miércoles, marzo 13, 2024

Siete postales de Leandro Llull


Sobre la Rambla

Baja la vista,
se concentra en el café:
sabe que la luz sigue ahí,
brillante y feliz,
aunque no la mire.





Les Nabis

No fueron escuela ni movimiento. Tampoco generación. Pintaron como niños cuando se les da en la clase la felicidad del tema libre.





The mist

En la base del Vesubio nos dicen que en la cima no se ve nada, pero ya estamos aquí y subimos. A los pocos metros, la blancura lo borra todo. No hay paisaje, solo nuestros pasos en la grava. Agua, vapor y viento; todavía escucho mis pies entre las nubes.





Lo supuesto

En la tarde oscura y húmeda de León, sorprendimos a un pavo real junto a los patos. Ni abrió su cola ni agitó las alas, lo único que hizo fue quedarse parado sobre el travesaño de la cerca. No necesitó mostrar los mil ojos del plumaje: le bastó con estar ahí, sabiendo que nosotros conocíamos su hermosura y no deseábamos conquistarla.





Rachmaninov

Desde los asientos que pudimos pagar no se veía a los músicos. Estábamos justo arriba del escenario, en una especie de balcón, y la obra subía hasta nosotros como un perfume. Su humo atravesaba las fibras de nuestra imaginación.





Juventud

Hay un punto en el que nos damos cuenta de que, cuanto más grandes somos, más nuevos nos volvemos. No solo en retrospectiva cronológica, sino en evolución de espíritu. Mientras estamos cerca del nacimiento, más herencia que rechazar. En cambio, el hueco de la muerte nos obliga al despojo y al olvido. Es ante el borde negro que la propia lengua aparece, sus balbuceos amnésicos de toda gramática. Todo canto joven es fruto del añejamiento de su boca.





La gratitud infinita

En el jardín del museo Thyssen hay una bandera con un cuadro de Magritte. Son dos de sus famosos hombres con bombín. Están de espaldas y caminan suspendidos en el aire. Mientras conversan, andan livianos, como recordándonos que las palabras nos despegan de la tierra.





Leandro Llull
Otra luz
Bardos, 2023

martes, marzo 05, 2024

Siete poetas chinos


Casa Refugio Citlaltépetl

Las sillas de plástico de color naranja
más llamativas que el jugo de zanahoria
y dispersas junto a la fuente redonda

Grupos de clientes jóvenes
sentados en las pulidas mesas de piedra
y bajo dos corpulentos árboles de hule

En la casa viven dos poetas de edad mediana
uno viene de Irán y otro de Siria
dos países de un mismo sufrimiento

Las hojas alargadas rozan sus claras ventanas
ambos están bajando de la habitación
y las meseras del patio no los conocen

(Cai Tianxin. Traducción: Sun Xintang)







Discúlpame por no desearte feliz Año Nuevo

discúlpame por no desearte feliz Año Nuevo
porque estoy triste
espero que tengas un feliz Año Nuevo
porque no estoy feliz
por favor, no me consueles
porque ya que me has dado consuelo
en la sombra de la Muerte
mamá sonríe como cuando vivía
necesito tiempo para sentarme
sin tristeza ni alegría
recordar la vida entera de mi madre
mi vista cae sobre la ropa de mamá
ella se sacudió del amor mundano
sin tristeza ni alegría
los buenos deseos son como ropa usada
ningún deseo nuevo
sería más cordial que mi madre
el amor --esa infinidad de tristeza y alegría--
en este momento está pegado sobre mi rostro

(Zhou Sese. Traducción: Sun Xintang)







Hija ante el espejo

Mi hija se quita su ropa de niños
y se pone mi pijama rosa pálido
imitándome ante el espejo.
Y yo con complejos sentimientos recibo
un sueño que llega a mi sueño. Sólo que
no puedo probarme su vestido, tampoco
sé entrar en sus sueños.
Ella acaba de llorar, y ahora
lágrima aún en ojos, complacida en sí misma
sin que le importe
el gran hueco que queda entre su pequeño cuerpo
y la ancha ropa.

(Liu Chang. Traducción: Sun Xintang)







De las hojas caídas una es mi papá

Viento y lluvia
Fueron los últimos días de papá después de que le diagnosticaron
el cáncer
Ay
Viento y lluvia

Yo corría hacia el Hospital de Tórax de Shanghai
en camino cubierto de hojas caídas por el viento y la lluvia

Y hoy día
de las hojas caídas en el suelo
una es mi papá

(Qin Fei. Traducción: Sun Xintang)







Soy nieve

Soy nieve
traducida al agua por el sol
Soy agua
traduzco la semilla a la planta
Soy planta
traduzco la flor al fruto
Soy fruto
traducido a la vida por los padres
Soy vida
traducida a la muerte por la vejez
Soy muerte
traducida a la nieve por el invierno
Soy nieve
traducida al agua por el sol

(Yan Li. Traducción: Sun Xintang y Radina Dimitrova)







Desesperación

Por la noche, al círculo de amigos
envía un poema desesperado
Uno tras otro nosotros lo elogiamos
alabamos la profundidad con la que ha plasmado la desesperación
y él se pasa toda la noche vigilando la pantalla del móvil
para ver desesperado si nosotros lo elogiamos

(Shen Haobo. Traducción: Tyra Diez e Isolda Morillo)







Regreso

Caer lágrimas al ver el nombre de un lugar
es cosa de la edad mediana
Antes yo andaba por muchas partes
al encuentro de los sueños
Y estos años he cometido errores
He perdido el rosado de la flor de melocotón
y lo blanco del algodón

Ahora azoradamente estoy buscando un camino de regreso
Temiendo que, si tardo mucho, llueva en este nombre
Temiendo perder el rojo del sorgo y el amarillo del trigo
Así como a los seres queridos que hacia mí andan en el campo

(Jian Rufeng. Traducción: Sun Xintang y Yang Hong)







Un mínimo destello en el mar del atardecer. Poetas chinos en América Latina
Compilación: Sun Xintang
Traducción: Varios autores
Universidad Autónoma de Nuevo León, 2019

martes, febrero 27, 2024

Un poema de Valeria Román Marroquín

Multitudes

cuando las multitudes llegaron
                     llegaron alzando una arenga al sol
                                  anunciándose primeros
de aquella realidad dura y caótica
                     una herida que asoma y crece
                     a tajo abierto
         y con bochorno y empaño
                                  en la faringe se atoraba
                     ese lenguaje estéril
                     de las ciencias sociales y las ciencias políticas
                     hoy disciplinas del fracaso
cuando las multitudes llegaron
         había que poner el ojo hacia las calles porque este ruido
         no es el ruido
                     desordenado del exceso de producción y comercio
sino la bulla de la multitud sin distinción evidente y sin embargo
                     mil colores flameando acompañaban a las multitudes
cuando llegaron
         galopes a 90 km/h         pura sangre
                     los camiones de carga transportan a velocidad
                                       perfecta
         las esperanzas de las multitudes y sus hijos
                     hombres y mujeres de carne constituida
         y labor atlas columna vertebral nuestras horas
                     de ocio y alimento
                     a dar la masa por la masa contra la masa
y cuando llegaron
         un único ritmo desde las arterias profundas del territorio
                     infranacional                         para algunos
         aplanando el terreno hacia la jornada histórica que necesita
                     nuestra época                    aplanando esta ruta rústica
         de tierra irregular desigual     para algunos
                     poros abiertos puro sudor baja y rebaja
         y esta destreza adquirida para la movilización
                     es la de la carrera a campo abierto

cuando las multitudes llegaron
         temblaron las carreteras y temblaron los peajes y temblaron
         los distritos de la capital moderna con mayor porcentaje de derroche
         y temblaron los oligopolios y temblaron los gerentes y temblaron
         y temblaron y temblaron y temblaban sus cabezas de un lado a otro
         pensando cómo aferrarse a sus posesiones y temblaron al son
         de los carnavales que venían silbando agudas las multitudes
cuando llegaron
         tembló la universidad pública y los decanos de las facultades se encontraron
                     sorprendidos por el objeto de su producción presentándose
         en los pasillos a hacerse de un coloquio propio a nombrarse suyo
         pero dijeron aquí no hay espacio para ustedes
                     mostrando sus espaldas recubiertas
                                 del color plomo roedor
                     de un terno cuidadosamente planchado
cuando llegaron las multitudes
         la universidad pública dejó de ser la universidad pública y pasó a ser
                     la universidad del pueblo           tomada por las multitudes
cuando llegaron
         se dictaron seminarios en horas teóricas y prácticas igualmente
                     divididas confundidas unas con otras
                                 hasta que el aula salga por fin al campo

nuestra materia hoy:
                                              el pueblo
LA PALABRA "PUEBLO"                   no hay vergüenza en pronunciarla
                     sílaba por sílaba                PORQUE ES HERMOSA
                                 porque cubre grandísima toda la totalidad
                     todos los instantes todas las contradicciones
                     una máxima palabra con toda palabra contenida
                     palabras aplastadas unas contra otras ajustándose en el espacio
                                 donde las palabras empiezan a obrar
                                 y concluimos que el pueblo es una masa de palabras
cuando llegaron las multitudes
         las prioridades de los presupuestos cambiaron y jamás hubiese
         sentido que llegaban los millones de nuestra riqueza nacional
                     hasta que el gas pimienta me reventó la cara
         y los muchachos perdían el ojo
                     a plena luz del día
                     con nuevas municiones del primer mundo
         que nos miraba con pena y solo miraba atento
                                                              pobrecitos
cuando llegaron las multitudes
         se televisó su llegada y les llamaron bestias brutos animales cholos
                     ignorantes comunistas indios llamas perros criminales
         delincuentes terroristas bárbaros violentos incivilizados vándalos vulgo
                     qué se han creído para venir hasta aquí
         y aun así nada pudo detener a las multitudes
cuando llegaron
         ni el ejército ni la policía nacional ni el serenazgo ni nuevas legislaciones
         ni intervenciones congresales ni un nuevo gabinete ni un nuevo cambio
         cómodo del dólar ni un mensaje a la nación ni las contramarchas ni el dinero
         de la empresa privada ni el hambre ni el cansancio ni los golpes de calor
                                       ni los callos ni las hernias ni el suelo
cuando llegaron las multitudes
         de una sola lata de atún se alimentaron centenas y de una sola bolsa de menudencia
         siguieron millones y se hizo caldo para resistir el trayecto de la caminata
         y sus accidentes y sus ofensas y esa sopa y su huevo hervido y su papa cocida
                     se hicieron ilegales por las nuevas disposiciones de vigilancia
                                       que nos traía el régimen
cuando llegaron las multitudes
         en la clandestinidad compartíamos café de sobre y galleta de soda
cuando llegaron las multitudes
         el pueblo alimentó al pueblo y llegaron javas de papaya y kilos de camote y toneladas
                     de lentejas y galones de aceite y pura agua sellada por el plástico
cuando llegaron las multitudes
         hablaron quechua y no les entendieron
         hablaron aymara y no les entendieron
         vino la fiscalía y no les entendieron
         vinieron los abogados y no les entendieron
         vinieron los intérpretes y no les entendieron
         hablaron español y no les entendieron
         pararon los mercados y no les entendieron
         tomaron la planta de gas y no les entendieron
         tocaron los sikuris y no les entendieron
         se pronunció el gobierno regional y no les entendieron
         se instalaron mesas de diálogo y no les entendieron
         llegó la misión internacional y no les entendieron
cuando llegaron las multitudes
         el entendimiento de nuestros gobernantes autoproclamados
                     se desvanecía en la neblina de las lacrimógenas
cuando llegaron las multitudes
         el comité político ideológico no supo qué hacer
                     con los planes que se hicieron este año
                     para la inscripción de sus tribunos hacia las curules
         y no supieron qué hacer
cuando se bloquearon las rutas de movilización que ya conocíamos
         más aún nadie quiso levantar sus arengas
cuando llegaron las multitudes
         los poemas de las multitudes se hicieron populares populosos
         y los poetas se arrojaron con júbilo a la épica de las protestas
                     y sin embargo un poema no basta digo
         así como la memoria colectiva tiene sus agujeros sus reveses sus bajos
                     sus borraduras la violencia bruta hacia
         los huesos de nuestros iguales y la voluntad de seguir
                     avanzando hasta más allá de lo que
         se nos permite pensar
                     no se sirve de nuestras metáforas curadas
cuando llegaron las multitudes
         este poema se escribió y tampoco fue suficiente
                     y en nuestro fracaso habría que seguir escribiendo
                             para fracasar nuevamente
         una y otra vez                         golpe contra golpe
                     capturando el porvenir
         hasta que nuestro fracaso sea la canción de las multitudes
cuando llegaron
         le dije a mis compañeros soy una mujer de fe y optimismo mientras
                                       nos caían macanas una y otra vez
                     golpe contra golpe
         sin metáfora de por medio
cuando llegaron las multitudes
         el centro comercial seguía funcionando y nos preguntamos
                     cuál será el límite si cada día se rompe el límite
y cuánto tiempo más aguantaremos                   si seguimos aguantando
         sin metáfora de por medio
cuando llegaron las multitudes
         les dije a mis compañeros encontraremos tiempos mejores
                     los días donde la tierra y su producto sean nuestros
días de sol radiante estallando contra nuestras frentes
         yerba fresca donde tumbarse panza arriba
                     observar sin prisa
                           un calor distinto
         tiempos que vamos a escribir
todos los peruanos sin distinción aparente
         TODAS LAS MULTITUDES
REUNIDAS EN UNA SOLA MULTITUD
                     APLASTADAS UNAS CONTRA OTRAS
una masa aspirante pensante muscular viva

                     ahora me doy cuenta

ESE TIEMPO ES HOY
las multitudes están aquí







Valeria Román Marroquín
Multitudes
Taller Editorial La Balanza, 2023

lunes, febrero 19, 2024

Cinco poemas de Martín Rangel


anoche soñé que me convertía en un murciélago
después trepaba al batimóvil y salía a combatir a los poemas
ellos me atacaban con su mejor artillería:

piramidalfunestamente sacaban mis ojos
sus frentes armadas de medias lunas y
sus chopos de agua a presión
sitiaban mi epidermis
hasta casi acabar conmigo

después desperté
bajé a la cocina
tomé cereal con la cara inexpresiva
y me quedé viendo la pared durante aprox 1 hora







estoy sentado junto a ti mientras produces chillstep en una aplicación para ipad y usas calcetas de hello kitty y tu codo izquierdo está sobre tu rodilla izquierda y tu mano izquierda sostiene tu frente y tu cabello cubre tu cara casi por completo

quiero caminar el centro de todas las ciudades contigo
quiero beber café y oír a mariah carey cantando villancicos en
todos los cafés del mundo contigo
escucharte producir chillstep a mi lado
hasta morir hipnotizados
quiero destruir el mundo y volver a crearlo contigo
por todas la calles de nuestro nuevo mundo sonaría tu chillstep
la gente bailaría todo el tiempo
la gente caminaría todo el tiempo como bailando
haría falta una nueva palabra para eso
la inventaríamos también
'bailinando'
tal vez
hasta que llegara mariah carey con sus villancicos a arruinarlo todo
ni aun destruyendo el mundo y volviéndolo a crear
podríamos evitar la navidad
ni a mariah carey cantando por todos lados
igual no importaría
porque estaríamos juntos
el resto del año
en todas las calles
de todos los centros
de todas las ciudades del mundo
bailando al ritmo de tu chillstep
hasta morir hipnotizados







dime si te sientes avergonzada o no de mi aparente inexistencia
estar en un sitio hacer
las veces de mueble las veces
que sean necesarias
hacer las veces de bulto
personaje película de culto
por favor ya no tienes 87 años
dime todas las cosas color rojo que recuerdes
el próximo 5 de noviembre no es viernes
te pregunto si crees en los mensajes del cielo
el día que nos juntamos a tomar café
en el cielo había luna hiena
y los rayos quebraban la noche
pero la noche enseguida se volvía a ensamblar
porque es la noche y las noches hacen cosas
de noches
espaciotemporalmente bebíamos café
y mientras hablabas de arte
comenzó a llover
la quietud inquietante
el acto performativo como
manifestación de la resistencia
no inventes no inviertas tu tiempo en responder
hay cosas que es mejor no conocer
vivir desafinadamente
en todo caso quién soy yo
para juzgarlos
crucificaremos peores cosas
evitando
en la medida de lo posible
cualquier tipo de contacto sexual
errores ligados a una incapacidad
de sentir arrepentimiento
de sentir
pasado el tiempo
aburrimiento
si puedes pronunciar pregabalina
eso sólo significa que la sustancia no ha
surtido efecto
si puedes escribir un poema y al
terminarlo eres capaz de leerlo todavía
entonces no ha
surtido efecto







"el tiempo pasa más lento cuando no puedes dormir" confirmó la ciencia

y nunca terminamos de mirar al sol marcharse
y nunca estuvimos muriendo todo se trataba de un performance
cerramos los ojos y pudimos ver flores pero no pudimos olerlas
recuerdo un rastro interminable de sudor y glitter
y música que sonaba muy fuerte       ser solamente
cuerpo       recuerdo que atravesé el espejo y no había nada
del otro lado de las cosas       no te pierdes de mucho
cosas comunes como el insomnio o los eclipses
o fracturas en el pecho o diagnósticos médicos poco alentadores
o el miedo al insomnio
                                     (que a veces es peor)
de todas las cosas que he ido olvidando con el tiempo
cómo vivir es la que más echo de menos
pero seguro que alguien ya subió
un tutorial en youtube al respecto
que difícilmente me enseñará a vivir
pero seguro me entretendrá el insomnio







XII

haz una lista de todos los milagros que conoces
y cuenta esta noche por favor
un mezcal después todas las cosas son posibles
habla de la lluvia y del
refugio imposible que inventamos
para poder seguir
habla de la pregabalina la cerveza y todos
los favores que le hicimos a la oscuridad
armada de dulces
desapareciste bajo la ciudad
y su tormentosa sed
de ser nube vuelve
el aire sobre mi pecho es más dulce te lo juro
las gotas no pueden rozarte así
no en verdad no quiero un dulce
nada hace la diferencia si no cargas tu cartera jajaj
al final sólo se trataba de ser real ¿no?
hacer lo que te gusta y no pedir nada a cambio
¿dónde estás? yo te haría toda la noche sin embargo
los relojes y las camas vacías
el hielo vuelto agua y el recuerdo
al fondo de todos
los vasos vacíos







Martín Rangel
Emoji (deluxe). Poesía reunida (2015-2021)
Libros Malviaje, 2023

miércoles, febrero 14, 2024

Cuatro poemas de Silvia Tomasa Rivera


La semana pasada
subimos a Tetela del Volcán,
había luna llena y vimos
cómo reverberaban los campos
desde las faldas del Popocatépetl.

Hay un grupo de zapatistas
en los límites montañosos con Puebla
que bajan a reunirse a Jumiltepec.

Los campesinos se sienten seguros
porque en ese pueblo de Morelos,
templado por el frío del volcán,
fue redactado el Plan de Ayala
por el maestro Otilio Montaño,
brazo intelectual de la revolución
y consejero del general Emiliano Zapata,
a quien después fusilaron
sembrándole una andanada de mentiras.
¿Qué me espera a mí, que solamente
soy un luchador social
sin protección alguna?







Vienen de madrugada
como los coyotes,
pero a diferencia de ellos
no conocen la montaña
                   por eso luego
se andan desbarrancando
en los filos.

El otro día dijeron
que les tendimos una emboscada,
la verdad es que estaban borrachos
y nosotros los vimos desde aquí,
rayando los caballos y cantando
canciones de la revolución
como si deveras creyeran en ella,
después se pelearon y lanzaron
                                  balazos al aire.

Entonces nos resguardamos
y vimos por la boca de la cueva
cómo descargaban los rifles
a diestra y siniestra.

Por el periódico nos enteramos
que habían tenido un enfrentamiento
con nosotros y el general les creyó.
Iban golpeados y heridos
por el cruce de balas
en su borrachera.







Hoy es 8 de septiembre
día en que baja el Dios Tepozteco
a saludar a su madre
la Virgen de la Natividad,
con él viene un grupo
                   de feligreses
que desciende
        de la piedra quebrada
                   con velas y estandartes.

Tepoztlán es un pueblo combativo
que se defiende solo.
En una orilla está
                   el Cerro del Tesoro,
llamado así por la creencia
de que los plateados zapatistas
escondían en sus entrañas
                       los centenarios
extraídos de las haciendas.

Desde el Tesoro, Tepoztlán
semeja un manto de luces,
y la banda se escucha
                       en lo más alto.







El toro negro
             es el diablo,
cuando regresamos de noche
                       por la carretera
se escuchan los bramidos
desde el fondo de las cunetas,
a doscientos metros del alambrado.

No sólo nosotros,
los que vamos de pesca
                       en la madrugada
a la laguna de Coatetelco,
también lo vieron
                       los de Coatlán,
alumbrando el camino
con sus ojos enrojecidos.

Se vislumbra a altas horas
en un tramo ventoso
entre El Tesoro y Miacatlán,
tantas veces lo han visto
pastando bajo la luna
             que ya nadie le teme.







Silvia Tomasa Rivera
La tierra oscura. Poemas sobre Rubén Jaramillo
Fondo de Cultura Económica, 2023

lunes, febrero 05, 2024

Cinco poemas de Sini Silveri


Tallo verde de arándano ártico, racimo rojo, heno amarillo, borde de musgo, pantano, ramilla pelirroja, heno verde antes del desecamiento amarillo, baliza de nieve, riel, piedra pálida seca azul sombra de piedra piedra roja, gris chistoso, piedra morada, nube de nieve de arándano a tiras naranja y tinto, cinco henos distintos cuyos tonos no se distinguen y lozana pregunta pornográfica de "merezco ver esto" en torno a todos los riachuelos.







Tomamos una nítida y empañada fotografía del abeto a través de la ventana. Nos detuvimos en el acotamiento de la autopista con la cámara. Captamos las sombras y los sauces tras los cuales puntualizamos: allí hay rastrojos, suelo cenagoso, acá cientos de imágenes suspensas, un grupo de conejos plasmados con destello a través de un vidrio, un flash y una ventana sucia, un flash y detrás los ojos, refugio de relámpagos,
bosque,
vidrio en medio.







Conducimos rápido y nos detenemos un momento ante un edificio. Corres a tocar la puerta, gritas hacia adentro: "¡ya está aquí esto!" y continuamos el viaje. Aventamos la basura y compramos agua mineral y dulces en la gasolinera.

Ser esto es ser consciente como un muslo. Una potencia general reposa encima de todo. Nosotros nos echamos o nos paramos con los otros, afilados y certeros. Tuuli, blow & wind está embarazada y da vueltas en mi regazo y yo le aliso la nuca. El viento de la capa del transeúnte en el tren sopla en la piel desnuda de mi cuello. Llega a mi boca. El escozor tirante de una pequeña abertura en la ventana, la imperceptible brisa de un edificio de regulación térmica, de un avión con aire acondicionado, el aire polvoso del suelo de papas. Afuera hay una lluvia corpulenta.

Yo quiero acostarme en un hoyo y crear ahí un líquido cálido que ame.

Tú eres un animal inflamable y amante del fuego. Yo soy un motorratón. ¿Quiénes somos? ¿Naturaleza? En el patio hay montículos hechos con rastrillo. Ninguna (y en especial esta) sediciente dicha es posible, no corre ni se vuelve de uno.







Un personaje vestido de esquimal viene del sitio de construcción hacia acá. Me he preparado para el invierno recogiendo leña del bosque. Me preparé para la vida viendo tele de música. Allá los sentimientos son transeúntes en un festival: allá el amor bebe agua mineral fría de un tarro de plástico. El llanto, las trompetas y los cojines están presentes en un sofá, la capacidad de alzar de veras todo por el aire. Está el deseo de quemar el cajón de madera y la guía telefónica, de yacer en la autopista congelada que se levanta desde el paso a desnivel junto al castillo y tratar de sofocar la lluvia. Está el deseo de ser ratón inmóvil de computadora, protector de pantalla, pétalos voladores, rebanadas de salchicha rusa, beber agua, mirar por la ventana.






Cargo una chimenea caliente envuelta en aluminio, los dedos trabajosamente en torno a su único y pequeño asidero. La laptop es la versión amorfa de una piedra, donde hay árboles de fuego negro. Cargo titanes adultos conmigo.

El sentimiento yace en paralelo al monitor cardiaco en el colchón circundante, mide lo que durará esta persona. El enorme granero se acopla, mira este "yo-y-él", es decir "nosotros". La chimenea tiene un contenido. La flor de "yo-y-tú" se abre en el video de meditación de YouTube, acelerado, en las gotas, al son de una música húmeda. La cuchara, la ensalada de frutas y el puré de papas se cocinan al fuego en un consomé de tres grasas y quehaceres como el sueño bajo la misma piel y el nado de pecho es drenado a un enorme tazón plano de donde engullimos a dos lenguas el faláfel refrito.







Sini Silveri
Disco de Titanes
Traducción: José Luis Rico
Pitzilein Books, 2022

domingo, enero 28, 2024

Un poema de Julia Díaz, Mayra Giménez y Gisella Rivas

Kartoner@s

Hoy te voy a dejar momentos
por los q pasamos lxs kartonerxs
hoy voy más kon la pura y cruda realidad
de esos momentos de mierda
q tenemos q aguantar
Uno labura de lo q puede
y hay veces en las q no hay elección
Me ha tokado kartonear
en un auto enganchado a un tráiler
y tracción a sangre
(karro y kaballo)
exigiendo a un pobre animal
a q kada vez q veo algo amenazante
q korra
y pareciera q lo hace
por nuestras vidas
Y pienso así por pensar
si será q se da kuenta de q algo sí o sí
tenemos q kargar...
Otros van
en kamiones y kamionetas
kolgados komo monos de un árbol
por q no hay lugar
y las prioridad es laburar...
Otros tiran de un karro a mano imaginando
q korren la maratón caminando kilómetros y kilómetros
todos kon ojos de alkón
poniendo a full todos los sentidos
cruzando de provincia a kapital
y volviendo de kapital a provincia
haciendo lo mismo una y otra vez
komo si fuese
un církulo vicioso
del cual no podés salir
Y no
la verdad
la mayoría de las veces no podés salir
una vez q arrankás
ya está, listo, fue
sos un ciruja
no importa q tanto te esfuerces
siempre vas a terminar donde empezaste
Te mentiría si te digo
q el cien por ciento
de la gente
nos trata bien
kuando nos cruza.
No, ni ahí!
Es komo si lleváramos una marka de nacimiento en la frente
q dice "putiame q aká estoy kartonero soy"
Ahí es donde todo me deskoncierta.
Digo
pero la puta madre
si laburo es por q laburo
es laburo
no jodamos.
Q me preferís drogada
en una eskina? Choriando
y rompiéndote la kabeza para ir al tranza?
Dejándote deskalzo
y sin celu
por q no se me kanta el orto ir a laburar y es más fácil robar?
NO... parece joda
pero no lo es...
Las kosas q nos gritan...
Negro de mierda
¡Andá a laburar!
Kabeza y la koncha de tu madre,
dejá de revolver la basura, gil...
La kulpa de q estés cirujiando
es de la konchuda de tu mamá
q no te mandó a estudiar
seguro debe estar chupando pijas por ahí,
metiéndole los kuernos a tu papá
Eso es lo más suave
q recuerdo
El diccionario no me alkanza para seguir.
Y si sos mina
mucho peor
nunka falta el pelotudo
q pasa ofreciéndote diez mangos
para q le chupes la pija
literal
y los porteros de los edificios igual
nunka falta
el q te kiere dar
kartón a kambio de algo
¿Y los kabecitas
y negros de mierda
somos nosotros?
No sé... tendríamos q volver a repensar
todo de nuevo
Ojo...
tampoco nunka falta
la gente buena
esa q te llama kon buena onda
y hasta te ayuda a kargar las kosas
O esa q te dice
q aká la vuelta
tiraron un kolchón
fijate si te sirve kapo
La q te invita
un vaso de agua
o un par de galletitas
O esa q pasa y te deja una bolsita kon un jugo
y un sanguchito
O esa q tan solo te saluda kon un
buenos días
buenas tardes
buenas noches
Esa gente
te llena el korazón
Te hace dar kuenta
q no sos invisible
Te hace entender
q tenés q seguir
sin importar qué.





Julia Díaz, Gisella Rivas y Mayra Giménez
Orgullo kartonerx
Belleza y Felicidad Fiorito, 2022

domingo, enero 21, 2024

Tres poemas de Abigael Bohórquez

Oh travestis casi perfectos de los carnavalitos,
oh vedettes culimpinados de los gimnasios,
oh locorronas de las sacristías,
oh pobrecitos de aldea
apedreados por el vecindario,
cercados por los perros,
ahorcados y quemados en la noche sin tregua;
oh Rubén de la eterna noche de mi desconsuelo
bebiendo, tronándotelas, de a soledad,
soportando una esposa que no pediste,
echando paliacate con el lechero,
en sartén con el velador, pinicuchado,
de a rápido;
oh Alejandro malvada
vistiéndote de madrota
porque estabas re feo,
oh damas caballeros de la fosa común:
por ellos supe, de niño
lo que quiere decir ese mote quemante,
palabra lapidaria
que escuché muchas veces por la vida
y que aún zumba el tímpano:
entremedio,
lucisombra,
cachagranizo,
leandro;
por eso sé que
ahora sé
qué canto.





Slogan

Y, fue que, un día, el BUEN vecino
estrenó la película, como un trigal en llamas:
AIDS IS COMING / AIDS IS HERE;
y uno ya no volvió a poder ser
la familia de hierba de Walt Whitman:
--¿me celebro a mí mismo y me canto a
mí mismo?--
because to die for AIDS is different
from what any supposed.
Sobrevino el terror,
the happy birthday of dear DEATH TRACY;
uno
entonces,
enamorado todavía de las cosas oscuras
tornó a mirar a su izquierda, a su derecha,
detrás, al frente,
queriendo ver espejos donde tocar un rostro fértil;
pero llegó algo que vino enemistando,
desapartando y no es igual la vida:
because to die for AIDS is different
from what any supposed;
y devino el horror impenitente
de que éramos muriendo o vamos a morir
o estamos muertos
y obstinados: dead-drunk
rock,
dead-end
rock,
deadfall
rock,
deadly gone world
rock,
o yeah,
but to die for AIDS is different
y ai'nos vamos, carnal
haciéndonos poquitos,
esfúmate, pass bye
no chingues, puta muerte,
but to die for AIDS is different,
like to spit to olden olden God,
rock
rock
rock'n rolling
a pesar de aquel día.

Porque hubo días hasta la desvergüenza,
donde fuimos tan lúbricos
                       tan móviles
                       tan fértiles
                       tan plácidos
                       tan flácidos
                       tan sórdidos,
presuntos dueños del amor intemporal;
porque hubo días en los que fuimos
aquella mano que buscaba,
y aquella otra mano que daba sobresaltos,
y aquella breve mirada solándula y promiscua,
porque todo estaba tiempo de la pasión,
y convivimos la cintura del canto,
y no conocíamos piedras en el camino;
pero hubo días en los que fuimos
los únicos culpables
de esta vieja batalla
recientemente concluida,
en la que no diré que te he perdido
para siempre,
sino que yo te amaba
y he muerto.





Retratos

Este era Lesbia Roberto.
Quería ser estrella como Lola Beltrán.
Era muy jovencito cuando le revelaron
que estaba muerto de
"qué vergüenza de la familia";
fue cuando vivió para ya no contarlo
y se hizo rico sintiéndose Mae West
en su bar de Los Ángeles,
asediado de pochos, de negros,
de narcos salvadoreños,
de muerte.
Hasta que dio con Ella.

Este era Pájara Gustavo.
Fue profesor de educación primaria
y tuvo el alma de cristal (soplado),
por eso lo corrieron de trabajar;
hizo versitos, coronas para muertos,
valses para quinceaños;
rezaba novenarios,
hablaba solo con la Virgen María,
se le apareció El Diablo,
y una mañana
lo descubrieron tieso, con el alma trizada,
en libertad de alcohol y de tabaco,
amoratada pájara tucana,
alma de Dios,
salvada de sin amor, de sin calor
humano. Ni divino.

Este era Daniel L'amour:
trabajaba el grabado con escasa fortuna;
padeció bajo el poder terrible de Olga Guillot
y Concha de Villarreal, dos ángeles hermanos;
como amiguísimo era un padre, Tatena,
se las partía por uno
o con uno cuando no había más.
Compró un lote silvestre
porque siempre anheló levantar una casa,
para que los amigos fuéramos a seguirla
el sinfín de semana;
leal a su muerte, frustrado,
ahora ocupa un lote bajo tierra,
y sus amigos, en pleno seguimiento
sin Tatena La Morgue,
muerto en la peda augusta,
de rabia,
un sinfín de semana.

Esta era Sarito:
no el criado de Rosalina
la novia puertorriqueña de Juan Ramón,
sino esta hombrembra de picapleitos
y promotora de "vencidas",
mujer de pelo en pecho,
cantante de ranchero
que a las mujeres más bonitas se llevaba,
y éstas, sus compinches:
Odilón, Isabel de los Ángeles,
Mi General Zeta, Feyamira,
la fanfarronería, el splendor
de old mexican movie,
con señas muy visibles de varones,
con ostentosos entrecejos de soldados rasos,
con cicatrices de haber ido a trabajos forzados,
con alebrestos de Juan Tenorio de jaripeo,
ásperas oropéndolas de la "madriza"
nacidas para perder.
Se les dijo bien claro: Pelotón, marcha atrás;
pero tomaron sus mazos, sus cascos,
sus cadenas, sus bragueros,
sus áspides,
y partieron al Frente,
dejando novias llorando,
llorando
la despedísima.

Este fue Braulio Ayeres
que, de noche a la mañana,
contrajo, de raíz,
magnolias de consunción,
que consiguió ver despojos
de haber dado fragancia,
impávidos rescoldos de haber pasado por el fuego
y de no haberse hecho santo,
constancia de no haber sido
como pudo ser
su personaje inolvidable,
pavesas de haberse dado holgadamente
a la desventurada,
indicios de que una vez probó,
delicuescentemente,
la miel sobrada del amor,
pruebas irrefutables de mala suerte
y mala muerte
en la tenebra del hospital.

Estos eran Bartolito, don Chuy, Lolo,
Estrellita de Enero,
decadentes mariquitas de lonchería,
chapeaditos de escarnio,
viejérrimos,
siseando de placer
a los hombres que venían del mar
de las pizcas.

Estos eran Leticia, Salomón, la Yetis,
alebrestados jotitos de prostíbulo,
añorando la muerte piernasarriba
de las putas,
mordisqueando sus sombras,
sus curvas, sus cosméticos,
imitando sus zafios cadereos,
copiando en los espejos
sus miradas afroides,
espiando por las rendijas de los muros de Jericó
la brutal ceremonia,
desafanándose de calentura y extorsión
en las braguetas de la policía.

Estos eran Chiquita y Juan Manuel,
modelitos de oficina,
acicalándose en el baño de damas;
y Apolonia: la chic,
Pola Negri de arrabal, atragantada
de morder su nariz donde atracaba
el velero mayor de la comarca.

Este era Jesús, el revelado:
tuvo diez hijos a la luz pública
era pastor de evangelizaciones,
pero de noche
era Herodías, Dalila, Semínaris, Artarté,
y danzaba entre velos y címbalos y coros de mancebos
que palmeaban mucha ropa pelos pelos
aleluya aleluya
en la iglesia sodómica.
Este era yo, perplejo:
zurcía, bordaba, jugaba con muñecas,
cantaba, amargo, descreído de Dios.





Abigael Bohórquez
Poesida y otros poemas homoeróticos
Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2019

domingo, enero 14, 2024

Cuatro poemas de Roxana Crisólogo Correa


Me he enamorado del chico que conduce el tractor
para remover la nieve

no le veo la cara
de eso se trata el amor
es suficiente que conduzca algo tan monstruoso como este juguete
para remolcar la luz
me basta que conduzca este temblor bajo mis pies

buscando entre la nieve la suave mirada del cemento
la nieve que empiezo a rellenar con mis caprichos de ramas
con mis recuerdos sin hojas

un trazo de su ojo izquierdo hacia una casa de hormigas







Me mecía en una hamaca en una orilla
de una frontera a otra
uno de los tantos ríos San Juan que se repiten en el mapa de la evangelización

los mosquitos nos obligaban a cubrirnos el rostro con abanicos hojas de plátano
los mosquitos eran el aire que caminaba a pie juntillas para no perderse pero también su ausencia
todos esperaban su turno siguiendo la fila deshilachada por el sol
las paredes blancas las paredes negras
alas doradas insectos que liberaban sus sombras en el metano que arrastran los motores
lanchas que aparcan unas tras otras llenas de gente

un sueño tropical
todos lo tenemos     dice el guardián
respetando la ley y las distancias reafirmándose de un sobresalto en su lugar
para que nadie crea que en sueños ha estado en otro lado

aquí nada se mueve de su sitio
acomoda su uniforme a un cuerpo que luce con desgano

solo las lianas escapan de los controles de seguridad
se toman de las manos como si intentaran estrangularse
son como hermanas     dice el guardián
succionando el néctar de algo que arrancó de un árbol

la naturaleza es así

los suecos son más prácticos se abanican con sus largos dedos el momento que no avanza
sacan el aire de su escondite y lo echan a andar

le digo que quiero tomarme fotografías junto a esas grandes hojas que flotan
en el río como elefantes
que imagino que soy un pez raya que electriza que espanta bañistas
o un gran lenguado que se deja montar

quisiera decir que esto se parece a Tumbes pero mejor no
nadie conoce Tumbes
les podría sonar a golpe a tumbos a tumbar
estos son los insumos de la poesía

espero la lancha que nos llevará a la otra orilla
en creole tiene nombre de algo mal escrito en inglés
anoto: aceite contra mosquitos
una refri para que el guardián de vez en cuando se moje la garganta con cervezas heladitas
con los suecos mi entrada a la reserva ecológica está asegurada







Si el Perú es un país rico
con tanto potencial para inspirar retruécanos
por qué la mayoría de peruanos dice que son pobres
y su volumen de voz es más bien bajo

hacer poesía de la riqueza y riqueza de la poesía
me obliga a adjetivar lo que con dificultad escucho
buscando el petróleo de lo que se acaba
el mercurio que con falsedad brilla y perfora las manos

hacer poesía de los ricos campos de espárragos
que se llevan toda el agua
de los campesinos sin agua
para que quienes recorremos con ansiedad el supermercado
en busca de espárragos del Perú
tengamos en nuestras mesas espárragos del Perú

escribo de un campo que debo llenar de campesinos felices
que viven del fruto de su trabajo

para hacer poesía del Jardín Escolar Nº 744
sin agua
            ellos no se comen los espárragos
para hacer poesía que sea homenaje verbigracia onomatopeya
para hacer ciencia y lenguaje de la poesía
y venerar más trozos de yeso que se hacen ¡zas!
para hacer historia que no termine con sed
y hablar de las derrotas que son negociaciones a medias

para contar la historia del reverso de la página
para hablar de los héroes mirándolos de perfil
para hacernos los locos
y no hablar de los niños como angelitos ajenos del mundo
y decir que te cuidarán desde el cielo
y que la muerte no es el final del túnel
y las que murieron se sacrificaron
para que nosotras estemos aquí
y que la tierra arrulla y alimenta a todos sus hijos por igual

para escribir agroexportadora sin golpearme la cabeza contra el timón
del tractor y respirar
levantar el plástico
evitando las matemáticas de la repartición
necesito expulsar de algunas palabras su función adulona
subir el volumen     la voz
aplacar la ira de la forma







Una ciudad se forma de los restos de viejas ciudades
una ciudad es el saldo de una ciudad más grande
que se comió a otra ciudad

los científicos y los politólogos juntan los pedacitos
para darle a la historia un sentido épico
y lo que flota en la burbuja
lo que quedó en lagunas de aceite
el río atigrado de codos y pies
es el mapa que define
raciones de agua     tiempo de vida

la tintura del petróleo provoca lesiones cromáticas
puedo ver con claridad la sangre
de los animales que aprendí a degollar en mi niñez
y mi hermana echaba al jardín para que todo vuelva a crecer
y así la cadena de la vida nunca se rompa

una ciudad     si te fijas
el vecindario es como un pastel mal cortado
los hijos de la vecina con la música a todo volumen
los hijos de los africanos no son africanos     no insistas
son solo hijos
cada uno cuestiona desde su burbuja
la mía monolingüe hétero
dos cabezas piensan mejor que una
no caves más
encontrarás las malas artes las raíces
la pureza la escisión las guerras
también la poesía








Roxana Crisólogo Correa
Dónde dejar tanto ruido
Álbum del Universo Bakterial, 2023

domingo, enero 07, 2024

Cuatro poemas de Thomas Merton

Monjes trapenses trabajando

Ahora todas nuestras serretas entonan canciones sacras en este universo de madera
donde los robles se disparan como armas de fuego, y caen cual cataratas,
expandiendo su griterío entre las verdes espesuras del bosque.

Acércate, Jesús, a través de estas hileras de árboles,
y nos hallarás todavía adorándote en estas iglesias al aire libre,
cantando este otro Oficio con nuestras herramientas.
Con todo, instruye a tus hijos en el ajetreo del monte,
y permite que un rayito de sol alivie nuestras mentes
y nuestros arduos estudios.

Cuando el paso del tiempo dore el grano de los campos
azotando el sol en nuestras regiones,
ven a nosotros, Jesús, a través de los trigales
cuando nuestros dos tractores vengan a segarlos:
esparce alguna suave ráfaga de viento sobre la tierra de nuestro espíritu,
refresca los espacios donde nuestras oraciones se tornan cosechadoras,
y apaga nuestra sed, Cielo, con tus ríos de agua viva.





El río Ohio-Louisville

No es posible oír la algarabía de la ciudad
debido al gran silencio
de este lento fluir del río, sereno como el aire.

Ni el puente elevado, ni el tren que avanza sigilosamente,
ni los filos de las torres de alta tensión
batiendo al sol,
ni los cables suspendidos en el cielo;
ni el motor fuera de borda
blasfemando en la vehemente distancia como un crustáceo,
ni los gritos férreos de los hombres:
nada se escucha,
solo el discurrir callado y majestuoso del río.

Los trenes circulan durante el verano mudos como de papel,
y en la central eléctrica, la canción de la dinamo
es tan sutil como el algodón.
Toda vida es más apacible que la hierba
sobre la que levemente reposan,
como blancos pájaros yacentes,
las ropas de los bañistas.

Únicamente donde los nadadores flotan como caimanes,
y con ojos tan oscuros como la creosota
escudriñan las malvadas pasiones,
solo allí algo se percibe:
la fina voz salada de la violencia
que se lamenta, como un mosquito, en su hirviente sangre.





El lector

Señor, cuando el reloj da las campanadas
revelando la hora con frío estaño
y me veo encapuchado en este púlpito
esperando a que aparezcan los monjes,
contemplo los quesos rojos, y los tazones
todos rebosantes de leche en hileras sobre las mesas.

Mi lámpara está iluminada
(la encendí para leer
con una cadenilla tintineante).

Y los frailes descienden por el claustro
con hábitos ondulantes como el mar.
No los veo, pero escucho sus olas.

Es invierno, y mis manos se disponen
a repasar las páginas de los santos:
y a los árboles que tu luna ha congelado en las ventanas
mi lengua ha de cantar tu Escritura.

Entonces los hermanos se detienen en el escalón
(ante mí, que estoy en este púlpito
y ante Ti, que estás en tu crucifijo)
y bautizan con perlitas de agua las yemas de sus dedos,
perlas más pequeñas que este salmo mío.





Atardecer: conferencia telefónica

Esta noche al oscurecer
veinte pájaros cantores
ninguno de los cuales podría nombrar
resplandecen como rubíes
sobre el tendido eléctrico
ahora la luna está en lo alto
y ellos volaron

Pero un pájaro carpintero
todavía hace más solitaria la gélida oscuridad
puesto que estoy sin ti
y soy incapaz de olvidarlo

Te encuentras a doscientas millas de mí
con personas que apenas puedo imaginar
puedes incluso haberte marchado
a otro país donde el lenguaje del amor
nunca ha sido pronunciado

Tu voz en la sombra
tiembla de pena
¿Pero qué podemos hacer? Hemos sido escindidos
y el verdadero amor
algunas veces se convierte
en celebración de la agonía

La media luna en el cielo se dibuja
vivimos exiliados en lugares ignotos
y extraña es la casa
para los desconsolados

Nunca digáis que amamos
solo porque el amor es dulce
¿Qué tiene de dulce esta amarga
separación? Es la muerte
es el reino infernal
somos dos mitades deambulando
en dos mundos errantes

La media luna adorna la bóveda celeste
abandonamos el teléfono
ya ni siquiera el amor
susurra a través de los cables
que conectan con esa ciudad imposible

Qué triste parece el amor
cuando incluso nuestros sollozos
enmudecen.




Thomas Merton
Oh, corazón ardiente. Poemas de amor y disidencia
Edición y traducción: Sonia Petisco
Trotta, 2015

jueves, diciembre 21, 2023

Cuatro poemas de Gladys González

Mi abuelo nos contaba que cuando era niño vio al diablo

Dice que lo vio cuando iba caminando con su hermana por un potrero, cuando Santiago era mitad ciudad y mitad chacra.

Un hombre alto,
muy blanco,
con sombrero de copa,
la voz grave
y los ojos rojos.

Les sonreía.

Mi abuelo soñó con el diablo hasta su vejez.

Peleaba con él, gritaba y se despertaba de pie, lleno de sudor.

El diablo quería llevárselo.

El diablo merodeaba por la casa.

Con el pasar de los años
todas lo vimos.





Una vez con mi prima nos comimos un kilo de naranjas, que estaban en el frutero de la mesa del comedor

Mi abuela nos gritó horrorizada y nos pusimos a llorar asustadas,
mirando las naranjas vacías. Culpables de algo desconocido y prohibido.

Entendí, muchos años después,
que eran el postre para siete personas de toda una semana.

Una naranja por día.

Nunca pude dejar de imaginar en esa cáscara porosa
y fragante toda la pobreza que conllevaba.

Todo el sacrificio.

Lo triste que debió haber estado al ver las naranjas partidas,
el aroma tan dulce en el comedor.

Las naranjas y lo esquivo de nuestra pobreza.

Mientras nosotras jugábamos a ponernos esas mitades
huecas y blancas en la boca
como una sonrisa falsa.

Una mueca, una dictadura.





Mi bisabuelo materno murió atragantado con un trozo de carne caliente durante una Navidad

Comenzó a hincharse, a ponerse azul, las luces intermitentes del árbol de Pascua se reflejaban pálidas en su rostro. Le golpeaban la espalda, le apretaban el esternón, como un último abrazo, que fracturaba las costillas, mientras rezaban el Credo, el Ave María.

Mandaron al hijo del vecino para que corriera a la panadería y llamara a una ambulancia. Lo sacaron con una sábana en camilla.

En el pasaje, las niñas mostraban sus muñecas de lana y trapo, hacían círculos con una estrellita encendida que tiraba chispas, y los muchachos mayores reventaban petardos, saltarinas de colores, encendían bengalas.

Era la historia clásica de las fiestas familiares, en las que siempre hubo discusiones, gestos de desagrado, intentos por mantener una unidad sanguínea, llantos, culpa, cinismo, entre los cubiertos pulidos, las gaseosas y el vino.

Nunca pude dejar de imaginar esa escena al tragar pastillas para el asma, para poder respirar, al pasar por una carnicería, al comer carne guisada.

Alcohol, secretos, alta tensión, odio, asfixia, desaparición y muerte.

Cosas de familia.





Mi abuelo nos contaba en las vacaciones que durante el golpe militar, al irse de la imprenta del Congreso, que estaba en el subterráneo, no comprendió el paisaje que veía

No había vereda, o calle, el suelo era un mosaico de muertos, puestos en diversas posiciones como un rompecabezas de coágulos, vísceras, manos atadas a la espalda, piernas sobre piernas.

Dice que se acordó de cuando era niño y trabajaba como cargador y limpiador en el matadero de Franklin.

Tomó la decisión de caminar entre los muertos,
saltándolos,
de puntillas,
hasta llegar a su casa de noche.

En el río Mapocho flotaban los cuerpos.

Sangre y militares.
Sangre y balazos.
Sangre y gritos.

Tantos gritos que no entendía de dónde provenían.

Gritos que ya no eran humanos,
gritos que quedaron para siempre en su cabeza,
en el río, en el agua, en la calle,
en la piedra de los edificios,
en la corteza de los árboles,
en las escamas de la piel,
que pasan de generación en generación.

Un aullido,
un tinnitus,
voces que se legaron en las células,
una muerte prematura.

Sangre y llanto.

Sangre y ventanas que se cerraban con postigos. Los cuerpos agachados en el piso esquivando las balas.

Todo olía a yodo, pasaron meses para que dejara de sentir ese olor.





Gladys González
Ruido blanco
Ediciones Libros del Cardo, 2022

jueves, diciembre 07, 2023

Tres poemas de Alkaíd Marino

Pinsky en Los Simpson

Lisa Simpson va a la universidad,
y escucha a Robert Pinsky
                              recitar el poema.

Lento salterio, otoñal gaviota zalamera:
Basho y sus amigos salen a mirar la luna,
en verano, un arcoíris de gasolina en los charcos...

Liam menciona a Basho, y me habla
de aquel haiku que escribió hace unos días.

El gato duerme
sobre la barda gris;
sueño de otoño.

Una caricatura dibuja el poema.
Así el sueño del gato,
el amor que siento por mi hijo.





Sam's

No me gusta ir al Sam's. Hasta hace unos años,
yo retozaba en el fango de una idea más simple
y conformista; recorría los estrechos pasillos de tiendas
menos elevadas.

Mi esposa afirma que economiza. Me habla de marcas y precios.

Me habla de cómo rinden ciertas cosas.
Mientras mira la etiqueta
de una botella enorme de vinagre de manzana, me acaricia la cabeza.
Yo no tomo vinagre de manzana, pero ella dice que es saludable.
No sé si ella lo toma,
o si lo usó en el pollo de aquel día, como dijo.

Frente a los refrigeradores de cortes finos,
pienso en el vecino que me pidió prestados doscientos pesos.
Me explicó por qué los necesitaba.
No le creí. Le enseñé los bolsillos vacíos.
Yo necesito el precio de cierto tipo de consuelo
el día de hoy. No hay nadie
en el departamento de vinos y licores.

No me gusta ir al Sam's.





Escalera

A mi padre

Cuando era niño,
disfrutaba de oler libros viejos:
papá vendía cosas usadas en los mercados,
y yo siempre le ayudaba a poner su puesto.

Me gustaba oler mucho Las uvas y el viento.
¿La poesía tiene aroma?
Y no sólo me gustaba olerlo.
También a veces lo leía.

No entendí por qué Neruda
recargaba las palabras como escaleras:
escaleras anchas, escaleras delgadas.
¿Bajar? ¿Subir? Copiaré estos poemas
para componerlos, pensaba.




Alkaíd Marino
La delgada costumbre de lo vulnerable
Editorial Praxis, 2023

martes, noviembre 21, 2023

Cinco poemas de Berta García Faet


Niños que roban / situacionismo teen

Cuando eras pre-adolescente
tu alias para el Messenger era NOVALIS
(el poeta alemán del primer romanticismo,
el de En las húmedas fresas que brotan de lo oscuro).

Cuando yo tenía trece cadetes años
me hacía llamar KENZA
(Kenza: la muchacha marroquí que me gustó un verano).

Ya adultos, ya tenebrosamente adultos,
nos hemos confesado lo que en su día fue inconfesable,

y nos hemos reído fantaseando con un encuentro transhistórico
entre un Novalis que se escapa de casa para ver a una novia
y una Kenza que salva al mundo con pancartas en árabe
gracias a diccionarios online que no conjugan.

Diez años después, ya mal que bien adultos,
decimos por primera vez que somos mal que bien adultos,
y nos hemos confesado lo que en su día fue inconfesable:

abrazamos al Yo del Ser-Amado-Cuando-Era-Tierno-Púber
De-Hombros-Desiguales-Y-Exaltación-Dramática,
tan lejos de sí que se siente su Tú:
¡con qué facilidad tan inconsciente
--casi dan ganas de insultarnos--
nos exponíamos!

Abrazamos al Yo-Tú, sin embargo, de cerca:
un destello
simétrico, y otro, y otro, asimétrico.

La idea es que esto no ha acabado:
diez años después de este poema,
quién sabe qué nombres habremos usurpado
para nombrar lo mismito.







Gatito vámonos pa'el siglo trece
pa'que mi bokella rece

pa'que se despierte
el brazo del santito y me peine

los cabellos pa'bajarme
de los cerros de mis penas
y me vengue


gatito vámonos pa'el siglo trece
pa'que mi bokella rece

pa'que su diente le pida a la virgencita
de las ratoncelas
un salto de gata
una torre pa'tirarme
los cabellos pa'bajarme
y por ellos deslizarme
como niebla
y relente


gatito vámonos pa'el siglo trece
trece maravedíes
trece gatitos
trece preguntas pa'que mi bokella rece
y por la girola veo que se mece
el deambuleo
de mi ronroneo
y veó que mi bokella crece

pa'que se despierte
una fe y su crisis y me peine

pa'que se despierte
una fe y su crisis y me lleve

de la mano
aún sangrando del santito y me peine

los cabellos pa'bajarme
los cabellos pa'bajarme
no sé a dónde
y me vengue


gatito vámonos pa'el siglo trece
pa'que mi bokella rece un blús

pa'que se despierte el tú
de la sangre de mi hambre y me peine

un salto de gata
una ratoncela pa'mi alma
una torre pa'tirar por áhi mis cabelluelos
y bajarme y deslizarme en los colores déllos
blús
como niebla y relente y que me vengue
ya sin aire
no sé adónde
quién o qué no lo sé p'ro que me vengue

el blús sabrá

dios proveerá

niebla o quizás


el blús sabrá

dios volverá

pa'que mi bokella rece
su rocío de una noche
y que undíaunsiglohoy me encuentre

dios volverá
pa'que mi bokella rece







Oye qué edad tienes? Pareces una mujer

oye qué edad tienes? pareces una mujer

soy una o dos mujeres
de pinchosas piruetas

deseas cuerpos? cabellos negros? renglones
esbeltos
suculentos?
frutas
redundantemente sexuales?

la excursionista
festecha a mi llevadadelamano cruz
que, por estrecheces que han sufrido sus exuberancias
y por rara y por nerd,
quiere ser atea y los domingos
habla de los sábados
             porque el tiempo, que preocupaba a ricoeur,
es más raro que un perro verde,
que un perro verde chartreuse

mis saludos holaaa eooo holaaa ilusionados
ventanamente como la felicidad
se encaraman al derrame;
porque siempre digo "holaaa" cuando nazco
y siempre digo "a pasar buena noche, familia"

oye qué edad tienes? pareces un corcel

soy uno o dos corceles
y una centaurea

soy la excursión soy la fiesta

deseas movimiento?

what can you do with your own historicity
baby
and what can you do with mine?

sí, deseo

la menta piperita
mar rosa
el cauro, que el cauro hincha mi corazón

señoritas divinas
siempre con novio...!
y hombres con pecas y un suéter...!

palabras claroscuras

huir por (a causa de) la lluvia
por (a través de) la lluvia







Casa giratoria

en el mundo normal
para girar
necesitarías
un eje

pero en el mundo de paul klee y del color coral
las casas giratorias
no tienen eje
tienen perfume

tienen razón los perfumes y yo soy la chica de las pitayas
recorro la ciudad buscando pitayas
no tengo eje

cazo pitayas acumulo pitayas
las almaceno en el zaquizamí de la casa giratoria
del mundo de paul klee
no tengo eje
tengo añicos de perfume

vivo como bandida
salteadora de caminos
no giro sobre mi eje
giro sobre mi limbo
giro
sobre mi filo
vivo
en el zaquizamí
de la casa giratoria en el mundo de paul klee
y de la fe

tienen razón los perfumes y yo soy la chica de las pitayas
y el giro es un amago de magia
el color es una puerta

el sol parnasiano de paul klee
que es el sol impresionista de claude monet
es el sol que vine a ver
y me quedé

amanezco, existo y anochezco en el zaquizamí
de la casa giratoria
en el mundo de paul klee
acabo exhausta después de rodar por la ciudad
como esférica sed
buscando puertas

en el mundo normal
para girar
necesitarías
un eje

pero yo soy una bandida de ejes
y vosotros salteáis los caminos
y yo soy una ladrona de ejes
y vosotros sois bellos: abrid las puertas

tienen razón los perfumes y yo soy la chica de las pitayas
no sé si tengo alma

y no sé qué hago
en el zaquizamí acaparando pitayas
espolvoreando pitayas con añicos de perfume

y no sé qué hago
y no sé qué hago en el mundo normal
y no sé qué hago
y no sé qué hago en el mundo







Novela del cura y la señorita (fragmento)

8

a la pregunta de por qué no escribo novela
respondo
"estoy en el centro" y que qué pena

a la pregunta de por qué no escribo novela
respondo
no sé regatear un balón sólo encalarlo
en la iglesia adyacente
al patio
del recreo y que qué pena

a la pregunta de por qué no escribo novela
respondo
no logro sostener entre mis manos
el largo aliento de la perla y que qué pena

a la pregunta de por qué no escribo novela
respondo
no soy lo suficientemente sufí
ni maleante
no me aceptan
en el grupito esos niños
porque no hago trizas ni las perlas ni las vidrieras

a la pregunta de por qué no escribo novela
respondo
no soy una trompeta ojalá lo fuera y fuera
comparada
a la risa de los niños
malos después de armar alguna
metáfora o armar alguna
buena
. . . .
. . . .







Berta García Faet
Corazonada
La Bella Versovia, 2023

martes, noviembre 14, 2023

Cuatro poemas de Xitlalitl Rodríguez Mendoza


Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío
Juan Gelman

Mi camino es el mismo que el del panadero
el del afilador
el de la secretaria
y ahora me lleva
a la tarde.
Harto ya
seguramente
de mi croar sin rumbo
un día me llevó
a un supermercado.
Allí estaba Juan Gelman
sosteniendo un frasquito
transparente
como el mal que estaba a punto
de quebrarle el cuerpo.
Con la voz rota
de quien ha practicado
su debut en el Bar Chapala
y lo arruinó, le dije
Maestro.
Él sonrió y me preguntó:
¿Vos también escribís?
El lugar estaba a reventar de huesos.
Una lágrima arrojada al escenario
dio las gracias
y ambas salimos corriendo
a alcanzar el camino,
quien se quedó mirando
hacia la noche
mientras pensaba y a ésta
qué mosca le picó.





Resulta que al vidrio le ha dado
por amarme.
Un día estuve en una calle de Berlín.
Al transitarla, una ventana
estalló como un fresno de lluvia
sobre mi cabeza.
Me sentí bendecida.
Hágase en mí
según tu palabra.
Yo venía de haber tirado
una lámpara de lava
en una juguetería.
Contra todo pronóstico
el tubo explotó
en la alfombra
y compradores
y empleados
se incendiaron un momento
como si nunca
se hubiera quebrado algo
en Alemania.
Yo los vi, divertida,
y pagué, menos divertida,
16 euros con las manos
astilladas por los copos
de la tarde.
Geraldine metió la Luna
a un barecito y la estrelló
contra el techo,
nos devolvió algo
de su cara oculta.
Cuando volví a casa,
los 126 tragaluces protestaron
y descendió
su aliento de nube
condensada
como granizo
en mi escritorio.
Incluso dejaron
una hiedra
suspendida.
Hoy rompí la pantalla
del celular al tirarla
sobre la banqueta.
Dio en un punto
estratégico.
La foto donde salimos
tú y yo haciendo radio
parece de pronto vieja
y doblada
y a punto
de desaparecer
como si estuviéramos
transmitiendo
con voz rota
la noticia sobre
un satélite
que explotó
tras su despegue,
pero en realidad
esa imagen
sigue intacta a diferencia
del Centenario.





Constelaciones familiares

A Joven Club Werther y HCAN

Mamá sala la comida
con granos de mar en forma de cruz
para bendecirla.
Papá le amarra pañuelos rojos
a los árboles frutales
para que no se eclipsen.
La abuela
reza padres nuestros
como tiempo de cocción.
Mi tía D
tapa su vaso de unicel
para no beberse
el espíritu
de sus primas,
las monjas.
El sacristán de la parroquia
se emborracha
con vino de consagrar.

H es
colaboracionista
de los duendes:
les siembra monedas
en los helechos
y les sirve agua
en tapas de garrafón;
evita usar ropa con bolsillos.

El pozo del patio
echa lumbre
por las noches
y enciende
el cigarro que alguien volteó
en el rincón más oscuro
de la cajetilla
junto a un deseo mal perfilado,
mientras se consumía
          solo
en el humo concéntrico
de la solastalgia,
ahogado bajo esa ola de espuma solar
que nos mira morir
abrazados
a la tierra
sin ningún ritual
escuela
o divisa que valga.





Ablar komo eskribimos.
Eskribir como ablamos.
Alberto M. Brambila, director del
Orto-gráfiko y tío de Velvet Brambila

Kerida Belbet,
fue tu tío kien lo dijo
pero tú lo sabes mejor ke nadie:
eredaste esa virtud
i la música.
Toka algo en lo ke ago
llin and toniks.
O pongo Oeisis,
Alanis, De Kranberris...
tú eskoje.
Si de algo importa,
llo también creo ke abría
ke serle kaso.
Aora todos disen que lo choteamos,
ke lo kemamos.
Ke sólo ellos podían aserlo:
berlo, apresiarlo.
Pero, kerida, cuántas beses
emos pasado tarde i tarde
entre el umo apretado
de un futuro ke se insendia
ablando
ablando
ablando
al sentro de una mesita blanka
ke recién pintaste
y ke flota al borde
komo una perla apenas
sumerjida
o komo eskirla del último tablón
sin rumbo ni biento
ke espera bolar igual
ke esas ojas
en los puestos de periódiko:
las kosas komo son.
Kuántas beses no emos kaído
de risa
o de miedo
o de un dolor
mui grande
asta doblarnos
sin poder
respirar
porke
ni modo ke no
si somos
bien chistosas.





Xitlalitl Rodríguez Mendoza
Poesía morosa. Prositas de amor contra el SAT
Ícaro Ediciones, 2022

martes, noviembre 07, 2023

Seis poemas de Rafael-José Díaz

No sueles llevar zapatos adecuados, pues nunca sales a nada en concreto, y cuando, sin querer, a medida que la visión se reduce con el anochecer, hundes el mocasín o el náutico en el fango, sientes cómo te sube por el cuerpo una sensación viscosa, como si no fueran únicamente el pie y el zapato lo que se te ha hundido en el fango, sino el cuerpo entero, incluso las partes medulares del cuerpo, que se estremecen entonces con una mezcla de gozo y repugnancia, dando paso a un estado de ánimo idóneo para el proceso de seguir avanzando hacia el interior del bosque a través de los surcos dejados en el suelo encharcado por un vehículo que salió acaso huyendo de una emboscada, un derrumbe, una alucinación.





La tarde colgaba allí de las ramas como si fuera un juego de abalorios. Abalorios de color esmeralda, bisutería de moho que se retorcía entre los aparatosos ramajes y que tintineaba cuando pasaba una de esas ráfagas que nos estremecían y nos hacían subirnos los cuellos de los suéteres. Era una tarde de fantasía, una tarde dentro de un cofre, una tarde que había sido sacada de un cofre escondido dentro de un baúl, bajo un juego limpísimo de sábanas, un baúl arrinconado en un trastero al que nadie subía, y allí estábamos nosotros, flotando entre los ramajes que, como colgajos de la tarde, brillaban de un modo casi imperceptible, pues eran tantas las capas y los cierres y las puertas que los habían preservado desde hacía tanto tiempo que llegar hasta el corazón de todo aquello resultaba casi imposible.





En este paisaje mental podrías deshacerte de gran parte de lo que fuiste. Lo que fuiste y no necesitas. Lo que fuiste y no sabes. Lo que fuiste y no cede. Lo que fuiste y no fuiste. Podrías traer a este vertedero situado en lo alto de una montaña los cachivaches que abarrotan una memoria abrumadoramente desintegrada. En cada partícula, en cada fragmento de partícula, se acumulan piezas inservibles que fueron depositadas allí quizá con la esperanza de reconstruir algún día una armazón que sostuviera el nuevo cuerpo que nunca se formó, la memoria futura de lo que ibas a ser y no necesitabas. Lo que ibas a ser y no sabías. Lo que ibas a ser y no cedió. Lo que ibas a ser y no fuiste. Este paisaje mental es el lugar perfecto para abandonarlo todo. Aquí pueden pudrirse juntos, irrecuperables, lo que fuiste y lo que ibas a ser.





Desciende, a lo lejos, un avión hacia la pista de aterrizaje. Lo miramos un momento entre las aberturas que dejan los árboles entre las partes más altas de sus copas y creemos poder tocarlo con las manos. Pero las manos están ocupadas. Mientras la mirada se despliega un instante en dirección al cielo atravesado por el aeroplano, las manos trabajan silenciosas en rebajar tensiones, anudar nudillos, tejer lazos fugaces, excitar zonas erógenas. En el barro y en el cielo todo es igual de efímero, y lo mismo que una vez que el avión pose sus ruedas en la pista el vuelo habrá terminado, las manos obrarán el final del deseo en cuanto el orgasmo deposite sus fluidos excitantes en la piel tersa del vientre o de los muslos.





Los troncos cortados surgen como setas gigantescas en medio del bosque. No es fácil imaginar por qué los cortan, casi a ras del suelo. Por qué esos árboles ya no están y otros muchos sí. Son como huellas de pisadas, pero al revés: como si alguien pisara desde el interior de la tierra y esas plataformas fueran la revelación de un mundo sumergido e inverso al nuestro. Son los rastros del vértigo de quien camina debajo de nosotros y se hunde en el barro dócil y se tambalea. Pisadas de gigantes ctónicos que afloran en el bosque por el que nosotros, seres minúsculos, revoloteamos como mariposas sin alas. Entre las grietas de esos troncos cortados anidan los milpiés y, si nos limpiamos el barro del calzado en el filo de la corteza, se enroscan histéricos en una espiral. Al cabo de unos segundos, se desenroscan y surcan el barro dejado sobre el tronco.





Todas las veces que fuiste recordaste aquella primera, cuando aún no conocías la montaña y llegaste a ella como se llega a los sitios que de verdad importan, por un golpe de azar, en una compañía fortuita, una noche cuyo recuerdo apenas dibuja el vaho de unos cuerpos en el cristal de un coche y las luces repartidas por la llanura allá abajo. Desde ese día, sin saberlo, algo te vinculó a la montaña, pero, como si supieras que el futuro te depararía momentos no siempre tan gratificantes como aquel, te alejaste de ella, la olvidaste, encapsulaste aquel instante de comunión con el vaho y el cristal, igual que otros muchos recuerdos encapsulados e inservibles, como si lo arrojaras a un vertedero. Sin embargo, conservó algún tipo de luz invisible que irradiaba a lo lejos, cuando pasabas por la carretera que bordea la montaña y, al mirar hacia arriba, sentías la punzada de un nombre borrado, un cuerpo olvidado, el vaho en el cristal.





Rafael-José Díaz
La montaña de barro
El sastre de Apollinaire, 2023