jueves, noviembre 21, 2024

Cuatro poetas afroamericanos del siglo XX

La ciudad blanca

Los muelles y el puerto y los barcos me parecen
amores lascivos porque odio. No me arrepiento
de tener el corazón como lo tengo, veo la ciudad
a través de una niebla que al igual que yo no pide
perdón ni lo concede. En los íntimos recovecos
de mi corazón abrigo esta forma plena de odiar
que es la más perfecta Pasión, la que me permite
cargar como corresponde este gran sentimiento.
Las masas por ahora no se bajan de los trenes.
Y el mundo de los blancos es un asco como ellos.
Pero que una cosa quede clara: también es un orgullo
decir que no estamos dispuestos a ser el que vuelve.
Lo que es mío nunca, nunca, nunca ha sido tuyo.
Nunca hemos sido ni jamás seremos como ellos.

(Claude Mckay)





Esos domingos de invierno

Mi padre también se levanta temprano los domingos
y se ponía la ropa en ese frío negro que llegaba a ser azul,
después con el dolor de sus manos rajadas
por el clima del trabajo durante la semana encendía
esos fuegos que estaban apagados. Nadie nunca le dio las gracias.

Yo despertaba escuchando las astillas del frío, quebrándose.
Cuando los cuartos se habían calentado, nos llamaba,
y despacio me vestía y me levantaba,
atemorizado por la ira crónica de ese hogar.

Hablándole con indiferencia,
él, que había expulsado el frío
y le había sacado brillo a mis mejores zapatos.
¿Cómo iba a saber, cómo podría haber sabido
lo austeras y solitarias que serían el amor y sus oficinas?

(Robert Hayden)





Cuadro

para Donald Duff

Van del brazo cruzando la calle,
El chico negro y el chico blanco,
El esplendor del día dorado,
El orgullo de la noche azabache.

Persianas abajo, el oscuro tipo observa,
Y aquí el tipo hermoso habla,
Indignados de que esos dos se atrevan
Al unísono a esa caminata.

Indiferentes a la palabra y la mirada
Ellos siguen, y no se sorprenden
De que un rayo brillante como espada
Del trueno el sendero enciende.

(Countee Cullen)





La vie c'est la vie

Me siento en tardes de verano
Quiescente en el parque a tu lado
Y calma observo dorar del sol los rayos
De la corteza del árbol su entintado.
O bien peleando las ardillas miro
Jugueteando en la hierba del camino;
Mientras tanto yo marco tu voz
Quebrada de amor y de dolor.
Conozco a una mujer que podría dar
Su chance en el cielo por tener mi lugar;
Por ver la luz del amor en tus ojos,
¡El brillo del amor en tu rostro!
Y un hombre cuya más mínima palabra
Incendiaría el frío de mi sangre;
Satisfacer la más ligera de sus llamadas
Es lo que el deseo de mi vida vale.
Pero él no lo haría por mí, ni yo
Por ti. Ni tú por ella. Cómo no:
El mundo está lleno de bromas como esta.
No desearía otra cosa que estar muerta.

(Jessie Redmon Fauset)





Citizens: poesía afroamericana del siglo XX
Traducción y prólogo: Cristian Gómez
Cuatro Triángulos, 2024

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