miércoles, diciembre 28, 2011

Clásicos selecta (2000-2010)




Clásicos selecta (2000-2010)
Inti García Santamaría
Montevideo, Uruguay:
La Propia Cartonera, 2011.

Descarga el PDF aquí:
http://es.scribd.com/doc/168380146/Cla%CC%81sicos-selecta

miércoles, diciembre 21, 2011

Dos poemas de Alfonso D'Aquino

.
El cosmógrafo

...y esto, en cambio, sucede por una acentuación
del pensamiento...

G. M. Hopkins

Estaba viendo las estrellas la otra noche
y era como si estuviera viendo las estrellas otra noche
mentalmente me veía mirarlas
y también podía verme mirándome verlas

Me recuerdo mirando las estrellas me decía
y ya recordaba que otra vez las veía

Desde un vidrio me veo y en otro me reflejo
y miro que me miro
y también imagino que una estrella distinta
de pronto se refleja de este lado del libro

Y en cada vidrio que veo un reflejo distinto
de mí mismo se parte y me extravía...




(blue sapphire)


Piedra de las cuatro casas
cada una dentro de la otra a la distancia
en la perspectiva que se prolonga de un cuarto a otro
a lo largo de distintas ventanas

Una casa de tierra una casa lejana una casa de piedra
con el techo de cielo y una casa de aire suspendida en las ramas
o simplemente las distintas caras del azul
si la piedra se mueve o cambia la luz

La blanquísima casa entre las nubes
Xochicaltitla número cincuenta oculta en Coyoacán
el lugar donde abundan las flores
la casa llena de muchachas descalzas

En el callejón empedrado como un sueño
cada casa con su árbol y su loco encadenado
azul bajo cualquier luz
cada perro su fantasma como un hueso

Ya mi primer recuerdo fue verme viendo flores
una maceta de geranios enfrente de los ojos
la circulación de las formas en los reflejos del ventanal
la húmeda huella de unos pies en los mosaicos rojos

Vidrio nublado en el silencio añil
mientras en un rincón del jardín el trueno se cubría de gusanos
en el muro de la yerba santa
unas enormes manchas de humedad me llenaban de desasosiego

Prismas perfectos de una claridad que me ciega
la turbia y al mismo tiempo pura
intensidad de las luces interiores de la piedra
–como niebla azulosa tras un vidrio sin nadie

Frente a la opacidad de los cuerpos enfermos
la música como una forma casi tangible de la felicidad
el jardín con todos sus encantos abiertos y velados
y los libros siempre tantos iluminados y secretos

En su cuarto en penumbra al mediodía
me veo leerle a Pita moribunda
ininteligibles fragmentos del Inferno
que ella en su lúcida somnolencia escuchaba en silencio

Signos producidos por el tacto que recorre la piedra
audibles signos toco sus colores internos
sordas notas huecas la pureza del rojo la profundidad del verde
terciopelo del tacto enamorado de una gema

Hay una casa alojada en mi cabeza
hay una casa a la que sólo vuelvo en sueños
hay una casa a la que nunca he vuelto en sueños
hay una casa de la que no he salido

Carretera Federal a Cuernavaca seis cero seis cero
en el jardín abandonado el liquidámbar siempre verde
lo regué durante trece años cada día
porque entre sus raíces crecía un muerto

Sombras en los vidrios de Tlalpan a mi paso
sombras en San Fernando y sus calles cubiertas de flores de jacaranda
sombras sin principio ni fin dando vuelta en las esquinas de mi mente
sombras por flores en el mercado de las flores

Y gatos infinidad de gatos en los árboles y las escaleras
abejas y tortugas y aquel ave de azoro que soltamos
y una perra tras otra
y varios otros animales bajo tierra

La imaginaba pintada de un azul tan tenue
que en las tardes se confundiera con el color del cielo
lluvia hasta dentro de los libros de la ropa y de los huesos
y por momentos azulosa simplemente desapareciera

Ácida lucidez de mi letrada soledad
iba gestando entre las húmedas paredes y los vidrios ardientes
debajo de las piedras y los forros amarillos
un hongo negro

El azul se descubre por sí solo
como la estrella que oculta el cuerpo fragmentado y repartido
una parte en cada pieza de la casa
y una parte que siempre está perdida

Paso un dedo por la pulida superficie de la piedra
y no puedo dejar de sentir que me acaricia
como una carne tibia con todas las tonalidades del azul
la tersura de su tacto sube por mi mano sin prisa

Y entre las huellas de mis dedos y la piel del cristal
despierta otro sentido
como la música silenciosa que brota de mi mano
al contacto de este fragmento de cuerpo azul endrino

Cesó la lluvia brilla el aire
si no fuera imposible hablar de la divina claridad de la casa de espejos
que al menos mis palabras transparenten
esta tinta inconcebible que corre por mis dedos

Líneas de interferencia cristalina
muestran cada vez una estrella distinta
plaque tournante de las otras casas vividas
series de corredores escaleras tejados y vitrinas

Aquí en los Montes aprendí finalmente a deletrear los astros
a palpar la mínima distancia entre una cara y sus reflejos
en el bosque de niebla los árboles se esfuman en el aire
y a dejar de saludar al fin aun a aquellos que conocí de lejos

Frente al cuarto vacío
el fondo de la alberca se ha cubierto de hojas de encino
y en sus paredes deslavadas crecen inquietantes manchas
como si todo hablara de la extinción del bosque en cada signo

Acechante pupila montada en oro viejo verdecido
intensamente azul genciana sigue desde la mesa mis gestos y sigilos
entre copas vacías y espirales de polvo
imagen previa de la luz en los otros sentidos

Cuerpo de gloria desmembrado en gemas
a partir del mínimo fragmento me deja vislumbrar
desde el centro de la asteria que me guía
hacia adentro de la piedra todo el cuerpo repartido

Hay una casa que desaloja mi cabeza
hay otra casa a la que nunca he vuelto en sueños
hay otra casa a la que aún no he entrado
hay otra casa de la que nunca habré salido

Constelación de objetos a la espera
de la oscuridad en la que se despojarán de su apariencia
y ya sólo el tacto quedará para reconocerlos
las huellas aptas para tocar la música de las piedras

A través del ventanal me veo desde el jardín
reflejado en las ventanas de mis ojos entrar en otra casa
profunda y luminosa como son las casas en los sueños
donde siempre se abre inesperadamente un cuarto nuevo

Y en la huella que se desvanecía sobre el mosaico rojo
me vi dejar la merada huella de mis labios en el sueño
y al fondo de la gema brillar en el reflejo de mi frente
como un volcán diminuto otro triángulo luminoso

El lento movimiento circular del dedo en el zafiro
expande la sensación del roce hasta las circunvoluciones de mi cerebro
y cada giro me acerca al mismo tiempo que enerva cada surco
al punto iluminado que se desprende de mi mano más allá de mí mismo


Ven... entra... ven... no hay nadie dentro...
entra... y no habrá nadie...




Alfonso D'Aquino
Astro labio
Libros Magenta, 2011.

miércoles, diciembre 14, 2011

Cuatro poemas de Hugo Padeletti

.
YA NO VOY A OCUPARME


de la flor del ciruelo,
de la lluvia que cae en el jardín,
de las hojas de jade que palpitan
en el agua de jade.

Me quedo con la impávida ventura
de la taza de té,
con la fresca humedad
de la camelia dibujada.

Ayer es un ciruelo lancinante,
una lluvia que cala el corazón,
un deslumbramiento de jade
que fluye, irreparable,
por el río de jade.

Me vuelvo hacia las formas impasibles
de las flores antiguas del papel,
al amor temperado del laúd,
a la rama de incienso de los clásicos.



SE DICE QUE LAS SOMBRAS DEL HINOJO

cuando se ven de pronto, sobre un lecho
de lajas, figuran el futuro.
La lectura es oscura. Sólo el ojo

que nada espera
ve lo que le espera. Ve la primavera
salpicada de rojo, ve el verano
del piojo y el ratón

–sin goce y sin enojo–, ve el otoño
que desnuda su hueso y, en el beso
de mármol del invierno,
su epitafio, su infierno.



EL ARBOL DE LA CULPA

5

¿Nadie sabe qué es
. . . . el helecho,
este milagro que respira?

¿Nadie sabe qué es
. . . . el gorrión,
que salta en el suelo y se va,
. . . . que vuela en el cielo?

¿Nadie sabe qué es este momento
. . . . de aire como miel,
que ya no es este momento?

Nadie sabe qué es
. . . . el corazón que late,
el tiempo que late y combate
. . . . y los grandes espacios
abiertos, que palpitan.



7

. . De escogidas, profundas, solitarias
. . . . . palabras he vivido. De los bardos
. . . . . . . . . . . del mundo, las movientes
palabras solitarias.

. . . . . . . . ¿Así podría morir?

Cuando cae la carne de las grandes
. . . . . palabras solitarias,
. . . . . . . . . . . cuando cae la carne
de los frutos –oh carne–

. . . . . . . . estoy adentro.




Hugo Padeletti
El Andariego. Poemas 1944 1980
Fondo de Cultura Económica, 2007.

miércoles, diciembre 07, 2011

Tres poemas de Ángel Ortuño

.
Celaje

Uso ciertas palabras
por prescripción
médica.
Sufrí envenenamiento con magnesio.

Pero otras, en cambio, las profiero sin tener ni siquiera
la sombra de un objeto, de un árbol.
Cipreses, por ejemplo, hacia los cementerios
enlosados de mármol
donde los muertos vivos
juegan a ser banqueros y no comen paté
sino cerebros.

Luego termina todo sin motivo ninguno.
El ulular, el ruido de los radios

pleno de interferencia.



In anima vili

Altos estudios, pipas
de kif, tambores
para el empalamiento. La antropóloga
era tan solo eso. Lo sabíamos
todos,
incluso quien nos dijo que en Japón
se filmaban películas
donde se hería la lengua de las protagonistas.

Aunque aquí no podíamos
saber si la antropóloga seguía teniendo lengua.

No era
ni remotamente
japonesa.



Robert Johnson

Una mujer de corazón tan tierno.
Un whisky envenenado.
Nadie dijo: ahí
como un perro rabioso vendrá mi Redentor
a reírse de mí:

¿Aceptó que vendieras
lo que nunca tuviste?
¿Dónde queda ese cruce de caminos?

Tú escupías espuma.
Él era alto y blanco.



Ángel Ortuño

Mecanismos discretos
Mano Santa, 2011.

Lectura en línea del libro completo:
http://issuu.com/luisfernandoortega/docs/ortuno