domingo, febrero 07, 2010

Premio Nacional Austriaco de Literatura (fragmento)

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Cuando la gente me preguntaba quién había recibido el Gran Premio Nacional, decía siempre que nada más que imbéciles, y si me preguntaban cómo se llamaban esos imbéciles, citaba a una serie de imbéciles que para todos ellos eran desconocidos, sólo yo conocía a esos imbéciles. Y ese Senado de las Artes se componía por consiguiente nada más que de imbéciles, decían, porque calificas de imbéciles a todos los que componen el Senado de las Artes. Sí, decía yo, en el Senado de las Artes no hay más que imbéciles, y concretamente imbéciles católicos e imbéciles nacionalsocialistas, y además algunos judíos como coartada. A mí me asqueban esas preguntas y esas respuestas. Y esos imbéciles, decía la gente, eligen cada año nuevos imbéciles para su Senado al concederles el Gran Premio Nacional. Sí, decía yo, cada año se elige a nuevos imbéciles para el Senado que se llama Senado de las Artes, y es un mal imposible de extirpar y un absurdo perverso en nuestro Estado. Se trata de una asamblea de los mayores inútiles y cabrones, decía cada vez. Y entonces, ¿qué es el Pequeño Premio Nacional? Y yo respondía, el Pequeño Premio Nacional es lo que se llama un estímulo al talento, y lo han recibido ya tantos que no pueden enumerarse, entre ellos yo ahora, porque, como castigo, me han concedido el Pequeño Premio Nacional. ¿Como castigo por qué?, me preguntaban, y yo no sabía qué responder. El Pequeño Premio Nacional, decía, es después de los treinta una infamia, y, como tengo ya casi cuarenta, es una infamia monstruosa. Decía sin embargo que me había jurado enfrentar esa infamia y no pensaba rechazar esa infamia monstruosa. No estoy dispuesto a rechazar veinticinco mil chelines, decía yo, soy codicioso, no tengo carácter, yo también soy un cerdo.


Thomas Bernhard
Mis premios
Traducción: Miguel Sáenz.
Alianza, 2009.

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