miércoles, julio 28, 2010

Después de la tristeza

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Este pan tiene el sabor de un recuerdo,
comido en esta pobre fonda,
donde está más abandonado y atestado el puerto.

Y disfruto de la amargura de la cerveza,
sentado a medio camino del retorno,
frente a los montes nublados y al faro.

Mi alma, que ha vencido su pena,
con ojos nuevos en el antiguo atardecer
mira a un piloto con su esposa encinta;

y un barco, cuya vieja madera
brilla al sol, y con la chimenea
tan larga como los dos mástiles, es un dibujo

infantil, que he hecho hace veinte años.
¡Y quién me iba a decir que mi vida
sería tan bella, con tantos dulces afanes,

y tanta apartada dicha!


Umberto Saba
Casa y campo. Trieste y una mujer
Traducción: Carlos Vitale
La Poesía, señor hidalgo, 2003.

miércoles, julio 21, 2010

Dos poemas de Eduardo Milán

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si no hablo con los ángeles
ni aspiro el perfume del premiado
hay un fuerte olor a premio bajo las nubes violetas
momentos antes, cuando va a llover
riqueza, lo que hay, lo que hace falta
repartir para empatar el partido de pobreza
arriba una aliteración en p de pobres
en el sentido de sobre, no de va llegando porque está
-la palabra era pobre, sola, en su isla
vivía de la fruta que guardaba el núcleo

esta Europa ya rebasa lo previsto, huele a queso
rancio de taberna, madera agria de vino derramado
hay que abrir nuevas vías, nuevas venas
poetas enteros esperan la llegada del descubrimiento

*

ese ornamento, ese arte, ese momento eterno
su arte poético-no poético, piramidal
no experimento, reposado tequila reposado

agave dios
ave amaestrada
del paraíso de corral
arte sin afecto, artefacto

destilerías añejas, grandes barriles de madera
destilado, lo mejor, del alma
convertido en lo perfecto: el alma destilada
ni el hijo más pequeño se abraza a esa alma

fruta podrida baja a la garganta
durazno, manzana, pera
como con los artistas el mediodía del sábado
un burócrata ofrece buen dinero
hay que interpretar la actualidad del monumento
ruina, pirámide, estatuaria
la crisis es brutal en realidad
un cuchillo debajo de la túnica
cresta de gallo altivo, oropéndola incrustada en el ombligo
un caballo da una vuelta alrededor
crisis tan tenue, civilizada en estadísticas de prensa
un velo flota sobre una ondulada brisa leve
hueso que se revela
brillan los ojos de los artistas plásticos al ritmo de la oferta
sobrevivir a toda costa, nadador
capaces, no capaces, de igual caparazón

pinos independientes, arriba
pinos punta al cielo, hirientes
verdes, declinados, independientes, verdes
forma de las tiendas de los indígenas nómadas
precarias, "levanto y me voy"
indígenas independientes, en su lugar, pinos

durante una crisis no moverse, el consejo
el cosmos muestra un desequilibrio de circo
quedarse fijo, conejo ante los focos
vaso vaciado de líquido

contradicción, opuesto, sol del otro lado
supermercado puesto de mañana, de noche depuesto
supermercado en la selva, Caracas
fines de agosto del 79
fue lo que vi cuando pasé hacia México
agua de Escocia para beber escocés, casa por la ventana
días de Carlos Andrés
después Carlos Andrés por la ventana
las interesantes elites intelectuales, el brillo de sus élitros

una estrofa con fecha, nombres propios
pone penacho donde había
aureola única, tiempo del penacho

Eduardo Milán
El camino Ullán. Seguido de Durante
Amargord Ediciones, 2009.

miércoles, julio 14, 2010

Dos poemas de Kazuko Shiraishi

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Loro

Dije: "¿me amas?"
Tú dijiste: "te amo".
Pregunté: "¿me odias?"
"Te odio".
Pregunté otra vez: "¿nos separamos?"
"Nos separamos".
Siempre, siempre
fuiste un loro.
Como imitabas tan fielmente
mis palabras
no tuvimos otro remedio
que dejarnos.


El antílope

Una muchacha
con piernas de antílope
y un muchacho
con piernas de antílope
se enamoraron
se casaron
y tuvieron un niño
con piernas de antílope.
El padre del niño se marchó
¿hacia dónde?

El que siga las huellas
de las rápidas patas del antílope
necesita, ante todo,
de un corazón más rápido que éstas.
Infortunadamente,
en este mundo hay pocos corazones
que puedan presentir una traición
con esa rapidez
de las patas de antílope.


Kazuko Shiraishi
Viento venido de la ensenada
Traducción del japonés de "Loro": Atsuko Tanabe y Sergio Mondragón
Traducción del inglés de "El antílope": Jesús Vega y Haydé Zavala
El Colegio de la Frontera Norte, 1997.

miércoles, julio 07, 2010

Dos poemas de Marco Martos

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La separación de los amantes

Fue lo máximo sentirme tu familia,
delicioso y delicado llegar a tu casa
con un poco de queso, una botella de vino
o simplemente alegría en el rostro,
y desplazarme en tu espacio, en tu cuerpo y en tu mente
con la soltura de un rey en su patria,
mientras los demás, gentiles y antiguos,
con sus camisas de cuadros
y sus modales ceremoniosos,
se acomodaban en la mesa
para dejarme, como correspondía,
el sitio más vecino a tu corazón.
Fue un cielo claro de primavera.
Ningún nubarrón.
Y, súbito, el rayo oscuro de la muerte.
Tú no sabes nada.
Yo no sé nada.
Nadie sabe nada.
¿Quiénes son estos amantes?
¿Quiénes fueron?
No los conozco,
porque si en el mundo sólo existe dolor,
como bien sentimos, es imposible
que en la vigilia haya habido
cosas tan intensas, hermosas y verdaderas.


En lo más difícil

La mujer que me alucina
está en el otro lado del mundo.
Si acaso tengo voz,
si acaso me sostengo,
es porque ella existe
en medio de la neblina,
en el otro lado del mundo,
y si mi mano algo escribe
y cruza los cielos plomos
en forma de caricia
y de frío y de calor
que la envuelven dulcemente,
es porque ella vive y habla,
me sostiene, me da fuerzas,
cruza los cielos grises
y me toca con sus ojos
en la noche soledosa,
así tan lejos.
La mujer que me alucina,
me ama, me dice.
Pero estoy solo,
terriblemente solo,
muerdo mis días.
Soy sólo sombra
de un fantasma melancólico
que cuida a una mujer
allá en el Perú,
en lo más difícil.

Grenoble, 20 de mayo de 1988.
Marco Martos
Cabellera de Berenice
Colmillo Blanco, 1994.