lunes, agosto 07, 2023

Cuatro improvisaciones de Arturo Carrera y Gerardo Jorge


"Con las manos vacías"

El trabajo de la historia y la gestión de la cultura adocenan, borran los desvíos, otorgan títulos e incluyen en la "marranada", jerarquizan incluso a suicidas, marginales y desertores, presentan como estrategia lo que no lo era; pero Williams escribió en una notita para Paterson que su libro era

     "una contestación al Griego y al Latín con las manos vacías".

     Presentar un poema con una expresión así, propia de una comida o de una chanza, "con las manos vacías" como quien dice "¡no vengan con las manos vacías, eh!" o "¡de acá no se va nadie con las manos vacías!", es ya un reverso de aquella política. El médico de pueblo se quejaba de las exhibiciones eruditas, del culto a la antigüedad en la poesía moderna cosmopolita, y quería más bien penetrar en qué era ser "americanos", evocar una presencia, recrear la inteligencia de una tierra brotada de poemas-flores, de asfódelos, crisantemos y cosas concretas como botellas y carretillas arrojadas sobre el campo o en el fondo de una casa.

     Como si dijéramos: plantear una concepción del poema desde la desposesión. Flores que rápido mueren, la imagen de las manos, su vacancia, nos recuerda el comienzo y también la reacción frente a algo que amamos, pero se escapa.

     Y sin embargo, más allá de todo tesoro, de toda acumulación, esas manos vacías también son capaces de incluir el mundo y la historia. Porque los cargan en los callos, en las líneas, porque lo soportan, es cierto: pero sobre todo por su franca disponibilidad:

     contestar con las manos vacías, como quien da una poesía-mano, es ser capaz por eso mismo de ir al encuentro, de asir lo que haya, de abrazar algo ignorado.





"Estética de momento límite"

Hay poemas que ofrecen su estética de momento límite; de a momentos, como sucede ahora, advertimos que estamos escribiendo en un momento límite; y que los poemas tienen algo que le falta a la lengua; tienen esa mínima parte de acción que refuerza a tientas nuestro apoderamiento de la realidad en este mundo. De manera que, con un mismo movimiento de helicoide que sube o baja o se deshace, entrega en la luz, ciegamente, imagen por imagen, eso que nos retira a cada instante del mundo: esa parte de la lengua que se exilia en el misterio de las hablas y que le falta al misterio de cada uno. Pero también nos estrella contra otro dominio del lenguaje. Ya no la "poesía" entre comillas sino su pérdida; ya no el saber sino los incontables sujetos; ya no la palabra sino su rumor en el agua:

     poética de quien disuelve su cuerpo en la lucha ultrapolítica, en el sitio poco esperanzado de la revolución y el compromiso.

     ...en un tiempo de amortajamientos, el poema nos quita las mordazas;

     en un tiempo de vendettareivindica para la poesía ese aspecto que debería volver a situarla en los fundamentos de la humanidad:

     único vínculo crítico entre el ser humano y su entorno.

     Poesía más en su acción, en su Arte de la Vida, que en su inacción de vida poética en incierta potencia: la de la literatura que se jacta de sí misma, vanidosa.

     Para cada lector, para cada adolescente de provincia, para cada perdido prójimo, ubicuo y sin embargo siempre presente, la lectura de poemas ofrece un "antes" y un "después", o lo que es más misterioso: efectos que preceden a las causas.





"Apoyar el oído,"

estar atento, disponible: pero apoyar incluso como auscultando algo, en ese punto donde la escucha deviene tacto, de tan cercana. Donde el código se pierde y a la vez se encuentra.

     De apoyar el oído se trataba. Eso decía Leónidas. Otro poeta de su galaxia, Zelarayán, decía que "salían cositas" al hacerlo: gritos, ridiculeces, creaciones del habla, objetos encontrados, condensaciones de vida en el lenguaje que son una y otra vez el material y recuerdan la relación del poema con la lengua viva, su operación sobre ella. Incluso un poeta alejado de los bares, de las calles, del idioma y del ánimo de estos, escribió que debía "conocer el habla del lugar", hablando del poeta moderno.

     Pero no la simple copia, no la imitación de rasgos característicos, no el coloquialismo ni el costumbrismo ni ningún otro "ismo", sino la atención para la maravilla del hecho social, del genio anónimo del "inventalenguas", como llamó Haroldo al pueblo. Invención sólo accesible en la mixtura, en la distorsión, en la escucha amoral y desprejuiciada.

     Apoyar, apoyar el oído, pero para escuchar ruido también, el lado vedado de la materia verbal y sonora, negado por el control y la significación, por los diques del uso y del impacto. Escuchar un tiempo, una época, un "río subterráneo", pero escuchar también el eco, el cuerpo de las palabras, su vacilar entre sentido y sonido: lo que sobra en lo que se dice y pasa.

     Y abrirse a la multiplicidad de las escuchas, a un arte de la escucha, a un repertorio de maneras de escuchar: una escucha atenta y otra "profunda" (como la que teorizó Pauline Oliveros), una escucha casual o distraída, y otra minuciosa, casi de investigación:

     oteo y entrevista, noticia y confidencia: nombres, técnicas para una recolección que responde a una pasión insistente: la curiosidad por el tesoro siempre esquivo de la historia y los sentidos.

     Y una señal más, de alerta y liberación: que no se trata sólo de hablar o decir, que no siempre se trata de las palabras "propias"; que palabras y sonidos son "segundos" y los ruidos vienen bajando por una cascada de clases, de ciudades, de migrantes, de acontecimientos y también de sílabas e historias a los que atender, por los que dejarse atravesar, para darles y darse un nuevo aliento.





"Útiles, quiero decir,

fuera de los museos", escribe John Cage sobre las obras de Joyce, Duchamp y Satie que lo han acompañado a lo largo de su vida, que no quedaron con el tiempo reducidas a la condición de "arte". "Todo el resto se ha convertido en arte", insiste, y el arte --en tanto esfera, institución o mundo separado-- no importa, porque pertenece a una mentalidad superada, a una vivencia que le ha quitado influencia y sentido.

     Quiere decir Cage que es útil el arte, o que el arte es un útil, una herramienta, porque cambia la percepción y enseña a estar atentos, y empuja a experiencias de la verdad. Es cierto: hay que abandonar la persecución de un efecto para eso, habitar un desencuadre constitutivo, que equivale a libertad para imaginar. ¿Pero no es acaso esa gratuidad, esa "suspensión" que le corresponde como al sueño, no es su operación irreductible a lo inmediato lo que permite que acciones llamadas "poesía" devengan --eventual, duraderamente-- mapas, cartas de navegación, puntos de referencia para un comportamiento, estructuras de la mirada, o incluso entretenimiento, juego en un sentido arcaico y social? En una época que parece desgarrar nuestros cuerpos, su misma inserción en el espacio, ¿no es una técnica que insiste en la presencia?

     Poema útil, entonces, poema utensilio, sacado poema de contexto para un uso "no permitido", como gran parte de nuestros géneros y técnicas del saber precisan hoy ese movimiento; poema asa, poema ariete, poema muestra pedestre de un idioma para hablar, de una sintaxis, inalámbrica técnica para reponer lo lejano. Lugar de trámite para asuntos que ningún método puede abordar, poema no igual a su condición de cosa, poema sin identidad, poema resistente a la genuina reducción instrumental del fetiche y la "autonomía", poema vehículo de un proyecto de ser.





Arturo Carrera y Gerardo Jorge
Polvera de las enciclopedias
Mansalva, 2023