viernes, mayo 01, 2020

Cinco poemas del Cuaderno de traducciones de Ernesto Hernández Busto


Silencio
Mariannne Moore

Mi padre solía decir:
"La gente con clase no hace visitas largas,
no hay que mostrarles la tumba de Longfellow
ni las flores de cristal en Harvard.
Seguros de sí mismos como el gato
--que se lleva su presa a la guarida,
la cola fláccida del ratón colgada de su boca como cordón de zapato--,
a veces disfrutan de la soledad,
y pueden quedarse sin palabras
por unas palabras que los deleitaron.
El sentimiento más hondo se muestra siempre en silencio;
no en el silencio sino en la contención".
Tampoco era insincero él al decir: "Haga usted de mi casa su posada".
Las posadas no son domicilios.





Él era débil y yo fuerte, entonces
Emily Dickinson

Él era débil y yo fuerte, entonces,
así que me dejó que lo guiara.
Y luego débil yo, y Él era el fuerte,
y permití que a casa me llevara.

No era lejos, la puerta estaba cerca,
no tan oscuro si Él también venía,
no levantó la voz ni dijo nada
de todo lo que a mí me preocupaba.

Irrumpió el día, debimos partir,
ninguno de los dos ya era el más fuerte.
Ambos luchamos, el intento hicimos,
y sin embargo, no lo conseguimos.





La felicidad
Louise Glück

para Kelly

la felicidad son los objetos de cumpleaños
y la llegada de cosas dulces
cuando son inesperadas

la felicidad es cuando el instante
captura un rayo de sol y una risilla
sale de las tinieblas para echar un vistazo

la felicidad es cuando el cuerpo
rima con el corazón y todo nuestro ser
fluye como un torrente de montaña

la felicidad es cuando una diablura
baila como estrellas en los dedos
y no hay adultos a la vista

la felicidad tiene su propio reloj
llega en breves tics --luego
hace tac donde nadie la encuentra





Los sanadores
Sharon Olds

Cuando dicen, Si hay algún doctor a bordo
que se presente y nos lo haga saber, me acuerdo de cuando
mi ex marido se levantaba, y me gustaba ser
la que estaba a su lado. Ahora dicen
que no funciona a menos que seas su igual.
Y después de esos primeros treinta años,
yo no era la que él quería a su lado al levantarse
o al regresar --no yo sino ella, que también
se alzaría si fuera necesario. Ahora los veo,
levántándose, juntos, en grandes
alas médicas de aves zancudas --como cigüeñas con sus
maletines de doctor de semejantes-gustan-de-semejantes
colgando de sus picos. Pues bien. Así fue
como fue, él no fue feliz cuando pidieron
unas palabras y yo me levanté.





Lamento del viejo astronauta
Sergio Solmi

¿Qué habré sido
yo, de las cosas calientes
que otros llaman el mundo, la vida? Por años
he accionado propulsores y frenos
he controlado
los giróscopos, he vigilado
los índices de los campos
gravitacionales, el encenderse y apagarse
de las luces sobre los tableros.
                         Durante años
atravesé el océano sin riberas,
la esfera ilimitada, el todonada,
el vacío donde ya no hay
arriba ni abajo, ni orientes
ni occidentes, sólo la arremolinada,
llameante noche del abismo.
En cada punto me encontraba en el centro
y el horizonte no estaba en ningún lado.
He surcado las corrientes
multicolores de los meteoros, he bordeado
los astros en fusión, los soles apagados
a la deriva sobre la órbita, he sorprendido
la explosión de las novas, sobre la cabeza
(¿o los pies?) me recorrían,
crecían y mermaban,
las nebulosas, las galaxias. Con la leve
presión del dedo he desenredado
la ruta frágil entre las vorágines
de fuerzas en tensión.

¿Qué habré sido yo
de los hombres y sus historias? Decían
que en una hora de mi vuelo
se marchitaban, renacían
las eras, las civilizaciones. Yo nunca me di cuenta.
A veces he avistado
tiernos planetas veteados
de sombras, de mares, de nubes,
pero a tal distancia que un poco más tarde
podía pensar que eran ilusiones. Volvían
a confundirse dentro del pulular
enorme de las constelaciones mutantes,
a disiparse en el horrendo avance
del número, entre las coloreadas,
inertes, alucinantes,
abstractas geometrías del cosmos.
                                     ¿Acaso supe
alguna vez de los domingos a lo largo del río,
de los lugares a la sombra, de las risas
bajo el emparrado, de los golpes
de los jugadores de petanca? ¿Y los regresos,
bien entrada la noche?
De mis arribos
supieron sólo las banderas,
los faros, las barras, las rampas
de los astropuertos. Y a la salida
de la cabina de descompresión, me esperaba
calmo, idéntico, fijo,
fuera del espacio-tiempo,
el umbral de la casa.






VV. AA.
Cuaderno de traducciones [Primavera]
Selección y traducción: Ernesto Hernández Busto
Lorem Ipsum, 2015.

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