¿Qué hay entonces en el poema que lo hace un objeto no-serio? ¿Qué excluye al poema de la seriedad, o lo que es lo mismo, de la serialidad, de la serie? Porque ser serio es ser parte de la serie, ser parte de una continuación esperada, que tiene un lugar respecto de lo que vino antes. Eso es ser serio, tener un lugar en la serie. El poema, por el contrario, parece ser un objeto literalmente fuera-de-serie. Y este carácter des-seriado es exactamente lo que lo excluye de cualquier consideración ética. Y, por extensión, excluye a cualquier poeta de la serie seria. ¿No es exactamente ésta la razón por la que un poeta no puede ser el presidente de ninguna comisión investigadora, porque es inesperado, porque no sabemos por dónde le va a dar o qué va a hacer? No importa que psicológicamente sea un ser razonable y mesurado, basta que escriba poemas para desconfiar de él, de la misma manera en que basta que un novelista escriba novelas para suponerlo un tipo serio.
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Lo que estoy sugiriendo aquí es una arbitrariedad más radical que la original saussureana y distinta de la propuesta por Lacan. Lo que propongo es que si conferimos sobre un texto el predicado “poema” entonces debemos conceder al mismo tiempo que ese texto viene sin barra de significación; es decir, sin distinción entre Significante y significado. Y que el predicado “poema” se hace efectivo cuando nosotros le imponemos una distinción con la que no viene. El “poema” se materializa como tal, entonces, no en el significado arbitrario que le demos sino en el que se lo demos.
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Los versos que entendemos completamente nos decepcionan. Los versos, que el poema somete para hacerlos expresar un contenido unitario, se rebelan. Los versos que apreciamos, los versos con los que nos deleitamos, aquellos con los que a fin de cuentas nos quedamos, contienen siempre un resto indomesticado. Y no porque sea uno de esos versos metafísicos mayores: yo mantengo conmigo, por ejemplo, este verso de Róger Santiváñez: “Muchachas palteadas por las puras”. Y lo mantengo porque lo entiendo a medias, porque tiene un resto que no logro cerrar y que por ello mismo se mantiene vivo, reacio a la servidumbre de un significado impuesto de afuera.
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Observemos que la búsqueda de la unidad, de la unidad lingüística, política, étnica, poética, siempre está al servicio de quien la impone. Quiero recoger una idea muy fértil del artista conceptual Joseph Kosuth. Dice Kosuth: “arte es lo que haces, cultura es lo que te hacen”. Extrapolando, sin mayor gracia admito, diré que verso es lo que haces, poema es lo que te hacen. Lo que te hacen hacer. Lo que la cultura te hace hacer: construir todos homogéneos, integrados, cuerpos enteros, imaginarios. Y por si esto ya se está entendiendo de manera equivocada quiero expresar que hacer estos todos imaginarios no está mal. No está ni bien ni mal. Simplemente está. Así son las cosas. Los seres humanos siempre embestiremos con nobleza a la muleta del significado. Pero lo que quisiera recordar es que no es labor del artista hacer cultura sino arte. Ya se encargarán las entidades oficiales, las Academias, los burócratas, de domesticar el arte y volverlo cultura; ya se encargarán de hacer del arte piezas de museo, unidades exhibibles, acompañadas de narraciones que nos tratarán de convencer de que ese arte-hecho-cultura es prueba evidente de que somos uno, algún tipo de uno (político, étnico, familiar, religioso, poético, lo que sea). Pero lo que no señalarán porque no pueden hacerlo, a costa de sus propias vidas simbólicas, es que el arte no se place de resultados totalizantes y unificados, sino de búsquedas a las que siempre les faltará algo, búsquedas sin cosa encontrada, una especie de incesante reacción en contra de la domesticación.
Mario Montalbetti
"Labilidad de objeto, labilidad de fin y pulsión de langue.
En defensa del poema como aberración significante"
Hueso Húmero, no. 53.
Descarga el ensayo completo:
http://huesohumero.perucultural.org.pe/textos/53/531.doc
martes, julio 21, 2009
Labilidad de objeto, labilidad de fin y pulsión de langue (fragmentos)
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