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En la oficina
La luna desde fuera nos contempla,
y me ve a mí,
pobre criado distraído, bajo
la estrecha mirada de mi patrón,
cómo con timidez me rasco el cuello.
No, nunca conocí rayos solares
que una vida duraran,
ni los conoceré. La carencia es mi sino;
me agobia tener que rascarme el cuello
bajo la mirada de mi patrón.
Es la luna la herida de la noche,
gotas de sangre, las estrellas todas.
Como la dicha me queda muy lejos,
me he vuelto comedido;
es la luna la herida de la noche.
Más lejos
Quise quedarme quieto,
y me empujaron más,
pasé entre negros árboles,
y bajo aquellos árboles,
quise quedarme quieto,
y me empujaron más,
pasé por verdes prados,
y junto a su verdor,
quise quedarme quieto,
y me empujaron más,
pasé por casas pobres,
y en una de estas casas
quise quedarme quieto,
quedarme un rato largo
mirando su pobreza,
y cómo asciende al cielo
el humo de su lumbre.
Dije esto y me reí,
rió también el verde,
y el humo humeante,
y me empujaron más.
Desengaño
Un desengaño no se olvida nunca,
como es inolvidable la gracia de la dicha.
Recuerdo es la nostalgia,
porque es tan infinita,
que no se olvida nunca.
Robert Walser
Poemas. Blancanieves
Traducción: Carlos Ortega
Icaria, 1997.
lunes, febrero 28, 2011
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