martes, febrero 21, 2017

Diez fragmentos de los diarios de Marina Tsvietáieva


Cuando me voy de una ciudad, tengo la impresión de que se acaba, deja de existir. Así fue con Friburgo, por ejemplo, donde estuve de niña. Alguien cuenta: «En 1922, cuando de paso por Friburgo...». Mi primer pensamiento: «¿De veras?». (Es decir: ¿de veras él, Friburgo, existe, continúa existiendo?). No es arrogancia, sé que en la vida de las ciudades - no soy nada. No es: ¡¿sin mí?! sino: ¡¿por sí?! (Es decir: ¿de verdad existe, al margen de mis ojos existe, no lo inventé yo?).



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Mis robos en el Comisariado: dos maravillosas libretas de cuadrícula (amarillas, laqueadas), una caja entera de plumas, una frasquito de tinta roja, inglesa. Con ellos escribo.



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La gratitud: de la admiración a la impugnación.

Solo puedo admirar la mano que da lo último que tiene, por lo tanto: jamás puedo sentirme agradecida con los ricos.

...Si acaso por su timidez, por su aire culpable que de inmediato los hace inocentes.



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14 de julio de 1919.

Anteayer supe por Balmont que el responsable del «Palacio de las Artes», Rukavíshnikov, había tasado mi lectura de Fortuna - una obra original, nunca antes leída, la lectura duró cuarenta y cinco minutos, tal vez más - en sesenta rublos.

Decidí renunciar - públicamente - a ellos con las siguientes palabras: «Quédese usted con estos sesenta rublos -  para tres libras de patatas (¡tal vez aún las encuentre a veinte rublos!) -  o para tres libras de frambuesas - o para seis cajitas de cerillas y yo, con sesenta rublos míos, le pondré una vela a la Virgen de Iversk por el fin de un régimen en el que así se valora el trabajo».



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A mí no me compras. Eso es lo esencial. A mí se me puede comprar solo con la esencia. (Es decir - ¡mi esencia!). Con pan se puede comprar: hipocresía, falsos esfuerzos, amabilidad, - toda mi espuma... o los residuos espumosos.

Comprar es emanciparse. De mí no te emancipas.



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No me dejaron leer mis versos para él durante la ceremonia. Estaba Kámeneva y alguien más. Nemírochiv Dánchenko se exaltaba y dubitaba: por un lado - el «número», por el otro - el calabozo.

          No se acercó a la plebe con el pan y la sal.
          Y se cruzó con ella - ¡por el tedio del noble!
          En el reino sombrío de las «manos callosas» -
          Sus exquisitas manos...

-Si pudiéramos omitir eso...
-No se puede, es lo más importante.

Pero yo no insistí: Stajóvich no estaba en la sala.

Copié mis versos para su gentil hermana, - la única que los necesitaba. Hablar en público siempre es para mí una prueba, ¡es normal con mi asco por los espectáculos y la vida social! No es mi timidez: es una especie de incómoda incomunicación: stranger hear [sic]. 



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Hay que escribir solo aquellos libros por cuya ausencia se sufre. En una palabra: los propios libros de cabecera. 



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Solo el cuerpo le teme a la muerte. El alma no la concibe. Por esto, en el suicidio, el cuerpo - es el único héroe.



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Cuando me preguntan: ¿quién es su poeta preferido?, primero me atraganto, y luego suelto de golpe una docena de nombres alemanes. Para responder de inmediato, me harían falta diez bocas que hablaran a coro, al mismo tiempo. El derecho de precedencia de los poetas en el corazón es mucho más cruel que en la corte. Cada uno quiere ser el primero, porque es el primero, cada uno quiere ser único, porque no hay segundo. En mí Heine siente celos de Platen, Platen de Hölderlin, Hölderlin de Goethe, solo Goethe no siente celos de nadie: ¡es Dios!



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La gente de teatro no soporta cómo leo mis poemas. «¡Los destroza!». No entienden, mercachifles de versos y de sentimientos, que la tarea del actor y la del poeta son - distintas. La tarea del poeta: tras descubrir - encubrir. La voz es para él una coraza, un antifaz. Sin el velo de la voz - está desnudo. El poeta siempre borra las huellas. La voz del poeta - como agua - apaga el incendio (de la poesía). El poeta no puede declamar: es vergonzoso e insultante. El poeta - es un solitario, el escenario es para él - la picota. ¡¿Ofrendar su poesía con la voz (¡el más perfecto de los conductores!), utilizar a Psique para el éxito?! ¡Ya tengo bastante con el gran compromiso de la escritura y la publicación!

- ¡No soy el empresario de mi propia deshonra! -

Pero el actor - es otra cosa. El actor es - prescindible. En la misma medida en que el poeta es - être, el actor es - paraître. El actor es - vampiro, el actor es - hiedra, el actor es - pólipo. Pueden decir lo que quieran: jamás creeré que Iván Ivánovich (¡y todos son Iván Ivánovich!) cada noche se empeña en sentirse Hamlet. El poeta es prisionero de Psique, el actor quiere hacer prisionera a Psique. Y finalmente, el poeta es - un fin en sí mismo, reposa en sí mismo (en Psique). Pónganlo en una isla - ¿dejará de existir? Pero qué espectáculo desolador: una isla - ¡y un actor!

El actor es - para los otros, sin los otros es inconcebible, el actor - se debe a los otros. El último aplauso - es el último latido de su corazón.

La tarea del actor dura - una hora. Debe apresurarse. Y sobre todo - aprovecharse: de lo suyo, de lo ajeno - ¡da igual! Un verso de Shakespeare, su propia pierna agarrotada - ¡todo va al mismo caldero! ¿Y con este dudoso brebaje me proponen ustedes que me embriague, a mí, poeta? (No hablo de mí, ni por mí: ¡por Psique!).

No, señores actores, nuestros reinos son - distintos. Para nosotros - la isla sin fieras, para ustedes - las fieras sin isla. ¡No en vano a ustedes, antaño, los enterraban fuera del recinto de la iglesia!





Marina Tsvietáieva
Diarios de la Revolución de 1917
Traducción: Selma Ancira
El Acantilado, 2015.

martes, febrero 07, 2017

Cinco poemas de Si Kongtu


Lo delicado y lo exuberante

infinitos son los brillos, las aguas fluyen,
    densa y salvaje la primavera ocupa

si te retiras a la profundidad del valle
    es posible que aparezca la beldad

cargado está el árbol de melocotones esmeralda
    y a la orilla del agua todo es brisa, todo es sol

sombras de los sauces, recodos del camino
    pájaros que en bandada se aproximan

persigue todo eso, adelántate
    más allá del intelecto está lo genuino

acuérdate siempre porque entonces
    con lo viejo, lo nuevo construirás




El clasicismo y la elegancia

recoge la primavera en ánfora de jade
    y disfruta de la lluvia al calor de tu cabaña

hospeda a los letrados virtuosos
    y que te rodeen finísimos bambúes

blancas las nubes comienza la claridad
    los pájaros se persiguen los unos a los otros

duerme el laúd sobre la verde sombra
    se arroja una cascada desde lo alto

las flores caen también enmudecidas
    tú, hombre sencillo como los crisantemos,

escribe sobre el esplendor de las estaciones
    ¡y ojalá tu obra se merezca ser leída!




Lo puro y lo extraordinario

un bello y hermoso pinar se refleja
     y ondea sobre las aguas

los copos de nieve van cubriendo los bambúes
    algunas barcas se agrupan en la ensenada

un hombre respetable como el jade
    se dirige en sandalias hacia el rincón secreto

a veces se detiene contemplando el horizonte
    allá lejos, el cielo es de color esmeralda

espíritu en el que afloran las antiguas maravillas
    es tal la limpidez que resulta inaprehensible

igual que el último brillo de la luna en el alba
    igual que el soplo vital cuando el otoño declina




La distancia y la deriva

solo y olvidado, aléjate del comienzo
    orgulloso y firme, sepárate de los hombres

igual que la grulla en el monte Gou
    o las nubes en la cima del monte Hua

hombre distinguido, en tu interior benevolente
    de claro y fino rostro entre vapores y brumas

cabalga el viento como la planta seca que rueda
    interminablemente a la deriva

sabes que lo que no puede ser atrapado
    puede ser, sin embargo, oído

aquel que esto comprende, lo espera simplemente
    pero el que quiere poseerlo, al fin se alejará




La expansión y la alegría

de una vida de unos cien años
     ¿en qué punto exactamente estás?

el placer y la alegría duran poco
    ¡y es tanta la tristeza!

mejor, cada día, con una copa de vino
    penetra en los campos rodeados de niebla

o allí donde las flores cubren los tejados de paja
    atraviesa la lluvia llegando desde lejos

y cuando tires la copa ya vacía
    apóyate en tu bastón y márchate cantando

¿quién no siente la vejez?
    ¡sólo el Monte Sur, esa imponente y altísima montaña!




Si Kongtu
Las veinticuatro categorías de la poesía
Preludios de Gong Bilan
Edición de Pilar González España
Trotta, 2012.