpe, sólo aparece la sangre, la sangre es la señal de la herida, porque aunque te diga que he olvidado, no olvido, recuerdo los golpes de una vida miserable, golpes que sonaban secos en la carne de mi madre, por eso los ojos son cuchillos, llevo cuchillos porque el cuerpo es frágil.
Malú Urriola
Las estrellas de Chile para ti
Cuarto Propio, 2015.
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