martes, febrero 07, 2023

Cinco poemas de Raciel Quirino


¿Qué extrañas de esta vida?

El pitufo de felpa
que me amenazaba
con un cuchillo
por las noches.

Los mensajes ocultos
en los LP
reproducidos
en sentido contrario.

Los tatuajes que se pegan
con saliva
y tienen droga.

La bola ocho
que decía nuestro futuro.

Tu padre en silencio,
sin moverse ni pronunciar
palabra durante horas,
como un abducido.





¿Qué fue lo último que viste en vida?

Inscripciones en meteoritos.

Ataúdes de pequeños seres
venidos de otro mundo
en los roquedales de Edimburgo.

Copos de nieve
grandes como platos de café
en Nashville el 24 de enero
de 1851.

Lluvia de ranas en Birmingham
el 30 de junio de 1724.

Un iceberg volante
que cayó en pedazos sobre Ruán
el 5 de julio de 1872.

Carracas de viajeros celestes
a 8000 metros
en el cielo de Palermo
el 30 de octubre de 1919.





¿Hay vida en otros planetas?

En el desierto de San Luis Potosí, los ancianos hablaron de luces que vuelan ordenadamente sobre las faldas de la Sierra de Catorce, por donde comenzaba a brotar el híkuri. Una viejita hacía el desayuno mientras nos enterraba en la mente bolas de fuego que giraban sobre las gobernadoras y el polvo aplanado en la oscuridad del cielo. No supe si en verdad era una nave aquella luz que pasó girando mientras guardaba silencio frente a la fogata después de comer peyote. Lo cierto es que cazamos botones rojos de cactus para comer la mañana siguiente y nos adelantamos costeando las sombras que se desprendían de las montañas, ansiosos de percibir el cielo en el polvo levantado por el paso violento de la Bestia junto a la carretera.





¿Se encuentran bien mis seres queridos?

Mi padre me llevaba
al museo de historia natural
para ver el esqueleto
del diplodocus carnegii

(estaban los osos polares
y los tigres disecados,
una gran sala
vacía y oscura).

En esa época
quería desenterrar cráneos
en planicies resplandecientes,

pensaba en espinazos enormes,
en la soledad
bajo el impacto
de un meteorito
con más energía
que cien millones
de bombas atómicas.





¿Estoy con la persona correcta?

Soy un turista con árboles amarillos
y escarabajos gigantes en la memoria.
Un requinto con cabeza de pato.
Un perro de agua muy solo,
negro y brillante, en medio del pueblo.
Nunca aprendí a tocar la jarana
ni la quijada de burro.
Nunca hablarán de mí los ancianos
que beben cuando anochece.
Pero te escribiré sobre la vez
que me arrojé al río
para demostrarte que sabía nadar,
porque estabas sentada en la orilla
y me mirabas.





Raciel Quirino
Ouija
La Máquina Infernal/El Astillero Libros, 2019

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