sábado, noviembre 21, 2009

Dos poemas de Gary Snyder

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Heno para los caballos

Manejó la mitad de la noche
desde el sur de San Joaquín
a través de Mariposa, surcando
las rutas de Montaña Peligrosa,
y estacionó a las ocho a.m.
su gran camión-acoplado de heno
...........................detrás del granero.
Con cabria y sogas y ganchos
apilamos prolijos los fardos encima
de vigas de pino rojo astilladas
en lo alto de la oscuridad, jirones de alfalfa
giraban entre haces de luz escalonados,
picaduras de polvo de heno en
...........................la camisa sudorosa y los zapatos.
A la hora del almuerzo bajo roble negro
afuera en el corral caliente
--la vieja yegua olisqueando las vianderas,
las langostas crujiendo entre los yuyos--:
"Tengo sesenta y ocho", dijo él;
"la primera vez que cargué heno tenía diecisiete.
Pensé, ese día que empezaba,
que seguro iba a odiar hacerlo toda mi vida".
"Y maldito sea, eso
terminé haciendo."



Diciembre en Yase

Dijiste, aquel octubre,
en los altos pastizales secos junto al huerto,
cuando elegiste ser libre,
"Alguna otra vez, quizás en diez años".

Después del colegio te crucé en
una ocasión. Estabas extraña.
Y yo, obsesionado con un plan.

Ahora, diez años y más
han pasado: siempre supe
...........dónde estabas--
podría haber ido a buscarte
con la esperanza de recuperar tu amor.
Todavía sos soltera.

No lo hice.
Creí que tenía que quedarme solo.
Y así fue.

Sólo en sueños, como esta madrugada,
la honda, asombrada intensidad
de nuestro amor de jóvenes
regresa a mi mente, a mi carne.

Nosotros tuvimos
lo que todo el mundo anhela y persigue,
y lo dejamos atrás a los diecinueve;
me siento anciano, como de haber vivido
varias vidas.

Es probable que jamás pueda saber
si soy un tonto
o si hice lo que requiere
...........mi karma.



Gary Snyder
El poeta y su trabajo, no. 33, verano 2009.
Traducción: Bárbara Belloc
Tomado del libro Todas las palabras para decir roca (Gog y Magog, 2009)

sábado, noviembre 07, 2009

Una dedicatoria (fragmento)

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¡Un cuaderno vacío! ¡Una oda al cuaderno vacío! ¡Una hoja en blanco sin nada más, con -- ya -- todo!
.....Los alemanes tienen la palabra Scheu, con el adjetivo frecuente heilige -- algo así como un estremecimiento sagrado -- intraducible. Pues es precisamente ese sacro Scheu lo que yo experimento hasta el día de hoy frente a una hoja en blanco. -- ¿A pesar de las toneladas de hojas escritas? -- Sí. -- Con cada cuaderno nuevo -- de nuevo. Si hay cuaderno -- habrá versos. Es más, cada cuaderno que todavía está vacío es un reproche vivo, más que un reproche: una orden. (Yo -- existo, ¿y tú?) Quieren grandes obras -- regálenme cuadernos grandes.
.....Pero -- ¡el hambre de papel en la infancia! -- hasta el día de hoy no me atrevo a escribir en los hermosos cuadernos, empastados en piel y de colores, que me regalan mis conocidos para los "borradores". (Mi gente -- ¡sabe!) Cuántos tengo, algunos de Praga, de forma antigua, de papel finísimo y con las páginas aún por separar.
.....El primer sentimiento: ¡soy indigna! El segundo: en un cuaderno así no escribiré nada -- terror al mal de ojo, parálisis del lujo; el tercero, absolutamente razonado: escribir en tafilete es lo mismo que cultivar en raso -- ¡no es serio!, es jugar a seriedad, es diletantismo, chabacanería.
.....(Apuesto que la mayoría de los malos poemas ha sido escrita en cuadernos de raso, comprados -- la situación de los bienes no tiene nada que ver -- tal vez comprados con el último dinero, igual que la bata persa con la que esta ceremonia religiosa se realiza, para que aunque sea con algo se llene la constante laguna del talento. Pero Pushkin escribía en el baño, sobre una mesa sin pintura. -- Sí. -- Y aventaba las hojas escritas debajo de la mesa. Pero aun si usted tuviera un baño, y una mesa sin pintar debajo de la cual aventarlas, no le serviría de nada. Llegaría el Tiempo y las barrería con su escoba.)
.....En una palabra: o el tafilete -- o yo. El mismo rechazo que frente a los brillantes jamás usados y perdidos aun antes de la Revolución. Así siguen (los tafiletes) en espera del día en que yo deje de ser yo. Pero la pila de los cuadernos azules, de oficina, que pesan una tonelada -- crece. En Rusia, antes de la Revolución, mis cuadernos eran de cartero, de lienzo áspero, con cordones (para las firmas). Durante la Revolución -- cosidos por mí misma, de papel robado (del trabajo), con tinta inglesa roja -- también robada.
.....No sé qué habrá ocurrido con las otras personas que escriben, a mí el hambre soviética de papel no me sacudió. Como en la infancia: lo deseaba ardientemente y lo robaba.


Marina Tsvietáieva
Una dedicatoria
Traducción: Selma Ancira
Universidad Iberoamericana, col. Poesía y poética, 1997.