miércoles, julio 07, 2010

Dos poemas de Marco Martos

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La separación de los amantes

Fue lo máximo sentirme tu familia,
delicioso y delicado llegar a tu casa
con un poco de queso, una botella de vino
o simplemente alegría en el rostro,
y desplazarme en tu espacio, en tu cuerpo y en tu mente
con la soltura de un rey en su patria,
mientras los demás, gentiles y antiguos,
con sus camisas de cuadros
y sus modales ceremoniosos,
se acomodaban en la mesa
para dejarme, como correspondía,
el sitio más vecino a tu corazón.
Fue un cielo claro de primavera.
Ningún nubarrón.
Y, súbito, el rayo oscuro de la muerte.
Tú no sabes nada.
Yo no sé nada.
Nadie sabe nada.
¿Quiénes son estos amantes?
¿Quiénes fueron?
No los conozco,
porque si en el mundo sólo existe dolor,
como bien sentimos, es imposible
que en la vigilia haya habido
cosas tan intensas, hermosas y verdaderas.


En lo más difícil

La mujer que me alucina
está en el otro lado del mundo.
Si acaso tengo voz,
si acaso me sostengo,
es porque ella existe
en medio de la neblina,
en el otro lado del mundo,
y si mi mano algo escribe
y cruza los cielos plomos
en forma de caricia
y de frío y de calor
que la envuelven dulcemente,
es porque ella vive y habla,
me sostiene, me da fuerzas,
cruza los cielos grises
y me toca con sus ojos
en la noche soledosa,
así tan lejos.
La mujer que me alucina,
me ama, me dice.
Pero estoy solo,
terriblemente solo,
muerdo mis días.
Soy sólo sombra
de un fantasma melancólico
que cuida a una mujer
allá en el Perú,
en lo más difícil.

Grenoble, 20 de mayo de 1988.
Marco Martos
Cabellera de Berenice
Colmillo Blanco, 1994.

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