.
Yo compadezco de todo corazón al hombre
que pregunta qué hay que hacer para ganar.
Enfebrecido por el vapor de la ronera
pero ignorante del peso de la Osa Mayor
su vida tiene el ancho de un periódico enrollado,
usufructuario de un momento
donde flotan las palabras brillantes.
La misa del central o la misa de la guerra
aguantan al corredor que cegado por la luz debe aceptar
que la historia de su diamante
apenas estremecería a un jurado de observadores bien curtidos:
el camino de la soledad a la sedición es más duro que largo.
En el viaje, digamos, entusiasta
al pasatiempo y al balcón de la ronera
se nota la ausencia de un destello donde meter el hombro;
vivimos con los pies en el limo bueno para desovar
mientras la cabeza se nos marea en la selva.
Yo me compadezco
y luego dedico una lágrima de arroz crudo
al hombre que pregunta qué hay que hacer para ganar.
Omar Pérez
Memorias de la clase muerta. Poesía cubana 1988–2001
Compilación de Carlos A. Aguilera
Aldus, 2002.
lunes, febrero 21, 2011
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario