lunes, octubre 28, 2013

Tres poemas de Silvio Mattoni


Esa flor que repite allá en el borde
del bosque: no te olvidés de mí, no
tiene colores más leves, más claros
que el espacio creciendo entre nosotros.
¿Cómo un yuyito puede
producir tales miniaturas
de perfecta belleza? Acaso,
como lo que hicimos, sea
una compensación por sus espinas,
o acaso su florcita
azul, brillando sobre el verde
húmedo, esconda
secretas fallas, ínfimos
dolores de pétalos incompletos.
Pero aun así repite:
no me olvidés, no dejés
de protegerme con tu sombra esbelta.



¿Dónde estoy?

¿Dónde estoy? ¿Ya está aquí el anochecer?
¿O pronto llega el final de la noche?
Yo vine, limpia, a que me perdonaras,
vos, diminuta madre de niños sabios
que te eligieron para aprender tu canto
con nombres nuevos. Ahora sé porqué
podemos extrañar a los que nunca
llegaron a existir. Crucé el umbral
de tu puerta, di vueltas enloquecidas
para ver detrás mío las tenebrosas
bolsas, los ríos lentos de barro, pero
adentro vi el resplandor que dormía
en tu cándida, lívida sorpresa
con que escuchabas mi llegada
hasta el dolor, negado en mi secreto.
Me escapé del silencio tan cercano
para quienes no pueden salir de sí mismos,
y subí liviana hasta ese arroyo brusco,
me apoyé en el ciprés que decía:
"No esperés más, te elegí, de vos
yo escucharé mi voz, en tu nombre
leeré ese dibujo de mis gestos
que todos señalarán como algo nuevo."
Y bajé más que liviana, huyendo
de la corona que me dabas, por la escalera
de tu departamento, donde retumbaban
el luto de mis pasos, la verdad que dije.
Ya entonces, invisible, en otro cielo
la estrella polar de mi deseo indicó
el lugar en que el azar concebiría
su afirmación conmigo, la primogénita.



Vemos la espuma de las piedras lisas

Vemos la espuma de las piedras lisas
bajo la corriente. No pienso
en los casuales remolinos, cuando escucho
su conclusión: un hipopótamo
se esconde en la oscuridad del río. Ella
cabalga lejos mientras sus dedos
palpan la dureza húmeda de la arena
a pesar de su inasible volumen.
Invento juegos para que nuestras manos
olviden lo que quisieran tener. ¿Qué
la atrae aquí, como si conociera
cada secreto disperso en lo que mira
desde antes de su nacimiento? ¿Sabe
ya que su alegría ha existido
dos veces? Y su padre es un pez
que boquea agotado sin poder
superar las cascadas. Pero insisto
buscando tras los arbustos calados
por insectos desaparecidos, en bordes
barrosos de senderos donde se pudren
hojas que desconozco, en charcos
que la lluvia dejó para un mosquito
otoñal y suicida. Ella me dice:
todo lo blanco viene de allá arriba.
Su cuerpo diminuto y sentado indica
que proviene de mi ausencia, su voz
agudamente adiestra mi torpeza
para que sus acentos lleguen
como en un intervalo que no deja
de ensancharse. Nunca hubiese logrado
tolerar estos ritmos extinguidos
sin haber venerado como a un dios
esa voz que será mi naturaleza.
Por favor, aliviá para mí
la gravedad de un rumor tan abundante
que no me deja oír en el silencio
el ruido de tus sentidos divagando
sobre el idioma líquido recién
aprendido. ¿Podés ver ahí,
donde el hipopótamo se agacha
tímidamente, cómo la tarde
cae luminosa y registra los brillos
de las gotas que maduran y saltan?
Ambos nacimos de esa espuma
que ya nadie venera, aunque venérea
sea quizás nuestra única esperanza.




Silvio Mattoni
La división del día. Poemas 1992-2000
Mansalva, 2008.

lunes, octubre 21, 2013

Seis poemas de Alejandro Crotto


Mediodía

Bajo el cielo sin nubes, ahí están:
tallarines con salsa de tomates,
un pan quebrado y agua, vino.

Ahí está la harina con el huevo y las manos.
Ahí está el trigo, las uvas que tomaron sol y noche,
y los tomates destruidos, salpicados de queso,
el agua limpia.

Ahí están:
mirá y olé y masticá feliz, devotamente.



Con un hijo en el cuerpo de una mujer que no vive conmigo

Pido la última cerveza de la noche, que amanece.
En los ojos el frío transparente de la calle,
voy abrazado a Lucas, va cantando, veo
las cosas llenas en su luz: un árbol,
el portero que moja la vereda mientras pasa
un taxi, un colectivo blanco y verde,
el viejo y nuevo sol de cada día.



Sobre el efecto mariposa

Cómo se arranca súbita del tallo
y mientras lejos
relampaguea
mueve
las alas tormentosas
como piedra
en el agua
y crecen frías ráfagas
de su moverse y truena
y vuela pareciendo subir
mientras
desciende
parpadeante
a los yuyos
y llueve.



La primavera que viví con animales

Me acuerdo bien del ruido que hacían juntas al pastar.
Cada una en lo suyo, y sin embargo todas vinculadas,
avanzaban de a poco, el ojo tenso, abajo,
ávidas arrancando todo el pasto que pudieran,
y luego alzada la cabeza masticaban largamente, tranquilas.

Me acuerdo de calor, del viento al mediodía, el cielo.
Me acuerdo bien cómo era que empezaba a amanecer.

Me acuerdo cómo olían.

Me acuerdo de las veces que llovió.



Así como la lluvia cae del cielo

Así como la lluvia cae del cielo y se filtra
fecunda y no regresa sin haber empapado
a fondo el suelo para que nazca trigo, harina
espesa y pan; así como la brasa viva
en la ceniza yace oculta y luego al dársele
por fin lugar se activa con creciente fulgor
y enciende el fuego; así como la savia tras
la espera del invierno por vasos diminutos
despierta a los sarmientos y genera con íntimo
cuidado flores, frutos... Así el verbo que sale
de su boca hace nuevas las cosas si las toca.



Una canción tan fría y tan apasionada como el alba

Latas; vasos de plástico tirados al azar. Arranca
el día; arranca y muestra drástico en la playa
vacía el final de la fiesta. En la luz fría,
tapado con arena a nuestros pies, el resto
carcomido de un tronco humea apenas.

Detrás el mar, el ruido
opaco de las olas repetido.




Alejandro Crotto

Abejas
Bajo la luna, 2009.

Chesterton
Bajo la luna, 2013.

lunes, octubre 14, 2013

Tres poemas de Martín Prieto


Otra tarde de calor

Era tirar la línea al agua y sacarla
con un golpe de muñeca para que el balde se fuera
llenando de mojarras; después
era ingresar en la modesta mitología de lo exagerado:
87, 153, 350.
Pero antes, entre una cosa y la otra, era
la poderosa sensación de que un ser desprovisto de conciencia,
insensible al dolor, había, flap
mordido la lombriz que como un experto
habías enhebrado en la agujita doblada. Allá
una, embarazada como un corcho de sidra,
tomaba el sol con los pies en el agua y otro
contaba cuánto cobraba el cura del pueblo por celebrar una boda.



Los temas de peso

Después de varios años dedicados a la minucia,
al enfermante relevamiento de los detalles,
decidí abocarme a los temas de peso:
el amor, la política, la trascendencia, la gloria.
Finalmente convencido de que el mundo
era más amplio que mi departamento
compré una pila de tarjetas magnéticas
y salí a recorrer la ciudad en colectivo
atento al paisaje y al rumor sordo
en el que se convertía la parla simultánea
de mis contemporáneos. La bruma gris
que se levanta en los barrios de la quema
y la otra, prístina, que emerge rosa del agua
del río león, envolvían mis paseos en un aura
de ensueño y todo se aparecía corrido
de su justa dimensión.



El campo

Fue el viento el que corrió la tierra
depositándola en las concavidades
de las llantas resecas de un Farlaine abandonado,
ahora cuatro macetas
donde crecen unas plantitas de soja
que más atrás y después de los alambrados son,
en ordenada multitud,
los esclavos de un ejército cuyos generales,
con un ojo clavado en la Bolsa
y el otro en las mal pagadas elucubraciones
de los investigadores del Conicet,
toman agua mineral en los mismos vasos
en los que sus abuelos tomaban whiskie sin hielo
amarillo como el trigo de marzo,
cuando ahí atrás había un trigo dócil
al que el viento convertía en un océano de oro que
fue, como el esmeralda brillante que se mece ahora,
finca de pocos e ilusión de millones.



Martín Prieto
Los temas de peso
Ediciones Vox, 2009.

lunes, octubre 07, 2013

Tres poemas de Sonia Scarabelli



Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras

¿Será cierto
que hay flores que prefieren
abrirse sobre aguas oscuras,
serán ciertos
los fugitivos actos de memoria
que descubren,
apenas entrevisto,
el amoroso borde
de una forma completa?

Cuando del denso espejo,
de la superficie azogada
que prospera
en toda vida,
emerge un ciego
resplandor de plata

¿qué pez será
moviéndose en lo hondo
el que así vuelve?

¿Qué nota breve
ofrecida por el relámpago,
sesgo
de otra inaudible
pero más vasta música?

¿Rémora en leviatán
o apenas dócil
cardumen ondulando
en danza
bajo el sueño?

¿Hacia qué móvil mar,
hacia qué mayor
misterio quieren ir
de ese modo tan frágil,
si es cierto

que hay flores que prefieren
abrirse sobre aguas oscuras?



Lección

Sabernos ir,
dijo tu voz querida,
todo está ahí,
la clave del decoro
y la nobleza
ganada de una vida
se alcanza en ese gesto.

Cierre final
del círculo, encontrado
un poco de azar
y otro, por coherencia,
por hacerse
el ciego lazarillo
de sí mismo,
poniendo el corazón
al frente de los pasos.

Estas cosas se aprenden,
me dijiste,
en parte de los libros
sí, cuando la palabra
todavía es humana
y no ha perdido
su lustre tibieza,
pero más
te enseña la tenaz
partida de los otros.
Si se van
con dolor o con pericia,
no es lo que cuenta,
importa

ese último momento,
que sin decirse ocurre,
y dicho sonaría quizás
a: Sí, te dejo ahora
y no me quejo,
seguro hubiese
querido más,
qué hacerle,
no se pudo.

Entonces pasa,
justo ahí
se suelta el alma
como un barquito,
una pequeña
barca en aguas
que ni tan frías son
ni tan profundas como dicen.

Yo creo en todo esto,
dijo tu voz querida,
y de ahí tanto esfuerzo
por aprenderlo, tanto
apuro
por no apurarme: quiero
llegar a tiempo.



No la nada

Para Germán Scarabelli
In memoriam

¿Será verdad que sólo
hay un vacío enorme tras las cosas
cuando vemos
subir la luz de un cielo como este
y abrirse el día así? ¿Será
verdad que atrás de estos colores
que el otoño dispersa, la belleza
y el dolor de los cuerpos
un santo ríe y nos espera
gozando de su engaño
con la furia inocente de lo altísimo?
¿Que hay consuelo después
como hay ahora
desconsuelo y salimos
despiertos de este sueño
y no al contrario?

Qué batalla la nuestra
si es tan dulce
a veces
cambiar esas miradas
con la luz
y si también la noche
se siente que cobija
a ratos
lo que nos duele atrás
de lo que somos.

Lo pienso ahora
que parece que te vas
y estás quedándote
al mismo tiempo en todo
lo que veo. Y no se pierde
tu forma, rasga un velo
me digo, que entorpece
mirar lo que está ahí,
lo que sentimos
amar, y cuesta irse
confiar en la ilusión
que, cuentan, es
lo misteriosamente
diferente
y no la nada.



Sonia Scarabelli
Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras
Bajo la luna, 2008.

martes, octubre 01, 2013

En el Yan-Tsé


Oh, las figuras del cariño, dónde,
                        dónde ellas?

Llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan-Tsé...

Pero por qué no estáis aquí,
vidas, oh dulces vidas, a las que yo no sabía en otro espacio, también,
que el de mi corazón...?

Llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan-Tsé...

Por qué no estáis aquí
enjugando conmigo o tratando de enjugar
el gris de Octubre?

O no seríamos, ya, junto con el río de la media-tarde,
más que unos hilos, unos hilos
para una suerte de trama que la melancolía misma está perdiendo,
                        perdiendo?

Llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan-Tsé...

De lágrimas Octubre, aquí, y acaso,
                        allí...

Pero allí será de alas, alas hasta en los pies, y aún en medio, no?
                        de unas cortinas nupcias,
                        y con mandolinas todavía por ahí... por las heridas
                                 de los pajarillos, no?
                        que corridas las cortinas, han de abrirle repentinamente, no?
las fugas de los confines...

Volará y bailará, no? de jacarandaes...
Mas estáis aquí?
Os miro a mi lado, los ojos en los míos...
De quiénes o de quién las estrellitas que mojan el minuto?
Unas pestañas, entonces, de nadie?

                        Y me doblo como un sauce...
Y sigue lloviendo en mi corazón y sigue lloviendo, lloviendo, lloviendo...
                        lloviendo sobre el Yan-Tsé...



Juan L. Ortiz
El junco y la corriente
Universidad Nacional del Litoral / Universidad Nacional de Entre Ríos, 2013.