lunes, febrero 28, 2011

Tres poemas de Robert Walser

.
En la oficina

La luna desde fuera nos contempla,
y me ve a mí,
pobre criado distraído, bajo
la estrecha mirada de mi patrón,
cómo con timidez me rasco el cuello.

No, nunca conocí rayos solares
que una vida duraran,
ni los conoceré. La carencia es mi sino;
me agobia tener que rascarme el cuello
bajo la mirada de mi patrón.

Es la luna la herida de la noche,
gotas de sangre, las estrellas todas.
Como la dicha me queda muy lejos,
me he vuelto comedido;
es la luna la herida de la noche.


Más lejos

Quise quedarme quieto,
y me empujaron más,
pasé entre negros árboles,
y bajo aquellos árboles,
quise quedarme quieto,
y me empujaron más,
pasé por verdes prados,
y junto a su verdor,
quise quedarme quieto,
y me empujaron más,
pasé por casas pobres,
y en una de estas casas
quise quedarme quieto,
quedarme un rato largo
mirando su pobreza,
y cómo asciende al cielo
el humo de su lumbre.
Dije esto y me reí,
rió también el verde,
y el humo humeante,
y me empujaron más.


Desengaño

Un desengaño no se olvida nunca,
como es inolvidable la gracia de la dicha.
Recuerdo es la nostalgia,
porque es tan infinita,
que no se olvida nunca.


Robert Walser
Poemas. Blancanieves
Traducción: Carlos Ortega
Icaria, 1997.

lunes, febrero 21, 2011

La guerra chiquita

.
Yo compadezco de todo corazón al hombre
que pregunta qué hay que hacer para ganar.
Enfebrecido por el vapor de la ronera
pero ignorante del peso de la Osa Mayor
su vida tiene el ancho de un periódico enrollado,
usufructuario de un momento
donde flotan las palabras brillantes.
La misa del central o la misa de la guerra
aguantan al corredor que cegado por la luz debe aceptar
que la historia de su diamante
apenas estremecería a un jurado de observadores bien curtidos:
el camino de la soledad a la sedición es más duro que largo.
En el viaje, digamos, entusiasta
al pasatiempo y al balcón de la ronera
se nota la ausencia de un destello donde meter el hombro;
vivimos con los pies en el limo bueno para desovar
mientras la cabeza se nos marea en la selva.
Yo me compadezco
y luego dedico una lágrima de arroz crudo
al hombre que pregunta qué hay que hacer para ganar.

Omar Pérez
Memorias de la clase muerta. Poesía cubana 1988–2001
Compilación de Carlos A. Aguilera
Aldus, 2002.

lunes, febrero 14, 2011

Corrección

.
Imaginate todos tus errores
impresos en una hoja de papel

marcados con rojo
o verde

todas las soluciones mejores
sin duda

marcadas brevemente
con signos claros

como el celeste inequívoco
de algunos presentimientos

es el último día de la semana
¿a quién le sonreís?

¿a quién perdés
en este viaje – en este vuelo?

así sos entonces
al pensar eso – al tomar aire

todas las letras muertas
tienen que desprenderse de vos


Primoz Cucnik
Ventanas nuevas
Traducción y prólogo: Pablo Fajdiga
Gog y Magog, 2010.

lunes, febrero 07, 2011

Dos poemas de Gesualdo Buffalino

.
Una señal con la uña

Corazón, de esta tierra de uvas suaves
te olvidarás; olvidarás la hierba
temblando bajo el soplo de la luna,
las carreras, los besos, las guitarras.
Se encoleriza el tiempo, no quedaron
en tu umbral más que golondrinas muertas,
y cenizas de pasos, cenizas de palabras.
Cierra ya, corazón, el libro de tu día:
junto a un rostro haz con la uña una señal.


Desganado, el día del santo

Cuando hay feria en mi pueblo
llegan los vendedores desde lejos,
tragaespadas, tragafuegos,
con sus manos inmensas, en camisa alzan
la tromba del diluvio encima de los chicos,
de noche duermen en oscuras tiendas,
y un buen día se van bajo la lluvia.

Ya no hay ferias que pueda visitar,
más envejezco, más quiero morir.


Gesualdo Buffalino
La amarga miel
Selección, traducción y prólogo: Ricardo H. Herrera
Alción Editora, 2010.