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Las canciones de amor deben tener duende. Porque la canción de amor nunca es realmente feliz. Debe en primer lugar tener potencial para el dolor. Esas canciones que hablan de amor sin tener entre sus líneas una pena o un suspiro no son canciones de amor sino más bien canciones de odio disfrazadas de canciones de amor, y no son de fiar. Esas canciones nos niegan nuestra humanidad y nuestro derecho divino a estar tristes, y son la basura que llena las ondas de radio. En la canción de amor debe resonar el susurro de la pena, el tintineo del dolor. El escritor que se niega a explorar las zonas oscuras del corazón nunca será capaz de escribir convincentemente acerca del milagro, la magia y la alegría del amor, del mismo modo en que la bondad es sospechosa si no ha respirado el mismo aire que la maldad, y aquí me viene a la mente la imperecedera metáfora de Cristo, crucificado entre dos criminales. Por lo tanto, en el entramado de la canción de amor, en su melodía, su letra, uno debe ser capaz de reconocer su potencial para el sufrimiento.
Nick Cave
Sobre la canción de amor
Traducción: Jaime Arrambide
Diario de poesía, no. 78, junio a octubre de 2009.
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