viernes, julio 21, 2017

Fragmentos de una conversación con Augusto de Campos


Mi libro tiene un segundo título, que se lee por detrás de las letras: VIVA VAIA [viva la rechifla o viva el abucheo]. Y un epígrafe que dice: "Aquello que el público silbe [vaia], cultívelo, es usted" (firmado por J.C., que podría ser Jesús Cristo o John Cage, sin embargo no es otro que Jean Cocteau defendiendo a Satie). No se puede pretender al mismo tiempo infringir convenciones y ser bien recibido. El incomparable Fernando Pessoa -humillado en vida con un premio "de segunda categoría" en un concurso literario- escribió todo un ensayo ("Erostratus") sobre el tema. Yo diría, parafraseando sus palabras: "Cuanto más noble es el poeta, menos noble es su destino. Un poeta pequeño alcanza la fama. Un gran poeta alcanza el descrédito. Un poeta todavía mayor alcanza la desesperación. Un dios es crucificado". Bajo este aspecto, la situación media ideal para un poeta sería la del descrédito, o por lo menos, la de la fama negativa. Por lo tanto, en el fondo, el silencio de la crítica es -quién sabe- un buen augurio. Por las dudas, VIVA VAIA.





Alienación y formalismo son palabras convencionales que identifican una concepción maniquea, pseudo-marxista, y en verdad tributarias del stalinismo cultural. Infelizmente, esta es la mentalidad dominante en algunas áreas de las letras universitarias. Una orientación sociologizante y bien educada aunque desactualizada, a la que vino a sumarse el sentimiento de "mala conciencia" agudizado por los años de la represión en Brasil, creó una indisposición pretendidamente "ideológica" -en estas áreas- contra la poesía de vanguardia. Esta es considerada escapista porque no habla directamente de la realidad social brasileña y no proporciona a los regentes de nuestra literatura la catarsis emocional necesaria para aliviar sus conciencias de burgueses privilegiados en un país subdesarrollado. La música popular fue escenario de idénticos prejuicios.





Mi preocupación fundamental en relación con la poesía es intentar ser, al máximo, fiel a mi experiencia. Rechazar todas las concesiones. No mentir. Solo la más fanática devoción a su oficio justifica la existencia del poeta en sociedad, y le da autoridad y convicción para representarla, criticándola con su trabajo y oponiéndose a ella. Es para eso, tal vez, que los poetas existen, aún en tiempos de pobreza. No sé en qué medida mi producción responde a la pregunta de Hölderlin, si es que ella tiene respuesta. Pero tengo la esperanza de que algunas producciones mías vengan a sumarse a la producción de otros, de mis hermanos de raza, mayores que yo, y que desde hace muchos siglos, como Arnaut Daniel, pretendieron lo imposible: amasar el aire, amar a Laura, cazar la liebre y nadar contra la marea.





Ser escritor, en Brasil, ya es difícil. Ser poeta, una obstinación tan sin remedio y sin compensaciones, que solo es posible creyendo -como Fernando Pessoa- que se cumplen instrucciones informales del Más Allá. De cualquier modo, ser poeta para mí es ineluctable. La flor florece, la araña teje y el uirapuru, en lo profundo de la floresta, toca una vez por año su flauta para nadie. El poeta poetiza. Quieran verlo o no, él pulsa. El pulsar casi mudo.





Augusto de Campos
Poemas
Selección, traducción y estudio crítico: Gonzalo Aguilar
Gog y Magog, 2012.