Detrás del crush hay otro crush
que también disloca ilusiones
y rompe relojes bajo el sol
para hacerle ojitos a tus traumas.
Su piel también está marcada
por los suaves filos de los sueños.
Y en su boca hay un cementerio
que suena a discoteca.
Hay que hacer una narrativa
con las piezas que sobraron
la última vez que compartimos algo
en redes sociales.
¿Cómo le digo al algoritmo
que no me muestre tus historias
a menos que las subas pensando en mí?
Me derrito como hielo afuera de una hielera
en un lugar donde llega a 40 grados
y no hay calentamiento global.
Si dios no hubiera querido que me crushara,
no te hubiera puesto en mi camino.
Ni modo de no seguirle el rollo.
Eres poesía literalmente pero todos también.
Aun así me divierto escribiéndote poemas,
como un adolescente que mira flores en su teléfono.
Soy ese encendedor que te llevaste sin querer
y no piensas regresar. No pasa nada.
Puedo encender una fogata con mi corazón:
pronto habrá luna llena.
De cuando caminaba a lecturas de poesía
con la cabeza llena de máquinas descompuestas
y sobre mis ojos aterrizaban ovnis
abduciendo mis ganas de besar a la vida.
En mi mochila un jarabe
y folletos para engrandecer el universo.
Poseído por submarinos que implosionan
como noches ante el peso de la memoria.
Una oda a las personas que dejaron de seguirme
y a las tortas de tamal afuera del metro.
Inhalábamos versos, no líneas
y sus ecos corrompían nuestros sentimientos,
como un televisor descompuesto
en la década de los noventa
cuando las nubes se nos presentaban
como malvaviscos envenenados
y mi corazón era una bola de disco
en una discoteca embrujada.
Mis amigos bailando con los ojos en blanco
a punto de ser atropellados
por un tren cuya estación no pudimos demoler.
Nuestros restos en el fondo del mar
resguardados por pandillas de pulpos
dispuestos a acuchillar la esperanza.
Veo cómo te sumerges en una tina de four loko
y se antoja
rodearme de auroras boreales
cambiar de lugar con mi sombra,
quemar un invernadero y mover las antenas,
espantar los visuales
que traen la música al templo.
Hay flores subliminales en tus ojos.
Las luces cambian de color sin razón.
Nieva en mi interior y he aprendido
a no salir de mi cuerpo sin pagar la renta.
Ahorro para aburrirme dignamente.
Hay brillos que se quedaron en mi visión
y combinan con tus tatuajes.
la noche se desplaza.
Eres un imán de naufragios.
No quiero volver a casa.
Augusto Sonrics
Mentiras de poetas
Juan Malasuerte, 2025