Desde un punto de vista compositivo
la pregunta es ¿qué puede absorber un poema?
Aquí piensa
en el texto como una sustancia esponjosa
que absorbe vocabulario, sintaxis y referencias.
La idea de un poema que absorbe estos elementos
está hecha para proveer de una alternativa a nociones
más tradicionales de narración causal o relevancia temática
como productoras de una obra unificada.
Un poema puede absorber lógicas contradictorias,
múltiples tonalidades, polirritmos. Al mismo tiempo
los materiales impermeables –o momentos–
son recursos musicales cruciales para un poema,
pero no todos los materiales impermeables
funcionarán para crear el espacio textural deseado.
Estos son grados relativos
de valencias de impermeabilidad que pueden ser orientadas
una contra otra para crear
«brechas» interlineales o interfrasísticas que actúen
como intervalos de una composición musical. Si vamos
más lejos, los elementos impermeables pueden fusionarse
disráficamente para crear una gravedad textual hiperabsorbente
en la cual los distintos elementos originarios
ya no puedan aislarse. Así,
lo absorbido y lo no absorbido se escinden,
ya que escindir significa tanto dividir
como mantener unido.
Un criterio para conocer si el material
no absorbido en un poema "funciona"
es evaluar si promueve o dificulta la absorción
del lector en la escritura. El autor
puede tener la intención de una o ambas.
Crear un texto absorbente puede o no
ser el objetivo de un poema. Pero la dinámica
de absorción es
central para toda lectura y escritura.
La unidad causal es frecuentemente motivada por un deseo
de crear poemas más absorbentes, «efectivos».
El problema es que frecuentemente
no funciona: los recursos usados
crean poemas que parecen falsos
o aburridos
o evidentes. Una razón
para este fracaso pragmático
es que mucha de la poesía estadounidense
contemporánea está basada en nociones simplistas
de absorción mediante la unidad, como
las nociones ocasionalmente propuestas por Ginsberg
(quien, como lo muestra en su obra,
sabe más que eso, pero ha hecho un compromiso
ideológico con tal simplicidad) y Simpson
(cuyo caso es menos complejo). Por el contrario, el pensamiento
de Antin sobre estos asuntos es determinantemente
sofisticado y su práctica lo muestra;
su obra sugiere
nuevas posibilidades a las inquietudes
que él articula.
La unidad causal no es de ninguna manera el único enfoque
que se ha utilizado para crear obras absorbentes.
La versificación métrica ha sido tradicionalmente utilizada
con este propósito: las recurrencias regulares de sonidos
y ritmos sosegando –o tirando– la atención hacia
adentro. En este momento, sin embargo, esta estrategia
puede fallar en terrenos pragmáticos ya que esas
obras corren un alto riesgo de ser tediosamente
repetitivas y estúpidamente ideadas, esto es,
no absorbentes: torpes intentando ser
inteligentes.
Aún la imagen de la ficción fascinante
que engrosa la más mundana moda
del deterioro literario, y el nexo de
sospechas que se originan en reacción
a este tipo de obras, usualmente
ha conducido a algunos escritores a crear
obras no absorbentes o antiabsorbentes.
Para estos escritores,
ha habido un útil
cuestionamiento de aquello hacia lo cual
normalmente se nos pide absorbernos y
un abierto rechazo de cualquier arreglo
con o asimilación en este espacio
«burgués». Además, el embelesamiento no tiene
un monopolio en la creación de sentido o placer
y puede (a mí también me gusta Dashiell Hammett)
que inhiba ambos. El uso de modalidades
no transparentes o no unificadas puede producir
contenido y música mucho más resonante que
la usualmente posible, del mismo modo que puede producir obras aburridas
y didácticas. Para muchos lectores
y escritores, los límites de lo que
puede ser representado absorbentemente son muy
amplios, y los productos de tales
aproximaciones son bastante engañosos. Para tales
escritores, el proyecto es despertarnos
de la hipnosis de la absorción.
La sospecha y el rechazo de la escritura
absorbente es en parte y relevantemente una respuesta a
los intentos de absorber
a los lectores en una estasis eminentemente sabrosa, distractora.
«Si solo la trama dejase a la gente en paz», escribe
Perelman. Uno pudiera desear el fin de esta
monotonía de la experiencia: no ser ya aún más
sumergidos en ella, como en la agonizante narrativa
cíclica de los más divertidos de esos géneros absorbentes
contemporáneos, las series de televisión. O quizá
la reducción simplista
de la vida diaria, las distracciones de leer
«entretenimientos» –las revistas de lectura rápida y
la ficción y el verso– que absorben solo lánguidamente,
tónico para el insomnio pero no con la materia propia del sueño;
alimentando la banalidad de la vida diaria
y sin reflejar su elusiva actualidad.
Es un proyecto diferente, más difícil, menos
de moda, crear un poema que pueda absorber
a sus lectores en algo que no sea estático
–llámese ex-tático, o u-topía, o digámosle
lo innombrable que la escritura constantemente
nombra–. Para lograr esto se requiere algo extraño y que sacuda,
y ya sea que la crecida sea mellada o pulse, consiga,
en palabras de Dickinson, «agitar (...) con rayos
de melodía».
«Junto a nosotros todo esto vira, absorto a modo de
ensueño tanto como de visión, sonido, signo. Repelida
o cautivada, la conciencia de ver repleta;
de signos llena o insiste en la ausencia».
Las obras antiabsorbentes actuales serán
mañana las obras más absorbentes, y vice-
versa: lo absorbente, los recursos acomodaticios
de hoy en muchos casos se volverán arcaicos.
Lo antiabsorbente, mientras es entendido
precisamente como transgresión en esencia, es
histórica y contextualmente específico. Entendidas
como una dinámica en la historia de la recepción de una obra,
la absorción y la repelencia cambiarán con nuevos contextos
de publicación, nuevos lectores y subsecuentes desarrollos
formales y políticos. Por esta razón,
el reconocimiento inicial del estatus de artificio de una obra
puede prepararla mejor
para su viaje a través del tiempo. Como Stein anotó,
las obras genuinamente «contemporáneas» al principio
parecerán raras, pero es su rareza lo que les da el carácter
necesario para perdurar.
Charles Bernstein
El artificio de la absorción
Traducción: Mayra Luna y Heriberto Yepez
Bisturí 10, 2022