Hubo castigos por llegar noche,
pero un botín con insectos en frascos.
Prosopopeya,
mariposas palidecieron.
El cuento de un ocaso mínimo entre zacates.
Saber todo era
permanecer quietos
el tiempo suficiente
hasta que las libélulas,
de una en una,
zumbando,
podían acercarse
para rodearnos
con la confianza
que guardan
a los arbustos.
Lo que haría con un arma
imaginar
que no la tengo
que no me tiene
con las manos al volante
toda la noche
por el resto de mi vida
hasta llegar
al final de un país
que fue una promesa
tras miles
de kilómetros
solo para sentir
al detener el coche
que esa es la primera
y única ocasión
que en el mundo
amanece
Informe para un niño que fue mi amigo
por un día cuando yo era niño
A veces imagino
que nos reencontramos
en una panadería.
Del puente solo quedan
recuerdos de tablas rotas.
Todavía llueve.
Aún no sé conducir
a pesar de todo lo que hablamos
de tripular un cohete.
Recolecto nubes
a las 17:45.
Las palabras siguen oxidadas.
Vivo de las sobras
de mi tiempo en el trabajo.
Le temo a los bares.
Si conoces la cura para el insomnio
mándame señales con luciérnagas.
viernes, noviembre 14, 2025
Cuatro poemas de Jorge Orlando Correa
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