martes, agosto 25, 2020

Dos poemas de Daisy Zamora


La mesera

Cómo creía entonces que de verdad
para algo me serviría el físico.
Morena y delgadita
sólo por mí venían los montones de clientes
desde Managua y Los Pueblos,
ya no se diga los que entraban
de aquí de Masaya.
Me tocaban las nalgas y tenía
ofertas al escoger:
De amorcito para arriba me trataban.

Claro que me acuerdo de vos, Castillito;
desde que te fuiste a México a estudiar
siempre pedía a los amigos
razón tuya.

Ya ves, cómo me tienen los muchachos:
gorda, cansada y varicosa.
Ni estoy tan vieja
pero así son las cosas de la vida.

La mesera más linda del "Mini-16 Rojo"
y de qué me sirvió.





El vendedor de cocos

De la fila de acacias junto al adoquinado
el hombre siempre escoge la misma sombra.

Cada día es el rito vaciar el carretón,
separar los cocos, y al filo del machete
ir pelando cada coco hasta dejar
la blanca esfera de carne descubierta.
La mujer los ofrece
             de dos en dos o tres en cada brazo,
sorteando buses,
saltando entre motocicletas y taxis;
pendiente del semáforo
para pegar carrera a recoger más cocos.

Desde lejos, la blancura de los cocos brilla
como los cráneos de los setenta y cinco niños místikos
muertos por la guardia somocista en Apayal:

WAN LUHPIA AL KRA NABI BA TI KAIA SA
(Muerte a los asesinos de nuestros hijos)
gritaban sus madres.

Los hijos del vendedor de cocos
desayunan un coco en la mañana
y almuerzan un coco a medio día
bajo la acacia circuncidada de cáscaras.

TAWAN ASLA TAKS, TAWAN ASLA TAKS,
(PUEBLO ÚNETE, PUEBLO ÚNETE)
GRITABAN LAS MADRES,
BAILA WALA WINA, BALAYA APIA
BAILA WALA WINA, BALAYA APIA
BAILA WALA WINA, BALAYA APIA
(DEL OTRO LADO, NO PASARÁN).




Daisy Zamora
Flor y canto. Antología de poesía nicaragüense
Selección: Ernesto Cardenal
Centro Nicaragüense de Escritores, 2006.

martes, agosto 18, 2020

Vigilia (fragmentos)


Ganas de comerse el mundo se decía cuando            había mundo y ganas y largas filas de alimentos            antes de que se pudran llevarlos a la boca            la tuya antes de que se pudra o la que encuentres al alcance nada            de almacenes nada            de silos
    aunque se anuncie tormenta            aunque vientos de guerra amenacen

y voces aconsejen guardar            para los tiempos de escasez            vacas            flacas decían esa            carne            la he probado también            esbelta con su disfraz de hueso            mondo y otros frutos            me he llevado a la boca el lado luminoso de los frutos y su interior            y las semillas            muy lejos las escupo para que no germinen en mí
            cadenas en mí






Conté seis árboles            un conjunto            colores alineados en un cuadro violeta            florecen            los colores florecen

mis ojos violeta contra el fondo verde            no la belleza            más simple y más terrible es            esto            sin epifanía

el paisaje infinito            su distracción            mis ojos siempre en vilo          verdes o            violeta o lo que estaba antes del verde y del violeta
        un brillo            una sombra            o lo que estaba antes del brillo
                y de la sombra

sin medida            donde el número seis es otra sílaba            otro golpeteo            no más            árboles            o árbol distinción
        perdida como perdido se va todo borrando contra            el fondo
                hoy gris            pero ese gris también se perderá






Museo lugar público donde los gritos no son gritos lugar            público donde lo público se separa            de lo público la colección privada            el reino de las musas            no            la            colección privada de lo público






N
o concluyo nada ni el paisaje            concluye ayer vi            unas nubes tan bajas y            veloces            que un grupo de gaviotas en vano las seguía            graznaban o lo que sea ese chillido que hacen            no la música            la música concluye            un            anhelo de forma la apaga y así no vive no            penetra en el canto del ave            ni en la            continuidad del paisaje






Al final de la tarde            un campo de luciérnagas y            la noche que cargan            pequeña            noche inmensa            noche planetaria            y en ese alumbramiento restos de            otras vidas peces
            a la orilla del lago trozos            de piel escamas
        
        una nueva textura de esqueletos y marcas en la arena un
            campo que se            apaga y            se enciende que se apaga y
                se enciende que            se enciende y alumbra lo que no es
            mío ni son            mis luces
                lo que se me aparece






Tanta paz sembrada había en el cementerio            que supe sus huesos por toda la tierra            que extendí beatífico            que esparcí
    
    
    qué lecturas            qué códigos            de una figura que presiento inmensa            un ángel o nube            con forma de ángel






Aíslo los sentidos tengo            el sabor de la almendra en lo alto            del paladar y el tono            oscuro            del chocolate            y un vino que los mezcla aíslo            la imagen de la calle la tienda            de regalos a la izquierda la pequeña imprenta y el comedor donde se sientan al azar los fines de semana he oído            que la comida es            buena la barra            semioscura y el licor que da brillo            a las cosas a la derecha            una vieja oficina de correos y en época de fiestas            una estampilla            conmemorativa            que adhiero a esta postal







Juan Manuel Portillo

Vigilia
Salto de Mata, 2020.

martes, agosto 11, 2020

Taxonomía

A la manera de las pinturas de castas
de Juan Rodríguez Juárez, c. 1715

1. De español y de india produce mestizo

El lienzo es un cielo plomizo
     tras ellos, cargado
con palabras, con letras doradas que inscriben
     la ecuación de la sangre

esto más esto es igual a esto, como si fuera
     un contrato con la naturaleza, o
un rótulo de un museo,
     etnográfico, preciso. Observa

cómo la mano del padre, debajo
     de su corona de encaje,
acaricia la cabeza de su hija;
     ella es casi tan blanca

como él, calidad. Mira
     en el broche de su cuello,
cómo la puntilla enmarca su rostro.
     Es una niña, sostenida

sobre el hombro izquierdo del sirviente,
     atada a él
por una cincha, por un pañuelo azul sencillo
     anudado a su garganta.

Si el padre, con la mano
     en su cráneo, adivina,
como lo hace el fisonomista,
     los misterios

de su naturaleza, prolijos,
     legibles en su carne clara,
en el suave rizo de su pelo;
     no podemos saberlo: es tan dulce

la forma en que la contempla.
     La madre, mirándolo
de soslayo,
     con un pañuelo en la cabeza

blanco como la cara del hombre,
     con su peluca empolvada, hace un gesto
con una mano, la forma
     de la letra C. Mira,

parece decir,
     lo que hemos hecho.
El sirviente, que todavía es un niño, estira
     el cuello, vuelve su cara

hacia todos ellos. Él es oscuro
     como la historia, es el origen de la palabra
nativo: el peso de la sangre,
     una dueña pálida sobre su espalda.




2. De español y negra produce mulato

Sin embargo, los siglos no han apagado
la aspereza de la expresión del niño.

Si hay alguna luz dentro de él, no resplandece
en la pintura que sostiene su cara

de perfil --con la frente redonda, los ojos
casi cerrados bajo una ceja poblada--.

Aunque dentro, el padre del chico permanece de pie
con su abrigo y su sombrero. Como si acabara de llegar,

o se estuviera marchando. Lo vemos
ausente, liándose un cigarrillo, miope,

sus párpados trazados frente al niño
pasan delante de él. En la cocina,

la madre del niño se retuerce, vigilante,
con el cuello girado sobre su espina dorsal, rojos abalorios

unidos a su garganta como un collar de sangre,
su cara es tan negra que casi desaparece

en el lienzo, en la pared oscura en la que
contemplamos las palabras que los nombran.

¿Cómo podemos interpretar todo esto?
Cambiar las palabras que hay sobre sus cabezas,

poner algo más en lugar del niño,
una mesa, quizás, sobre la que el hombre pueda dejar

el sombrero, o un perro al que honrar con
la bendición de su tacto, y la historia

cambia. El niño es un palimpsesto de la pintura,
capas de color, la historia lo representa

con el más perfecto matiz intermedio.
Antes de esto él no era nada: un lienzo

en blanco, antes que la imagen o la palabra, antes
de que la última pincelada lo fijara para siempre en su lugar.




3. De español y mestiza produce castiza

¿Cómo no ver
     en este gesto

la mentalidad
     de la colonia?

En los brazos de la madre,
     la niña, colgada

de sus entrañas
     la oscura cuna

de la sangre mezclada
     (llamémosla México)

se vuelve hacia el padre,
     alcanzándole

como de regreso a España,
     a la promesa de la alquimia

de la sangre, tres simples pasos
     hacia la pureza:

de un español y un indio,
     un mestizo;

de un mestizo y un español,
     un castizo;

de un castizo y un español,
     un español.

La vemos aquí,
     una generación después,

casi resbalándose
     del cuidadoso abrazo de su madre.




4. El libro de castas

Llamémoslo el catálogo
     de sangres mixtas, o

     el libro de nada:
          ni español, ni blanco, sino

mulato torna-atrás (o
     tente en el aire) y

la morisca, el lobo, el chino,
     zambo, albino y

el no-te-entiendo, el
"I don't understand you".

     La guía de la colonia,
          el registro de cada nacimiento cruzado,

es la tipología de la mancha,
     de la pintura, la tacha, la mota mancillada:

     lo que puede ser purificado,
          y lo que no, el negro destino

de Canaán. Parece
     un chiste verde: ¿cómo llamas

     a ese espacio entre
          las oscuras geografías del sexo?

Llamémoslo la mancha: como en
     No es ni lo uno ni lo otro,

     ilícito y todavía hoy nombrando
          lo que hay en medio. Entre

sus padres, la niña,
     la mulata torna-atrás,

no puede escapar de su abrazo,
     del tríptico que hace sus cuerpos

en la pintura, en la sangre: su nombre
     está escrito en el Libro

     de castas --todos sus iguales están como ella
          cautivos de una palabra--.





Natasha Trethewey
Versión en español: Nieves García Prados
Tomado de Antología de poetas laureados estadounidenses (1937-2018)
Selección, prólogo y mayor parte de las traducciones: Luis Alberto Ambroggio
Vaso Roto, 2019.

martes, agosto 04, 2020

Cinco poemas de Jaime Luis Huenún


Purrún

Yo la miro
danza
canelo florecido lleva en sus manos
danza
sus pequeños pies llenos de tierra
danza
flores de ulmo y miel en su cabello
danza
ríe y danza
bebe su muday
Yo la miro
yo no danzo
y el polvo que levanta el baile
me oculta
ante sus ojos

Purrún: baile colectivo usado en el "nguillatún" y otros ceremoniales.





Envío a Anahí

Era madrugada y yo
cortaba flores para ti en mis libros de poesía.
Llovió largo sobre el mundo y en mi sueño
se abrieron los primeros rojos brotes de poroto.
Hacia el bosque volaron los güairaos,
y el tue-tue cantó tres veces
sólo para confundirme.
Amanecí después: mariposa era el cielo,
liebre era la tierra corriendo tras el sol.
Te vi luego zumbando en las celdillas de la miel,
haciendo olas en la blanca
placenta de tu madre.
La muerte es lo que escribe
el agua sobre el agua, me dije contemplando
el rocío de las hojas.
Lloré, entonces lloré,
sólo por el delirio de respirar tu aire.





Forrahue

...alzaban sus manos
ensangrentando al cielo...

(Diario El Progreso de Osorno,
21 de octubre de 1912)

No hablábamos chileno, mi paisano,
castellano que lo dicen.
Copihue sí, blanco y rojo,
flor de michay,
chilco nuevo.
No sabíamos de Virgen ni de Cristo, padrecito,
ni del Dios en las Alturas.
Jugábamos tirándonos estiércol de caballo en los
potreros;
robábamos panales a los ulmos y a los moscos,
y pinatras a los hualles de la pampa;
mirábamos desnudas bañarse a las hermanas
con manojos de quillay en el arroyo.
Malo era.
Sí.
Por eso vino envidia y litigio y carabina;
por eso se volvieron lobos los venados y los peces.
Malo era, paisanito, malo era.
Comíamos caliente el crudo corazón de un cordero
en el lepún;
rezábamos huilliche al ramo del laurel
junto a la machi;
matábamos con fuego al que mete huecuve
contra el cuerpo y el alma.
¡Brujo diablo, anda vete! decíamos escupiendo,
y el bosque más espeso
escondía a la lechuza.
Malo era, malo era.
No sabía vivir el natural antes amigo, no
sabía.
Las mujeres se preñaban en lo oscuro y en lo claro,
y los hijos se criaban a la buena
de los bosques y los ríos.
Así era, mamita, así fue:
las estrellas dejaron de alumbrarnos
la sangre de repente,
y tuvimos que ocultarnos como zorros
en montañas y barrancos.





Campamento Pampa Schilling

Aquí, henos aquí,
ya viudos de nuestros dioses,
viudos del sol, del agua
y de la luna llena.
                        Adentro,
frente al brasero,
quemamos lengua y memoria.
                                                   Afuera
florece el ulmo, la lluvia moja al laurel
que brilla en mitad del monte.
¿Para quién brilla el laurel?
¿Para quién moja sus ramas?
De lejos se escucha el mar,
y el graznido del güairao.
Dormimos, viudos del sueño,
soñamos cosas que arden:
cometas entre las rocas,
aguas donde quema el oro.
¡Es arte de brujos! grito
¡Escupan esas visiones!
                                         Nadie
me responde, nadie. Solo
estoy ante la noche.
Afuera brilla el laurel
a relámpagos y a sangre.

El monte es una neblina,
y el agua del mar se arde.





Víctor Llanquilef empuja el bote ebrio al río de las canoas

Un coipo nada en el sol
y tú te recoges en el agua, silencioso.
Son tus orillas el berro y el junco,
y la ancha sombra de los sauces
el destino de tu sombra bajo el agua.
Un pez alza la luz sobre el remanso.
El destello es tu espíritu
que se hunde en lo profundo
                                               nuevamente.





Jaime Luis Huenún
Ceremonias
Editorial Universidad de Santiago, 1999.