viernes, enero 07, 2022

Ocho poemas de Elisa Ramírez Castañeda


La mariposa busca
la luz
tras mi ventana.
Mi insomnio
se incorpora
a cerrar
el falso goteo
de una llave.






Jesús María

El río crecido es todas las aguas.
Bandea, horada las piedras.
El sol enjarra las orillas.
No es la cañada,
ni la ladera (verde tierno
de huizaches repetidos),
ni las rocas redondeadas:
sólo agua lodosa que corre,
remansos, remolinos,
espuma y olas leves,
madera quebrada en las vertientes.
El río se angosta y apresura;
a lo lejos la playa se alarga
con vuelo de patos
y un zumbido de chicharras
quebrando el aire
de la tarde.






Santa Cruz en El Quemado (fragmentos)


Camaleones

Cautelosa, con una mano a cada lado
de su miedo, lo atrapo.
Su coraza lajeada
de espiguilla, de guerrero,
se eriza. Le soplo, voltea la cabeza.
Al acercarlo a mi oído
se agita a contraescama.
Destapo la prisión, salta,
corre entre las piedras pálidas.
Al seguir la carrera de un segundo
mis ojos encuentran un peyote
tras la huida.






En el hueco
escurren las velas.
El aire las ladea y las apaga
ponemos pastos entre ellas
y se prestan fuego,
alumbran en un breve triángulo.
Sobre la tierra, la cera arde,
vibra en flujos azules y rojizos.
--Déjalas morir.
Un vidrio color ámbar
refleja los rezos que se extinguen.
Mis ojos chisporrotean.
Mi garganta escucha.






Tecito de yerba de San Nicolás,
calostros de cabra,
frijoles que dejan polvo y paja entre mis palmas.
--Para ser su mujer, todo está en serlo--
aconseja la doña que rige
sobre un hato de cabras
y media docena de hijos en ayunas.






Regresar siempre es más corto.
Nos esperan los gritos
impacientes de los niños.
--Tanta yerba del conejo recogimos
que criamos una chiva,
que tuvo un chivato,
que tenía tanta leche,
que se cuajó en un queso.

Lo partimos ante ojos rasgados
y bocas que tapan con la mano
la risa y la incredulidad.






Hay cera de Campeche con chaquiras.
En la piedra, dulces,
una vela simulada
(ahueco las manos para proteger su flama).
Palmas tiernas
coronando los botones. El viento
arrastra la sal y las plegarias.
Una lagartija cruza y descruza nuestra ofrenda.
Comienza a llover.






Nos despeñamos ladera abajo.
El miedo azota el parabrisas,
la niebla nos emborrona.
Basta llegar a la gasolinería
para recuperar el gozo.
Matehuala / San Luis / Querétaro.
Aquí, un incendio nos saluda:
del otro lado de la carretera
en el espejo de un jagüey
el sol despeina con desparpajo
su cabellera colorada.






Elisa Ramírez Castañeda
Una pasión me domina
Ediciones Toledo, 1989.




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