miércoles, abril 07, 2010

Entretiempos

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¿Se sienten los grandes yoguis
sujetos a la ley de causa y efecto?,
preguntó un viejo quinientas
veces reencarnado en zorro.

Chang Chen Ch
i

Cuatro zorras descienden la colina.
Una fragancia que la niebla no diluye las seduce,
un aroma de pulpa silvestre con semillas.
No saben qué buscan en el aire
ni qué frena sus reacciones conocidas.
Al final del húmedo verano
antes de la reticente luz de octubre,
no hay una floración particular de yerbas que las guíe.

Una y diez mil veces reencarnadas,
hoy están inquietas,
vigilantes
en el eco de su respiración tan leve.
Pisan frutos maduros y podridos.
Pisan sus propias huellas debajo de la luna.
Discretas, silenciosas,
no perciben el tiempo extinguiéndose en el tiempo.

Unas vacas comen del pasto,
donde cuatro zorras cambian de pelo,
mientras el mundo
no cambia nada.


Camila Krauss
El ábaco de los acentos
Ediciones Sin Nombre, 2008.

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