sábado, diciembre 21, 2013

Cinco poetas armenios


varón, llorá tranquilo
si alguien te toma el pelo te protegeré

no soy más un enigma para vos
soy simple, soy como vos

no temas perder tu virilidad
no me golpees

¿no tenés calor así?
ponete la pollera tranquilo

podés equivocarte
es normal

sentate vos primero en el minibús
yo me quedo parada

mi cuerpo se parece al tuyo
y no es más lindo que el tuyo

y si te falta fuerza
decilo en voz alta

Nanor Petrosyan (Teherán, 1984)




Con una nueva línea

Nací por la mañana,
en una pobre mañana de Gyumrí.
Mi hermana, que nació conmigo, murió unas cuantas horas después,
cuando el sol de agosto hacía rato que había salido
y miraba indiferente a nuestra familia desconcertada
que se reía y lloraba a rabiar;
hoy nadie la recuerda en nuestra casa,
a mi hermana, a la que habían visto ¿cuánto? Sólo algunas horas
en una mañana medio hambrienta de postguerra...
Sólo yo no puedo olvidarla, y a veces
el dolor del pecho me despierta temprano en la mañana,
y tirado en la oscuridad, con los ojos húmedos
día tras día recuerdo de nuevo aquellos nueve meses
que vivimos juntos
el mejor período de nuestra vida...

Hovhannes Grigoryan (Gyumrí, 1945)




¡Ay!

¡ay!
qué sensación tan rara
como si los edificios se balancearan
pero no da miedo
al contrario, es divertido
todo se puso lindo
lo más triste se convirtió en lo más bello
y lo que se había perdido para siempre
resulta que ni siquiera se ha perdido
lo que se había perdido para siempre
te enfrenta y te dice hola
dice ¿acaso te habías creído que yo me había perdido para siempre?
¿ves que he regresado?
luego mira tus lágrimas y dice
¿creíste, entonces, que yo me había perdido para siempre?
no tenías que creerlo
luego se da vuelta y se va
esta vez, de veras, para siempre,
y los edificios paran de balancearse
y ni siquiera es alegre
y ni siquiera es lindo
y queda aquella sensación
que tu corazón ya detuvo
para siempre.

Mariné Petrossian (Ereván, 1960)




Quiero poesía

Quiero escribir versos
Quiero hacer versos
Ahora mismo
Quiero tanto
Tanto

Quiero tanto escribir versos
Que salvo querer escribir versos
No quiero nada
NADA DE NADA
Tanto que no quiero escribir versos
A lo largo de los años escribí tantos versos diferentes
Pero ninguno de ellos me reveló tantas ganas de escribir
Como ahora
Como ahora

Tanto
Tanto quiero escribir versos
Quiero quiero quiero
Con tanta fuerza quiero escribir versos
Además de las ganas enormes de escribir versos
No sé otra cosa

Por eso sólo escribo
Acerca de cómo
Insatisfecho
Ilimitable
Irresistiblemente
Sin cesar
Hasta morirme
Con un deseo bestial
Malsanamente
Perdiendo la mente
A perpetuidad
Simplemente
Quiero escribir versos

Karen Karslyan (Ereván, 1979)




Pancita

A la mañana muy temprano
con el olor de las sábanas
con el dolor interminable de mis piernas
con el cerebro totalmente nuevo y vacío
y ella durmiendo impasiblemente todavía
me levanto me asomo al balcón como una sonámbula
desnuda
completamente desnuda

las barrenderas limpian las aceras cantando
no sé qué canción antigua
balcón terraza
si alguien decidiera mirar hacia arriba
yo con la panza grande
con las tetas grandes
donde ya se acumula leche
cubiertas de estrías rojas
a causa de estirarse tanto
con los pezones que se muestran
más allá de mi voluntad.

¡Me da lo mismo!
Mis amigas
siempre lo hacen
pechos al aire en la playa
en casa
en el balcón
en la vida
y hasta con la ropa puesta
yo sentía sus pechos

se sacude dentro de mi panza
palpo y adivino piernas manitos
mamá te quiere, gatita,
mamá te adora
quiere que nazcas
para jugar juntas
hace mucho que no juego

mi panza
ordenándola entre mis piernas de alguna manera
me siento frente a la computadora
llantos
amargos
con los pensamientos colgados de las orejas
de mis labios
entre mis manos
trato de escribir el poema de siempre.

Anahit Hayrapetyan (Khtsaberd, 1981)




Un idioma también es un incendio. 20 poetas de Armenia
Compilación: Mariné Petrossian
Traducción: Alice Ter-Ghevondian
Versión poética y prólogo: Ana Arzoumanian
Alción Editora, 2013.

sábado, diciembre 14, 2013

Dos poemas de Julián Herbert


Cristo no te ama

They shoot horses, dont they?
Horace McCoy

Entonces abre la ventana y tírate.
Los Tres


Te estás poniendo fea y Cristo no te ama,
gorda,
lo gritan las paredes del gimnasio,
musa gorda,
no bajes (se refieren
a la caminadora), no bajes
que así bajarás mejor (Cf.
Juan de Yepes; qué
creías, también yo
cursé licenciatura).
No bajes que así bajarás mejor:
están hablando
de ti
diciendo: Cristo
no te ama.
Cristo no te ama. Todavía
te invita a pasear
a solas:
te lleva a las afueras,
te tumba en cobertizos,
la mete a tus espaldas,
murmura entre los grillos
la cantinela esa de los años 80:
"Ya no te quiero, pequeña,
ahora amo a los caballos",
engolfando la voz
con calculado aprendizaje de
Misterios; inundación: un
circo de pulgas castálidas.
No te ama.
Cristo no te ama. Persigue
en las inauguraciones
a las entecas novias
de los raperos
y los diseñadores
y los ciberotómanos
y los aduladores-
niñas que tienen todo el look
pero jamás se dejarían
sacar un ojo por el goce;
pergeña números
que son Su Nombre
en las comandas de los
Vips con la esperanza
de que las nietas del dinero
le manden un sms; patea botes (oscuro
bajo la noche sola) con tal
de no llamarte, de no
saltar borracho a tu piscina
tan sucia de hojas secas:
tan égloga en asilo.
Te estás poniendo fea,
fétida, malsana, pretenciosa,
musa gorda,
y Cristo no te ama:
ahora ama a los caballos.
Escúchame: ¿acaso no
matan a los caballos...?
No luches.
No me escupas.
Te estoy haciendo un favor.



Splendor in the Wrap

Deseoso es aquel que huye de su madre.
José Lezama Lima


Anoche el Espíritu de las Navidades Futuras me hablaba
sin hacer pausas para respirar
como si lo hubiera poseído el espíritu de mi madre. Decía:
"una limosina en la alfalfa / mira cómo la perra
se desnuda / posesionarios
de terrenos federales / tímidas, sedentarias, solitarias, caníbales
y nocturnas /
Tóxico Sólido No Peligroso / agujeritos
que hace la muerte en el muro del kindergarten / el
amor de mi vida has sido tú /
el amor de mi vida sigues siendo tú". Era un
baldío y lo llamábamos
la alfalfa: ahora han puesto un Soriana y quinceañeras
cruzan el estacionamiento saludando
desde sosos quemacocos
a la gente y los carritos
en sus nubosas ropas
las quinceañeras: acarreo
de mortadela: acarreo
de votantes: acarreo
de pensionados a la fiesta. Queda (pero dónde) lo que no
se compara la metáfora de
sí.
"La pobre: cinco meses de salario tirados en una noche
y el marido la engaña, el amante la engaña, la mujer
con la que tiene cibersexo la engaña", decía (el voto, la pensión, la
mortadela: olor a muerto sin bañar) el Espíritu de las
Navidades Futuras poseído por
el espíritu de mi madre: "Habrase visto: una
limosina en la alfalfa,
una limosina en la alfalfa, una
limosina en la alfalfa".



Julián Herbert
Álbum Iscariote
Era, 2013.

sábado, diciembre 07, 2013

Cinco poetas argentinas


1989

Mi hermana y yo
dos inquietas frente a la mata
en vestido de jean con apliques
de mariposas blancas,
zapatos guillermina y cintas
en el pelo brillante,
dos inquietas esperando la foto
que mamá intenta una y otra vez
con el fondo de la mata y un jardín
lleno de granadas violetas.
De la serie quedó una sola:
mi hermana se ríe y yo la miro
como diciéndole compañera.
Años más tarde saqueamos los álbumes
con chinches para nuestros
cuartos.

Alguien acota: otro vestido de jean
y mamá,

una hermanita más.

Javiera Pérez Salerno (Tandil, 1981)





Mantoux

Me leyeron
el brazo con una regla.
Me dijeron
que la prueba era negativa.

El bioquímico tomó una regla
y me dijo que mi
brazo estaba bien,
me leyó el brazo
como quien se mira un moretón
y se acuerda de cuando se cayó.

Mi brazo es una prueba de Mantoux,
me miden la herida con una regla,
si la hinchazón tiene más de ciertos centímetros
es positiva.
El bioquímico me dice: -Es negativo.
Mi brazo no tiene más que una
picazón como si fuera de mosquito,
pero
me sigo mirando a ver si la herida se hincha de una vez,
revienta la ampolla.
La prueba de Mantoux es
un proceso artesanal para leer las heridas de la gente.

No hay ninguna
computadora ni sistema que lo haga,
sólo está
mi brazo siendo leído
por el bioquímico que me
dice: -Es negativo,
nos vemos la semana que viene.

Florencia Giusti (Rosario, 1989)





Los caballos

Esa tarde tenían el pelo brillante y los dientes enormes
ocupaban la extensión de la tierra amablemente
con las herraduras apoyadas sobre la superficie
se movían por el monte con la sangre tibia
gobernados por una fuerza invisible
que los hacía alejarse poco a poco de la noria

empezaron rápido a poblar el horizonte
y a lo lejos para nosotras
sus cabezas gigantes
ya se habían convertido en monolitos

un bicho de luz apareció sobre tu mano
me lo mostraste mientras nos alejábamos del paisaje
las dos perdidas en el terreno como los caballos
dejando atrás el pasto pisado,
volviéndonos eco.

Mariana Suozzo (San Justo, 1982)






Todos somos el polak de alguien,
la Rack de alguien,
el chofer del tuning que llora
después de un portazo
en la rotonda frente al cementerio
(no va a contarle nada
ni a su mejor amigo en el chat,
así y todo sabe que los otros saben
y hacen bromas poco escandalosas),
pobre chico del tuning, miren cómo llora.
Todos somos el borracho de alguien,
la mosquita muerta de muchas
que caminan por las sendas peatonales
vestidas de negro y zapatillas flúo;
hay una misma senda peatonal
en toda la provincia de Buenos Aires,
empieza al borde de una vía
y termina cerca de alguna estación
de servicio,
dicen que puede verse desde la luna,
una misma senda peatonal
por donde pasan unos mismos
caminantes diagnosticados.
Todos somos el paciente diagnosticado
de alguien,
el paciente comentado
con una frase que baja el tono al final
y responden algunos monosílabos.
Todos somos el chiste de alguien,
le ayudamos a vivir al del chiste,
lo repite y la sangre se mueve más rápido,
repite el chiste,
ese que todos somos de alguien,
y con el chiste hizo un amigo
después el amigo del amigo
que llora arriba del tuning,
viene para acá con su escape libre,
nos pasa a buscar, subimos,
elogiamos sus luces, sugerimos un lugar
a donde ir para pasar el sábado.

Carolina Rack (Coronel Suárez, 1981)





Mirá toda esa gente feliz

Mirá toda esa gente feliz en Disney, Japón o Rumania
turistas, somos turistas en la vida de otros
captamos momentos, los guardamos
pero no vivimos ahí
a cierta hora la gente saca la basura
los pájaros cantan una canción
son modos de despedir la noche
es la segunda vez que veo una paloma muerta
el cuerpo sólido todavía, sobre la vereda
retumban mis pasos
sola en una ciudad que duerme
en este momento
no sé si me sirve
pegar etiquetas en las cosas y escribir con letra clara
los nombres.

Meli Depetris (Coronel Rosales, 1985)






Poemas inéditos cedidos por sus autoras para Nueva Provenza.

jueves, noviembre 28, 2013

Dos poemas de Luis Felipe Fabre


(Opening song)

Hey, sweetheart, no vayas
de picnic al cementerio:
no vayas
a beber al cementerio:
no vayas a drogarte al cementerio:
no te hagas la gótica
esta noche.

Porque las cosas
se están poniendo raras; encontraron
un brazo
y el resto de ese cuerpo es un misterio;
porque encontraron
la oreja
de otro misterio
y los dientes de sepa el diablo qué sonrisa;

porque las cosas se están poniendo hardcore:
hey, honey, escucha
esta cancioncita idiota: no vayas
a bailar al cementerio:
no vayas a bailar

al cementerio: no vayas
a bailar al cementerio: quédate conmigo
esta noche.



El poema de mi amiga

Cuando leo mi poema
la gente llora, me confiesa. Pero tú no,
me recrimina: yo te he visto, me señala,
tú no lloras, me subraya, tú no lloras
cuando leo mi poema, me recalca.

Me pregunta: ¿Qué a ti
no te importa lo que pasa en este país? ¿No
te duelen los muertos? ¿Las mujeres
violadas? ¿Los migrantes
masacrados? ¿Los secuestrados? ¿Los desaparecidos,
los acallados,  los silenciados por la violencia,
por los criminales, por el gobierno, por los militares,
por los medios? Todos
a los que yo doy voz
en mi poema, ¿no te importan?, me pregunta,
me cuestiona, me recrimina, me reclama.

Pero a la gente sí, me explica, me aclara: la gente
aplaude, aplaude,
mucho cuando leo mi poema,
la gente llora y aplaude y luego
la gente se me acerca, me dice cosas.
Me susurra: la gente me dice que le gusta mucho
mi poema. Pero tú

no aplaudes, me confronta, o aplaudes poco,
me describe, porque a ti no te importa, me dice, a ti
no te importa, me repite, a ti no te importa,
me insiste, a ti no te importa lo que pasa.

Lo que pasa es que me tienes envidia: me descubre.
Lo que pasa

es que a ti
te hubiera gustado escribir mi poema: me acorrala.
Lo que pasa es que tú no podrías escribirlo:
me vence:

me aplasta:
no podrías escribirlo
porque a ti no te importa lo que pasa.



Luis Felipe Fabre
Poemas de terror y de misterio
Almadía, 2013.

jueves, noviembre 21, 2013

Dos poemas de Ángel Ortuño


Dónde y cómo comprar tigres

Si no les gusta el clima del lugar donde vives
no tires tu dinero:

en 400 años se han comido un millón de personas
y no todos han sido
aldeanos desnudos,

incluso coroneles británicos que van sobre elefantes
y prefieren la jungla
a sus esposas
han terminado siendo apenas mal aliento
para los treinta dientes que ahora

puedes comprar en línea.



Estas excusas se repiten de una manera predecible

¿Has tenido
sexo sin condón?
¿Has tenido
sexo
estando drogado o borracho?
Ya no hay excusa para estar solo.
Cuando la gente apenas se conoce y aún no sabe si va
como dice el letrero
en la ruta
hacia el mejor trato o la señora obesa que sonríe
sueña con que te mueres porque la ilustración
de tu playera
ofende esos sentimientos religiosos que tú
tal vez perdieras en esa linda fiesta donde todos
te trataron tan bien.
¿Has tenido
recuerdos
de lo que sueñas después de tener sexo
sin condón,
drogado
y
borracho? Ya no hay
-óyelo bien, repite y voltea a ver
sin mostrarle los dientes a la anciana-,
ya no hay
te decía
excusas para estar solo cuando por 15 pesos el minuto
conocerás a gente divertida por teléfono en Japón.



Ángel Ortuño
1331
Práctica Mortal, 2013.

jueves, noviembre 14, 2013

El efecto


[uno]
en el jardín
hay
(me levanto a contarlos)
28 hongos maduros
pálidos
manchados de café
reunidos en un semicírculo
mágico
entre el pasto crecido
y los excrementos



[dos]
más allá puede
verse otro
grupo de hongos
pequeños
(como clavos)
ocho en total
reunidos
bajo el naranjo



[tres]
hace quinces días
habían salido
también
tantos
como



[cuatro]
junto a los hongos
grandes
(y esponjosos)
(recientes)
las esferas amarillas
de las naranjas
caídas del árbol
apenas
ayer u hoy
entre el pasto



[cinco]
arriba
en la maraña
ahí donde la mano se lastima
allí hay muchas más esferas
verdes y amarillas
lavadas



[seis]
l a   l l u v i a   l o   h a   l a v a d o
t o d o
t o d o   l o   h a   l a v a d o
l a   l l u v i a
l a   l l u v i a   t o d o
l o   h a



[siete]
l a   l l u v i a   s e   l o   h a   l l e v a d o
t o d o
t o d o   l o   h a   s e c a d o
l a   l l u v i a
l a   l l u v i a   t o d o
t o d o   l o   h a   a m a d o   /   l o   h a



[ocho]
(olvidaba decir que a-
quella vez
cuando salvamos los hongos
de la podadora
los pusimos
sobre la mesa
en hileras
casi un kilo de una
gran familia
jamás fotografiada
ni comida)



[nueve y]
no hay necesidad de dar culto a lo N
basta aislar un poco de esas cosas, en las zonas
o aunque sea un solo ser, una parte de lo N
para que de inmediato se instale una positividad, un
motivo, un-
a experiencia para habitar
activada por las formas de ver el mundo
que todavía nos gobiernan



[...]
hongos, los

hay que aprovecharse
de ese efecto



Juan Alcántara
Botella. Poemas 2000-2003
Universidad Iberoamericana, 2013.

jueves, noviembre 07, 2013

Todas las cosas profundas son canto (fragmento)


Lo que uno ha visto y ha amado en la vida



                               un hombre que habla a otro hombre
                                           una voz
                                                        una voz no humana


                               en Turquía
                                   pensaba en un hombre
                               en forma de árbol


          un caballo jalaba el carro
                                     -carruaje-
          nos llevaron a ruinas abandonadas
                                secas
          en una tierra fértil
          la tierra es fértil

Ruinas
   Ruinas
      Ruinas

los Griegos fueron hombres
los Romanos fueron hombres

                                 Somos hombres

las ruinas también son hombres
los hombres también son hombres

un amigo me dijo
      que ya nadie se interesa en las grandes empresas
                                                                       y detrás de las palabras
imaginamos las grandes empresas



                    Abrir los brazos no es cerrar los brazos
                              una tierra dominada por caballos

                                              avanzar tirando de caballos
                                              -ser tirado por caballos-

                              los caballos no vuelan

                    es el polvo
                        el polvo que hace volar
                                                  el camino

                                                                          no ser olvidado
                                                      ser paseado por caballos
                                                      ser llevado por caballos

                              hay hombres que ven luz
                    hay hombres que sólo ven
                              un camino tirado por caballos
                    hay caballos que ven caballos
                              y hombres que ven caballos
                    hombres que son vistos por caballos
                              hombres que no son vistos

                                                                          el camino es
                                                                                       caliente

                    los caballos tienen sed
                    los hombres tienen sed
                    y las fresas crecen en el
                                                     camino

                    una tierra fértil
                    una luz fértil
                    un caballo fértil
                    un hombre fértil
                    en una tierra fértil

                              el hombre estiró la mano
                              y jaló el olivo
                        y señaló los olivos
                    los olivos más viejos

                    un viejo es un hombre
                    jalando con sus manos
                    la cuerda de su caballo

                         la gente no habla español
                                    no habla inglés

                    nos muestra una revista de las ruinas
                    el camino hacia las ruinas

                    el camino es el camino

                    me pregunto si el camino es
                    siempre el camino

     un camino que lleva caballos
     un camino que lleva hombres
     un camino hacia las ruinas
     hombres en las ruinas
     hombres en ruinas
     ruinas que hablan de hombres
     hombres que hablan de
     caballos todo el tiempo

el polvo       el polvo
                    el polvo

el polvo y los olivos

                                    los ojos de los niños cantan
                         los niños cantan
             cantan                    cantan                    cantan
                                    sólo yo sé que cantan
                                        aunque no sé qué cantan

                                    el camino

                         el camino

                         el camino

los caballos cantan
los ojos de los caballos cantan

los hombres cantan o no cantan



-Todas las cosas profundas son canto-



nos tiramos debajo de un árbol
en un campo de Turquía
donde los caballos
           no volaban
donde los caballos tenían
                              sed
donde los caballos abrían
                              los ojos
                           y cantaban

el viejo del caballo que era un hombre
también se tiró en el pasto

                                    -era la tierra fértil lo que veía-
                                    -pero- pensaba en llegar a las ruinas
                                    en dar agua a su caballo
                                    y seguir siendo niño mientras cantaba

                                                      y

cantar                                                                          cantar
                                              cantar

                                                                                    cantar
                                    mientras alzaba su mano
                                    para jalar las fresas
                                    para jalar los olivos
                                    para jalar la cuerda de su caballo

                                                      en un campo
                                          con un hombre que hablaba
                                                      de campos
                                                      de campos donde los campos
                                                      no podían ser caballos

                                                      no podían ser niños
                                                      no podían ser hombres
                                                      sólo podían ser campos

                                                      campos iluminados por
                                                      los ojos de los hombres
                                                      que cantaban
                                                   



Nadia Mondragón
Poema inédito cedido por su autora para Nueva Provenza.

lunes, octubre 28, 2013

Tres poemas de Silvio Mattoni


Esa flor que repite allá en el borde
del bosque: no te olvidés de mí, no
tiene colores más leves, más claros
que el espacio creciendo entre nosotros.
¿Cómo un yuyito puede
producir tales miniaturas
de perfecta belleza? Acaso,
como lo que hicimos, sea
una compensación por sus espinas,
o acaso su florcita
azul, brillando sobre el verde
húmedo, esconda
secretas fallas, ínfimos
dolores de pétalos incompletos.
Pero aun así repite:
no me olvidés, no dejés
de protegerme con tu sombra esbelta.



¿Dónde estoy?

¿Dónde estoy? ¿Ya está aquí el anochecer?
¿O pronto llega el final de la noche?
Yo vine, limpia, a que me perdonaras,
vos, diminuta madre de niños sabios
que te eligieron para aprender tu canto
con nombres nuevos. Ahora sé porqué
podemos extrañar a los que nunca
llegaron a existir. Crucé el umbral
de tu puerta, di vueltas enloquecidas
para ver detrás mío las tenebrosas
bolsas, los ríos lentos de barro, pero
adentro vi el resplandor que dormía
en tu cándida, lívida sorpresa
con que escuchabas mi llegada
hasta el dolor, negado en mi secreto.
Me escapé del silencio tan cercano
para quienes no pueden salir de sí mismos,
y subí liviana hasta ese arroyo brusco,
me apoyé en el ciprés que decía:
"No esperés más, te elegí, de vos
yo escucharé mi voz, en tu nombre
leeré ese dibujo de mis gestos
que todos señalarán como algo nuevo."
Y bajé más que liviana, huyendo
de la corona que me dabas, por la escalera
de tu departamento, donde retumbaban
el luto de mis pasos, la verdad que dije.
Ya entonces, invisible, en otro cielo
la estrella polar de mi deseo indicó
el lugar en que el azar concebiría
su afirmación conmigo, la primogénita.



Vemos la espuma de las piedras lisas

Vemos la espuma de las piedras lisas
bajo la corriente. No pienso
en los casuales remolinos, cuando escucho
su conclusión: un hipopótamo
se esconde en la oscuridad del río. Ella
cabalga lejos mientras sus dedos
palpan la dureza húmeda de la arena
a pesar de su inasible volumen.
Invento juegos para que nuestras manos
olviden lo que quisieran tener. ¿Qué
la atrae aquí, como si conociera
cada secreto disperso en lo que mira
desde antes de su nacimiento? ¿Sabe
ya que su alegría ha existido
dos veces? Y su padre es un pez
que boquea agotado sin poder
superar las cascadas. Pero insisto
buscando tras los arbustos calados
por insectos desaparecidos, en bordes
barrosos de senderos donde se pudren
hojas que desconozco, en charcos
que la lluvia dejó para un mosquito
otoñal y suicida. Ella me dice:
todo lo blanco viene de allá arriba.
Su cuerpo diminuto y sentado indica
que proviene de mi ausencia, su voz
agudamente adiestra mi torpeza
para que sus acentos lleguen
como en un intervalo que no deja
de ensancharse. Nunca hubiese logrado
tolerar estos ritmos extinguidos
sin haber venerado como a un dios
esa voz que será mi naturaleza.
Por favor, aliviá para mí
la gravedad de un rumor tan abundante
que no me deja oír en el silencio
el ruido de tus sentidos divagando
sobre el idioma líquido recién
aprendido. ¿Podés ver ahí,
donde el hipopótamo se agacha
tímidamente, cómo la tarde
cae luminosa y registra los brillos
de las gotas que maduran y saltan?
Ambos nacimos de esa espuma
que ya nadie venera, aunque venérea
sea quizás nuestra única esperanza.




Silvio Mattoni
La división del día. Poemas 1992-2000
Mansalva, 2008.

lunes, octubre 21, 2013

Seis poemas de Alejandro Crotto


Mediodía

Bajo el cielo sin nubes, ahí están:
tallarines con salsa de tomates,
un pan quebrado y agua, vino.

Ahí está la harina con el huevo y las manos.
Ahí está el trigo, las uvas que tomaron sol y noche,
y los tomates destruidos, salpicados de queso,
el agua limpia.

Ahí están:
mirá y olé y masticá feliz, devotamente.



Con un hijo en el cuerpo de una mujer que no vive conmigo

Pido la última cerveza de la noche, que amanece.
En los ojos el frío transparente de la calle,
voy abrazado a Lucas, va cantando, veo
las cosas llenas en su luz: un árbol,
el portero que moja la vereda mientras pasa
un taxi, un colectivo blanco y verde,
el viejo y nuevo sol de cada día.



Sobre el efecto mariposa

Cómo se arranca súbita del tallo
y mientras lejos
relampaguea
mueve
las alas tormentosas
como piedra
en el agua
y crecen frías ráfagas
de su moverse y truena
y vuela pareciendo subir
mientras
desciende
parpadeante
a los yuyos
y llueve.



La primavera que viví con animales

Me acuerdo bien del ruido que hacían juntas al pastar.
Cada una en lo suyo, y sin embargo todas vinculadas,
avanzaban de a poco, el ojo tenso, abajo,
ávidas arrancando todo el pasto que pudieran,
y luego alzada la cabeza masticaban largamente, tranquilas.

Me acuerdo de calor, del viento al mediodía, el cielo.
Me acuerdo bien cómo era que empezaba a amanecer.

Me acuerdo cómo olían.

Me acuerdo de las veces que llovió.



Así como la lluvia cae del cielo

Así como la lluvia cae del cielo y se filtra
fecunda y no regresa sin haber empapado
a fondo el suelo para que nazca trigo, harina
espesa y pan; así como la brasa viva
en la ceniza yace oculta y luego al dársele
por fin lugar se activa con creciente fulgor
y enciende el fuego; así como la savia tras
la espera del invierno por vasos diminutos
despierta a los sarmientos y genera con íntimo
cuidado flores, frutos... Así el verbo que sale
de su boca hace nuevas las cosas si las toca.



Una canción tan fría y tan apasionada como el alba

Latas; vasos de plástico tirados al azar. Arranca
el día; arranca y muestra drástico en la playa
vacía el final de la fiesta. En la luz fría,
tapado con arena a nuestros pies, el resto
carcomido de un tronco humea apenas.

Detrás el mar, el ruido
opaco de las olas repetido.




Alejandro Crotto

Abejas
Bajo la luna, 2009.

Chesterton
Bajo la luna, 2013.

lunes, octubre 14, 2013

Tres poemas de Martín Prieto


Otra tarde de calor

Era tirar la línea al agua y sacarla
con un golpe de muñeca para que el balde se fuera
llenando de mojarras; después
era ingresar en la modesta mitología de lo exagerado:
87, 153, 350.
Pero antes, entre una cosa y la otra, era
la poderosa sensación de que un ser desprovisto de conciencia,
insensible al dolor, había, flap
mordido la lombriz que como un experto
habías enhebrado en la agujita doblada. Allá
una, embarazada como un corcho de sidra,
tomaba el sol con los pies en el agua y otro
contaba cuánto cobraba el cura del pueblo por celebrar una boda.



Los temas de peso

Después de varios años dedicados a la minucia,
al enfermante relevamiento de los detalles,
decidí abocarme a los temas de peso:
el amor, la política, la trascendencia, la gloria.
Finalmente convencido de que el mundo
era más amplio que mi departamento
compré una pila de tarjetas magnéticas
y salí a recorrer la ciudad en colectivo
atento al paisaje y al rumor sordo
en el que se convertía la parla simultánea
de mis contemporáneos. La bruma gris
que se levanta en los barrios de la quema
y la otra, prístina, que emerge rosa del agua
del río león, envolvían mis paseos en un aura
de ensueño y todo se aparecía corrido
de su justa dimensión.



El campo

Fue el viento el que corrió la tierra
depositándola en las concavidades
de las llantas resecas de un Farlaine abandonado,
ahora cuatro macetas
donde crecen unas plantitas de soja
que más atrás y después de los alambrados son,
en ordenada multitud,
los esclavos de un ejército cuyos generales,
con un ojo clavado en la Bolsa
y el otro en las mal pagadas elucubraciones
de los investigadores del Conicet,
toman agua mineral en los mismos vasos
en los que sus abuelos tomaban whiskie sin hielo
amarillo como el trigo de marzo,
cuando ahí atrás había un trigo dócil
al que el viento convertía en un océano de oro que
fue, como el esmeralda brillante que se mece ahora,
finca de pocos e ilusión de millones.



Martín Prieto
Los temas de peso
Ediciones Vox, 2009.

lunes, octubre 07, 2013

Tres poemas de Sonia Scarabelli



Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras

¿Será cierto
que hay flores que prefieren
abrirse sobre aguas oscuras,
serán ciertos
los fugitivos actos de memoria
que descubren,
apenas entrevisto,
el amoroso borde
de una forma completa?

Cuando del denso espejo,
de la superficie azogada
que prospera
en toda vida,
emerge un ciego
resplandor de plata

¿qué pez será
moviéndose en lo hondo
el que así vuelve?

¿Qué nota breve
ofrecida por el relámpago,
sesgo
de otra inaudible
pero más vasta música?

¿Rémora en leviatán
o apenas dócil
cardumen ondulando
en danza
bajo el sueño?

¿Hacia qué móvil mar,
hacia qué mayor
misterio quieren ir
de ese modo tan frágil,
si es cierto

que hay flores que prefieren
abrirse sobre aguas oscuras?



Lección

Sabernos ir,
dijo tu voz querida,
todo está ahí,
la clave del decoro
y la nobleza
ganada de una vida
se alcanza en ese gesto.

Cierre final
del círculo, encontrado
un poco de azar
y otro, por coherencia,
por hacerse
el ciego lazarillo
de sí mismo,
poniendo el corazón
al frente de los pasos.

Estas cosas se aprenden,
me dijiste,
en parte de los libros
sí, cuando la palabra
todavía es humana
y no ha perdido
su lustre tibieza,
pero más
te enseña la tenaz
partida de los otros.
Si se van
con dolor o con pericia,
no es lo que cuenta,
importa

ese último momento,
que sin decirse ocurre,
y dicho sonaría quizás
a: Sí, te dejo ahora
y no me quejo,
seguro hubiese
querido más,
qué hacerle,
no se pudo.

Entonces pasa,
justo ahí
se suelta el alma
como un barquito,
una pequeña
barca en aguas
que ni tan frías son
ni tan profundas como dicen.

Yo creo en todo esto,
dijo tu voz querida,
y de ahí tanto esfuerzo
por aprenderlo, tanto
apuro
por no apurarme: quiero
llegar a tiempo.



No la nada

Para Germán Scarabelli
In memoriam

¿Será verdad que sólo
hay un vacío enorme tras las cosas
cuando vemos
subir la luz de un cielo como este
y abrirse el día así? ¿Será
verdad que atrás de estos colores
que el otoño dispersa, la belleza
y el dolor de los cuerpos
un santo ríe y nos espera
gozando de su engaño
con la furia inocente de lo altísimo?
¿Que hay consuelo después
como hay ahora
desconsuelo y salimos
despiertos de este sueño
y no al contrario?

Qué batalla la nuestra
si es tan dulce
a veces
cambiar esas miradas
con la luz
y si también la noche
se siente que cobija
a ratos
lo que nos duele atrás
de lo que somos.

Lo pienso ahora
que parece que te vas
y estás quedándote
al mismo tiempo en todo
lo que veo. Y no se pierde
tu forma, rasga un velo
me digo, que entorpece
mirar lo que está ahí,
lo que sentimos
amar, y cuesta irse
confiar en la ilusión
que, cuentan, es
lo misteriosamente
diferente
y no la nada.



Sonia Scarabelli
Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras
Bajo la luna, 2008.

martes, octubre 01, 2013

En el Yan-Tsé


Oh, las figuras del cariño, dónde,
                        dónde ellas?

Llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan-Tsé...

Pero por qué no estáis aquí,
vidas, oh dulces vidas, a las que yo no sabía en otro espacio, también,
que el de mi corazón...?

Llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan-Tsé...

Por qué no estáis aquí
enjugando conmigo o tratando de enjugar
el gris de Octubre?

O no seríamos, ya, junto con el río de la media-tarde,
más que unos hilos, unos hilos
para una suerte de trama que la melancolía misma está perdiendo,
                        perdiendo?

Llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan-Tsé...

De lágrimas Octubre, aquí, y acaso,
                        allí...

Pero allí será de alas, alas hasta en los pies, y aún en medio, no?
                        de unas cortinas nupcias,
                        y con mandolinas todavía por ahí... por las heridas
                                 de los pajarillos, no?
                        que corridas las cortinas, han de abrirle repentinamente, no?
las fugas de los confines...

Volará y bailará, no? de jacarandaes...
Mas estáis aquí?
Os miro a mi lado, los ojos en los míos...
De quiénes o de quién las estrellitas que mojan el minuto?
Unas pestañas, entonces, de nadie?

                        Y me doblo como un sauce...
Y sigue lloviendo en mi corazón y sigue lloviendo, lloviendo, lloviendo...
                        lloviendo sobre el Yan-Tsé...



Juan L. Ortiz
El junco y la corriente
Universidad Nacional del Litoral / Universidad Nacional de Entre Ríos, 2013.

sábado, septiembre 21, 2013

Fragmento de una carta sin destinatario preciso


The difficulty is to recognize what i am talking about...
George Oppen


Muchas veces - como dicen - la vida no es muy seria con sus cosas. Las situaciones se presentan de forma inesperada y como las plantas de los cuentos de Rulfo - tenemos que aferrarnos a la poca tierra fértil que nos queda y nos rodea.
     Me desconcierta todo este asunto del amor por los elementos irracionales que lo integran. Pero en una última instancia - ¿no es lo irracional el sustrato primero de la vida? La razón es también mundo y ayuda a sobrellevar las contingencias de esta caótica existencia nuestra. El hombre ha ido desplazando todos sus asideros poco a poco hasta quedarse prácticamente sin ninguno. Sus posibilidades - o mejor dicho - sus elecciones - responden a la mezcla de eso que queremos. Kafka ante una pregunta vanidosa del joven Janouch - respondió sabiamente - me parece - que la verdad es lo que cada uno tiene que hacer para vivir. Tu verdad y mi verdad tienen su fundamento en nuestros deseos - nuestros miedos - nuestros recuerdos. Es esto lo que nos permite tomar alguna decisión y actuar de determinado modo. Para actuar es necesario conseguir un impulso y ejercer una fuerza Sí - como en la física. Trabajo es igual a fuerza por distancia. Brancusi - el escultor enérgico de esos hermosos "pájaros en el espacio" - decía que lo difícil no era trabajar - sino conseguir el estado para hacerlo. Y Brancusi como resultado y mediante los recursos más simples - creó un universo absolutamente personal que nos permite ver el mundo de un modo nuevo.
     Lo que quiero decirte con todo esto es que las resoluciones nacen de nuestros ejercicios interiores. La confusión - la crisis - el pasado irrecuperable de la vida - disminuyen nuestra fuerza - no nos permite ver con claridad. Todo eso queda grabado como en un paisaje cada vez más y más sombrío y oscuro donde el miedo y el temor ejercen toda su dureza. La nostalgia es inmoral puesto que nos hace mirar el pasado por encima del presente. Vivir en el pasado no es vivir. Ésta es la inmoralidad - no vivir. Cuando uno se atreve - cuando se dejan atrás los miedos - los fracasos - cuando se corren los riesgos -  la confusión o la crisis se disipa y viene como consecuencia una calma parcial que nos coloca en otra situación. Entonces todo comienza de nuevo pero de otra forma. Entonces la fantasía que no es otra cosa que una desviación de la verdadera imaginación - queda dominada y la realidad aparece contundente - inmediata - próxima y - ése sí que es un hecho. Los artistas - en algunos casos - se sienten incómodos por ser incapaces de expresar o decir ese hecho. Pero han elegido su camino y no pueden hacer otra cosa que seguir intentando. ¿Qué es lo que tú debes probarte...? ¿Qué has dejado de hacer...? Y esto último - es más bien para mí...

Otoño, 2001.


José Luis Bobadilla
Las máquinas simples
Fondo Editorial Tierra Adentro, 2009.

sábado, septiembre 07, 2013

Cuatro poetas nicaragüenses


Magaly

Magaly,
frente a vos agité las manos
con el cepillo de lustrar
como si puliera un verso
en el café oscuro de tus zapatos.
Quién va a decirme, Magaly,
que es prohibido tu amor.
Cuando toco tus zapatos
es como si acariciara tu pelo.
¿Verdad que te avergonzó mi atención?
Te negaste a decirme dónde vivís, Magaly,
y para mí tu sonrisa fue como un premio.

(Wiliam Valle Picón)



Mensaje

--Qué ha pasado con nosotros, compañeros?
Ya a dos años del triunfo
y aún no he oído por la radio
los mensajes que nos prometimos.

Nos hicimos tantas promesas entonces.

Cuando triunfemos
                   --decíamos--
          y estábamos seguros de triunfar
los que quedemos vivos nos vamos a llamar por la radio.
Cuando triunfemos
          y estábamos seguros de triunfar
nos íbamos a volver a unir,
Omar con la Chavela,
Carlos con la Mirna,
la Chela con Orlando.

Cuando triunfemos
          y estábamos seguros de triunfar
vamos a hacer una fiesta.
          La fiesta no importa:
ya la celebramos con el pueblo.

Pero no me conformo: quiero verlos de nuevo.
Quiero tenerlos de nuevo.
(Si oyen estos versos,
aunque no sea por la radio,
¡contesten mi mensaje!)

(Luz Marina Acosta)



Sudorosos y enlodados

Sudorosos y enlodados,
tres días de marcha y cuatro emboscando,
pálidos, con el cuerpo lleno de piquetes,
la mochila pesando como una cruz,
pasando las postas del campamento despacio,
compañeros con la mirada nos preguntan:
¿Todos completos? Compañero ni un tiro en siete días
nada de contar.
Otros compañeros saldrán mañana a emboscar.

(Bosco Centeno)



Qué manos a través de mis manos

Las anchas manos pecosas y morenas de mi abuelo
con igual destreza vendaban una herida,
cortaban gardenias
o me suspendían en el aire feliz de la infancia.

Las manos de mi abuela paterna
artrítica ya cerca de su muerte,
una vez fueron frágiles manos, filigrana de plata,
argolla de matrimonio en el anular izquierdo;
pitillera y traguito de scotch o de vino jerez
en atardeceres de blancas celosías
y pisos de madera olorosa a cera,
recostada en su chaise-longue leyendo trágicas historias
de heroínas anémicas o tísicas.

Mi padre siempre cuidó la transparencia de sus manos
delicadas como alas de querube
hechas para lucirlas
con violín o batuta.

Mi madre heredó las manos de mi abuelo Arturo,
pequeñas y nudosas, con dedos romos.

De tantas manos que se han venido juntanto
saqué estas manos.
¿De quién tengo las uñas, los dedos,
los nudillos, las palmas, las frágiles muñecas?

(Daisy Zamora)



Flor y canto. Antología de poesía nicaragüense
Selección: Ernesto Cardenal
Centro Nicaragüense de Escritores, 2006.

miércoles, agosto 21, 2013

Quasar / El misterio del sueño cóncavo

Tu mano de garra pudo acariciarme la frente; pero no lo hizo.
Tus tetas de barro pudieron descolgarse sobre mi rostro; pero no lo hicieron.
Tu sexo andrógino no se permitió debilidad alguna.
Recorres en silencio el silencio del cuarto
con una cabeza humana entre tus dientes.
¿Dónde está ahora tu cuerpo, pequeño tigre?
Las sábanas de la noche están mojadas de esperma, de sangre y de sudor.
Mi miedo es mi brújula y mi miedo, pequeño tigre,
es el centro de tus círculos concéntricos.

Abismo es la distancia entre el arco más alejado de tu asedio
y el mueble punto sobre el que te ciernes.
Sentado sobre el catre blanco trato de replantear el Este.
Tus ojos espejo continuaron la senda helicoidal
y se bebieron toda la luz;
tu tráquea ha sorbido todos los ruidos.
Tu cola sincéntrica ha enlazado todas las distancias.
Abismo es la distancia que nos encuentra, pequeño tigre.
Busco en mis planos la estructura del asedio;
sólo encuentro a Tokyo en la palma de mi mano.
Abismo es la distancia que nos devuelve, pequeño tigre,
a un orden nuevo.

La palabra "real" tomada en sí misma es difícil de comprender.
En viejos ascensores atascados recorrí segmentos del asedio
¿persiguiendo? las huellas invisibles de tu paso.
Nada se ve, nada se escucha, oh imbécil amo del silencio,
en este limbo espeso como la brea: todo se siente.
Yo siento el pesado aliento del viaje de tus pómulos, pequeño tigre.
Huyo al baño para tratar de resolver el asedio.
La toalla inmaculada pende de un gancho de aluminio
desplomándose como una catarata detenida.
Me miro en el espejo, hace demasiado calor, y me pregunto:
"¿Es esto real?"

Saco mi lengua reseca y mi lengua, pequeño tigre,
lame el pelambre regular de tus lomos; sin tocarte.
Eres bajo una forma de ser
que toda mi experiencia anterior me dice que no es.
Eres igual a mí pero vacío.
Y sin embargo eres costumbre cuerda nudo asombro alisio.
Qué mejor guarida que el espejismo de un tigre
si en realidad habitas mi páncreas, mi hígado y mi recto.
De cara al espejo entiendo la geografía de tu asedio,
pequeño tigre, la nomenclatura de tus esferas.
Yo soy la duda y el que duda.

Existe un lenguaje sin género ni número,
sin caso ni tiempo ni modo, sin activa ni pasiva.
El nombre del lenguaje está inscrito en signos binarios,
con largos fémures bajo la forma de pequeños rabitos.
Ninguna realidad está debajo de ese lenguaje;
sus palabras no mencionan objeto alguno.
Con ese lenguaje construyo el abismo que nos encuentra, pequeño tigre.
Mis sonidos se sustentan en el error,
tus movimientos circulares son la naturaleza del cortejo.
Sigues siendo, pequeño tigre, sigues rondando.
Sigues burlándote de mi grosera semiología, sigues girando.

Mi cuerpo volvió a sentir la torpe necesidad de la colcha.
Dejé el baño; cerré la puerta; regresé al catre (blanco).
Un lago oscuro se elevaba sobre sí mismo
levantándose en espiral desde el centro de un ruido.
Capas sucesivas y tibias comenzaron a desprenderse de las superficies del lago
desplazando el oxígeno, invadiendo cada zona del cuarto.
Un violento olor me sumergió adentro
por los canales discontinuos de la metástasis...
...
Has meado, pequeño tigre:
¿es ésta la señal de tu permanencia?

Tendido de cara al techo imagino la curvatura del asedio.
Intento reconstruir la historia con un juego de espejos
colocados en un solo tiempo.
Un sueño es un acto de inteligencia.
Vagas y oscuras formas comienzan a delinearse
con la misma irregularidad limítrofe que la de la costa y el mar.
Ya no me veo;
el cansancio y el sudor han tomado por asalto mi cuerpo.
El abismo se colma; los espejos ya no refractan;
ubres umbilicales interpretan las geometrías.
Mi tacto y mi olfato fundarán el universo.

Tu cuerpo, pequeño tigre, se tiende sobre el catre junto a mi cuerpo.
Mis uñas raspan desde el temor los cursos laterales de tus lomos;
viejas cicatrices se abren paso entre mis dedos
dejando una estela segura.
Zonas gélidas, zonas tórridas, se suceden en transición.
Ya no hay delante, debajo, encima ni detrás;
sólo permanece el entre, llenándose y vaciándose,
siguiendo el ritmo de las branquias de la noche.
La esperma, la sangre y el sudor suplantan al catre.
Aparecen los falos.
Monte sobre trueno; viento sobre viento; trueno sobre fuego.

Yo siento un falo, pequeño tigre, horadando mis cavidades; devastando.
Continuando un movimiento natural que nos contrae
adentro, adentro, hasta las arcaicas simas.
Mi temor encuentra un nuevo espacio:
temo que mi falo te aniquile, pequeño tigre.
No tengo aire; tu aliento lo transforma todo en azogue; no tengo aire.
Mi falo se eleva sobre sí mismo
iniciando un viaje esférico que lo resume todo
(el espejo, el abismo, el lenguaje, el baño)
en un solo movimiento.
Y al final de su recorrido la redonda morada apareció en su exacta ubicación:
mi falo perforó hasta tu último quark.

Todos los sentidos convergieron; todos los movimientos.
Un viento huracanado revolvió el cuarto
girando en torno al eje de la doble cópula.
Por primera vez te veo, pequeño tigre; tendido, extenuado, hermoso y limpio.
La noche comienza a perder densidad. Tu cuerpo comienza a perder consistencia.
Un irreparable orden ha quedado suspendido en la trastienda.
Hemos engendrado, pequeño tigre, la miseria de una metáfora útil.



Mario Montalbetti
Lejos de mí decirles. Poesía reunida
Aldus, 2013.

miércoles, agosto 07, 2013

Tres poemas de Óscar Hahn


Cosas que se escuchan

Qué extraño es sentir el sonido de la lluvia
cuando no está lloviendo
mirar por la ventana las calles secas
y sentir el sonido incesante de la lluvia
Ahora escucho el crujido de una silla mecedora
Alguien teje alguien se para
alguien entra con unas tazas de té
alguien hace ruido con la vajilla
Qué extraño es sentir el quejido
de una silla mecedora
cuando nadie se está meciendo
el tintinear de la vajilla
cuando nadie está poniendo la mesa
la algarabía de los invitados
cuando las sillas están vacías
y el sonido de la lluvia
el persistente sonido de la lluvia
cuando no está lloviendo



Escala cromática

Los hombres de pelo blanco
y los de pelo negro
se sientan frente a frente
Tienen mucho de qué hablar
pero no dicen nada
Y así pasan los años
Los hombres de pelo negro
ahora tienen la cabeza
completamente blanca
y los hombres canosos
han sido reemplazados
por los de pelo azabache
Los hombres de pelo blanco
y los de pelo negro
se sientan frente a frente
Y así pasan los años:
del negro al blanco
y del blanco al final
de la escala cromática



La música

Vivo solo

con mis muebles
mis cuadros
y mis libros

En la pared del living
hay un reloj de péndulo

que da las campanadas
cada hora

Entre medio
transcurre mi vida

Ahora suenan
las nueve campanadas

Después serán las diez
después las once

Ahora son las doce
pero no se oye nada

Mis muebles han desaparecido
también mis cuadros
y mis libros

Sólo escucho la música

No sé si adentro
o afuera de mi cabeza

Da lo mismo

Vivo solo
y la música es mi única
compañía



Óscar Hahn
La primera oscuridad
Fondo de Cultura Económica, 2011.

domingo, julio 28, 2013

Tres poemas de Gary Snyder


Hacemos nuestros votos junto con todos los seres

Comiendo un bocadillo
durante el trabajo, en el bosque

mientras una cierva mordisquea hierba en la nieve
mirándonos el uno al otro,
masticando juntos.

Un bombardero de Beale
sobre las nubes,
cruza el cielo con un rugido.

Levanta la cabeza, escucha,
espera a que el fragor haya pasado.

Y yo también.




Los muertos al lado de la carretera

¿Cómo un gran halcón de cola roja
       vino a yacer --todo rígido y seco--
            en un trecho
                 de la interestatal 5?

Sus alas para abanicos de danza.

Zac quitó la piel a una mofeta
       con la cabeza aplastada
            lavó la piel con gasolina; cuelga,
                 curtida, en su tienda.

Estofado de cierva en Halloween
       arrollada por un camión en la autopista 49
            ofrece maíz por su boca;
                 sin piel ahora.

Camiones madereros corren con combustible fósil.

Nunca vi un mapache
       hasta que encontré uno en la carretera:
            saqué su piel sin desprender las uñas,
                 las almohadillas de sus patas, la nariz y los bigotes;
                       empapado de agua, sal
                            y ácido sulfúrico;

será una bolsita para herramientas de magia.

La corza fue aparentemente disparada
       desde un flanco --atravesado
            su hombro y su costado
                 el vientre lleno de sangre

Podría salvar el otro hombro acaso,
       si no estuviera mucho tiempo apoyado--

Rezad a sus espíritus. Pedidles que nos bendigan:
       los caminos de nuestros antiguos hermanos
            las carreteras fueron tendidas cruzándolos y los matan:
                 ojos brillando en la noche.

Los muertos al lado de la carretera.




Dillingham, Alaska, bar del Sauce

Los taladros charlan llenos de barro y aire comprimido
por todo el globo,
      en bares de techo bajo oímos las mismas nuevas canciones.

Todas las nuevas canciones,
en las cantinas del mundo.
Después de conducir la oruga. Cuando el camión
      volvió a casa.
      Caribú resbaló,
      las patas delanteras se doblaron primero
      bajo la cálida tubería petrolífera
      instalada a un metro del suelo.

Sobre el piso de madera, vaso en mano,
      reír y blasfemar con
      la mujer de otro.
      Tejanos, hawaianos, esquimales,
      filipinos, trabajadores, siempre
      al filo de una bronca,
      en los bares del mundo.
      Oyendo esas nuevas canciones de siempre en Abadan,
      Naples, Galveston, Darwin, Fairbanks,
      blancos o cobrizos,
bebiéndolo todo,

el dolor
del trabajo
de destruir el mundo.




Gary Snyder
La mente salvaje (poemas y ensayos)
Árdora Exprés, 2000.

domingo, julio 21, 2013

Dos poemas de Al Berto

Visitatione

los huesos se hinchan de lodo
yo me compré un albatros de paja
para vigilar tu alma -al anochecer

es con dedos incendiados que entierro
los días -ese polvo luminoso
que se desprende de los cedros y cae
en la fisura entre la máscara y el rostro

un fulgor maligno se libera luego de las aguas
la piel adquiere el sabor del estuco del moho
no hay muerte ni pasión
que esta ciudad no conozca -mas el cuerpo

no lo recuerda todo -la noche ardiente
despierta al corazón -ese palacio de plancton
y fantasmas de alas de sombra

después
tal vez se oiga el canto casi límpido
del mundo -las cenizas donde me sumerjo
para abrir el tiempo y visitar esas manos tuyas
que la lucidez del amor oscureció



Oficio de amar

ya no necesito de ti
tengo la compañía nocturna de los animales y la peste
tengo el grano doliente de las ciudades erguidas sobre el principio de otras
                                                                [galaxias, y el remordimiento

un día presentí la música estelar de las piedras, me abandoné al silencio
es lentísimo este amor creciendo en cada batir del corazón
no, no preciso más de mí,
poseo la dolencia de los espacios inconmesurables
y los secretos pozos de los nómadas

asciendo al conocimiento pleno de mi desierto
dejé de estar disponible, perdóname
si cultivo regularmente la saudade de mi propio cuerpo




Al Berto
Traducción del portugués para Nueva Provenza: Hugo García Manríquez

martes, julio 16, 2013

Cuatro poemas de Edgar O'Hara


Aladierna

Perdure el brillo de la tela de araña
lo que arde el rocío en disiparse

en mínimas celadas

así por la maestría

de un rapto de luz que a duras penas
ejecute entre pétalos su fugaz testamento.



Procesión (Greenlake)

Los más respetuosos (destos)
       caminantes

que educadamente mondan
      su tiempo

alrededor (del charcazo)

cuatro patas tienen y una
      cola.



Encargos del sábado

Mi hija escoge una lechuga
     discreta como el ombligo
     de un donut.

Pero no hemos venido a la tienda
     esta tarde por una lechuga

ni por una caja de spaguetti

ni una botella de vinagre

ni un pan francés (ya frío)
     de la mañana.

A la salida
                 después
de pagar estas cosas
recordamos:
                 vinimos a la tienda

a comprar el periódico
     del domingo.



Rapto campestre en Cieneguilla (Lima, agosto 1992)

Para Luis Miguel, que compartió esta visión

El restorán-recreo se llama La Dulzura
en la luz y el aire limpio
de Cieneguilla:
                         3 Sapos,
canchas de volley o badminton
y un golfito.
                     Cerveza helada, platos
criollos, atención exclusiva y los domingos
tamalitos verdes (piqueo).
                                           Lo proclama el cartel.

No hay camarones a la piedra:
el río Lurín hace dos años
es con las justas un cabello de ángel.

Entramos por una chela.
                                        Familiones
bajo toldos del jardín.

(Ingenuotes. Ni se les ocurre
que esta compaña, a lo sumo,
durará un semestre.)

Quizá la respuesta esté
en ese chasquido sonoro que casi
la desfigura,
                    un eco labial
de platina y chocolate.
                                     Castañeteo
impúdico.
                Aunque más temprano que tarde
--lo intuimos-- la diosa recelará
su voz.
            En cambio la manada
ni por aquí adivina
el sabor a lo sacro.
                               Apuestan ahora
que Alianza le ganará a Cristal.

(Fiebre de manganzones, caso perdido.)

La hemos hecho muy larga. Terminamos
no una sino varias chelas.
Las familias se fueron yendo
como el sol de Cieneguilla.

                                             Pero
la Brasa sigue
en su hornacina, sonriente,
mientras los torpes delfines
del pensamiento

lanzan las fichas y nunca
le embocan al sapo. (La suerte
ya está echada.)

La hora de retirarse coincide
con el frío de la tarde
en Cieneguilla.
                       Le decimos adiós
a qué Dulzura.
                       Sin saberlo
nos hincamos.
                       Pero nada nos responde,
ni el más leve
gesto.



Edgar O'Hara
En una casa prestada
Jaime Campodónico Editor, 1995.

domingo, julio 07, 2013

Cuatro poemas de D.G. Helder


Peluquería de extramuros

Era, nomás, por pasar cerca del puente
--y ver que el puente seguía estando
aunque el tren ya no pasara-- y enseguida
ir bordeando, del brazo, el Atlético Sparta,
cruzar después la zanja donde, dele sacar
caracoles del agua con una media,
un día, intacta, descubrí entre los yuyos
la cabeza de perro, que a los treinta años
--más un hermano, ahora, que un hijo--
me ofrecí, por calles de tierra,
a ir con mamá hasta la peluquería.



CASA FUNDADA EN EL ANO 898

y que ahora, comidos el uno y la tilde
por la lepra de casi un siglo,
desaparece en una ráfaga. Las gotas
oscuras estallan en el parabrisas
y nace arriba, entre los árboles y molduras,
un prematuro anochecer. En otra vida
quién sabe si el taxista y yo
no fuimos cuñados, él el padre
yo el hijo que soñaba con matarlo,
donante y receptor de un órgano,
socios en una sastrería, un pub, en fin.
La medalla que cuelga de un hilo
atado al espejo retrovisor
hipnótica oscila como el péndulo
de este cuarto de hora acorralados
por obra de la lluvia.



Philishave

Hace un rato, descalzo, en ayunas,
cumpliendo con un rito que hasta hoy
no inspiró una sola idea positiva a nadie
sino más bien la náusea y la fobia tempranas
que llevan a decir frente a un espejo
"ese soy yo, esos dientes son míos,
la lengua una sardina amarga, esos pocos
pelos de ángel van en vías de extinción",
me sorprendí pensando que la afeitadora
podía darme una descarga, que la descarga
bien podía ser fatal, y me vi en el piso,
seco, negro como una tostada, y el cuerpo
todo se me estremeció de algo así como
apego a la vida / aprensión de la muerte,
por lo que intuyo que hay o debe haber
en la raíz de esta planta negativa
que abre sus flores negras a la mañana,
tierra y abono de la misma,
un ciego impulso vital.



Madrigal

A los treinta, todavía con
briznas y agujas de pino en el pelo
y ya con bolsas debajo de los ojos,
el lirón traba con piedras y barro
la entrada de la madriguera.
Habiendo saltado toda
la primavera en una pata,
el verano en dos, ya ni puede caminar.
Los ojos de su madre,
para quien ahora es un extraño,
brillan sobre la hierba un instante
en su rudimento de memoria.
La vigilia duró bastante tiempo
pero el sueño puede no tener fin.




D. G. Helder
El guadal
Libros de Tierra Firme, 1994.

viernes, junio 28, 2013

[y qué amigos se llama un camino]


¿Y qué, amigos, se llama un camino? Si existe, amigos, una isla, semejante a un río, parecida a un cerco, utilizada para mover rápidamente cuerpos y bienes, un pasillo flanqueado por nombres, un corredor a través de provincias, un conducto en redes, una pasarela hacia semillas, un desplazamiento de seres, un río compuesto de islas, un lugar de atracción y repugnancia simultáneas, un lugar para el descubrimiento del lugar, un área de intercambio como un inmenso ábaco. Esto, amigos, se llama un camino.

¿Y qué, amigos, es un auto? Si existe, amigos, un corpúsculo metálico, una sala pequeña en la cual uno no puede caminar, una especie de sala peregrina, un corpúsculo metálico sujetado a ruedas, con un interior arreglado con instrumentos para controlar sus movimientos, con el fin de transportar cuerpos de un lugar a otro con el más mínimo esfuerzo de la musculatura de aquellos cuerpos, siendo así una pequeña sala sobre ruedas que metaliza al cuerpo humano, siendo un pequeño edificio movilizado, una casucha portátil, llevando a estilos de peinado, niños, monedas, bebidas y combustibles a través del aire y hacia la superficie de cerros y cruzando ríos viejos y blandos y relucientes. Esto, amigos, se llama un auto.

¿Y qué, amigos, se llama una hija? Si existe, amigos, una pequeña niña, impresionable, preciosa, compleja, necesitada de amor, que desea seguridad, calidez, bondad, que da bondad, que es valiente, que mira tormentas con asombro y temor, que disfruta de los árboles grandes, ha visto a sus padres pelear, tiene un oso de peluche, anda con su peluche, lleva un blanco peluche de oso polar a través de su infancia, que tiene cinco, que tiene seis, que tiene nueve años, que construye pequeños campamentos en los livings, o en los asientos traseros de grandes autos, que es un abrazo de alegría y cuya vida, a pesar de los esfuerzo de sus padres, aún está rodeada por las causas de la muerte, que tiene diez años, que aún encuentra pena, cuyas manos pequeñas crecen alejándose, cuyos ojos grandes crecen alejándose, cuya manera particular de hablar crece alejándose. Esto, amigos, se llama una hija.

¿Y qué, para nosotros, se llama una relación a distancia? Si existen amigos, o algunas dos personas que están separadas intencionalmente por una distancia, cuya historia de interacción se caracteriza por el malentendido, peleas frecuentes y dolor interpersonal, hasta tal punto que los factores de la diferencia en sus edades, culturas, sus estilos de temperamento y los guiones que les enseñaron (en los cuales pueden parecer cautivos) los han empujado a una distancia, digamos de dieciocho mil kilómetros, y que, a pesar de compatibilidades, y por incompatibilidades, se encuentran frustrados pero dispuestos a intentarlo. Esto, amigos, se llama una relación a larga distancia.

¿Y qué, amigos, se llama un cuaderno? Si, amigos, existe un camino que atraviesa el vacío, un mar cosido a una columna vertebral, dejado sobre mesas, rodillas, o sobre el asiento del volante del auto, usado para aliviar en un lavado de desapariciones, en un registro caótico de minucias, las condiciones del camino, el registro de la condición del camino y los conjuntos de pensamientos que ocurren al manejar por una condición, la invitación de emoción y radio, la anotación de señales, un poner por escrito una nota lacónica o incidental, en la gramática del ir y venir, el viajar de punto en punto, el venir desde el oeste al oeste, una correspondencia entre lugares, un andar entre climas, si entre Illinois y Rhode Island, si Normal y Providence, o entre cualquier serie de lugares normales o providenciales, por las razones de tratar de ser feliz, o de salvar la relación de uno, con la antigua pareja de uno, o de ver la pequeña hija de uno, durante una separación, o de verla durante un divorcio,  o de verla, durante su veloz juventud después de un divorcio, o de manejar para participar, aún brevemente, en la vida de una hija más triste y menos optimista, una hija pequeña, que es valiente, que levanta su mentón, que es gentil, que sólo desea ser feliz, a quien uno no logra encontrar un trabajo cerca, para el registro de cualquier tiempo elemental de alienación, para documentar cualquier dolor emocional, evocado por cualquier distancia no natural, de una hija pequeña, que podría amar, con toda la comprensión de uno, de tal manera que, de una colección de garabatos, en una acumulación de perspicacia, algún uso es invitado, para recolectar cosas dolorosas, que no se transformen en miseria, y el rechazo, de estar dirigido por el dolor, o de recordar, y de hecho insistir en, el vivir, con la consciencia, al gozo, para recordar esa manera, para una hija, cuando esté crecida, o para uno mismo, o para cualquier otra persona, que quizás haya encontrado, a cualquier grado, en este lugar para huérfanos, esta humildad sin fin, en nuestra pena por los hogares perdidos. Esto, amigos, se llama un cuaderno.


Gabriel Gudding
La alteración del silencio. Poesía norteamericana reciente
Compilación: William Allegrezza
Traducción: Thomas Rothe/Galo Ghigliotto
Editorial Cuneta/La Calabaza del Diablo, 2011.

viernes, junio 21, 2013

Cuatro poemas de Marco Martos


Carpe diem

Betarraga escancia té jazmín
y mientras escancia té jazmín
el frío empieza a irse
de su cara. Es invierno
sobre Lima y la sombra chinesca
se inclina y parpadea.
Así belleza gana.
En un día y otro día numerosas muchachas
harán lo mismo y será invierno
o verano será o noche cuando un aroma
de jazmín nazca de diversas manos
y distinta taza. Así será.
Pero este instante es irrepetible.
Recuérdalo y escríbelo:
nunca nadie vio a Betarraga
tan sabrosa tomando té jazmín
con tanta gracia.



Rito

Hoy, ayer y mañana, hoy, en este instante,
en el punto inmóvil donde todo y nada sucede,
para purificar el dialecto de la tribu
colocando cada palabra en su lugar,
habla la poesía, habla poco, cumpliendo
su obligación, y sin que nadie la invente,
esparza o desordene, evidencia el orden
y desorden de la vida, orden y desorden y furor.
Y para que la tribu quede contenta
usa palabras del lenguaje de hoy
pues las palabras del año pasado
pertenecen al lenguaje del año pasado
y la palabras del próximo año
esperan otra voz. Y en el punto inmóvil
donde todo y nada sucede, esa voz es esta voz.



Casti connubi

Cada mañana, marido y mujer, sentados y limpios,
comiendo tostadas, ruido de rata,
leyendo los diarios, matando las moscas,
hablando del clima, cada mañana,
esperan la noche, el hastío sexual:
fingirse dormidos, fingirse despiertos,
decirse palabras de libros de amor,
cada mañana, marido y mujer,
van al trabajo, regresan, se acuestan,
gordos, lustrosos, años de años,
esperan la noche, matando tostadas,
matando las moscas, matando los diarios,
matando los climas, cada mañana, gordos,
payasos, esperan la noche, el hastío sexual:
fingirse dormidos, fingirse despiertos,
decirse palabras de libros de amor,
cada mañana, rata y rata, rata y rata.



Llanto de Marcel Proust

Me consideraba
incapaz de respirar sin ella,
desarmado ante todos los aspectos
de la vida.
Sabía a ciencia cierta
que iba a dejarme para siempre
y que su ausencia
sería un horrible suplicio.
Y no se equivocaba.
Mis días en lo sucesivo
han perdido su único objeto,
su única dulzura,
su único consuelo.
Escribir es como estar muerto.
Ando por el mundo
como un trompo con agujeros
que sigue en el combate
por inercia.
Paz, ternura, miel,
esos antiguos paladeos,
no los conozco.
Solo el horror en mi sueño,
el acceso de tos,
los barbitúricos
y mis cuencos hundidos
en la lividez de la muerte.
No se me ha perdonado
ningún dolor:
la he perdido,
la he visto sufrir,
me ha sentido desconsolado,
mi mala salud era la pesadumbre,
la preocupación de su vida.
Sus grandes ojos,
sus labios mudos,
debieron comprender
la prudencia de los padres
que antes de finar
matan a sus pequeñuelos.
Siempre tuve para ella cuatro años.
Y ahora que la envuelve
la eternidad,
esa desconocida caverna lóbrega,
noto que es verdad,
que soy un niño,
que estoy solo en el mundo,
que nada,
absolutamente nada
tiene sentido.



Marco Martos
El jazmín y la mandrágora
Tierra Nueva, 2012.

viernes, junio 14, 2013

Tres poemas de Carolina Rack


Cuando gana Independiente llevan chorizos al bar,
pagan la ronda a los hinchas,
hay uno al que le dicen panqueque, es del club que gana,
no se merece el chorizo, pero se le da,
ayuda en los festejos, lo gastan, eh, vos, panqueque.
Lo contaba mi tío en alemán,
la palabra panqueque resonaba
el sonido del charango en el medio de la estepa rusa:
kafjaskdfhskadfjkas PANQUEQUE dfasfjksafksañfdjkaseuiaewui



Du bist net schön

Cómo pueden unos pies bailenteros
trasladar por toda la pista
a esa boca dura
de labios apretados
de dónde salen esos pies
se preguntan algunos
yo sé:
salen del calor ruso alemán
ensayado en los zaguanes
bailando entre mujeres
con la prima o la vecina más grande
para ir al baile
la Madre sólo permite ir al baile acompañada de Irma
que es más grande y no la deja volver sola,
no la deja hacer huellas en la calle de tierra
con sus taquitos chupete
ni mezclarlas con los pasos de un hombre.
La Madre descansa imaginando
una vuelta de chicas que caminan
con los brazos entrelazados
como parejas
van de cuatro o cinco,
con tapados y lanas,
algunas usan medias de nylon,
cuidadas por Irma
riendo nada más, algo excitadas
todavía por el baile y la humedad
del galpón.
No sabe que
para ponerle coraje a la helada
hay que bailar en ronda y copita de licor
apretar los cuerpos un poco
los ojos entrecerrados para bajar las luces.
De todo eso sale
el calor ruso alemán
que se comunica con pies y caderas
suelta el recuerdo, agitada en el pasado
y la boca todavía muy quieta
de señora grande,
como debe ser
(hacia donde las lleva la ronda del baile
van las chicas
se mueven rápido
bailan entre ellas,
pasean escotes
estraples, minis,
algunas corean
las canciones en alemán,
suben el volumen de su sonrisa
con la cumbia,
ellas sonríen
las chicas serias pasaron de moda).




La remera animal print
todavía marca una cintura
célebre. Sus ojos giran
mira sin parar en todas direcciones
quiere saber qué pasa
los pies van guiados por la multitud
llevan el compás,
pero una zona de su cuerpo,
tal vez los hombros,
parte de la espalda
se mantiene indiferente
al ritmo. Esa es una marca
de familia: la rectitud
y además
el nudo que explica
por qué la polca está más cerca
de una guitarra punk
que de la cumbia colombiana.




Carolina Rack
Rubios naturales
Ediciones Vox, 2012.

viernes, junio 07, 2013

El arte literario y las preocupaciones mercantiles


Monsieur Emile Fabregue ha iniciado en la Nouvelle Revue una información sobrado interesante:

"¿Creéis --pregunta-- que el arte y la literatura atraviesan en este momento una crisis, en razón del desenfrenado triunfo del dinero? ¿No es cierto que las preocupaciones mercantiles oscurecen y rebajan el ideal de los trabajadores intelectuales?"

Entre las respuestas dadas, es digna de notarse, por lo concisa, clara y ejemplificada, la del popular humorista del Matin, H. Harduin:

"Dos poetas muy grandes --dice-- han brillado en el siglo XIX: uno de ellos, Víctor Hugo, fue administrador vigilante, cuidadoso, de su patrimonio intelectual, y extrajo de su producción literaria todo lo que ella podía dar.

"El otro, Lamartine, no tuvo preocupación mercantil alguna. Pródigo, sin cuidarse ni mucho ni poco de sus intereses materiales, Lamartine fue también un poeta de genio. De suerte que ni las preocupaciones mercantiles, ni la ausencia de ellas, parecen tener una influencia sobe el ideal de los trabajadores intelectuales.

"Remontándonos un poco, encontramos a Beaumarchais, hombre de negocios, sobre todo mañoso y sin escrúpulos. No obstante eso, dejó dos obras maestras. Voltaire estimaba que el dinero era cosa muy necesaria y se ocupó siempre de ganarlo.  No por eso dejó de ser Voltaire.

"Si Corneille hubiese tenido los medios modernos de sacar partido comercialmente de sus obras, nada indica que hubiese dejado de componer el Cid. ¡En cambio, ya viejo, se hubiese abstenido probablemente de escribir Pulchérie, Surena y también Agélisas!

"Conclusión: Se puede con preocupaciones mercantiles ser un grande hombre. Se puede sin preocupaciones mercantiles ser un imbécil".


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Estas ideas se esfuerzan justamente por romper un cliché absurdo: el de que todo trabajo intelectual debe estar reñido con el negocio; cliché que condena al hombre de genio a la incapacidad de ganar dinero, sin tener en cuenta los nombres que cita Harduin y otros que no cita: el de Shakespeare, por ejemplo.

Las juzgo, pues muy loables, y de tal manera se parecen a las mías, que encuentro entre mis más recientes notas a propósito de la muerte de un americano poeta y banquero, míster Edmundo Stedmann, presidente del Instituto Nacional de Artes y Letras, los párrafos siguientes, que copio, entre otros, por lo que tienen de oportuno y de actual:

"El poeta, como respondió muy bien uno, español, a cierto infatuado extranjero que se lo preguntaba desdeñosamente, sirve para hacer todo lo que hacen los que no lo son, y además, versos.

"Con este criterio, que es e verdadero, ¿por qué sorprenderse de que Shakespeare haya ganado dinero y de que Víctor Hugo haya muerto rico?

"De Shakespeare se afirma que desde niño comprendió el valor del oro, porque su padre, que fue rico en un principio, se arruinó después. Durante su agitada existencia, que no careció de borrascas, compraba y vendía sucesivamente tierras, valiéndose para ello de las sumas que ganaba con sus producciones. Se calcula que el precio de venta de cada obra suya era de 150 a 275 francos, siendo ciento el de cada una de las obras reformadas que vendía. Se calcula, asimismo, que las 19 comedias y tragedias que escribió desde 1951 a 1599, le produjeron como 500 francos anuales cada una. Como los empresarios se oponían ala impresión de las obras de teatro que habían pagado, por el recelo de los plagios, en una época en que la propiedad literaria no estaba debidamente garantizada, pocas piezas e Shakespeare se imprimieron durante su vida; pero, en cambio, sus derechos de autor, --si así podían llamarse entonces-- le valieron hasta 5,000 francos al año, en tiempos en que el dinero valía cuatro o cinco veces más que hoy.

"En cuanto a Víctor Hugo, harto reciente es su historia para que digamos cómo labró su riqueza".

Entendámonos, pues; los poetas, encontrando que el aplauso, el renombre, eran más tentadores que la fortuna, han solido ser negligentes o desdeñosos para el negocio, resolviendo en otra forma el problema de la dicha personal; pero esto, que se debe a deliberada voluntad (no de otra suerte que la elección de la Santa Pobreza hecha por los místicos), nunca significó impotencia, como cree el vulgo, para los números. También los números son una armonía.

¿No se llamaron, por ventura, números los versos antiguos? Así, pues, cuando la felicidad se compraba con un noble gesto, con un armonioso verso; cuando las mujeres amaban las justas gayas, los floridos torneos, el poeta pagaba con belleza, con ideal, con ensueño.

Hoy ciertas satisfacciones sólo pueden obtenerse con oro, el poeta baja de su trono de dios indiferente y lo conquista.

Y entiéndase que cuantas veces he dicho poeta no he pretendido designar tan sólo al que hace versos, sino a todo aquel que en prosa o en verso ha acertado a expresar el ideal de la raza, la hondura de la emoción ambiente o su propia hondura y su propio ideal.


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La incompatibilidad de la matemática con el talento poético y literario es falsa: la han propalado aquellos enemigos de los poetas a quienes no les fue posible emularlos.

Por tanto, a la pregunta de si el arte y la literatura atraviesan en este momento una crisis, consecuencia del triunfo desenfrenado del dinero, hay que contestar tal vez que sí; pero a la pregunta de si las preocupaciones mercantiles rebajan y oscurecen el ideal de los trabajadores intelectuales, hay que contestar desde luego que no.



Amado Nervo
La lengua y la literatura
Editorial Calomino, 1946.