jueves, mayo 28, 2020

Cuatro poemas de Legna Rodríguez Iglesias


Kenozero

A nadie le importaría verme
sentada en la fila doce
del cine más importante de la ciudad
viendo una película rusa en una noche
sobre un tipo que es cartero
con actores que no son actores
sino personajes de la vida cotidiana
de un lugar en el culo del perro

a orillas del lago tal.

A mitad de la película
el tipo comienza a ver un gato sobre su pecho.

A nadie le importaría que hubiera un gato en el cine
sentado en una butaca al lado de mi butaca
expresando emociones positivas con su cola.

A mitad de la película el gato de la película comienza a
mirarme de reojo.

A nadie le importaría llevarme a lo más hondo,
entre pinzas de mandíbula, sumergirme, enseñarme eso.

A ti qué te importaría.

Voy al cine de vez en cuando
y eso es demasiado importante para mí.





23 caracteres

Ahí no pude y me fui a un museo.
Ahí no pude y me fui a un cine.
Disparé y maté a uno que debía pasar los cincuenta.
Volví a disparar y maté a otro
que a simple vista también los pasaba.
Soplé el cañón y guardé aquello.
Llegué a casa y me puse el delantal.
Descongelé, rebané, corté, machuqué, freí.
Hermosuras blancas y negras, verdes y amarillas.
Necesitamos velas, pensé.
En eso recibí un sms de mi marido donde decía:
Bello día, lluvia, frío, me siento como un arma
y voy a disparar.
Con mis últimos nueve centavos le contesté:
Apunta bien y no falles.
Nunca supe si lo recibió.





Gemelos

De Harold Bloom no sé ni la h.
De Roland Barthes no sé ni la r.
Están presentes en casi todos
los textos literarios que se escriben hoy en día.
Tanto mis amigos como mis desconocidos
los apuntan en sus tesis y en sus argumentos.
El pie de página les pertenece.
Están presentes en las conversaciones
y en los espacios alternativos
diseñados para hablar de arte o literatura.
Están en la naturaleza,
en el pasado y en el futuro.
Por ellos se levantan banderas a mi lado
que ondean libremente, vuelan.
Es un gran misterio para mí
darme cuenta de que sus apellidos
empiezan con la letra b,
la primera consonante del alfabeto
y sin duda una de mis preferidas
por sus semicírculos y su sonido áspero.
Les prometo a los que hoy
se han congregado ante mí
puntuales y responsables,
falsos y feos,
prestándome atención, considerándome,
que no descansaré hasta quedar preñada
de gemelos si es posible,
quienes serán registrados de la siguiente forma:
Harold y Roland, Roland y Harold.
Fin de la conferencia.
Pueden retirarse.





Una oración

De pronto, en medio de la noche, una oración.
Me tenía prohibido a mí misma comenzar cualquier cosa
con esa frase de pronto,
sin embargo ahí, en medio de la noche,
algo peor que de pronto,
estaba aquello, una oración.
En la cocina llené mi copa,
el agua tenía escarcha así que fue interesante sentir
esos cristales descendiendo por la lengua.
Era el calor, y estaba, como una absoluta apropiación
de todo el ser y el estar juntos
allí, en ese espacio y en ese tiempo, una oración.
Era el dolor, también, más de frente que de cabeza,
hacía casi una semana.
Y era el veneno de plátano, medicina natural compuesta
por alcohol y plátano.
Había una pobreza a mi alrededor que yo no podía
creer pero sí identificar.
Como tantas otras noches coloqué el doble candado,
bebí otra copa pensando en los cristales,
derretidos y tibios, a esa altura.
Fui apagando cada luz, cada bondad.
La oración se quedó para después.





Legna Rodríguez Iglesias
Dame spray
Hypermedia Ediciones, 2016.

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