Cuando has terminado un poema, ¿qué habría querido éste que le hicieras? ¿Era suficiente que existiera o exigía imperiosamente que lo compartieras, como la belleza de una persona bella la obliga a buscar en el mundo a alguien a quien pueda manifestarle esa belleza? ¿Y dónde buscan tus poemas a la gente?
Algunos pueden darse con facilidad. Se entregan a quien sea y quien quiera que sea apto físicamente puede recibirlos. Pueden ser bellos (ambos hemos escrito algunos así) pero son unos farsantes. Desde el momento de su concepción te notifican, con voz melosa, que gracias, que ellos pueden valerse por sí mismos. Juro que si uno de ellos estuviera escondido debajo de la alfombra, se pondría a vociferar y seduciría a alguien. Los poemas tranquilos son los que me preocupan, aquellos que deben seducirse. Durante años pueden viajar conmigo y nadie los advierte. Y aun así, debidamente unidos, son más bellos que sus primos promiscuos.
Pero estoy hablando de la primera noche, cuando salgo de mi departamento casi sin aliento, buscando a alguien a quien mostrarle el poema. A menudo no hay nadie. Mis colegas poetas (aquellos a quienes mostraba mis poesía hace diez años) están tan poco interesados en mi poesía como yo en la de ellos. Ambos comparamos nuestros poemas (desfavorablemente, desde luego) con los poemas que escribíamos hace diez años cuando podíamos aprender uno del otro. Somos amables pero como si estuviéramos intercambiando instantáneas de nuestros hijos, viejas relaciones que desaprueban a sus esposas respectivas. ¿O tú eras más generoso, García Lorca?
Por supuesto, se trata de los jóvenes. Últimamente he sido reducido a ellos (o al menos mis poemas). La ventaja que tienen es que no saben exactamente qué clase de poesía escribirán y siempre están buscando qué recurso tuyo pueden aprovechar. El problema es que es tuyo. Es tuyo y no del poema. Leen el poema una y otra vez para pescar las huellas de tu estilo. Y si son muy sutiles, para buscar si existe una referencia a ellos en el poema. Eso es todo. Lo sé. Solía hacerlo.
Cuando estás enamorado no hay ningún problema verdadero. La persona a la que amas está siempre interesada porque sabe que los poemas siempre tratan de ella, aunque sólo sea porque alguna vez se dirá que cada poema pertenece al período Sutanita o la etapa Perenganito en la vida del poeta. Es posible que no sea mejor poeta cuando estoy enamorado, pero al menos soy uno con menos frustraciones. Mis poemas tienen una audiencia.
Por último, están los amigos. Únicamente ha habido un par en mi vida que podían leer mis poemas y uno de ellos prefiere imprimirlos para poder verlos mejor. El otro está muy lejos.
Todo esto es para explicar por qué siempre dedico mis poemas a alguien.
Con cariño,
Jack
Jack Spicer
My vocabulary did this to me. The collected poetry of Jack Spicer
Wesleyan University Press, 2008.
Versión del traductor para Nueva Provenza: Rodrigo Flores Sánchez
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