sábado, septiembre 27, 2025

Cinco poetas jóvenes de Alaska

Lo que me dijo Esaú

Una caja roja, y dentro una caja
Negra, y dentro una caja verde, y dentro
Una caja amarilla, más grande que la caja
Roja: ahí guardo mi odio por ti.

Volví por el camino, y al final
Había una casa sin puertas ni ventanas.
Toqué, dos o tres veces,
Con cada uno de mis huesos.
Y al ver que nadie respondía, yo me fui.

El camino, para entonces, ya era otro.
No es que fuera otro, otro, era el mismo, y sin embargo,
Como un atleta en mitad de la carrera,
Iba feliz, pero cansado.
Feliz por ir solo; cansado por ir solo.
La lluvia no iba a tardar en caer:
El cielo resplandecía como un fluorescente
A punto de quemarse.

(Salomon Mars)





26 de diciembre

El día de Navidad tuve un sueño extraño: tocan a la puerta de mi casa; es un repartidor de UPS, quien me entrega un paquete. Advierto que llueve furiosa, tormentosamente. Firmo un papel que el repartidor me extiende y luego desaparece de mi vista. Permanezco inmóvil viendo llover: llueve como nunca y es hermoso. No hay luz, apenas puedo ver la lluvia delante del agua que corre por mis ojos. Y aunque creo ser feliz, siento miedo: son los dos sentimientos, entrelazados e inseparables, como las serpientes en el báculo de Mercurio.

(Polina Sedakova)





Rifle

Volviste sin el rifle,
Maldiciendo al cielo con un puño en alto.
¿Qué fue del sabueso erudito
Que solía acompañarte
Y de tu vieja gorra stalker de camuflaje?
Nadie quiso averiguar qué había pasado
Mientras cazabas detrás de las montañas.
Tus vecinos se mudaron, y no volvió a pasar el camión de la basura.
Tu propia casa se volvió una ruina, llevando al límite
Su habitual y acogedor semblante desvalido,
Semejante a la del niño que dejaron atado a un poste hace unos años.
Una astuta variedad de hierba se apoderó de tus jardines,
Tan salvaje que lo salvaje se avergonzó de haberlo sido
Y entre el silencio aplastante, una señal de vida:
El tic-tac del reloj
Que tanto nos costó arrancarte de la muñeca.

(Al Sobrante)





Desplegaron las alas de caucho

Desplegaron las alas de caucho que Seymour les compró en el supermercado. Estaban en oferta y venían con instrucciones sencillas en tinta roja y negra que explicaban cómo debían cruzarse las cintas de velcro en la espalda y alrededor de la cintura, y la forma en la que uno debía aletear para no irse en picada. Spot fue el primero en arrojarse del risco. Abajo, rocas sádicas, puntiagudas y verdes como catedrales abandonadas, aguardaban cualquier falla del producto. Pero ese día los hermanos sobrevolaron el mar solitario, un mar comprimido y sosegado en la fotografía que les sacó Dana, los 3 tomados de la mano, subiendo y bajando y haciéndose viejos, a salvo de las rocas puntiagudas que chillaban con cada embestida del mar.

(Rob "Burnt" Norton)





Allison trepando las raíces de un árbol (in memoriam)

Mi madre me habla de trasplantar la casa
A otro Estado, donde el frío
No haga papilla a sus canarios australianos.

"'¿Nos llevaremos a Allison?", le pregunto
Con terror.

"Déjala trepar en paz las raíces del árbol",
Me dice.

No la entiendo. Mi cabeza ensaya
Un sinnúmero de imágenes absurdas.
Pero no hago más preguntas.

Pienso, no obstante, en que Allison
Logra trepar las raíces, y no se detiene
Hasta que alcanza la hojita más alta,
Aquella quemada por el sol. Y una vez ahí

Salta al vacío, del mismo modo que una moneda
Regresa a mi mano, y la oculto con la otra

Para que brille más.
Es innegable la belleza de ese salto.

(Wendy Hamilton)





La única cosa que es probable que rompas es todo
Antología de poesía joven de Alaska

Christian Briceño Ángeles
Aletheya, 2022

No hay comentarios.: