No te aprendas la canción,
no te la aprendas;
que esté contigo y te busque
cuando ella quiera.
Préstale oídos tan sólo
que no lo sepa;
no la mires demasiado,
no deje señas.
Háblale de rato en rato
con voz muy queda,
como si ya sospecharas
que no estuviera.
Nada le pidas ni tomes:
que vaya y venga
como la luz, como el aire,
sin una letra.
No te aprendas la canción,
no te la aprendas;
si quieres hacerla tuya
tal vez la pierdas.
Javier Sologuren
Vida continua (1945-1980)
Libros del bicho, Premià Editora, 1981.
martes, octubre 12, 2004
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