viernes, octubre 28, 2011

Cuatro poetas indígenas de Estados Unidos

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Sin título

Para mi padre, que vivía sin ceremonias

Es difícil, sabes, sin los bisontes,
el chamán, la flecha,
pero mi padre salía todos los días a cazar
como si los tuviera.
Trabajaba en los corrales de ganado,
toda su vida nos traía carne.
Nadie marcó su primera matanza,
nadie cantó su canción del bisonte.
Sin ilusión había migrado a la ciudad
y fue a trabajar en la empresa empacadora.
Cuando traía a casa tarros y cueros
mi madre le decía, bótalos.
Recuerdo las huellas de animales que dejaba su viejo coche
que retrocedía por la entrada de la casa con nieve y lodo,
la antena que ondulaba como una cuerda de arco.
Recuerdo el silencio de su poder perdido,
el bisonte rojo pintado en el pecho.
Oh, no podía verlo pero estaba allí,
y por la noche escuchaba
como un ronquido sus gemidos de bisonte.

(Diane Glancy)


Salvaje

Esto no es el caballo. Es el poema,
aunque vocifere a su hermana,
aunque camine por la tierra
queriendo alfalfa y otras hierbas crecidas
y sea salvaje con su rebaño,
hable de una forma que la mente
no puede oír
para que otra parte del ser humano
traduzca este animal en América,
la deseada pareja de una mujer
o un hombre, que conozca las manadas de bisontes,
la pérdida de la creación, los desaparecidos
que no pueden volver,
y así anhele ser esta
traducción
de la vida a la primera luz de la mañana
en las hierbas crecidas de la pradera,
las cimas desde donde ve
que no hay libertad aquí, ya no
más en la historia del mustang,
en el idioma que inquiere, ¿qué sabes
de este mundo, te acuerdas
de lo salvaje, el idioma olvidado?
¿Puedes invocarlo todavía?

(Linda Hogan)



La falla de ciertos encantos

La oscuridad surge de la memoria
de los cuervos, boquea hacia el oeste,
el violeta otoñal al atardecer.

Piedra ama a Muchacha de las Fresas.
Escucho su voz cuando la
recoge en la moto detrás
de la casa roja, así que conoce mi
sueño de su aroma
en el viento de White Earth.

También sabe que llevo demasiadas
memorias musicales
a las puertas del cementerio
bajo los pinos.

Soy así.
Estoy detrás de Piedra,
una flauta distante entre los gestos
y las sombras.

Muchacha de las Fresas ama a Piedra
y la noche hace girar
una canción, un aroma
tras otro.

(Gordon Henry Jr.)



Las cascadas Whatcom

Hace cuatro años que no veo a mi padre
y aquí estamos, asimilando el caos
como un par de turistas que más adelante
comprarán espléndidas postales con salmones
boca arriba y destripados a lo largo del muelle.
Es todavía bien parecido, mi padre, todavía fuma
cigarros sin filtro, año tras año
el alquitrán florece como malos chistes
en sus pulmones oscuros. Yo rezaba por él
antes de que el rezo se volviera inútil como esos pescados
cuyos cuerpos jugosos son echados en tumbas
imprecisas. Dentro de un año querré
más tiempo. Desearé la redención,
pero, me imagino, sólo los fantasmas se alzarán.

(Tiffany Midge)



En esa roja nación. Poesía indígena estadounidense contemporánea
Selección y traducción: Katherina M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez
La Cabra, 2011.

viernes, octubre 21, 2011

Dos poemas de Jacques Prévert

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Paris at night

Tres cerillas de una en una encendidas en la noche
La primera para ver tu rostro entero
La segunda para ver tus ojos
La última para ver tu boca
Y la oscuridad total para recordar todo eso
Al estrecharte entre mis brazos.


Canción del carcelero

Adónde vas buen carcelero
Con esa llave manchada de sangre
Voy a liberar a mi amada
Si todavía hay tiempo
La misma que yo encerré
Tiernamente cruelmente
En lo más recóndito de mi deseo
En lo más profundo de mi tormento
En las mentiras del futuro
En las tonterías de los juramentos
Quiero liberarla
Quiero que sea libre
Aun para olvidarme
Aun para marcharse
Y aun para volver
Y volver a amarme
O para amar a otro
Si otro le gusta
Y si me quedo solo
Y ella se va
Conservaré tan solo
Siempre conservaré
En el hueco de mis manos
Hasta el fin de los días
La dulzura de sus senos por el amor modelados.


Jacques Prévert
Traducción: Federico Gorbea
Love
Varios autores.
Lumen, 2005.

viernes, octubre 14, 2011

Profunda fe religiosa

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Si no nos lleva
. . . . . . más allá de la muerte,
. . . . . . . . . . . . más allá de los días de lluvia,
de la distracción de las plateadas cardaminas;
. . . . . . más allá de sus propias remotas
. . . . . . . . . . . . fronteras
la poesía
. . . . . . es inútil.
. . . . . . . . . . . . Con todo,
ella fue la que hizo que El Greco
. . . . . . pintara sus verdes y deformes santos
. . . . . . . . . . . . y viviera
pobremente.
. . . . . . Nos hace apreciar
. . . . . . . . . . . . la música
y lo antiguo
. . . . . . o sentarnos al costado
. . . . . . . . . . . . del amigo que agoniza.

Hace madurar las peras,
. . . . . . ¡y hace realidad
. . . . . . . . . . . . los versos!
Su fundamento es la invención:
sin sus meandros
. . . . . . y sus rarezas,
. . . . . . . . . . . . el paralítico estaría
condenado a su parálisis,
. . . . . . en un país boreal
. . . . . . . . . . . . y medio salvaje
donde el odio
. . . . . . es religión.
. . . . . . . . . . . . Donde
los hombres viven presos,
. . . . . . y nadie
. . . . . . . . . . . . rinde culto a la rosa
y los poetas no pueden
. . . . . . usarla en su beneficio.

De noche una
. . . . . . tormenta enorme se ha
. . . . . . desatado
. . . . . . . . . . . . ¡Y no hubo quien imaginara
un prado de margaritas!
. . . . . . Hubo bramidos
. . . . . . . . . . . . y rugidos
dignos de un libro
. . . . . . de cuentos de hadas,
. . . . . . . . . . . . zumbaba
una bomba, lejos
. . . . . . --¡o una abeja!
. . . . . . . . . . . . Nuestros poetas debieran
avergonzarse: han contraído la fiebre de moda;
. . . . . . impresionados
. . . . . . . . . . . . por el "laboratorio",
han olvidado
. . . . . . las flores,
. . . . . . . . . . . . ¡y estas superan cualquier
laboratorio!
. . . . . . Han renunciado al oficio
. . . . . . . . . . . . de la invención, y
su imaginación dormita
. . . . . . en un jarrón de amapolas.


William Carlos Williams
La música del desierto
Traducción y prólogo: Juan Antonio Montiel
Lumen, 2010.

viernes, octubre 07, 2011

Tres poemas de Leandro Llull

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EN EL CONFÍN un azul sin nubes
y tu pecho estremece
en pozo tan hondo.

Hay la espesura que le habla al alma
y el sol más lejos del día.

A las cosas,
. . . . . . . . . . ¿para qué mirar?

¿A qué abrir
abismos?

¿Por qué no
. . . . . . . . . . los ojos del cuis
cuando en dos patas se para
y hacia el cielo mira?


***


¿PUEDE EL GRITO DE LA TIJERETA
solitario cruzar el cielo
y tejer esta camisa en llamas
que arde en el pecho sin motivo?

Es tu corazón al acecho, los oídos de la liebre
que el paisaje te ha prestado,
la cacería del alma que lee
donde nunca nadie ha podido.


***


PENSAR QUE UN DÍA TODO ESTO ESTUVO EN OTRO LADO.
Entre dos manos
una alianza tramó el exterminio.

"Gran-Macá" le decían al hombre que defendió la tierra.
Murió enrollado como un tatú
por aguantar el palo.

Hubo un tiempo en que se acariciaban los pastos
como el primer pelo en la cabeza de un niño.

Pensarlo ahora.

Hacerse la imagen.




Leandro Llull

La lengua en soledad
Incluido en el libro colectivo Prueba de soledad en el paisaje.
Mansalva, 2011. 
http://www.estacionpringles.org.ar/novedades.html