miércoles, septiembre 21, 2016

Fragmentos de conversaciones con Marosa di Giorgio


Cuando recién aparecí algunos creyeron que iba a quedar en la franja de los marginados. Rama me incluyó en el libro Aquí cien años de raros. Pero después ocurrió que la gente leía mucho eso, los libros se agotaron. Y siempre encuentro más lectores que me dicen que lo leen con sorpresa, pero que lo entienden y se sienten muy conmovidos. Pienso que con Felisberto Hernández pasó algo semejante, aunque fue más lento. Ahora, la gente está más preparada para lo extraordinario, para lo no corriente.




La poesía no se utiliza, es una cosa que aparece y es en sí misma toda la gracia y el milagro. Es como Dios.




Yo creo que el poeta debe escribir; y que la poesía debe conocerse en el silencio y la soledad. Eso es lo primordial. Pero nací recitadora. Es un ritual. No quiero ni puedo sustraerme. Es como construir frente al público, construir con la fe, rosas, clavelinas y repartirlas.




Un día de verano yo estaba siguiendo a mi padre en el campo. Él daba vuelta a la tierra con el arado y los pájaros iban detrás persiguiendo semillas. Yo miraba todo eso, a los pájaros que las comían y luego se paraban sobre el lomo de los bueyes. Era muy pequeña y llevaba un vestido azul con pecas rojas y mi padre me dijo: "¿Por qué no hacés un libro?". Yo pensé: "¿Querrá que tome hojas y luego ponga tapas de cartón?". No sabía qué quería que hiciera y no me animé a preguntarle. 




No soy adicta. En las reuniones necesito algunas copas para "estar". Si no, es como si me evadiera al jardín. Quedo allá, en otra cosa. Pero tengo simpatía por los que toman mucho. No puedo evitarlo; es así. Para el trabajo el alcohol no agrega nada. La escritura es en sí misma un gran licor.




No son en prosa, ¡son en poesía! Yo, aún en los relatos de Misales escribo en poesía. Una novela, para ser realmente buena, debe a la vez funcionar como poema. Eso creo. ¿Por qué decís "en prosa"?




Es inconsciente. Los poemas, todos, muchísimos, me caen en la mente. La palabra trabajar me resulta un poco dura, pero era como que los elaboraba de alguna manera en lo interior. Empezaba a venir eso y lo ordenaba. En cambio en el último libro, de relatos, empecé a escribir al azar. Tomaba una hoja, un papel y no sabía para dónde iba. Pero igual se tejía todo y llegaba un momento culminante.




Me interesa. Yo también fui y soy una víctima del descalabro socioeconómico que vive esta parte del mundo. Pero la poeta es otro asunto. Las cosas visibles pasan. Las invisibles advienen continuamente.




Todo se da con naturalidad absoluta. Es que es así o no es de modo alguno. En esta franja, la creación, imposible forzar las cosas. Se notaría, y el producto sería ríspido y no habría encanto; es decir, no habría creación. Ángeles, liebres, animales de subtierra, etcétera, por suerte, no terminan de visitarme, y parecen tener, traer, cada vez más, más brillos y misterios, más diamantes, más pétalos.




Seguramente, se harán muchos asedios, estudios, críticas. Y lo psíquico no podrá dejar de estar presente. En la mesilla de inspección. Pero quedará algo inatrapable. Que yo veo y no puedo describir. Ni lo intento.





Marosa di Giorgio
No develarás el misterio. Entrevistas
Compilación: Nidia di Giorgio
Selección: Edgardo Russo
Edición y prólogo: Osvaldo Aguirre
El Cuenco de Plata, 2010.