miércoles, mayo 28, 2014

Dos poemas de Juliana Spahr


20 de enero, 2003

Alguno dice caballería multitudinaria, algunos dicen soldados a pie, otros lo llaman flota.

Alguno dice un ejército de caballería, otros de infantería, otros naves.

Alguno dice jinetes o soldados a pie o remeros.

O una tropa de caballos, el marcado rango de los marchantes, una noble flotilla, alguno dice.

Alguno dice ciento veinte tanques Challenger Two, de infantería, o una flota de naves.

Hay aquellos que dicen un montón de caballería, tanques M1A2 Abrams y, otros de naves, y otros Howitzer de 155 mm.

Alguno dice vehículos de combate Warrior atestados, algunos dicen soldados de a pie, otros lo llaman una flotilla de las más bellas vistas que la oscura tierra ofrece.

Alguno dice que la más linda cosa sobre la tierra oscura es un montón de helicópteros de ataque AH-64 antiblindaje, y, otros, de nuevo, una flota de naves.

Alguno dice que la más bella cosa sobre la tierra oscura es un ejército de tanques de artillería AS90; otros, infantería; aun otros, naves.

Sobre esta tierra oscura, alguno dice que la cosa más adorable, son las treinta mil tropas de asalto de Bretaña que se unen hoy a las sesenta y dos mil estadounidenses movilizadas en los diez días pasados y un estimado de sesenta mil de los EU que van en camino.

En esta tierra oscura, sobre la tierra oscuro carbón, alguno dice todo esto y más.

Pero yo digo es lo que más amas.

Yo digo que eso son las personas que amas.

Digo que son esas cosas, cualquiera que sean, que uno ama y desea.

Digo que es lo que uno ama.

Es lo que uno ama, la más bella cosa es quien uno ama.

Digo es quien quiera que una persona ame.

Digo que para mí son mis amados.

Para mí, y nadie más, son mis amados, eso es la más adorable vista.

Digo la visión de los que amas.

Lo digo de nuevo, la visión de los que amas, aquellos que has conocido y aquellos que no.

Lo digo de nuevo y de nuevo.

De nuevo y de nuevo.

Trato de seguir diciéndolo para que siga pasando.

Lo digo de nuevo, la visión de los que amas, aquellos que has conocido y aquellos que no.




30 de noviembre, 2002

Amados, nos levantamos en la mañana a la oscuridad y la vemos volverse claridad con esperanza.

Cada mañana la esperamos en nuestra cama escuchando a los loros y su alharaca.

Amados, las ramas de los árboles se bifurcan sobre nuestro techo, sobre nuestra cama, y sepan que cuando hablo de los loros hablo del amor y de sus colores verdes, del amor y de sus graznidos, del amor y de la discordia que traen a la tranquilidad de la mañana, que es la discordia del despertar.

Cuando hablo de los loros, hablo de todo aquello a lo que despertamos esta mañana, de la caída del índice Dow, aun cuando ayer terminó en un ánimo positivo, Contro de la Misión, el transporte espacial, el testamento enorme de George Harrison, los hare krishna, la ciudad de Man, la ciudad de Danané y el Movimiento por la Paz y la Justicia y el Movimiento Marfileño Popular del Oeste, desplazados y golpes fallidos, algunas pistas sobre el atentado en Kenia

Hoy aún hablo de los catorce que han muerto en Kenia al inicio de esta semana, algunos por su propia decisión, algunos por la decisión de otros, mientras hablo de los loros.

Y como hablo de los loros, hablo del clima del día aquí, la suave brisa y la sábana que pongo sobre mí esta mañana en el subtrópico y luego hablo de África del Este, aquellos detenidos para interrogarlos, fronteras porosas, sobre la fácil disponibilidad de pasaportes fraudulentos.

Hablo de largas líneas costeras y del cuerpo y del cuerpo de Alejandro Dumas cubierto por un paño azul con las palabras "todos para uno, uno para todos".

Hablo de los nietos de los esclavos haitianos negros que se van y de lo que significa ser francés.

Hablo de la Jihad global, de clérigos radicales, planetas gigantes, Júpiter, gas y polvo de estrellas, aumento gravitacional, dinámica de los fluidos, evolución protoplanetaria, la imparable diseminación global del sida.

Cuando hablo de los loros hablo del par de mascotas liberadas en algún momento entre 1986 y 1987 que ahora suman por lo menos treinta.

Hablo de cómo empiezan su día al amanecer, y vuelan a las copas de los árboles mirando al sur para descansar en las ramas cercanas a nuestra cama, amados, donde reposan por cerca de una hora para comer, acicalarse y socializar antes de moverse en busca de frutos y semillas de ciruela silvestre, baya de Navidad, papaya, guayaba roja, y otros arbustos y árboles que han sido, como ellos, como nosotros, traídos desde algún otro lugar.

Hablo de nuestra mañana por venir, cotidiana, con las noticias de todo ello, con su hora para alimentarse, acicalarse y socializar restringido antes de volver a nuestras computadoras individuales y a la amplitud de sus conexiones y al probable cambio de temperatura cada hora entre los 26 y algo por debajo de los 27 grados que tendrá el día, con vientos que empiezan con 19 y lo finalizan con 12 km/h.

Cuando hablo del verde de los loros, hablo de ustedes y de mí, y de nuestras raíces al fondo del cráter una vez llamado Le'ahí, ahora llamado Cabeza de Diamante, y hablo de aquellos que nos animan a pensarlos como instalados con nosotros, Mariah Carey, Jermaine Dupri, Jimmy Jam y Terry Lewis, Jay-Z, Cam'ron, Justin Timberlake, Nick Carter, Rod Stewart y Shania Twain.

Y hablo del aleteo de los loros mientras llegan hasta el árbol que se extiende hasta la cama y del aleteo indefenso de nuestras alas en nuestra mente, nuestras alas aleteando mientras yacemos sobre nuestras espaldas en nuestra cama por la noche, incapaces de volver o alejarnos, el banco de tres patas, con su parte política, la militar, y la del desarrollo, que ha entrado a nuestra cama por la noche manteniéndonos sin sueño como los loros han entrado en este hábitat muy lejos de su origen porque alguien los liberó, alguien los liberó, y vuelan de un lugar a otro, ruidosamente, para recordarnos que es de mañana y aun cuando, atascados de espaldas en la cama, las alas agitándose, es bienvenida cualquier distracción de las partes del banco de tres patas.




Juliana Spahr
Esta conexión de todo aquello con pulmones
Traducción: Benjamín Moreno y Minerva Reynosa
Mantis Editores, 2012.

miércoles, mayo 21, 2014

Tres poemas de Gregory Corso


Sobre las paredes de un cuarto amueblado y cursi

Colgué fotos viejas de las chicas de mi niñez;
con el corazón roto me siento, codo sobre la mesa,
mentón en la mano, y estudio
       los orgullosos ojos de Helen,
       la débil boca de Jane,
       el cabello dorado de Susan.



Hola...

Es desastroso ser un ciervo herido.
Soy el más herido, los lobos merodean,
y también tengo mis fallas.
¡Mi carne está atrapada en el Gancho Inevitable!
De niño vi muchas cosas que no quería ver.
¿Soy la persona que no quería ser?
¿Esa persona que habla consigo misma?
¿Esa persona de la que los vecinos se burlan?
¿Soy quien, sobre escalones del museo, duerme de costado?
¿Visto las ropas de alguien que falló?
¿Soy el tipo loco?
En la gran serenata de las cosas,
       ¿soy el pasaje omitido?



Anoche manejé un auto...

Anoche manejé un auto
       sin saber manejar
       sin tener un auto
Manejé y noqueé
       a gente que amaba
       ...iba a 120 por el pueblo.

Me detuve en Hedgeville
       y dormí en el asiento trasero
       ...emocionado por mi nueva vida.



Gregory Corso
Gasolina
Traducción: Aurelio Meza
Palacio de la fatalidad, 2014.

miércoles, mayo 14, 2014

Aubade


Trabajo todo el día y me embriago en la noche.
Despierto a las cuatro en la oscuridad sorda, miro.
Con el tiempo, las orillas de la cortina se iluminarán.
Hasta entonces, veo lo que en realidad ha estado allí siempre:
la muerte infatigable, cada día más cerca,
anulando todo pensamiento salvo cómo
y dónde y cuándo moriré.
La pregunta es difícil. Sin embargo, el temor
de agonizar, y a estar muerto,
destella otra vez para quedarse y horrorizar.

La mente se queda en blanco. No por el remordimiento:
el bien no realizado, el amor no ofrecido,
el tiempo desperdiciado; ni tampoco por la desdicha
porque una vida puede tardar tanto en enmendar
sus primeros pasos, y puede que nunca lo logre;
sino por el vacío total, eterno,
el inevitable final hacia el que vamos
y en el que nos perderemos para siempre. No estar aquí,
ni en otra parte,
nada más terrible, nada más cierto.

Esta es una manera peculiar de tener miedo
que ningún truco ahuyenta. La religión solía intentarlo,
ese vasto brocado de música apolillada,
inventada para hacernos creer que nunca morimos,
con el argumento engañoso de: ningún ser racional
puede temer algo que no sentirá, sin darse cuenta
que eso es lo que tememos: sin ver, en silencio,
sin tocar o degustar u oler, nada en qué pensar,
nada con qué amar o con qué vincularse,
la anestesia de la que nadie despierta.

Así, justo al filo de la mirada, permanece, como una pequeña
mancha desenfocada, un persistente escalofrío
que adormece cada impulso hasta la incertidumbre.
La mayoría de las cosas nunca sucederán, esta sí,
y darse cuenta de ello aviva
el temor cuando nos encuentra sin gente
o sin tragos. Ser valiente no sirve,
no significa asustar a otros. Tener agallas
no ha salvado a nadie de la tumba.
La muerte no es distinta si se le llora o se le enfrenta.

Lentamente amanece, el cuarto toma forma.
Está ahí como un ropero: lo que sabemos,
lo hemos sabido siempre, sabemos que
no podemos escapar de ella, ni tampoco
aceptarla. Un día tendremos que decidirnos.
Mientras tanto los teléfonos se agazapan,
listos para sonar en oficinas cerradas y todo el indiferente,
intrincado y provisional mundo empieza a levantarse.
El cielo es blanco como la arcilla, sin sol.
El trabajo debe hacerse.
Los carteros como los médicos van de casa en casa.



Philip Larkin
Aubade
Traducción: Argel Corpus y Evelio Rojas
Ditoria Hormiga, 2013.

miércoles, mayo 07, 2014

Tres poemas de José María Eguren


Las niñas de luz

Las niñas de luz
que al sol rodean,
centellean
y sonríen;
como cambiante pedrería,
van por la nube harmonía.
Las niñas del sol,
de albinos cabellos
y purpúrea tez
nadan en ígneos destellos.
Desde un arrebol
su vuelo aseguran,
aterrizar procuran;
y, cual coloridas notas,
mueren en las nublas remotas.
Las niñas de luz
que al sol rodean,
centellean
y sonríen.



Marginal

En la orilla contemplo
suaves, ligeras,
con sus penachos finos,
las cañaveras.

Las totoras caídas,
de ocre pintadas,
el verde musgo adornan,
iluminadas.

Campanillas presentan
su dulce poma
que licores destila,
de fino aroma.

En parejas discurren
verdes alciones,
que descienden y buscan
los camarones.

Allí, gratos se aduermen
los guarangales,
y por la sombra juegan
los recentales.

Ora ves largas alas,
cabezas brunas
de las garzas que vienen
de las lagunas.

Y las almas campestres,
con grande anhelo,
en la espuma rosada
miran su cielo.

Mientras oyen que cunde
tras los cañares,
la canción fugitiva
de esos lugares.



La noche de las alegorías

Es la noche; celosías,
fondo oscuro, alegorías.

Caperuzas y oropeles,
mariposas moscateles.

La falena y el fantoche
de la caja de la noche.

Se ha sentido la avionera,
de las sombras pasajeras.

Se percibe de hora en hora
la mantide rezadora.

Se ven sombras capuchinas
en el hall de las neblinas.

Al panteón de la ladera
vuelve el ánima enfermera.

No es violeta de los faros
es la noche de ojos claros.

Con figuras encendida
la pantalla de la vida.



José María Eguren
Antología poética
Comunidad Latinoamericana de Escritores, 1974.