lunes, diciembre 19, 2016

Cinco poemas de Leonardo Sanhueza


Año 96

Con este viento leve
justo en la mitad de la primavera
la cinta de un cassette de los Beach Boys
enmarañada entre las ramas
azules de un jacarandá
toca otra vez un silencioso quejido
que trata de meterse en la orejas
como alfileres de un torturador
entre los dedos y las uñas,
o quizás sólo son los gritos
electrizados de un feriante.

-Así es el país -pongamos que dice,
mientras le da otra vuelta
a la desvencijada manivela.




Combustibles vivos

El descapotable que corre en la autopista
cazando enjambres de mosquitos con su trompa
de lustroso bivalvo aerodinámico
tan rápido y voraz que sus recuerdos
van delante de nuestras mejores predicciones
fue alguna vez una ballena, un rorcual
azul que atrapaba entre sus barbas
bancos enteros de krill, graciosas nubes
rojas como el futuro del arpón, su presente,
porque el sol ya se pone al final del camino
para anunciar que ha llegado la hora
en que brindan los dueños de la fortuna
y lo héroes encienden otra vez
sus arduas lámparas de aceite.




El vuelo de los pájaros

Cómo se crecía en ese tiempo, no lo sé.
Cómo se hacía un hombre.

A ciencia cierta, si hay que hablar a ciencia cierta,
era la época de las grosellas verdes con sal,
la primavera y el verano mezclados
en un solo rugido de trigales y chicharras,
mientras el viento con sus raquetas
azotaba sus ideas caducas pero amables
acerca de la felicidad:

                                   golondrinas, por ejemplo,
golondrinas cuya hermosa carta de navegación
parecía hecha a patadas o con golpes
de electricidad en las partes sensibles del cuerpo.




Aprendizaje

Los peces tienen sentimientos
y por eso tienen espinas,
pero no son sentimentales
y por eso tienen aletas.

Cómo convertir eso en un poema
de amor (un verdadero poema de amor)
sin destruirlo previamente
es una de las tantas cosas que no sé,

aunque tal vez llegue a aprenderla
como he aprendido todo el resto:
por mera, infantil curiosidad.




Apocalipsis

Al final hay una cantina.

Afuera cantan grillos, ranas, búhos.

Varios jinetes se emborrachan
después de la conflagración y la masacre.

Por la ventana entra un colibrí
y luego de unas vueltas sobre las cabezas
se detiene en el aire.

Dice: "Et in Arcadia ego". Y se va.




Leonardo Sanhueza
La juguetería de la naturaleza
Lumen, 2016.

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