.
ni de este . . . . mundo ni
de otro, esa . . . . casa rota con
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . sus libros y . . . . su viento,
las campanas cosidas sobre los . . . . velos que respiran, . . . . entre.
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con sus canastas de alambre, planas
. . . . . como la luna, vinieron buscando
la . . . . carne de la lluvia, esos
lectores de . . . . acequias, de márgenes . . . . oscuras.
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como si escucharan en
. . . . esa barca de
gis azul y . . . . de sábanas atascadas,
. . . . a sus propias olas mientras se . . . . elevaban.
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. . . . por encima del humo fijo
de los almendros, el otro, el de
. . . . los gitanos (sus conejos . . . . se rostizan
. . . . en la luz
. . . . sin viento...).
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. . . . intacto, convertido en monstruo
por mis propias sombras, oh
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . lirios embozados (los
soles . . . . oscilan . . . . sobre la piel de . . . . la acequia).
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el modo en que los ojos . . . . se deslizan, un
. . . . instante más despacio que la . . . . cara, el
pelo jalado -como un trofeo- encima
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . de los hombros, . . . . después.
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solo tú . . . . podías
retirar tu mirada de . . . . mi custodia (desmenuzarla:
. . . . fría, nebulosa, . . . . entre
. . . . las sombras tiesas de . . . . tus dientes).
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el corazón para siempre ofrecido,
. . . . encomendado a . . . . sus propias
perdiciones: esa extraña . . . . rosa inadmisible,
. . . . . . . . . . . . . . . . . . ñ . . . . . . . . . . . . . . . . . valentin froissé.
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. . . . mira hacia
atrás, por el aro abovedado
. . . . de sus brazos. chirrido,
cuando las horquillas . . . . de pedrería azul
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . se resbalan por debajo.
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en estas sombras blancas, la . . . . luz del
. . . . viento donde . . . . vivimos moriría
sin las olas
. . . . plegadas de palabras: esa
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . cadencia que . . . . les damos.
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al atorarse los petalos
en los rubios . . . . cañaverales: di,
. . . . no digas nada; bastaría
que un brazo perdiera la vista . . . . con sus propios susurros.
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. . . . siempre hacia el . . . . final, los
gramáticos. albas, nuestras
. . . . canciones del amanecer: ¿en qué terrazas,
. . . . con las aguas cinceladas
de qué viola
. . . . . . . . . . se entonarán nuestros corazones?
Gustaf Sobin
Matrices de viento y de sombra
Traducción, prólogo y selección: Tedi Lopez Mills
Hotel Ambosmundos, 1999.
jueves, octubre 07, 2010
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