martes, mayo 28, 2013

Dos poemas de Carlito Azevedo


Monodrama (fragmento)



pues vos todavía sos el absoluto-terrestre
la mejor patinadora
bajo la luna roja de los veranos de aquí

deslizándote por la pista
en busca de los vientos gigantes
de los veranos de aquí



Chica con xilofón y flores en la Telegraph Av.

Cuando ella
tan increíblemente linda
como decías
escribía los poemas que escribía
y yo entiendo que no tomáramos en serio los poemas que ella
tan increíblemente linda
escribía
sacando de adentro de una bolsa ácida con pins coloridos y motivos op
los lápices de colores más chicos que vimos en toda la vida
para improvisar
en cualquier momento y en cualquier superficie
los poemas que ella escribía
nosotros decíamos que no había nada allí
más allá de lo pintoresco,
nada de nada
por lo menos para dos jóvenes de más de treinta años
sorbiendo café entre desesperanza y risas explosivas
yendo y viniendo de países destruidos diversamente
y equilibrando entre los dedos
las monedas contadas
y el fin del amor
y con deseos contrarios y confusos
de desplazamiento
e invisibilidad
pero reflejados en el espejo de un café en Berkeley
y teniendo sí probablemente toda la razón
en decir que no había nada en absoluto allí
cuando ella escribía los poemas
siempre los mismos
que ella escribía con aquellos dedos que nos impresionaban
llenos de anillos de piedra bruta
y aquellos ojos
rematados
ojos verde rana
no había nada allí
a no ser tal vez un hombre
siempre el mismo
que reencontraba finalmente a una joven
siempre la misma
y decía soy yo
y siempre un revuelo de tan increíblemente fantásticas flores repetía sí ves es él
y al fin de cuentas una
siempre la misma
chica concordaba sí sí sos vos mismo y todos tus collares
sólo para después volver a perderse el uno del otro
como en una especie de mágico revuelo
y eso sí había
en todos
en absolutamente todos los poemas de ella
tan increíblemente linda sí
y allá se van diez
o trece años
y yo simplemente nunca
los/la
logré olvidar.



Carlito Azevedo
Monodrama
Traducción y prólogo: Florencia Garramuño
Corregidor, 2009.

martes, mayo 21, 2013

Dos poemas de William Butler Yeats

Plegaria por la vejez

Guárdeme Dios del pensamiento
que el hombre piensa con la mente sola;
para cantar una canción perenne
hay que pensarla
en la más honda médula del hueso.

De todo aquello que asegura
loor a la prudencia de los viejos.
¡Ah, quién soy yo para temer el riesgo
de que me llamen loco, en aras
de una canción!

Rezo --pues la moda es efímera
y vuelven a privar las oraciones--
porque los años, aunque muera viejo,
me conserven la cálida apariencia
de un insensato,
                           de un apasionado.



Política

En nuestro tiempo el destino del hombre se significa en términos políticos.
Thomas Mann

¿Cómo podré, mientras aquella
muchacha sigue de por medio,
concentrarme
en la vital política de Roma,
o en la de España, o en la rusa?
He aquí, con todo, un hombre de gran mundo,
que sabe lo que habla,
y allí tenéis a un buen político,
cuyas vastas lecturas y razones
son eminentes:
tal vez cuanto ellos dicen es verdad,
acerca de la guerra y las alarmas bélicas.
¡Mas, ay, qué diera yo por ser de nuevo joven
y poder estrecharla entre mis brazos!



William Butler Yeats
Traducción: Jaime García Terrés
Tomado de El surco y la brasa
Selección y prólogo: Marco Antonio Montes de Oca y Ana Luisa Vega
Fondo de Cultura Económica, 1974.

martes, mayo 14, 2013

Tres poemas de Juan Carlos Flores


Ardillas

Las ardillas juegan sobre el árbol indiferentes a nosotros/ los que venimos para admirar a las ardillas/ porque necesitamos algo en qué depositar nuestra capacidad de admiración/ las ardillas juegan sobre el árbol indiferentes a nosotros/ los que venimos para admirar a las ardillas/ porque necesitamos algo en qué depositar nuestra capacidad de admiración/ sí somos hombres hermosos y somos seres deformes/ las ardillas juegan sobre el árbol indiferentes a nosotros/



Antílopes

He soñado con antílopes: sobre el plano policromático se desplazaban y eran felices y eran libres. Yo que con frecuencia tengo las atroces pesadillas de vulgar novela policíaca y escribo para hacer más tenue, más llevadero el horror de vivir, puesto que entre mis pesadillas y lo real hay un vínculo. He soñado con antílopes: sobre el plano policromático se desplazaban y eran felices y eran libres.


Patinadores

"los patinadores cruzan rápido sobre el asfalto y desaparecen con la misma velocidad con que aparecen". (las patinetas se fabrican en serie y no se diferencian las unas de las otras, las personas se fabrican según método antiguo antes del nacimiento de la industria y son muy diferentes las unas de las otras). "los patinadores cruzan rápido sobre el asfalto y desaparecen con la misma velocidad con que aparecen". (grupo, no pertenezco a ningún grupo y no me reconozco en ningún grupo, mi verdadero y único amigo es dios ausente, la sensación de soledad se haría más intensa si yo saliera a caminar y me detuviera frente a la iglesia tamaño caracol). "los patinadores cruzan rápido sobre el asfalto y desaparecen con la misma velocidad con que aparecen".



Juan Carlos Flores
Mandorla. Nueva escritura de las Américas, no. 14, 2011.

martes, mayo 07, 2013

Seis poemas de Róger Santiváñez


Primera muerte

     Mi nombre es Nenfas.
Vivo en Pachitea. Mi suegra todo el día
me dice serrano. Regreso de traer algarroba
y ella me grita serrano.

     Esta tarde
frente a un viejo algarrobo donde a veces
lloro mi desdicha o me alegro el corazón
con las soñas y los chilalos diré déjame
algarrobo tu sombra para que yo pueda
colgarme tranquilo y ya no me digan más
serrano y me verá róger santiváñez
a los 12 años y 13 años después él cantará
con la soledad que yo le entregué
esa noche de verano cuando me vio ahorcado
y en la arena aún correteaban
las iguanas.



Diabla García

La chica más linda. No puedo recordar su nombre pero sí su uniforme del Lourdes, azul profundo y la insignia dorada, igual a su pelo adolescente. Belleza de una muchacha a los quince años, al costado de mi casa. Contemplarla subiendo al ómnibus de su colegio, guardar cada una de sus frases -piezas de oro- en el fulgor de un atardecer en los vidrios de Santa Isabel. Vivía ella en su reino de pureza e inocencia, antes de la Reforma Agraria. Reinaba con la suave delicadeza de quien se sabe perfecta. En malla negra -a la vera del jardín- despachaba a su pretendientes, jóvenes audaces con los ojos verdes. Hubo sábados de rock y muchachos convertidos en Jim Morrison para ella. Recuerdo a Gonzalo Higueras deslumbrando con una blanca guitarra eléctrica, la noche más bacán de la última primavera. La ola instantánea de la Reforma clausuró ese paraíso. Sentí la pena en el corazón de mi vecina. Su hermosura inasible -ansiedad de los conquistadores- marchó a la Argentina. Piura perdió su prístina tersura intocada. Yo era un niño todavía/todavía la recuerdo: coqueta y esquiva. No se la agarró nadie.



Las cosas

Cuando pasa el botellero gritando
por los objetos que recoge, yo
vengo a sentarme en el garage.
Desde allí imagino el fuego en
la plancha de carbón de antaño.
Era bonita en la antesala
de la puerta del postigo.
¿En qué tarde como ésta
fue a perderse en el olvido?
Las cosas de mi madre, budas,
elefantes, y el aroma del jazmín.
Su espíritu reina todavía
entre los muebles de esta casa
y es su música Regresa, Only you
un éxtasis de viento en su jardín.



La lata china

Aún conserva el fino aroma del té.
Increíble su constancia en una esquina
de la vieja cocina de mi madre.
A través de los años y los viajes
la he visto inmóvil en su sitio,
encima del lejano aparador
en la casa de Junín 381, muerta
niñez y pubertad infinita aquí
en Santa Isabel de nuevo la alacena,
el lavadero y la esquina con su lata.
Nadie la usa. Olvidada permanece y
es roja y es negra y es dorada.
La miro diariamente y no entiendo
qué hace allí embadurnada de tiempo.
No he podido tocarla, quizá si la abro
brote un genio oriental
el espíritu de este fino atardecer,
su dueña original.



Alejandro / el tío

Alguna vez lo vi en una esquina
alto y su uniforme
                             Los ojos azules me llevaron
a estadios brillantes
                                Sorbía un vaso de cerveza
me buscaba palabras en el diccionario
                                                             o reíamos

Su bondad limpió mi corazón
largas temporadas con nosotros
viejos atardeceres melancólicos
                                                   y compartió mi soledad
Gran belleza y en sus
rudas manos acariciando
                                        cantaba la chiroca

En la mañana fue adelgazando
                                                 sobrio, duro
(Los pasillos de los hospitales son tan fríos)
Se lo llevaron
                           Aprendí
que los geranios habían sido regados por él.



Eucaristía (fragmento)

Sólo para tu carita de estambre que se
Revienta en millares de hojas esparcidas
Extraños sueños siniestros

Me hicieron doler pero reconocer que
El dolor político no es otro tema de
Mi canción nunca me metí en la trinchera

Me fui hui huyendo como dijo Heraud
Aunque él sí murió por nosostros
Soy hinostroziano no creo

En las guerras no creo en nadie soy
Un lumpen maldita la hora en que hablé
Con un lumpen no soy un lumpen soy




Róger Santiváñez
Dolores Morales de Santiváñez
Hipocampo/Asalto al cielo, 2006.